Se trata de una inspección que realizó la Congregación para el Clero al arzobispado de Buenos Aires en relación a algunas irregularidades administrativas y financieras que serían bastante serias, si atendemos al riguroso lenguaje que expresa el informe enviado por el prefecto al cardenal Mario Poli. Pueden leer una síntesis, por ejemplo, aquí.
Hoy, la noticia ha seguido desarrollándose y tenemos más detalles (aquí). Los periodistas, con la liviandad que los caracteriza y el mandato de proteger siempre al papa Francisco, ofrecen una interpretación de los hechos bastante distinta de lo que verdaderamente ocurrió.
La primera conclusión que se llega es que se trata de una excusa, o una operación, para enlodar al cardenal Poli. Mientras que algunos medios señala que el inmueble origen del entuerto es un terreno en Puerto Madero, otros insisten en que es una casa de Palermo. Y la explicación que dan en ambos casos no hace suponer ningún ilícito, y ellos mismos así lo expresan. Pero sabemos que los hechos poco importan cuando se quiere construir un relato, sea de la izquierda o de la derecha.
El pontificado del cardenal Poli en Buenos Aires ciertamente no pasará a la historia como una gestión brillante. Nadie esperaba eso, pues no correspondía con su personalidad. Más allá de que se ha comportado como un personaje insulso y desangelado, todos saben que Su Eminencia es una persona piadosa, de fe católica, honesta y de indudable integridad moral, y es por eso que cuenta con el apoyo masivo de todos los sacerdotes de la arquidiócesis, tal como puede apreciarse en esta carta pública que le han dirigido solidarizándose con él. Y estas cualidades son las que le impidieron ser un mandadero de Bergoglio, que lo colocó en la sede porteña apenas asumido el pontificado con la ilusión de seguir gobernando su diócesis a través de una marioneta. En honor a la verdad, hay que decir que no es el primer pontífice en hacer algo semejante; los biógrafos narran que San Pío X siguió gobernando su diócesis de origen, Treviso, a través de un dócil y aguado obispo capuchino, Mons. Andrea Longhin. Lo cierto es que el cardenal Poli no fue lo sumiso que se esperaba y los bergoglianos de Buenos Aires, en complicidad con su valedor de Santa Marta, estaban esperando el momento de la venganza.
Y aquí entra en escena el impresentable obispo auxiliar de Buenos Aires y abanderado de los lacayos de Bergoglio, Mons. Joaquin Sucunza. Un solo dato es suficiente para comprender el crédito del que goza: cuando en febrero del año pasado cumplió los 75 años y presentó la renuncia reglamentaria, el papa Francisco lo “confirmó” como obispo auxiliar, un hecho insólito pues lo que se hace habitualmente es no aceptar su renuncia, y con eso es suficiente. La confirmación innecesaria venía al caso pues era un modo jesuita de poner presión al cardenal Poli quien, igualmente, lo despojó de su cargo de vicario para los Asuntos Económicos. Y desde ese mismo momento comenzó a tramarse la venganza.
Se trata, por supuesto, de una venganza apañada por Su Santidad. Nada se hace en Argentina sin su anuencia. Y él saca también rédito de la operación: la figura de Poli queda lo suficientemente esmerilada como para que, cuando a fines de noviembre de este año cumpla sus 75 años, sea inmediatamente relevado de su cargo el cual según se presume, será ocupado por el magister osculorum, es decir, Mons. Víctor “Tucho” Fernández, valido predilecto de Su Santidad. Algunos incluso arriesgan que es una jugada para forzar una renuncia anticipada de Poli a fin de asegurarle cuanto antes a Tucho la sede porteña pues no se sabe cuánto tiempo más de vida le queda a Francisco.
Otros de los que queda enlodado con la operación es el padre Martín Bracht, párroco actual de San Benito de Palermo y, hasta el año pasado, de la iglesia Luján Castrense de la calle Cabildo. Muchos lectores del blog seguramente lo conocerán y todos saben que es un sacerdote ejemplar. Baste señalar que durante el confinamiento debido a la pandemia, jamás cerró su iglesia, jamás dejó de rezar misa y jamás dejó de dar la comunión en la boca. Pero a su celo pastoral se unen dos cualidades escasas en el clero: es un caballero de buena familia (su padre fue un gran amigo del padre Meinvielle y del padre Castellani) y es un buen administrador. Y es por este motivo que el cardenal Poli le encomendó tareas complejas, y fue capaz de recuperar parroquias y colegios que estaban al borde de la quiebra, y dejarlas con un importante superavit. Estas virtudes no están bien vistas en las alturas del segundo piso de la curia porteña y mucho menos por Mons. Sucunza.
No debemos pensar sin embargo, que las carencias culturales y neuronales del clero son exclusivas de nuestro país. También ocurre en la misma curia romana. Y me refiero a una expresión que aparece en el documento remitido al cardenal Poli por la Congregación del Clero en el que, refiriéndose al padre Bracht, dice que se caracterizaría por “una búsqueda desmedida de protagonismo, incluso en detrimento de sus hermanos sacerdotes”. Cualquier persona que conozca mínimamente el ambiente clerical sabrá descubrir que se trata nada más que de una expresión de los celos y envidias de sus “hermanos sacerdotes” que aprovechan una inspección de Roma para dar rienda suelta a sus pasiones y una torpeza romana al incluir tales bajezas en un informe oficial. Sería interesante saber a qué se refieren con “búsqueda desmedida de protagonismo”, no sea que simplemente sea lo que sucede naturalmente cuando actúa una persona que posee cualidades por encima de la media: se nota enseguida, y los mediocres que lo rodean no ven más que “protagonismos”, y comienzan su labor de zapa. Lo peligroso es cuando quien les da las zapas, palas y picos es el mismo Sumo Pontífice.
En fin, una operación más, y esperemos que de las últimas, cometidas por un pontífice fracasado, cercano ya a su final (penoso y notable este video de la audiencia del día de hoy,) al que ya muy pocos prestan atención y que dejará a la iglesia argentina en una situación de crisis permanente de la que le llevará décadas recuperarse, si es que lo hace.
Hoy, la noticia ha seguido desarrollándose y tenemos más detalles (aquí). Los periodistas, con la liviandad que los caracteriza y el mandato de proteger siempre al papa Francisco, ofrecen una interpretación de los hechos bastante distinta de lo que verdaderamente ocurrió.
La primera conclusión que se llega es que se trata de una excusa, o una operación, para enlodar al cardenal Poli. Mientras que algunos medios señala que el inmueble origen del entuerto es un terreno en Puerto Madero, otros insisten en que es una casa de Palermo. Y la explicación que dan en ambos casos no hace suponer ningún ilícito, y ellos mismos así lo expresan. Pero sabemos que los hechos poco importan cuando se quiere construir un relato, sea de la izquierda o de la derecha.
El pontificado del cardenal Poli en Buenos Aires ciertamente no pasará a la historia como una gestión brillante. Nadie esperaba eso, pues no correspondía con su personalidad. Más allá de que se ha comportado como un personaje insulso y desangelado, todos saben que Su Eminencia es una persona piadosa, de fe católica, honesta y de indudable integridad moral, y es por eso que cuenta con el apoyo masivo de todos los sacerdotes de la arquidiócesis, tal como puede apreciarse en esta carta pública que le han dirigido solidarizándose con él. Y estas cualidades son las que le impidieron ser un mandadero de Bergoglio, que lo colocó en la sede porteña apenas asumido el pontificado con la ilusión de seguir gobernando su diócesis a través de una marioneta. En honor a la verdad, hay que decir que no es el primer pontífice en hacer algo semejante; los biógrafos narran que San Pío X siguió gobernando su diócesis de origen, Treviso, a través de un dócil y aguado obispo capuchino, Mons. Andrea Longhin. Lo cierto es que el cardenal Poli no fue lo sumiso que se esperaba y los bergoglianos de Buenos Aires, en complicidad con su valedor de Santa Marta, estaban esperando el momento de la venganza.
Y aquí entra en escena el impresentable obispo auxiliar de Buenos Aires y abanderado de los lacayos de Bergoglio, Mons. Joaquin Sucunza. Un solo dato es suficiente para comprender el crédito del que goza: cuando en febrero del año pasado cumplió los 75 años y presentó la renuncia reglamentaria, el papa Francisco lo “confirmó” como obispo auxiliar, un hecho insólito pues lo que se hace habitualmente es no aceptar su renuncia, y con eso es suficiente. La confirmación innecesaria venía al caso pues era un modo jesuita de poner presión al cardenal Poli quien, igualmente, lo despojó de su cargo de vicario para los Asuntos Económicos. Y desde ese mismo momento comenzó a tramarse la venganza.
Se trata, por supuesto, de una venganza apañada por Su Santidad. Nada se hace en Argentina sin su anuencia. Y él saca también rédito de la operación: la figura de Poli queda lo suficientemente esmerilada como para que, cuando a fines de noviembre de este año cumpla sus 75 años, sea inmediatamente relevado de su cargo el cual según se presume, será ocupado por el magister osculorum, es decir, Mons. Víctor “Tucho” Fernández, valido predilecto de Su Santidad. Algunos incluso arriesgan que es una jugada para forzar una renuncia anticipada de Poli a fin de asegurarle cuanto antes a Tucho la sede porteña pues no se sabe cuánto tiempo más de vida le queda a Francisco.
Otros de los que queda enlodado con la operación es el padre Martín Bracht, párroco actual de San Benito de Palermo y, hasta el año pasado, de la iglesia Luján Castrense de la calle Cabildo. Muchos lectores del blog seguramente lo conocerán y todos saben que es un sacerdote ejemplar. Baste señalar que durante el confinamiento debido a la pandemia, jamás cerró su iglesia, jamás dejó de rezar misa y jamás dejó de dar la comunión en la boca. Pero a su celo pastoral se unen dos cualidades escasas en el clero: es un caballero de buena familia (su padre fue un gran amigo del padre Meinvielle y del padre Castellani) y es un buen administrador. Y es por este motivo que el cardenal Poli le encomendó tareas complejas, y fue capaz de recuperar parroquias y colegios que estaban al borde de la quiebra, y dejarlas con un importante superavit. Estas virtudes no están bien vistas en las alturas del segundo piso de la curia porteña y mucho menos por Mons. Sucunza.
No debemos pensar sin embargo, que las carencias culturales y neuronales del clero son exclusivas de nuestro país. También ocurre en la misma curia romana. Y me refiero a una expresión que aparece en el documento remitido al cardenal Poli por la Congregación del Clero en el que, refiriéndose al padre Bracht, dice que se caracterizaría por “una búsqueda desmedida de protagonismo, incluso en detrimento de sus hermanos sacerdotes”. Cualquier persona que conozca mínimamente el ambiente clerical sabrá descubrir que se trata nada más que de una expresión de los celos y envidias de sus “hermanos sacerdotes” que aprovechan una inspección de Roma para dar rienda suelta a sus pasiones y una torpeza romana al incluir tales bajezas en un informe oficial. Sería interesante saber a qué se refieren con “búsqueda desmedida de protagonismo”, no sea que simplemente sea lo que sucede naturalmente cuando actúa una persona que posee cualidades por encima de la media: se nota enseguida, y los mediocres que lo rodean no ven más que “protagonismos”, y comienzan su labor de zapa. Lo peligroso es cuando quien les da las zapas, palas y picos es el mismo Sumo Pontífice.
En fin, una operación más, y esperemos que de las últimas, cometidas por un pontífice fracasado, cercano ya a su final (penoso y notable este video de la audiencia del día de hoy,) al que ya muy pocos prestan atención y que dejará a la iglesia argentina en una situación de crisis permanente de la que le llevará décadas recuperarse, si es que lo hace.
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