La primera vez que se dio este hecho fue el 1 de Diciembre de 1946 en Bombarral, la que por entonces era considerada la villa más revolucionaria de Portugal.
Durante una procesión, al paso de la Virgen de Fátima, una niña soltó cinco palomas (tres blancas y dos oscuras) que había comprado en Lisboa el día anterior. Las cinco palomas levantaron el vuelto muy alto, pero las tres palomas blancas comenzaron a descender en círculos hasta posarse a los pies de la Virgen, mientras que las otras dos desaparecieron. Las palomas incluso dieron con el pico suavemente varias veces en los pies de Nuestra Señora, como si quisieran besarlos.
Este fenómeno se ha repetido después en centenares de ocasiones. Y es que, desde entonces, tres palomas blancas acompañaban siempre la imagen de la Virgen Peregrina de Fátima, que recorre el mundo entero. Las palomas a veces desaparecían, pero siempre volvían posteriormente a su lugar.
El suceso se repitió también, asombrosamente, el 13 de Mayo de 1967, en la celebración del 50° aniversario de la primera aparición de la Virgen María en Cova da Iría. Estando presentes, además, el papa Pablo VI, la Hermana Lucia y cientos de miles de peregrinos venidos de todo el mundo para la ocasión.
Y no se detiene ahí lo extraordinario, tanto el 13 de Mayo de 2000, durante la beatificación de Francisco y Jacinta Marto en Fátima por Juan Pablo II, como el 13 de Mayo de 2010, durante la visita de Benedicto XVI a la Virgen en el Santuario, las tres palomas blancas volvieron a aparecer y estuvieron presentes junto a la Señora más brillante que el sol. Sin saber de dónde procedían ni a dónde fueron después.
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