Hoy recordamos a San Gonzalo, Confesor (1187-1260), originario de Portugal y a San Nicanor, uno de los siete primeros Diáconos de la Iglesia de Jerusalén nombrados por los Apóstoles.
San Gonzalo de Amarante, Confesor
San Gonzalo nació en un pequeño pueblo llamado Tagilde, en el reino de Portugal, y de muy esclarecido linaje. Los hagiógrafos sitúan su nacimiento en 1187.
Por las muestras de santidad que desde pequeño manifestaba, el Arzobispo de Braga lo tomó bajo su protección preparándolo para el sacerdocio. Luego le encomendó la Abadía de San Pelayo por sus cualidades. Gonzalo era muy responsable y celoso de sus ovejas, a las que acercaba a Jesucristo más con las obras que con los sermones, por ello adoptó ropas de mendigo y daba a los pobres cuanta limosna le llegaba.
Tenía un deseo vivo de visitar los Santos Lugares, y por ello, dejó a un sobrino al cuidado de la Abadía y comenzó su soñada peregrinación.
Tras catorce años regresó para retomar el cuidado sus ovejas. Pero había sido muy larga la ausencia. La Abadía había cambiado y el pastor se había convertido en lobo. Su sobrino, entre comilonas, cacerías, vicios y vanidades se había convertido de servidor en dueño. No obedeció los requerimientos de su tío, el padre Gonzalo, y hasta se atrevió a echarlo con amenazas violentas, maltratándolo físicamente.
El legítimo Abad, se retiró humillado y vencido. Recorría los alrededores y predicaba feliz el Evangelio, hasta que finalmente se instaló en Amarante, viviendo vida de ermitaño y edificando allí mismo una iglesia en honor de la Virgen. Más tarde entró en contacto con los Dominicos establecidos en Guimaraes, una de las nuevas Órdenes Religiosas que se difundían por entonces en Europa, y tomó allí mismo el hábito.
Con la autorización del Prior de los Predicadores, volvió a Amarante donde se entregó sin límites a la oración, la penitencia y el apostolado. Construyó un puente sobre el río Támega, conmovido por las dificultades que tenían los viandantes para vadear el río. En su construcción se produjeron numerosos milagros.
Contrajo un gravísima enfermedad y se preparó para morir como un buen discípulo del Señor. Falleció el 10 de enero de 1260.
Sepulcro de San Gonzalo, en el convento de San Gonzalo de Amarante (Siglo XVI) - Imagen Biblioteca Gonzalo de Berceo
Fue beatificado por el Papa Pío IV en el año 1560.
San Nicanor (Nicandro)
San Nicanor fue uno de los siete primeros diáconos de la Iglesia de Jerusalén, que nombraron los Apóstoles para atender a la multitud de pobres y enfermos que acudían a ellos en busca de auxilio.
Ésta fue precisamente la actividad de los cristianos que más los distinguió de los paganos y de los judíos, y que fue el mayor argumento de convicción para cuantos los veían. Nicanor, bajo la dirección de San Esteban, protodiácono y protomártir, tenía que distribuir entre los pobres los bienes y el dinero que tan generosamente aportaban sin cesar las familias más acomodadas que se iban convirtiendo a la Fe Cristiana.
Cuenta la Tradición que tan pronto como pudo dejar su labor de diaconado en buenas manos, fue enviado por los Apóstoles a evangelizar a Chipre. Continuó en la isla predicando y practicando la caridad, por lo que las conversiones eran incontables.
Dicen los hagiógrafos que multiplicaba milagrosamente los recursos que le confiaban.
Murió el año 76, víctima de las primeras persecuciones. Su fiesta se celebra el 10 de enero
Nota de la Editora: Este Santoral Tradicional está tomado del “VADEMECUM devocionario” del padre Santiago Lichius de la Congregación del Verbo Divino, impreso el 10 de septiembre de 1958, anterior a las reformas del concilio Vaticano II.
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