miércoles, 31 de enero de 2024

SOBRE LA COMUNION ESPIRITUAL (11)

Esta devoción está tan llena de gracia y de consuelo, que es de la mayor importancia que todos sepan practicarla.

Por el padre Michael Müller CSSR


Continuamos con la publicación del libro “La Santísima Eucaristía: Nuestro mayor tesoro” (1867) del Padre Michael Müller CSSR.

CAPÍTULO 11

De la Comunión Espiritual

Cuando un alma ha comenzado a practicar la Comunión frecuente, ya no puede vivir sin ella.

Incluso si comulgara todos los días, parecería muy poco. Desearía, si fuera posible, recibir a Nuestro Señor en cada momento. Es el Santísimo Sacramento mismo el que produce este efecto, porque tal es la dulzura de ese Divino Alimento que quienes lo comen todavía tienen hambre y quienes lo beben nuevamente tienen sed. Es Nuestro Señor mismo quien suscita este deseo en el corazón de los fieles, y también ha provisto los medios para satisfacerlo. Mientras aún estaba en la tierra, no sólo impartió muchas gracias a los que estaban cerca de Él, sino que también obró muchos milagros a favor de los que estaban lejos.

De la misma manera, Él ahora no sólo nos concede muchas gracias cuando realmente entra en nuestros corazones en la Sagrada Comunión, sino que también nos imparte muchas gracias por medio de la Comunión Espiritual. 

Santa Catalina de Siena, mientras asistía en una ocasión a la Misa de su confesor, San Raymundo, sintió el más ardiente deseo de unirse a Jesucristo; pero como le habían prohibido comulgar, no se atrevió a recibirlo. Nuestro Señor, sin embargo, quedó tan conmovido por el fervor de su amor que obró un milagro a su favor. En esa parte de la Misa en la que el sacerdote parte la Sagrada Hostia en tres pedazos, la porción más pequeña desapareció del altar, voló por el aire y descansó sobre la lengua de Santa Catalina. San Raymundo se turbó mucho por la desaparición de la partícula, pero la Santa alivió su ansiedad diciéndole que Nuestro Señor mismo se había complacido en llegar a ella como recompensa por su gran deseo de la Sagrada Comunión. 

Él muestra un amor semejante hacia todos los que tienen un verdadero deseo de unirse a Él. Tan pronto como un alma desea ardientemente recibir a Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento, Él viene a satisfacer su deseo, no ciertamente como lo hizo con Santa Catalina bajo las especies Sacramentales, sino por el camino de la Comunión Espiritual. Esta devoción está tan llena de gracia y de consuelo, que es de la mayor importancia que todos sepan practicarla. Diré, pues, unas palabras para explicarla.

La Comunión Espiritual, según Santo Tomás, consiste en un deseo ardiente de recibir a nuestro Señor Jesucristo en el Santísimo Sacramento. Se realiza haciendo un acto de fe en presencia de Jesucristo Sacramentado, y luego un acto de amor, y un acto de contrición por haberlo ofendido. El alma entonces lo invita a venir y unirse a ella y hacerla enteramente suya; y finalmente le da gracias como si realmente lo hubiera recibido sacramentalmente.

La Comunión Espiritual puede hacerse de la siguiente manera: 
“Oh Jesús mío, creo firmemente que estás verdadera y realmente presente en el Santísimo Sacramento. Te amo con todo mi corazón, y porque Te amo, me arrepiento de haberte ofendido. Anhelo poseerte dentro de mi alma, pero como ahora no puedo recibirte sacramentalmente, ven al menos en espíritu a mi corazón. Me uno a Ti como si ya estuvieras allí; no permitas que me separe nunca de Ti”.
Las gracias que se conceden de esta manera son tan grandes que pueden compararse a las que se imparten mediante la recepción real del Sacramento.

Un día Nuestro Señor mismo le dijo a Santa Juana de la Cruz que cada vez que comulgaba espiritualmente recibía una gracia similar a la que recibía de sus Comuniones Sacramentales. 

También se apareció a Sor Paula Maresca, fundadora del Convento de Santa Catalina de Siena en Nápoles, con dos vasos, uno de oro y otro de plata, y le dijo que en el vaso de oro conservaba sus Comuniones Sacramentales y en el Vasija de plata para sus comuniones espirituales. 

Los Padres de la Iglesia llegan incluso a decir que quien tiene un deseo muy grande de Comunión, acompañado de gran reverencia y humildad, puede a veces recibir incluso más gracias que otro que, sin estas disposiciones, debería recibir a Nuestro Señor en las Especies sacramentales; porque como dice el salmista: “El Señor oye los deseos de los pobres y llena de bienes sus corazones”.

Las ventajas de este modo de Comunión son muy grandes. Para practicarlo no necesitarás ir a la iglesia ni hacer una larga preparación ni permanecer en ayuno; no necesitarás pedir permiso a tu confesor, ni buscar un sacerdote para que te lo dé como en la Sagrada Comunión. Por eso decía la venerable Juana de la Cruz: 
“Oh Señor mío, qué modo tan excelente de recibirte sin ser visto ni notado, sin causar molestias a mi padre espiritual, ni depender de nadie más que de Ti, que en la soledad alimentas mi alma y hablas a mi corazón”.
Pero la principal ventaja de la Comunión Espiritual es que puede repetirse con mucha frecuencia. Se puede recibir la Comunión Sacramental como máximo una vez al día, pero la Comunión Espiritual puede recibirse tantas veces como desee. San Alfonso aconseja a quien desee llevar una vida devota hacer Comuniones Espirituales en sus meditaciones, en sus visitas al Santísimo Sacramento y cada vez que se escuche Misa. Pero especialmente debe procurarse multiplicarlas la víspera de sus Comuniones, porque, como observa el Padre Fabro, de la Compañía de Jesús, son medios poderosísimos para alcanzar las disposiciones necesarias para una buena Comunión. Los Santos eran muy adictos a esta devoción.

La Beata Ángela de la Cruz, monja dominica, tenía la costumbre de hacer cien comuniones espirituales cada día y cien más cada noche, y decía: 
“Si mi confesor no me hubiera enseñado este método para comulgar, difícilmente podría vivir”
Si me preguntas cómo podía hacer tantas, respondo con San Agustín: 
“Dame un amante, y él entenderá; dame un alma que no ame más que a Jesucristo, y sabrá hacerlo”.

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