martes, 16 de agosto de 2022

NO TENEMOS EL MISMO DIOS

Las fórmulas de fe católica, musulmana y judía expresan dogmas irreconciliables.

Por el padre François Castel


Sólo un católico conciliar puede afirmar que todos, musulmanes, judíos y cristianos, creemos en el mismo Dios. Pregúntele a un musulmán o a un judío si cree en la Santísima Trinidad, la respuesta será clara: ¡claro que no, no cree! Las buenas almas no dejarán de explicar que planteo mal el tema; que debemos contentarnos con evocar un "Dios creador y remunerador", una fórmula lo suficientemente vaga como para que todo el mundo esté de acuerdo. No puedo aceptar esto. El Dios de los católicos es mucho más que este frío esbozo de un poder superior. Él nos ha revelado su naturaleza más íntima como la Santísima Trinidad, y seríamos irrespetuosos si sólo presentáramos una caricatura indigna de Él al descartar este dogma. La Biblia nos invita a confesar [1] al Señor: “Confesad al Señor, hijos de Israel, y alabadlo ante las naciones que no lo conocen, para que anunciéis sus maravillas y les hagáis saber que no hay más Dios que él solo” (Tob. 13, 3).

Profundicemos en el tema fijándonos en la concepción que cada religión tiene de su Dios. Cada una de estas tres religiones tiene una oración sucinta que resume la esencia de su fe en su Dios. Se dice sobre los recién nacidos al nacer, el creyente la recita varias veces al día y se pronuncia al lado de la cama del moribundo. Es la señal de la cruz para los católicos, la shahada para los musulmanes y el Shemá para los judíos. Son contradictorias y absolutamente irreconciliables.


La señal de la cruz católica 

Proclama los dos mayores misterios de la fe católica: la Santísima Trinidad por la recitación sucesiva de los nombres de las tres personas divinas: “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”; y la Redención mediante el dibujo de una cruz en el cuerpo.

El misterio de la Santísima Trinidad afirma que, aunque hay tres personas distintas en Dios, las tres comparten la misma naturaleza divina y los mismos atributos.


La Shahada de los musulmanes

Es importante recitarlo en árabe hasta el punto de que el creyente que no conoce este idioma lo aprende fonéticamente. Una traducción palabra por palabra da:

Testifico que no hay deidad excepto Dios; y que Mahoma es su enviado.

Pero en aras de la claridad, algunos imanes ofrecen la siguiente traducción literal: “Atestiguo que no hay más dios que Alá, solo y sin asociado, y atestiguo que Mahoma es Su siervo y Su Mensajero”.

Cualquiera que sea la traducción, el significado es sin duda el mismo. El énfasis está en la unidad con Alá que no tiene compañero. La expresión “sin pareja” significa el rechazo a la Santísima Trinidad, porque no se debe decir que hay tres en Dios; eso sería asociarle con otros dioses.

Los musulmanes llaman a Nuestro Señor Jesucristo Issa y lo consideran como un gran profeta pero no como Dios.


El Shemá de los judíos

“Escucha, Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es”. 

Los judíos, por respeto a Dios, consideran inefable su nombre. La Torá solo nos da el tetragrama, es decir, cuatro consonantes hebreas, que se traducen como Jehová, Adonai, Hashem, etc.

Aquí también el énfasis está en la unidad de Dios, porque Dios no es tres.

Los judíos no creen en la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, a quien crucificaron por pretender ser Dios. Él no es el mesías que todavía están esperando.


Conclusión

Estas tres religiones tienen en común la creencia de que existe un Dios creador y remunerador, lo que en última instancia puede demostrarse mediante la razón. Pero ahí termina la comparación. Tan pronto como queremos llevar más lejos la comparación, nos encontramos frente a afirmaciones contradictorias e irreconciliables

El cristianismo cree en un solo Dios en tres personas: el dogma esencial de la Santísima Trinidad. 

El Islam considera este dogma como la peor blasfemia porque asocia "dioses" con Alá. 

El judaísmo también insiste en la unidad de Dios y rechaza como blasfemia la proclamación de la divinidad de nuestro Señor Jesucristo. 

¿Cómo decir, entonces, que adoramos al mismo Dios? 

Esta es una mentira desvergonzada con la que quieren hacernos creer en la existencia de una creencia común en las líneas principales (el mínimo común denominador) sobre las que podría basarse una unidad universal. Pero para que esta unidad sea real, sólo puede basarse en una verdadera comunidad de fe y no en una pretensión engañosa.


Notas al pie:

1) En su sermón 68 sobre el reino de Dios revelado a los pequeños (Mat. 11, 25-27), san Agustín da al verbo confesar un significado distinto al de confesar los propios pecados. En efecto, San Mateo nos dice que Nuestro Señor ora así: Te confieso (a menudo traducido como “te bendigo”), Padre, Señor del cielo y de la tierra...” 

“Confesar” debe tomarse aquí en el sentido de alabar, bendecir.


La Porte Latine


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