Un día el Siervo de Dios Don Dolindo Ruotolo, un sacerdote napolitano, preguntó a un conocido suyo:
- Mi angelito, ¿fuiste al banco esta mañana a cobrar tu salario?
Su interlocutor se quedó boquiabierto...
- Entonces, ¿por qué cuando vas a la confesión, para recibir la gracia del Señor, criticas al sacerdote y dices: “si no es santo, no iré al cura!”? Él es el mayordomo de la Sangre redentora de Cristo. ¿Qué más te importa? Si el sacerdote es bueno o malo, no tienes por qué preocuparse. Bueno o malo, su consagración y la facultad recibida del Obispo para la confesión debe ser suficiente para ti. El sacerdote es el Cajero de la Iglesia, rico en los méritos de Cristo: ¡recuérdalo!”.
[De vita Contemplativa - junio de 2013]
Messa in Latino
- Sí, padre- respondió el hombre.
- ¿Y cómo era el cajero? ¿Tenía la nariz torcida y los ojos entrecerrados?
Su interlocutor se quedó boquiabierto...
- Oh sí, porque si el cajero fuera feo me negaría el sueldo...
Padre, ¿qué dices? -preguntó el caballero con asombro- ¿Qué me importa que el cajero tenga la nariz torcida? Me da el salario. ¡Y solo me interesa esto!
Padre, ¿qué dices? -preguntó el caballero con asombro- ¿Qué me importa que el cajero tenga la nariz torcida? Me da el salario. ¡Y solo me interesa esto!
Entonces Don Dolindo, aprovechando la oportunidad, lo amonestó diciendo:
- Entonces, ¿por qué cuando vas a la confesión, para recibir la gracia del Señor, criticas al sacerdote y dices: “si no es santo, no iré al cura!”? Él es el mayordomo de la Sangre redentora de Cristo. ¿Qué más te importa? Si el sacerdote es bueno o malo, no tienes por qué preocuparse. Bueno o malo, su consagración y la facultad recibida del Obispo para la confesión debe ser suficiente para ti. El sacerdote es el Cajero de la Iglesia, rico en los méritos de Cristo: ¡recuérdalo!”.
[De vita Contemplativa - junio de 2013]
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