martes, 31 de mayo de 2022

EL CLERO CONSERVADOR Y SUS ENEMIGOS

El jueves pasado, día de la Ascensión del Señor, fui a misa como habrá hecho buena parte de los lectores de este blog. En mi caso fue misa solemne —con diácono, subdiácono, clérigos y coro que cantó la totalidad del propio— en una iglesia de la FSSPX


Cuando regreso de estas celebraciones, invariablemente me pregunto como fue posible que la Iglesia renunciara a semejante tesoro, y no haya sido capaz de reconocer y enmendar el error y, peor aún, de perseguir con saña y crueldad a los sacerdotes y fieles que prefieren el rito tradicional. 

Recomiendo ver el segundo episodio de The Mass of the Ages (“La misa de todos los tiempos”, aquí con subtítulos en inglés) donde una vez más queda claro que la reforma de Bugnini fue un espantajo surgido como respuesta a la locura de los ’60 que envolvió al mundo y a la Iglesia.

Estos son temas que han sido tratados infinidad de veces y no vale la penar volver sobre ellos. Pero lo que a mí más me asombra es que, en Argentina al menos, los enemigos más encarnizados de la misa tradicional, sea celebrada por sacerdotes “en plena comunión” como por sacerdotes de la FSSPX, sean algunos de los sacerdotes autopercibidos como conservadores. 

En los últimos tiempos sobre todo, un grupo de ellos se ha lanzado a una campaña de denuestos y anatemas, recorriendo las ciudades donde hay casas de la Fraternidad, a fin de advertir a los fieles que no se acerquen a los temidos lefes, seres peligrosísimos y ponzoñosos. Sacerdotes que en los ’70 no trepidaron de denunciar antes los obispos progresistas a sus amigos de toda la vida que habían comenzado a asistir a la misa tradicional, hoy, con más de setenta años y ante la vista de su fracaso estrepitoso, siguen empeñados en reclamar obediencia servil y “plena comunión” con una jerarquía que hace décadas abandonó la comunión de la fe católica. 

No es necesario dar ejemplos, pero hace bien pasearse por la homilía que dio el inefable Tucho Fernández, arzobispo de La Plata, candidato a la sede primada de Argentina y niño mimado del papa Francisco, en el Te Deum del 25 de mayo. 

Estos curas conservadores prefieren que los fieles estén en “comunión plena” con personajes patéticos de esta calaña y en modo alguno católicos, a que vayan a la misa que la Iglesia celebró durante casi dos milenios, oficiada por sacerdotes válidamente ordenados y que si no están en “comunión plena” con los obispos diocesanos, sí lo están con la pléyade de obispos y santos que nos precedieron en más de dos mil años de historia.

No se trata de hacer una defensa de la FSSPX (bastante bien se sabe defender sola). Tengo varias diferencias con ella, pero diferencias existieron siempre entre los diversos grupos de la Iglesia, aunque todos coincidían en los principios fundamentales. Y es este mi caso. Se trata, en cambio, de señalar la evidente incoherencia de muchos sacerdotes conservadores y su negación a ver la realidad tal cual es.

Creyeron que con usar sotana, no permitir guitarras en la misa, cantar de vez en cuando el kyrie o un sanctus de angelis bastaba; que con darles a leer un poco de Santo Tomás y de Santa Teresa de Jesús a los seminaristas que formaban, tenían asegurada “la buena doctrina”. Pero cuando hubo que tomar partido, se acurrucaron bajo la obediencia al obispo y a la conveniencia política

Y me refiero, concretamente, a la actitud servil que tuvo una buena mayoría de los sacerdotes conservadores durante el incomprensible confinamiento de 2020 y 2021, al que los obispos se plegaron con una pasmosa docilidad, y dejaron de celebrar la misa y, luego, dejaron de distribuir la comunión en la boca. 

Nadie podía extrañarse que esto lo hicieran los sacerdotes progresistas o los más adocenados; y era hasta comprensible que ocurriera con sacerdotes que estaban solos y aislados en sus diócesis, sin apoyo de sus colegas y bajo el poder implacable del obispo. Pero resulta indignante que eso haya ocurrido en diócesis con mayoría de sacerdotes conservadores, que aún ante la evidencia de estar bajo la autoridad de un obispo no sólo cruel sino y sobre todo, trastornado, se avinieron mansamente a sus órdenes y no dudaron de dejar en su camino a sacerdotes que ellos mismos habían formado y que habían decidido permanecer fieles a los principios que de estos conservadores acomodaticios habían recibido (¿Es necesario recordar aquí al P. Alejandro Casado y su triste final?).

Pero más indignante aún es que esos mismos sacerdotes y sus capitostes que aún creen poseer alguna autoridad, se dediquen a recorrer diócesis ajenas, organizando reuniones y encuentros con fieles piadosos y con voluntad de ser buenos católicos, a fin de advertirles que en modo alguno deben acercarse a la misa tradicional, y mucho menos si es celebrada por sacerdotes de la FSSPX. 

Es la única reacción que se les ocurre frente a su fracaso, y frente al espanto que les produce que en sus propios territorios —físicos o morales—, los lugares de misa tradicional, sea quien sea que la celebre, han cuadruplicado la cantidad de fieles, mientras que los suyos propios han disminuido, en algunos casos, en proporción semejante.

Quedarse en el medio y estar tranquilos. Esa fue la máxima que adoptaron y ante la evidente apostasía de la jerarquía católica —al menos en Argentina—, continúan en su postura de grandes componedores y peor aún, entorpeciendo el sentido común y el olfato católico de los fieles.




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