viernes, 22 de febrero de 1991

MOS IUGITER (22 DE FEBRERO DE 1991)


Congregación para el Clero

Decreto

MOS IUGITER

Es una costumbre constante en la Iglesia -como escribe Pablo VI en el m.p. Firme in traditione- que “los fieles, movidos por su sentido religioso y eclesial, deseen unir, para participar más activamente en la celebración de la Eucaristía, una aportación personal propia, contribuyendo así a las necesidades de la Iglesia y particularmente al sustento de sus ministros” (AAS 66 [1974], 308).

En la antigüedad, esta contribución consistía principalmente en donativos en especie; en nuestros días se ha convertido casi exclusivamente en pecuniaria. Pero los motivos y fines de las ofrendas de los fieles han permanecido invariables y han sido consagrados también en el nuevo Código de Derecho Canónico (cf. cánones 945 § 1; 946).

Dado que el asunto afecta directamente al augusto sacramento, cualquier mínima apariencia de lucro o simonía causaría escándalo. Por este motivo, la Santa Sede siempre ha seguido atentamente la evolución de esta piadosa tradición, interviniendo oportunamente para cuidar sus adaptaciones a las cambiantes situaciones sociales y culturales, con el fin de prevenir o corregir, en su caso, los eventuales abusos relacionados con estas adaptaciones (cf. cc. 947 y 1385 del CIC).

Ahora bien, en los últimos tiempos, muchos obispos se han dirigido a la Santa Sede para pedir aclaraciones sobre la celebración de santas misas por intenciones llamadas “colectivas”, según una práctica bastante reciente.

Es cierto que los fieles, especialmente en las regiones económicamente deprimidas, han tenido siempre la costumbre de llevar al sacerdote modestas ofrendas, sin pedir expresamente que se celebre una sola santa misa por cada una de ellas según una intención particular. En tales casos, es lícito unir las diversas ofrendas para celebrar tantas santas misas como correspondan al impuesto diocesano.

Los fieles son entonces siempre libres de unir sus intenciones y ofrendas para la celebración de una única santa misa por tales intenciones.

Muy distinto es el caso de aquellos sacerdotes que, recogiendo indiscriminadamente las ofrendas de los fieles destinadas a la celebración de santas misas según intenciones particulares, las acumulan en una sola ofrenda y la cumplen con una sola santa misa, celebrada según una intención llamada “colectiva”.

Los argumentos a favor de esta nueva práctica son engañosos y especiosos, cuando no reflejan también una eclesiología errónea.

En cualquier caso, este uso puede comportar el grave riesgo de incumplir una obligación de justicia hacia los donantes de las ofrendas y, por extensión, de extinguir progresivamente y por completo en el pueblo cristiano la sensibilidad y la conciencia por la motivación y la finalidad de la ofrenda para la celebración del santo sacrificio según intenciones particulares, privando además a los ministros sagrados que aún viven de estas ofrendas, de un medio necesario de sustento y privando a muchas iglesias particulares de los recursos para su actividad apostólica.

Por lo tanto, en ejecución del mandato recibido del Sumo Pontífice, la Congregación para el Clero, en cuya competencia recae la disciplina de esta delicada materia, llevó a cabo una amplia consulta, escuchando también el parecer de las Conferencias Episcopales.

Tras un atento examen de las respuestas y de los diversos aspectos del complejo problema, en colaboración con los demás Dicasterios interesados, la Congregación ha establecido lo siguiente:

Art. 1 - § 1. Según el canon 948, “las misas separadas deben aplicarse según las intenciones de aquellos por quienes individualmente se ha aceptado la ofrenda entregada, aunque sea pequeña”. Por lo tanto, el sacerdote que acepta la ofrenda para la celebración de una santa misa por una intención particular está obligado por justicia a cumplir personalmente la obligación asumida (cf. CIC can. 949), o a encomendar el cumplimiento a otro sacerdote, en las condiciones establecidas por el derecho (cf. CIC can. 954-955).

§ 2. Los sacerdotes que recogen indiscriminadamente ofrendas para la celebración de Misas según intenciones particulares y, acumulándolas en una sola ofrenda sin conocimiento de los oferentes, las satisfacen con una sola Santa Misa celebrada según una intención llamada “colectiva”, contravienen, por lo tanto, esta norma y asumen la correspondiente responsabilidad moral.

Art. 2 - § 1. En los casos en que los oferentes, previa y explícitamente informados, consientan libremente en que sus ofrendas se reúnan con otras en una única ofrenda, podrán ser satisfechos con una única santa misa celebrada según una única intención “colectiva”.

§ 2. En este caso, es necesario que se anuncie públicamente, no más de dos veces por semana, el día, el lugar y la hora en que se celebrará dicha santa misa.

§ 3. Los párrocos en cuyas diócesis se den estos casos deben darse cuenta de que esta costumbre, que constituye una excepción al derecho canónico vigente, si se difunde excesivamente -también sobre la base de conceptos erróneos acerca del significado de las ofrendas para las santas misas- debe considerarse un abuso y podría engendrar progresivamente en los fieles el desuso de ofrecer ofrendas para la celebración de santas misas según las intenciones individuales, extinguiendo así una costumbre muy antigua que es saludable para las almas individuales y para toda la Iglesia.

 Art. 3 - § 1. En el caso mencionado en el art. 2 § 1, el celebrante sólo puede retener la limosna establecida en la diócesis (cf. CIC can. 950).

§ 2. La suma sobrante de esta ofrenda debe entregarse al ordinario mencionado en el can. 951 § 1, quien la destinará a los fines establecidos por el derecho (cf. CIC can. 946).

Art. 4 - Especialmente en los santuarios y lugares de peregrinación, donde habitualmente afluye un gran número de ofrendas para la celebración de las Misas, los rectores, con obligación de conciencia, deben cuidar de que se apliquen cuidadosamente las normas del derecho universal en esta materia (cf. principalmente CIC can. 954-956) y las del presente decreto.

Art. 5 - § 1. Los sacerdotes que reciben ofrendas por intenciones especiales para un gran número de santas misas, por ejemplo con ocasión de la conmemoración de los fieles difuntos o de alguna otra ocasión especial, y que no pueden cumplirlas personalmente en el plazo de un año (cf. CIC c. 953), en lugar de rechazarlas, frustrando la piadosa voluntad de los oferentes y distrayéndolos de la buena intención, deben transmitirlas a otros sacerdotes (cf. CIC c. 955) o a su propio ordinario (cf. CIC c. 956).

§ 2 Si en tales circunstancias o en otras análogas tiene lugar lo descrito en el art. 2 § 1 del presente decreto, los sacerdotes deben atenerse a lo dispuesto en el art. 3.

Art. 6 - Corresponde en particular a los obispos diocesanos dar a conocer con prontitud y claridad estas normas, que se aplican tanto al clero secular como al religioso, y velar por su observancia.

Art. 7 - Es necesario, sin embargo, que también los fieles sean instruidos en esta materia, mediante una catequesis específica, cuyas piedras angulares sean

a) el alto significado teológico de la ofrenda entregada al sacerdote para la celebración del sacrificio eucarístico, con el fin sobre todo de prevenir el peligro de escándalo por la apariencia de un comercio con lo sagrado;

b) la importancia ascética de la limosna en la vida cristiana, enseñada por el mismo Jesús, de la que la ofrenda para la celebración de las santas misas es una forma excelente;

c) la comunión de bienes, por la que, mediante el ofrecimiento de las intenciones de las misas, los fieles contribuyen al sustento de los ministros sagrados y a la realización de las actividades apostólicas de la Iglesia.

El 22 de enero de 1991, el Sumo Pontífice aprobó expresamente las normas de este decreto y ordenó su promulgación y entrada en vigor.

Roma, del Palacio de la Congregación para el Clero, 22 de febrero de 1991.

Card. Antonio Innocenti
Prefecto

+ Gilberto Agustoni
Arzobispo Tit. de Caorle
Secretario