martes, 14 de mayo de 2024

SEDEVACANTISMO

El Sedevacantismo es la posición teológica de aquellos católicos tradicionales que ciertamente creen en el papado, la infalibilidad papal y la primacía del Romano Pontífice, y sin embargo no reconocen al “Papa” Francisco como legítimo sucesor de Pedro en el primado.

Por el obispo Mark A. Pivarunas


[Nota: en el momento en que se escribió este artículo, era Benedicto XVI]  


En otras palabras, esos católicos no lo reconocen como un verdadero Papa. La palabra sedevacantismo es un compuesto de dos palabras latinas que juntas significan “la Cátedra está vacante”. A pesar de los diversos argumentos esgrimidos contra esta postura -que se basa en una falsa expectativa de que el Papa no puede equivocarse, o que es una reacción emocional a los problemas de la Iglesia-, la postura sedevacantista se fundamenta en las Doctrinas Católicas de la Infalibilidad y la Indefectibilidad de la Iglesia y en la opinión teológica del gran Doctor de la Iglesia, San Roberto Belarmino.

Como introducción a este artículo, dejemos que el católico tradicional se pregunte primero por qué es un católico tradicional. ¿Por qué no asiste a la misa del novus ordo? ¿Por qué rechaza las enseñanzas del concilio Vaticano II sobre Libertad Religiosa y Ecumenismo? ¿Por qué rechaza el nuevo código de Derecho Canónico (1983) en el que bajo ciertas circunstancias los cismáticos y herejes pueden, sin una abjuración de sus errores y una profesión de la Fe Católica, ser administrados por un sacerdote católico los Sacramentos de la Penitencia, Extremaunción y Santa Eucaristía? Si el católico tradicional respondiera correctamente a la primera pregunta, afirmaría simplemente que la nueva misa es sin duda un peligro para su fe y que, debido a los cambios radicales en el Ofertorio y la Consagración, es cuestionable que la transubstanciación tenga lugar. En respuesta a la segunda pregunta, el católico tradicional afirmaría correctamente que las enseñanzas que se encuentran en los decretos de Libertad Religiosa y Ecumenismo del Vaticano II han sido condenadas por papas anteriores, en particular por el Papa Pío IX en el Syllabus of Errors. Finalmente, a la tercera pregunta, el católico tradicional seguramente respondería que tal ley en el nuevo código nunca puede ser considerada como legislación verdadera y vinculante, ya que los sacramentos serían sacrílegamente administrados a herejes y cismáticos.

Con cuánta propiedad el difunto arzobispo Marcel Lefebvre, con ocasión de su Suspension a divinis por Pablo VI, escribió la siguiente reflexión el 29 de junio de 1976:
“La Iglesia conciliar es una Iglesia cismática, porque rompe con la Iglesia Católica que siempre ha sido. Tiene sus nuevos dogmas, su nuevo sacerdocio, sus nuevas instituciones, su nuevo culto, todo ya condenado por la Iglesia en muchos documentos, oficiales y definitivos.

Esta Iglesia conciliar es cismática, porque ha tomado como base de su actualización principios opuestos a los de la Iglesia Católica, como la nueva concepción de la Misa expresada en los números 5 del Prefacio al (decreto) Missale Romanum y 7 de su primer capítulo, que atribuye a la asamblea un papel sacerdotal que no puede ejercer; como asimismo el derecho natural -que es decir divino- de toda persona y de todo grupo de personas a la libertad religiosa.

Este derecho a la libertad religiosa es blasfemo, porque atribuye a Dios propósitos que destruyen Su Majestad, Su Gloria, Su Realeza. Este derecho implica libertad de conciencia, libertad de pensamiento y todas las libertades masónicas.

La Iglesia que afirma tales errores es a la vez cismática y herética. Esta Iglesia conciliar no es, por lo tanto, Católica. En la medida en que Papa, obispos, sacerdotes o fieles se adhieran a esta nueva Iglesia, se separan de la Iglesia Católica”.
Que el católico tradicional, especialmente los miembros de la Sociedad de San Pío X, se pregunten hasta qué punto el Papa, los obispos, los sacerdotes y los laicos se han adherido a esta nueva Iglesia que, como reflexionaba el arzobispo Lefebvre, se separa de la Iglesia Católica. Francisco, al igual que Benedicto XVI y Juan Pablo II antes que él, se adhiere completamente a la Iglesia conciliar. Impone la misa novus ordo y las falsas enseñanzas del Vaticano II. Sigue los pasos de Juan Pablo II, que promulgó el Nuevo Código de Derecho Canónico (1983), y que practicó audazmente el falso ecumenismo y el herético indiferentismo religioso en Asís, Italia, el 27 de octubre de 1986, ¡con la atroz convocatoria de todas las falsas religiones del mundo para rezar a sus falsos dioses por la paz mundial!

Por desagradable que sea este tema, los católicos tradicionales se enfrentan a las terribles y candentes preguntas:
¿Es la Iglesia Conciliar la Iglesia Católica?

¿Es Francisco, como cabeza de la Iglesia Conciliar, un verdadero Papa?
El sedevacantista diría sin vacilar e inequívocamente que no.

Creer lo contrario, responder afirmativamente a las preguntas anteriores, sería implicar que la Iglesia Católica ha fallado en su propósito, que la Iglesia de Cristo no es infalible e indefectible, que el Papa no es la roca sobre la que Cristo fundó Su Iglesia, que la promesa de Cristo de estar con Su Iglesia “todos los días hasta la consumación del mundo” y que la asistencia especial del Espíritu Santo, han fallado a la Iglesia - conclusiones que ningún católico tradicional podría jamás sostener. Considere la siguiente cita del Concilio Vaticano I (1870):
“Pues los padres del IV Concilio de Constantinopla, siguiendo de cerca las huellas de sus predecesores, hicieron esta solemne profesión: 'La primera condición de la salvación es guardar la norma de la verdadera Fe'. Porque es imposible que no se verifiquen las palabras de nuestro Señor Jesucristo, que dijo: ‘Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia’ (Mt. 16, 18). Y su verdad ha sido probada por el curso de la historia, pues en la Sede Apostólica la Religión Católica se ha mantenido siempre inmaculada, y su enseñanza se ha conservado santa". ...pues se dieron perfecta cuenta de que esta Sede de San Pedro permanece siempre incontaminada de todo error, según la divina promesa de nuestro Señor y Salvador hecha al príncipe de sus discípulos: 'Yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos' (Lucas 22, 32)”.
El Papa León XIII, en su encíclica Satis Cognitum, enseñó que la Autoridad Docente de la Iglesia nunca puede estar en error:
“Es, pues, incontestable ... que Jesucristo instituyó en la Iglesia un magisterio vivo, auténtico y además perpetuo, investido de su propia autoridad, revestido del espíritu de verdad ... cada cual debe creer con certidumbre que eso es verdad; pues si en cierto modo pudiera ser falso, se seguiría de ello, lo cual es evidentemente absurdo, que Dios mismo sería el autor del error de los hombres”.
¿Cómo puede un católico tradicional, por un lado, rechazar la nueva misa, las enseñanzas heréticas del Concilio Vaticano II, y el Nuevo Código de Derecho Canónico (1983), y por otro lado, seguir reconociendo como Papa al mismo que oficialmente promulga y hace cumplir estos errores?

Para considerar aún otra pregunta, ¿es la fe y el gobierno del católico tradicional lo mismo que Bergoglio y su Iglesia Conciliar? ¿Creen los católicos tradicionales en las mismas doctrinas que Francisco y su Iglesia Conciliar sobre la Nueva Misa, el falso ecumenismo y la libertad religiosa?

¿Están los católicos tradicionales sometidos a la jerarquía local y, en última instancia, a Roma?

El Papa Pío XII, en su encíclica Cuerpo Místico de Cristo, enseñó:
“Se deduce que los que están divididos en la fe o en el gobierno no pueden vivir en la unidad de tal Cuerpo, ni pueden vivir la vida de su único Espíritu Divino”.
¿Los católicos tradicionales están unidos o divididos en la fe y en el gobierno con la Iglesia conciliar?

El sedevacantista reconoce honestamente que su fe en realidad no es la misma que la de Francisco y su Iglesia Conciliar. Reconoce que en realidad no está sometido ni le es obediente. Como católico tradicional, el sedevacantista cree y profesa todas las enseñanzas de la Iglesia Católica, y esta profesión de la verdadera Fe incluye el rechazo de las falsas enseñanzas del Vaticano II (“todas ya condenadas por la Iglesia en muchos documentos, oficiales y definitivos” - Arzobispo Marcel Lefebvre, 29 de junio de 1976).

Durante la primera oración del Canon de la Misa Tradicional que comienza Te igitur, el sacerdote en tiempos normales recitaba una cum papa nostro N. (uno con nuestro papa N.). ¿Qué significado tiene esta breve frase - una cum, uno con? Uno en la fe, uno en el gobierno, uno en la Misa y los Sacramentos - unidos- ¡este es el significado! ¿Puede un sacerdote tradicional recitar honestamente en el Canon de la Misa que él es una cum Francisco? ¿En qué es una cum Francisco? ¿En las enseñanzas Conciliares, en el gobierno, en la Nueva Misa y Sacramentos oficiales? ¿está realmente una cum?

Una última consideración sobre este tema del sedevacantismo es la manera en que todas estas cosas han sucedido. ¿Cuándo ocurrieron? ¿Cómo? Esta es un área en la que los mismos sedevacantistas difieren. Algunos sostienen que las elecciones papales fueron inválidas basándose en la Bula del Papa Pablo IV de 1559, Cum ex apostolatus (6):
“Agregamos que si en algún tiempo aconteciese que ... el electo Pontífice Romano que antes de su promoción al Cardenalato o asunción al Pontificado, se hubiese desviado de la Fe Católica, o hubiese caído en herejía o incurrido en cisma, o lo hubiese suscitado o cometido, la promoción o la asunción, incluso si ésta hubiera ocurrido con el acuerdo unánime de todos los Cardenales, es nula, inválida y sin ningún efecto; y de ningún modo puede considerarse que tal asunción haya adquirido validez, por aceptación del cargo y por su consagración, o por la subsiguiente posesión o cuasi posesión de gobierno y administración, o por la misma entronización o adoración del Pontífice Romano, o por la obediencia que todos le hayan prestado, cualquiera sea el tiempo transcurrido después de los supuestos antedichos. Tal asunción no será tenida por legítima en ninguna de sus partes, y no será posible considerar que se ha otorgado o se otorga alguna facultad de administrar en las cosas temporales o espirituales a los que son promovidos, en tales circunstancias, a la dignidad ... de Pontífice Romano, sino que por el contrario todos y cada uno de los pronunciamientos, hechos, actos y resoluciones y sus consecuentes efectos carecen de fuerza, y no otorgan ninguna validez, y ningún derecho a nadie”.
Algunos sedevacantistas citan el Código de Derecho Canónico (1917) en el canon 188 nº 4:
“Todos los cargos quedarán vacantes ipso facto (sin necesidad de declaración) por renuncia tácita... #4 por defección pública de la Fe Católica”.
Otros sostienen la opinión de San Roberto Belarmino en De Romano Pontifice (Capítulo XXX):
“La quinta opinión (respecto a un papa hereje) por lo tanto es verdadera; un papa que es un hereje manifiesto por ese hecho (per se) deja de ser papa y cabeza (de la Iglesia), así como por ese hecho deja de ser cristiano (sic) y miembro del cuerpo de la Iglesia. Este es el juicio de todos los primeros Padres, que enseñan que los herejes manifiestos pierden inmediatamente toda jurisdicción”.
El Papa Inocencio III citado por el teólogo Billot en su Tract. de Ecclesia Christi, p. 610:
“La fe me es necesaria hasta tal punto que, teniendo a Dios como único juez en los demás pecados, podría sin embargo ser juzgado por la Iglesia por los pecados que pudiera cometer en materia de fe”
Baste decir que la cuestión del Papa es difícil, desagradable y espantosa; sin embargo, es una cuestión necesaria e importante que no se puede eludir.

En conclusión, que no se diga que el sedevacantista rechaza el Papado, el Primado o la Iglesia Católica. Por el contrario, es por su creencia en el Papado, el Primado, la Infalibilidad y la Indefectibilidad de la Iglesia Católica por lo que rechaza a Francisco y a su Iglesia conciliar.

Para el sedevacantista, la Iglesia Católica no puede fallar y no ha fallado. La gran apostasía predicha por San Pablo en su Epístola a los Tesalonicenses ha tenido lugar:
“Que nadie os engañe en modo alguno, porque el día del Señor no vendrá sin que antes venga la apostasía y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, que se opone y se enaltece sobre todo lo que se llama Dios o es objeto de culto, de tal manera que se sienta en el templo de Dios y se da a sí mismo como si fuera Dios.... Y ahora ya sabéis lo que le detiene, para que se manifieste a su debido tiempo. Porque el misterio de la iniquidad ya está en marcha, con tal de que el que al presente lo detiene, lo detenga todavía, hasta que sea quitado de en medio; y entonces se manifestará el inicuo...” (2 Tes. 2:3-8).
¿Quién es este “que al presente lo detiene... hasta que sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará el inicuo”? Quizás el Papa León XIII tiene la respuesta en su Motu Proprio del 25 de septiembre de 1888, cuando escribió en su invocación a San Miguel:
“Enemigos llenos de astucia han llenado de injurias y saturado de amargura a la Iglesia, esposa del Cordero inmaculado; y sobre sus más sagrados bienes han puesto sus manos criminales. En el mismo lugar santo, donde ha sido establecida la silla de Pedro y la cátedra de la verdad, que debe iluminar el mundo, han alzado el abominable trono de su impiedad, con la intención perversa de herir al Pastor y dispersar el rebaño.”.



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