Muy queridos amigos:
Hace décadas, los conspiradores que ahora están ejecutando el golpe de Estado global se reunían para dar cuerpo a su plan subversivo. Y lo hicieron explicando bien lo que tenían en mente: unos, teorizando sobre el diezmado de la población mundial; otros, afirmando que una pandemia sería un instrumento perfecto para imponer la reducción de los derechos fundamentales; otros, explicando cómo empobrecerían la economía, eliminarían las pequeñas empresas y reducirían los salarios; cómo eliminarían la protección de los trabajadores, privatizarían los servicios públicos; cómo fomentarían la inmigración y alterarían el tejido social. En síntesis, nos proporcionaron sus planes de ataque, los publicaron en sus sitios web y hablaron de ellos en sus conferencias. Y no se limitaron a esto, sino que han elegido a los futuros líderes del mundo, jóvenes entonces casi desconocidos, formándolos en la escuela del Foro Económico Mundial -el Foro para los Jóvenes Líderes Globales de Davos- y dándoles instrucciones sobre cómo aplicar concretamente los escenarios del Gran Reinicio.
Frente a esa declaración de guerra, la jerarquía de la Iglesia conciliar guardó silencio, por miedo a parecer integrista; los fieles y los ciudadanos guardaron silencio, mantenidos en la oscuridad sobre las conspiraciones del enemigo; los intelectuales católicos guardaron silencio, a menudo distraídos por las diversiones ofrecidas por los conspiradores o sus cómplices; los moderados del conservadurismo de Montini guardaron silencio, demasiado absortos en sus disquisiciones abstractas o demasiado ocupados buscando un rol institucional del cual extraer algún beneficio inmediato.
Así, mientras los hijos de las tinieblas se organizaban y preparaban eficazmente su ataque final; mientras sus vástagos entraban en la política y conquistaban las cimas de las instituciones -como ya habían hecho ciertos clérigos modernistas dentro de la Iglesia, ascendiendo a las filas de la jerarquía conciliar-, entre los conservadores jugaban con el doble Confiteor en la Misa Tridentina o se atizaban por cuestiones que, vistas con los ojos de hoy, juzgaríamos cuando menos marginales.
Pero esos planes de guerra, esas pruebas de traición y conspiración, no indujeron a ninguno de nosotros -reconozcámoslo honestamente- a dar una formación intelectual y una preparación ideológica a nuestra juventud, ni a enseñarle a utilizar las armas doctrinales, morales y políticas con las cuales combatir. Como si la conciencia de un ataque inminente fuera suficiente para conjurarlo; es más, como si entender quién es el enemigo y qué medios quiere utilizar para acabar con la sociedad tradicional sería suficiente para recrearnos en nuestra propia perspicacia, sin organizar ninguna forma de resistencia.
El mal se impone con orgullo luciferino, pretende ser aceptado como tal, al igual que una mentira exige ser creída precisamente porque es obviamente falsa. El bien, en cambio, parece avergonzarse, la verdad casi se avergüenza de ser afirmada, y a menudo trata de hacerse aceptar concediendo algo al adversario. Soy católico, pero… Soy tradicionalista, pero… Mientras que nadie en el lado opuesto cede a compromisos con el bien. Una paradoja es este sentimiento de inferioridad de los buenos frente a la arrogancia de los malvados. Pero los que se avergüenzan de la verdad se avergüenzan de Dios, que es Él mismo la Verdad suprema. Pero sólo los que están en la Verdad son verdaderamente libres –Liberi in veritate-, como promete el Señor: Veritas liberabit vos [La verdad los hará libres].
Hoy, frente a la evidencia de que este plan infernal está llegando a sus fases finales, algunos hemos decidido por fin movernos, luchar, convocar a los católicos y a las personas de buena voluntad para hacer un frente común contra el enemigo. Con un sano realismo y un acertado examen de conciencia debemos admitir que hemos perdido mucho tiempo, que no hemos aprovechado preciosas ocasiones, que hemos preferido hacer valer nuestras pequeñas peculiaridades para dividirnos entre nosotros, como si no estuviéramos ya suficientemente divididos y desorganizados.
Esta premisa es indispensable para hacer un balance de los errores cometidos y extraer una lección para el presente, para que no se repitan estos errores, ya sea en las cuestiones religiosas como en las civiles y políticas. Somos un pusillus grex [pequeño rebaño], y este es un destino que la Providencia nos ha asignado como signo distintivo de nuestra impotencia ante el mundo, ante el cual debemos tener el valor de combatir de todos modos, y la confianza de que tenemos de nuestro lado al Señor Dios de los ejércitos alineados en orden de batalla, a la Santísima Virgen nuestra Líder, al Príncipe de la Milicia celestial, San Miguel Arcángel, y a toda la Corte celestial. Somos como David contra Goliat, armados sólo con una honda, por supuesto, pero nuestra mano está guiada por Dios para que dé en el blanco y lo derribe.
Queridos amigos de Liberi in Veritate, hoy ustedes están convocando a muchas personas buenas, a las que la farsa de la pandemia y los acontecimientos bélicos les han abierto los ojos, mostrando la amenaza inminente de un poder hostil al servicio del demonio. Junto a ustedes, otros -quizá menos firmes en su doctrina y menos conscientes de los planes de guerra del enemigo- están despertando de su letargo y tratan de coordinarse para impedir la instauración del Nuevo Orden Mundial. Y otros, que en la confusión del momento creemos que son posibles aliados, tal vez piensen que pueden distraer a algunos de los buenos, haciéndoles creer que están luchando contra ese enemigo, para frustrar después sus esfuerzos con lo que los expertos llaman disidencia controlada. Pero estas son, al fin y al cabo, las incógnitas que se presentan siempre a quienes deciden actuar, sin limitarse a mirar como espectador. Estos son los riesgos que inevitablemente conlleva la acción, mientras que los que critican sin tomar partido tienen mil excusas para justificar su indolencia.
Por supuesto, moverse en las aguas traicioneras de la política para quienes no están acostumbrados es siempre arriesgado y puede dar lugar a derrotas y fracasos. Pero si te mueven las santas intenciones y los buenos propósitos, y si tu acción está iluminada por la Fe e inflamada por la Caridad, tu inexperiencia, tu pequeña ingenuidad, tus errores serán ampliamente compensados por la Gracia, y el Señor se dignará hacerte partícipe de su victoria, porque has tenido el valor y la determinación de luchar el bonum certamen a su lado. Qui non est mecum, contra me est, dice Nuestro Señor, et qui non colligit mecum, dispergit [Quien no está conmigo, está contra mí, y quien no recoge conmigo, desparrama]. Es significativo que esta afirmación lapidaria venga inmediatamente después de la perícopa del endemoniado, en la que se nos muestra la organización militar del diablo: Omne regnum in seipsum divisum desolabitur, et domus supra domum cadet. Si autem et Satanas in seipsum divisus est, quomodo stabit regnum ejus? [Todo reino dividido contra sí mismo queda desolado, y cae casa tras casa. Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo va a subsistir su reino?].
Y también: Cum fortis armatus custodit atrium suum, in pace sunt ea quæ possidet. Si autem fortior eo superveniens vicerit eum, universa arma ejus auferet, in quibus confidebat, et spolia ejus distribuet [Cuando un hombre fuertemente armado custodia su corte, las cosas que posee están en paz. Pero si es más fuerte que él, y entra y lo vence, le quitará todas sus armas en que confiaba y repartirá su botín].
Ciertamente, los hijos de las tinieblas son mucho más organizados y astutos que los hijos de la luz, pero es el Señor mismo quien nos exhorta a combinar la prudencia y la sencillez: Ecce ego mitto vos sicut oves in medio luporum. Estote ergo prudentes sicut serpentes, et simplices sicut columbæ [Miren que los envío como ovejas en medio de lobos. Por eso, sean prudentes como las serpientes y simples como las palomas]. Esto no significa, por supuesto, que debamos comportarnos en forma deshonesta, sino que, por el contrario, no debemos hacer de la bondad de nuestros principios una coartada para actuar en forma ingenua o irresponsable. Que seamos pocos no debe ser visto como un defecto, si sabemos ser levadura en las masas.
En esta batalla espiritual contra fuerzas que parecen estar enormemente más organizadas que nosotros debemos elegir generosamente nuestro campo de batalla, ponernos del lado de nuestro Rey, a quien pertenece la victoria más segura; y colocarnos bajo el manto de la Santísima Virgen, Reina de las Victorias, a quien la Providencia ha dado el poder de aplastar la cabeza de la antigua Serpiente.
Nuestro adiestramiento comienza de rodillas, con la oración asidua, el rezo del Santo Rosario, la vida de Gracia, el alimento celestial de la Santísima Eucaristía, la asistencia a la Santa Misa, la penitencia y el ayuno. Un gimnasio espiritual, en el que podemos prepararnos para la batalla y fortalecernos en las Virtudes, para no ceder a los asaltos del Maligno. Este adiestramiento nuestro nos hará verdaderamente como la levadura de las masas, y los que se unan generosamente a ustedes, aunque sin compartir todo lo que ustedes creen y quieren, pronto se unirán también a ustedes también en la profesión de la única Fe, porque tendrán en ustedes un ejemplo y un modelo.
Fecit potentiam in brachio suo, dispersit superbos mente cordis sui. Deposuit potentes de sede, et exaltavit humiles [Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y exaltó a los humildes.]. Muéstrense dignos de esta preciosa oportunidad, con la humildad de quien primero es consciente de su propia nada y de la omnipotencia de Dios. Porque es precisamente en la humildad que el Señor se complace en realizar grandes cosas. Y mañana, con la gracia de Dios, podremos cantar con Cristo nuestro Lætare.
+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo
26 de marzo de 2022
Sábado de la 3ª Semana de Cuaresma
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