domingo, 20 de junio de 2021

EL CABALLERO: UNA VOCACIÓN A LA PAR DEL MONJE

Santa Brígida de Suecia recibió revelaciones de Nuestro Señor sobre la caballería y la gran virtud de los caballeros que lucharon por Cristo y la cristiandad. 


En una de sus visiones, le dijo que un caballero que guarda las leyes de su Orden le es sumamente querido. Porque, si es difícil para un monje usar su pesado hábito, es aún más difícil para un caballero usar su pesada armadura.

Así, vemos la importancia que Dios le da a la lucha contra el mal y el error.

Santa Brígida promovió las órdenes de caballería durante su vida recordándoles sus nobles votos y misión, aunque también reprendió a los caballeros que se habían vuelto mundanos y profesionales.


Nuestro Señor a Santa Brígida

No hay vida más austera que la vida de un caballero, si realmente sigue su vocación. Mientras que un monje está obligado a llevar una capucha, un caballero está obligado a llevar algo más pesado, a saber, una cota de malla. Si bien es difícil para un monje luchar contra la voluntad de la carne, es más difícil para un caballero avanzar entre enemigos armados.

Mientras que un monje debe dormir en una cama dura, al caballero le resulta aún más difícil dormir con sus armas. Mientras que un monje considera que la abstinencia es una carga y un problema, es más difícil para el caballero estar constantemente abrumado por el temor por su vida.

La caballería cristiana no se estableció por codicia por las posesiones mundanas, sino para defender la verdad y difundir la Fe Verdadera. Por esta razón, debe pensarse que el rango de caballero y el rango monástico corresponden al rango superlativo o comparativo.

Sin embargo, los de todos los rangos [religiosos, nobles y burgueses] que han abandonado su honorable vocación, implica que el amor a Dios se ha pervertido en codicia mundana. Si se les ofreciera un solo florín, la mayoría de ellos en las tres filas guardarían silencio sobre la verdad en lugar de perder el florín y decir la verdad.

Revelaciones de Santa Brígida , libro III, cap. 27



Tradition in Action


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