La Misa de San Pío V es una barrera contra la herejía: los protestantes decían y dicen que “todos los fieles son sacerdotes” y que “el sacerdote no tiene un sacerdocio especial”.
La Misa de San Pío V establece de manera inquebrantable la distinción entre el sacerdote que celebra, que sacrifica, y el pueblo que se une al sacerdote en una posición subordinada para participar en el sacrificio.
Los protestantes negaban que la Misa fuera un verdadero sacrificio. Era sólo “una Cena”. La Misa de San Pío V afirma perentoriamente que la Misa es un verdadero sacrificio.
Los protestantes negaban, y siguen negando, que la Misa sea un sacrificio propiciatorio. Como mucho, aceptan que sea “un sacrificio de acción de gracias”. La Misa de San Pío V marca indeleblemente el carácter propiciatorio de la Misa.
Es, por lo tanto, una barrera contra la invasión herética.
Por eso los fieles que aman a la Iglesia y aman a Jesucristo están tan apegados a ella (al rito de la Misa de San Pío V), porque el apego y el amor a la Doctrina y a la Revelación de Jesucristo es signo del verdadero amor a Jesucristo mismo, según su propia expresión: “El que me ama, guarda mi palabra” (Jn XIV, 23)."
Dom António de Castro Mayer
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