martes, 14 de mayo de 2024

ORACIÓN A SAN MIGUEL ARCÁNGEL DEL PAPA LEÓN XIII

El 25 de septiembre de 1888, después de su Misa de la mañana, el pontífice sufrió un desmayo. Los asistentes pensaron que estaba muerto. 

Después de recuperar la conciencia, el Papa describió una espantosa conversación que él escuchó que procedía de cerca del tabernáculo. 

La conversación se componía de dos voces; voces que el Papa León XIII claramente identificó eran las de Jesucristo y del diablo

El diablo se jactaba de que podía destruir la Iglesia, si se le concedían 75 años para llevar a cabo su plan (o 100 años según otros informes). 

El diablo también pidió permiso para tener “Una mayor influencia sobre aquellos que se entregarán a mi servicio”. A las peticiones del diablo, el Señor le respondió: “Se te dará el tiempo y el poder”.

Profundamente impactado por lo que había oído, el Papa León XIII, compuso la siguiente Oración a San Miguel:

¡Oh glorioso príncipe de las milicias celestiales, San Miguel arcángel, defendednos en el combate y terrible lucha que tenemos que sostener contra los poderes y potestades, contra los príncipes de este mundo de tinieblas y contra los malignos espíritus.

Venid en auxilio de los hombres que Dios hizo inmortales, formó a su imagen y semejanza, y redimió a gran precio de la tiranía del demonio.

Pelead en este día con el ejército de los santos ángeles las batallas del Señor, como peleasteis en otra ocasión contra Lucifer, jefe de los soberbios, y contra los ángeles apóstatas, que fueron impotentes para resistiros, y para los cuales no hubo ya lugar en el cielo.

Sí, ese monstruo, esa antigua serpiente que se llama demonio y Satanás, que seduce al mundo entero, fue precipitado con sus ángeles al fondo del abismo.

Pero he aquí que este antiguo enemigo, este primer homicida ha levantado fieramente la cabeza. Transfigurado en ángel de luz y seguido de toda la turba de espíritus malditos, recorre la tierra entera para apoderarse de ella y desterrar el nombre de Dios y de su Cristo, para robar, matar y entregar a la eterna perdición a las almas destinadas a la eterna corona de gloria. Además de los hombres de alma ya pervertida y corrompido corazón, este dragón perverso lanza encima, como un torrente de fango impuro, el veneno de su malicia, es decir, el espíritu de mentira, de impiedad y blasfemia, y el soplo emponzoñado de la impureza, de los vicios y de todas las abominaciones.

Enemigos llenos de astucia han llenado de injurias y saturado de amargura a la Iglesia, esposa del Cordero inmaculado; y sobre sus más sagrados bienes han puesto sus manos criminales. En el mismo lugar santo, donde ha sido establecida la silla de Pedro y la cátedra de la verdad, que debe iluminar el mundo, han alzado el abominable trono de su impiedad, con la intención perversa de herir al Pastor y dispersar el rebaño.

Os suplicamos, pues, oh Príncipe invencible, socorráis al pueblo de Dios contra los ataques de esos espíritus malditos, y le concedáis la victoria. Este pueblo os venera como su protector y patrono, y la Iglesia se gloría de tenerlo por defensor contra las malignas potestades del infierno. Dios os ha confiado el cuidado de conducir las almas a la celeste bienaventuranza. ¡Ah, rogad, pues, al Dios de paz, ponga bajo nuestros pies a Satanás y de tal modo aplastado, que no pueda retener más a los hombres en la esclavitud, ni causar perjuicio a la Iglesia! Presentad nuestras súplicas ante el Todopoderoso, para que seamos prevenidos cuanto antes de las misericordias del Señor. Apoderaos del dragón, la serpiente antigua que es el diablo y Satanás, encadenadlo y precipitadlo en el abismo, para que no pueda seducir más a las naciones.

Amen.


V/ He aquí la cruz del Señor, huid, potestades enemigas;
R/ Venció el León de la tribu de Judá, el vástago de David.

V/ Cúmplanse en nosotros, Señor, vuestras misericordias;
R/ Como hemos esperado de Vos.

V/ Escuchad, Señor, mi oración:
R/ Y llegue mi clamor hasta Vos.

Oremos

Oh Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, invocamos vuestro santo nombre, e imploramos con instancia vuestra clemencia, para que, por la intercesión de María Inmaculada siempre Virgen, Madre nuestra, y del glorioso arcángel San Miguel, os dignéis socorrernos contra Satanás y contra todos los otros espíritus inmundos que recorren la tierra para dañar al género humano y perder las almas.

Amén. 

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