Por el padre Bernard de Lacoste
Es una de las habitaciones más importantes de la casa. Su primera finalidad es el descanso, pero también se utiliza para leer y rezar. Son tres actividades esenciales para un ser humano. Sin ellos, es imposible llevar una vida verdaderamente humana. ¿Qué se puede decir de un hombre adulto que nunca lee ni eleva su alma a Dios? Su vida es como la de las bestias. En cuanto al que nunca duerme, no permanecerá vivo por mucho tiempo. Esto demuestra la importancia del dormitorio.
Pero recientemente se ha inventado una herramienta que impide que el dormitorio logre este triple propósito. Este instrumento, cuando entra en la habitación, fascina tanto a su dueño que es un formidable obstáculo para el descanso, la lectura y la oración. Cuando está ahí, al habitante subyugado le resulta casi imposible, casi insuperable, vivir una vida verdaderamente humana. Incluso los más fuertes han fracasado. Incluso los más serios han tenido que admitir su derrota. Incluso los más virtuosos han reconocido su debilidad. Incluso los sabios han perdido su sabiduría.
Sólo hay una solución eficaz: no dejar que esta herramienta entre en el dormitorio bajo ninguna circunstancia. Todos los que, con violento esfuerzo, han puesto en práctica este remedio, se han felicitado después. Los que no tienen el valor de tomar esta resolución tienen motivos para avergonzarse. Su dormitorio se convierte en una cámara de pecado. Pero más vale tarde que nunca.
Compra un despertador y pon el teléfono en la cocina antes de acostarte. Este es el precio de la libertad y la verdadera felicidad.
La Porte Latine
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