Compartimos primeramente una breve reflexión de Joseph Ratzinger/Benedicto XVI sobre este punto y también un registro fílmico del papa Juan XXIII reprendiendo a los fieles que lo reciben en una iglesia con gritos y aplausos.
Queremos compartir primeramente una breve reflexión de Joseph Ratzinger/Benedicto XVI sobre este punto, en el que explica no sólo por qué el aplauso no tiene ningún lugar en la liturgia, sino de qué modo la desnaturaliza.
En segundo término, les ofrecemos un decidor registro fílmico del papa Juan XXIII, quien, al ser recibido en Ostia durante el Cuarto Domingo de Cuaresma de 1963, reprende en su característico modo afectuoso y desenfadado a los fieles, entre ellos muchos clérigos y religiosas, que lo reciben en la iglesia con gritos y aplausos. Esto recuerda aquella frase de San Pío X, quien decía a los fieles que visitaban San Pedro del Vaticano que no se podía aplaudir al siervo en la casa de su Señor ("non si applaude il servo nella casa del padrone").
“Estoy muy contento de haber llegado hasta aquí. Pero, si he de expresar un deseo, éste sería que en la iglesia no gritéis ni aplaudáis, y ni siquiera saludéis al Papa, porque Templum Dei, templum Dei ["El templo de Dios es el templo de Dios"]. Así que, si vosotros estáis contentos de encontraros aquí, en esta hermosa iglesia, ¡imaginaos si no está contento el Papa de ver a sus hijos! Pero, recién llegado para estar con ellos, nos les aplaude en la cara. ¡Y quien está ante vosotros es el sucesor de San Pedro!”
Asociacion Liturgica Magnificat
“Cuando se aplauda por la obra humana dentro de la liturgia, nos encontramos ante un signo claro de que se ha perdido totalmente la esencia de la liturgia, y ha sido sustituida por una especie de entretenimiento de inspiración religiosa. Este tipo de atracción no dura mucho; en el mercado de las ofertas de tiempo libre, que siempre incorpora formas de lo religioso para incitar la curiosidad del público, es imposible hacer la competencia. Yo mismo he asistido a una celebración en la que el acto penitencial se sustituyó por una representación de danza que, como es obvio, concluyó con un gran aplauso. ¿Podríamos alejarnos más de lo que es realmente la penitencia?
La liturgia sólo podrá atraer a las personas si no se mira a sí misma, sino a Dios; si se le permite estar presente en ella y actuar. Entonces ocurre lo que es verdaderamente extraordinario, lo que no admite competencia, y las personas sienten que aquí ocurre algo más que un aprovechamiento del tiempo libre”.
Ratzinger, J., El espíritu de la liturgia. Una introducción (trad. de Raquel Canas, Madrid, Ediciones Cristiandad, 5a ed., 2007, pp. 241-242).
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