El Bautismo de los infantes no debe retrasarse
Se exhorta encarecidamente a los fieles a que cuiden de que sus hijos sean llevados a la Iglesia, tan pronto como sea posible hacerlo con seguridad, para recibir el solemne Bautismo. Puesto que los niños pequeños no tienen otro medio de salvación que el Bautismo, se comprende fácilmente cuán gravemente pecan quienes permiten que permanezcan sin la gracia del Sacramento más tiempo del que exige la necesidad, sobre todo a una edad tan tierna que está expuesta a innumerables peligros de muerte.
Bautismo de adultos
Respecto a los mayores de edad que gozan del perfecto uso de razón, es decir, las personas nacidas de padres infieles, la práctica de la Iglesia primitiva señala que se debe seguir una manera diferente de proceder. A ellos se les debe proponer la fe cristiana; y se les debe exhortar, persuadir e invitar sinceramente a que la abracen.
No deben retrasar indebidamente su Bautismo
Si se convierten al Señor Dios, se les debe advertir que no difieran el Sacramento del Bautismo más allá del tiempo prescrito por la Iglesia. Porque, como está escrito: No demores la conversión al Señor y no la difieras de día en día, se les debe enseñar que, para ellos, la conversión perfecta consiste en la regeneración por el Bautismo. Además, cuanto más difieran el Bautismo, más se privarán del uso y las gracias de los demás Sacramentos, por los que se practica la Religión Cristiana, ya que los demás Sacramentos son accesibles sólo por el Bautismo.
También se ven privados de los abundantes frutos del Bautismo, cuyas aguas no sólo lavan todas las manchas y contaminaciones de los pecados pasados, sino que también los enriquecen con la gracia divina que les permite evitar el pecado en el futuro y preservar la justicia y la inocencia que constituyen la suma de una vida cristiana, como todos pueden comprender fácilmente.
Por lo general no se bautizan inmediatamente
A los adultos, sin embargo, la Iglesia no ha acostumbrado a conferir el Sacramento del Bautismo de una vez, sino que ha ordenado que se difiera por un tiempo determinado. La demora no entraña el mismo peligro que en el caso de los infantes, que ya hemos mencionado; Si algún accidente imprevisto imposibilita que los adultos sean lavados en las aguas saludables, su intención y determinación de recibir el Bautismo y su arrepentimiento por los pecados pasados les servirán para la gracia y la justicia.
Al contrario, esta demora parece tener algunas ventajas. En primer lugar, puesto que la Iglesia debe tener especial cuidado de que nadie se acerque a este Sacramento por hipocresía y simulación, se examinan y se averiguan mejor las intenciones de quienes buscan el Bautismo. Por eso leemos en los decretos de los antiguos Concilios que los judíos convertidos a la Fe Católica, antes de ser admitidos al Bautismo, deben pasar algunos meses en las filas de los catecúmenos.
Además, el candidato al Bautismo queda así mejor instruido en la Doctrina de la Fe que debe profesar y en las prácticas de la vida cristiana. Finalmente, cuando el Bautismo se administra a los adultos con ceremonias solemnes en los días señalados de Pascua y Pentecostés, sólo se muestra una mayor reverencia religiosa hacia el Sacramento.
En caso de necesidad los adultos pueden ser Bautizados de inmediato
Pero a veces, cuando existe una causa justa y necesaria, como en el caso de peligro inminente de muerte, no se debe diferir el Bautismo, especialmente si la persona que ha de bautizarse está bien instruida en los misterios de la fe. Esto encontramos que lo hicieron Felipe y el Príncipe de los Apóstoles, cuando sin demora bautizaron al eunuco de la reina Candace; el otro, Cornelio, tan pronto como expresaron su deseo de abrazar la Fe.
Disposiciones para el Bautismo
Intención
También se ha de instruir a los fieles en las disposiciones necesarias para el Bautismo. En primer lugar, es necesario que deseen y tengan intención de recibirlo, pues, como en el Bautismo todos morimos al pecado y nos proponemos vivir una vida nueva, conviene que se administre sólo a quienes lo reciben por voluntad propia y espontánea, y a nadie se le ha de imponer. Por eso, según la Santa Tradición, ha sido práctica invariable no administrar el Bautismo a nadie sin preguntarle antes si quiere recibirlo. Se presume que esta disposición la tienen también los niños, pues la voluntad de la Iglesia, que promete por ellos, no puede equivocarse.
Las personas dementes y delirantes que alguna vez estuvieron en su sano juicio y luego se volvieron trastornadas y que en su estado actual no desean ser bautizados, no deben ser admitidas al Bautismo, a menos que corran peligro de muerte. En tales casos, si antes de la locura dan indicios de su deseo de ser bautizados, se les debe administrar el Sacramento; sin dicha indicación previa no debe administrarse. La misma regla debe seguirse con respecto a las personas que están inconscientes.
Pero si ellos (los locos) nunca gozaron del uso de razón, la autoridad y la práctica de la Iglesia deciden que deben ser bautizados en la fe de la Iglesia, así como los niños son bautizados antes de llegar al uso de razón.
Fe
Además del deseo de ser bautizado, para obtener la gracia del Sacramento es necesaria también la Fe. Nuestro Señor y Salvador ha dicho: El que creyere y fuere bautizado, será salvo.
Arrepentimiento
Otra condición necesaria es el arrepentimiento por los pecados pasados y una firme determinación de evitar todo pecado en el futuro. Si alguno desea el Bautismo y no está dispuesto a corregir el hábito de pecar, debe ser completamente rechazado. Porque nada se opone tanto a la gracia y al poder del Bautismo como la intención y el propósito de quienes deciden no abandonar nunca el pecado.
Puesto que el Bautismo debe buscarse con miras a revestirse de Cristo y unirse a Él, es manifiesto que quien se propone continuar en el pecado debe con justicia ser rechazado de la pila sagrada, tanto más cuanto que ninguna de las cosas que pertenecen a Cristo y su Iglesia debe ser recibida en vano, y como bien entendemos que, en cuanto a la gracia santificante y salvadora, el Bautismo lo recibe en vano aquel que se propone vivir según la carne y no según el espíritu. Sin embargo, en lo que respecta al Sacramento, si la persona que está correctamente bautizada tiene la intención de recibir lo que la Iglesia administra, sin duda recibe válidamente el Sacramento.
Por eso, a la multitud que, con el corazón compungido, como dice la Escritura, le preguntó a él y a los demás Apóstoles qué debían hacer, el Príncipe de los Apóstoles respondió: Haced penitencia y bautizaos todos. Y en otro lugar dijo: Haced penitencias y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados. Escribiendo a los Romanos, San Pablo también muestra claramente que quien se bautiza debe morir completamente al pecado; y por eso nos amonesta a no entregar nuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentarnos a Dios como vivos de entre los muertos.
Ventajas que se derivan de estas reflexiones
La reflexión frecuente sobre estas verdades no puede dejar de llenar, en primer lugar, la mente de los fieles de admiración por la infinita bondad de Dios, que, sin dejarse influir por otra consideración que la de su misericordia, nos concedió gratuitamente, sin merecerlo, una bendición tan extraordinaria y divina como la del Bautismo.
Si, a continuación, consideran cuán inmaculada debe ser la vida de aquellos que han sido hechos objeto de tanta munificencia, no pueden dejar de convencerse de la obligación especial impuesta a cada cristiano de pasar cada día de su vida en tal santidad y fervor, como si ese mismo día hubiera recibido el Sacramento y la gracia del Bautismo.
Efectos del Bautismo
Sin embargo, para inflamar las mentes de los fieles con el celo por la verdadera piedad, los pastores no encontrarán medio más eficaz que una exposición exacta de los efectos del Bautismo.
Los efectos del Bautismo deben ser explicados con frecuencia, para que los fieles se hagan más conscientes de la alta dignidad a la que han sido elevados, y nunca se dejen arrojar de ella por las trampas y asaltos de Satanás.
Primer efecto del Bautismo: la remisión del pecado
Se les debe enseñar, en primer lugar, que es tal la admirable eficacia de este Sacramento, que perdona el pecado original y la culpa actual, por impensable que parezca su enormidad.
Esto ya lo había predicho mucho antes Ezequiel, por medio de quien Dios dijo: Derramaré sobre vosotros agua limpia, y seréis purificados de todas vuestras inmundicias. También el Apóstol, escribiendo a los Corintios, después de haber enumerado un largo catálogo de pecados, añade: Así erais, pero habéis sido lavados, pero habéis sido santificados.
Que tal fue en todo tiempo la Doctrina transmitida por la santa Iglesia es claro. Por la generación de la carne -dice San Agustín en su libro Del bautismo de los niños- contraemos sólo el pecado original; por la regeneración del Espíritu obtenemos el perdón no sólo de los pecados originales, sino también de los pecados actuales. También San Jerónimo, escribiendo a Oceanus, dice: todos los pecados son perdonados en el Bautismo.
Para disipar toda duda sobre este punto, el Concilio de Trento, después de que otros Concilios lo hubieran definido, lo declaró de nuevo, pronunciando el anatema contra aquellos que se atrevieran a pensar de otra manera o se atrevieran a afirmar que, aunque el pecado se perdona en el Bautismo, no se quita ni se erradica totalmente, sino que se corta de tal manera que sus raíces aún quedan fijadas en el alma. Para usar las palabras del mismo Santo Concilio, Dios no odia nada en los que son regenerados; porque no queda nada digno de condenación en aquellos que son verdaderamente sepultados con Cristo por el Bautismo hasta la muerte, “que no andan según la carne”, sino que se despojan del hombre viejo y se revisten del nuevo, que es creado según Dios, se vuelve inocente, inmaculado, puro, recto y amado de Dios.
La concupiscencia que permanece después del Bautismo no es pecado
Debemos confesar, sin embargo, que la concupiscencia, o el combustible del pecado, aún permanece, como declara el Concilio en el mismo lugar. Pero la concupiscencia no constituye el pecado, porque, como observa San Agustín, en los niños que han sido bautizados la culpa de la concupiscencia es eliminada, (la concupiscencia misma) permanece para la probación; y en otro lugar dice: la culpa de la concupiscencia es perdonada en el Bautismo, pero su enfermedad permanece. Porque la concupiscencia, que es efecto del pecado, no es más que un apetito del alma que en sí mismo repugna a la razón. Pero si no va acompañada del consentimiento de la voluntad o de negligencia, está muy lejos de ser pecado.
Cuando San Pablo dice: No conocí la concupiscencia, si la ley no dijera: No codiciarás, no habla de la concupiscencia en sí, sino de la culpa de la voluntad.
La misma Doctrina enseña San Gregorio cuando dice: Si hay quienes afirman que en el Bautismo el pecado sólo se borra superficialmente, ¿qué puede haber más falso que su afirmación? Por el sacramento de la fe, el alma, completamente libre del pecado, se adhiere sólo a Dios. Para probar esta Doctrina recurre al testimonio de nuestro Salvador, que dice en San Juan: El que está lavado, no necesita lavarse más que los pies, pues queda completamente limpio.
Una prueba más del primer efecto del Bautismo
Si alguno desea una figura e imagen llamativa (de la eficacia del Bautismo), que considere la historia de Naamán, el leproso sirio, de quien las Escrituras nos informan que cuando se lavó siete veces en las aguas del Jordán, quedó tan limpio de su lepra que su carne se volvió como la carne de un niño.
La remisión de todos los pecados, tanto los originales como los actuales, es, pues, el efecto peculiar del Bautismo. Que éste fue el objeto de su institución por nuestro Señor y Salvador lo afirma claramente el Príncipe de los Apóstoles, sin hablar de otros testimonios, cuando dice: Haced penitencia y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados.
El segundo efecto del Bautismo: La remisión de todo castigo debido al pecado
En el Bautismo no sólo se perdona el pecado, sino que con él todo el castigo debido al pecado es misericordiosamente remitido por Dios. Comunicar la eficacia de la Pasión de Cristo nuestro Señor es efecto común a todos los Sacramentos; pero sólo del Bautismo dice el Apóstol que por él morimos y somos sepultados juntamente con Cristo.
De ahí que la santa Iglesia haya entendido siempre que imponer esas obras de piedad, usualmente llamadas por los santos Padres obras de satisfacción, a quien ha de ser purificado en el Bautismo, sería injurioso para este Sacramento en el más alto grado.
No hay contradicción alguna entre la Doctrina que aquí se enseña y la práctica de la Iglesia primitiva, que antiguamente mandaba a los judíos, cuando se preparaban para el bautismo, observar un ayuno de cuarenta días consecutivos. El ayuno así impuesto no se imponía como una obra de satisfacción, sino que a los que habían recibido el Bautismo se les exhortaba a dedicar algún tiempo al ejercicio ininterrumpido del ayuno y la oración en honor de tan gran Sacramento.
El Bautismo no exime de las penas de la ley civil
Aunque no se puede poner en tela de juicio la remisión por el Bautismo de las penas debidas por los pecados, no se puede inferir que exima al reo de las penas decretadas por los tribunales civiles por algún delito grave. Así, pues, el condenado a muerte no queda librado por el Bautismo de la pena ordenada por la ley.
Sin embargo, no podemos elogiar demasiado la religión y la piedad de aquellos gobernantes que remiten la sentencia de la ley, para que la gloria de Dios pueda manifestarse de manera más sorprendente en Sus Sacramentos.
El Bautismo remite el castigo por el pecado original después de la muerte
El Bautismo también remite toda la pena debida al pecado original después de esta vida, pues por el mérito de la muerte de nuestro Señor podemos alcanzar esta bendición. Por el Bautismo, como ya hemos dicho, morimos con Cristo. Porque si, dice el Apóstol, hemos sido plantados juntos a semejanza de su muerte, también lo seremos a semejanza de su resurrección.
El Bautismo no nos libera de las miserias de la vida
Si se preguntara por qué inmediatamente después del Bautismo no estamos exentos en esta vida mortal de desgracias y restaurados por la influencia de esta sagrada ablución a aquel estado de perfección en el que Adán, el padre del género humano, fue colocado antes de su caída, la respuesta es, porque hay dos razones principales para ello.
En primer lugar, nosotros, que por el Bautismo nos unimos al cuerpo de Cristo y nos hacemos miembros de él, no debemos ser más honrados que nuestra Cabeza. Ahora bien, Cristo nuestro Señor, aunque revestido desde su nacimiento de la plenitud de la gracia y de la verdad, no fue despojado de la enfermedad humana que asumió, hasta que, habiendo padecido y muerto, resucitó a la gloria de la inmortalidad. No puede, pues, parecer extraordinario que los fieles, aun después de haber recibido la gracia de la justificación por el Bautismo, estén revestidos de cuerpos frágiles y perecederos, hasta que, después de haber sufrido muchos trabajos por amor de Cristo, y concluida su carrera terrena, sean devueltos a la vida y hallados dignos de gozar con Él de una eternidad de bienaventuranza.
La segunda razón de porqué la que la debilidad corporal, la enfermedad, el sentimiento de dolor y los deseos de concupiscencia permanecen después del Bautismo es para que en ellos tengamos la semilla y la materia de la virtud, de la que recibiremos en el futuro una cosecha más abundante de gloria y premios más amplios. Cuando soportamos con paciente resignación todas las pruebas de la vida y, ayudados por la asistencia divina, sometemos al dominio de la razón los deseos rebeldes del corazón, debemos abrigar la segura esperanza de que si, con el Apóstol, hemos combatido la buena batalla, acabado la carrera y mantenido la fe, el Señor, el juez justo, nos dará en ese día la corona de justicia que nos está guardada.
Ése parece haber sido el plan divino con respecto a los hijos de Israel. Dios los libró de la esclavitud de Egipto, habiendo ahogado a Faraón y a sus ejércitos en el mar; sin embargo, no los condujo inmediatamente a la feliz tierra prometida; Primero los probó con variedad y multiplicidad de sufrimientos. Y cuando después los puso en posesión de la tierra prometida y expulsó a los habitantes anteriores de sus territorios nativos, dejó sin embargo algunas otras naciones a quienes los israelitas no pudieron exterminar, para que su pueblo siempre tuviera ocasión de ejercitar fortaleza y actitud guerrera.
Podemos añadir que si, a los dones celestiales con que el alma es adornada en el Bautismo, se uniesen las ventajas temporales, habría buenas razones para dudar de si muchos no se acercarían al Bautismo con el fin de obtener tales ventajas en esta vida, más bien que la gloria que se espera en la otra; mientras que el cristiano debe proponerse siempre, no estos bienes engañosos e inciertos que se ven, sino los sólidos y eternos que no se ven.
El Bautismo es fuente de felicidad para el cristiano incluso en esta vida
Esta vida, sin embargo, aunque llena de miserias, no carece de placeres y alegrías. Para nosotros, que por el Bautismo estamos injertados como sarmientos en el de Cristo, ¿qué puede ser más grato y deseable que, tomando la cruz sobre nuestros hombros, seguirle como caudillo, sin fatigarnos por ningún trabajo, sin ser retardados por ningún peligro, persiguiendo ardientemente las recompensas de nuestra alta vocación; unos para recibir el laurel de la virginidad, otros la corona de la enseñanza y la predicación, unos la palma del martirio, otros los honores propios de sus respectivas virtudes? Ninguno de nosotros recibiría estos espléndidos títulos de excelsa dignidad, si no hubiéramos luchado en la carrera de esta vida calamitosa y permanecido invictos en el conflicto.
Tercer efecto del Bautismo: La gracia de la regeneración
Pero volviendo a los efectos del Bautismo, conviene enseñar que por virtud de este Sacramento no sólo nos libramos de los mayores males, sino que además nos enriquecemos con bienes y beneficios inestimables. Nuestras almas se llenan de la gracia divina, por la que nos hacemos justos e hijos de Dios y herederos de la salvación eterna. Pues está escrito: El que creyere y fuere bautizado, se salvará. Y el Apóstol testifica que la Iglesia es purificada por el baño del agua en la palabra de vida. Ahora bien, según la definición del Concilio de Trento, que bajo pena de anatema estamos obligados a creer, la gracia no sólo perdona los pecados, sino que es también una cualidad divina inherente al alma y, por así decirlo, una luz brillante que borra todas las manchas que oscurecen el brillo del alma, revistiéndola de mayor esplendor y belleza. Esto también es una clara inferencia de las palabras de la Escritura cuando dice que la gracia es derramada, y también cuando usualmente llama a la gracia, la prenda del Espíritu Santo.
Cuarto efecto del Bautismo: Virtudes infusas e incorporación a Cristo
Esta gracia va acompañada de un espléndido séquito de todas las virtudes, que divinamente se infunden en el alma junto con la gracia. Por eso, cuando escribe a Tito, el Apóstol dice: Nos salvó por el lavatorio de la regeneración y de la renovación del Espíritu Santo, el cual derramó sobre nosotros abundantemente, por medio de Jesucristo nuestro Salvador. San Agustín, en explicación de las palabras, derramadas abundantemente, dice: es decir, para la remisión de los pecados y para la abundancia de las virtudes.
Por el Bautismo también nosotros estamos unidos a Cristo, como miembros de su Cabeza. Así como de la cabeza procede el poder por el cual los diferentes miembros del cuerpo son movidos al desempeño apropiado de sus respectivas funciones, así de la plenitud de Cristo el Señor se difunden la gracia divina y la virtud a través de todos aquellos que son justificados, capacitándolos para el desempeño de todos los deberes de la piedad cristiana.
Por qué la práctica de la virtud es difícil incluso después del Bautismo
Aunque estemos así sostenidos por un poderoso conjunto de virtudes, no debe extrañarnos que no podamos, sin mucho trabajo y dificultad, emprender, o al menos realizar, actos de piedad y de virtud moral. Si esto es así, no es porque la bondad de Dios no nos haya concedido las virtudes de las que proceden estas buenas obras, sino porque todavía queda después del Bautismo un severo conflicto de la carne contra el espíritu, en el que, sin embargo, no sería propio de un cristiano desanimarse o desfallecer.
Confiando en la bondad divina, debemos tener la esperanza de que, si nos atenemos constantemente a la santidad, llegará el día en que todo lo que sea modesto, justo y santo nos resulte fácil y agradable. Que estos sean los temas de nuestra consideración voluntaria y los objetos de nuestra alegre práctica, para que el Dios de la paz esté con nosotros.
Quinto efecto del Bautismo: Carácter del cristiano
Por el Bautismo, además, se nos imprime un carácter que jamás podrá borrarse del alma. Sin embargo, no es necesario extendernos en este punto, pues puede aplicarse aquí lo que ya hemos dicho suficientemente al tratar de los Sacramentos en general.
El Bautismo no debe repetirse
Y como por la naturaleza y eficacia de este carácter ha sido definido por la Iglesia que este Sacramento no debe ser reiterado en ningún caso, los pastores deben amonestar frecuente y diligentemente a los fieles sobre este punto, para que en ningún momento puedan ser inducidos a error.
Esta Doctrina la enseña el Apóstol cuando dice: Un Señor, una fe, un bautismo. Además, exhortando a los romanos a que, estando muertos en Cristo por el Bautismo, tengan cuidado de no perder la vida que de él habían recibido, dice: En cuanto Cristo murió al pecado, murió una sola vez. Estas palabras parecen significar claramente que así como Cristo no puede morir de nuevo, tampoco nosotros podemos morir de nuevo por el Bautismo. Por eso también la Santa Iglesia profesa abiertamente que cree en un solo Bautismo. Que esto concuerda con la naturaleza de la cosa y con la razón, se comprende de la idea misma del Bautismo, que es una regeneración espiritual. Así como, en virtud de las leyes de la naturaleza, somos engendrados y nacemos una sola vez, y, como observa San Agustín, no hay retorno al vientre materno; de igual modo, no hay más que una generación espiritual, y el Bautismo no ha de repetirse en ningún momento.
En el Bautismo condicional el Sacramento no se repite
Y que nadie suponga que lo repite la Iglesia cuando bautiza a alguien cuyo Bautismo anterior fue dudoso, haciendo uso de esta fórmula: Si estás bautizado, no te bautizo de nuevo; pero si aún no lo estás, te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En tales casos, el Bautismo no debe considerarse como impíamente repetido, sino como santamente, aunque condicionalmente, administrado.
En este sentido, hay algunos casos en los que, con gran perjuicio del Sacramento, se cometen abusos casi a diario, y que por eso exigen la atención diligente de los pastores. No faltan, en efecto, quienes piensan que no se comete pecado si se administra indiscriminadamente el Bautismo condicional. Por eso, si se les presenta un niño, piensan que no es necesario investigar si ya ha sido bautizado, sino que proceden inmediatamente a bautizarlo. Es más, aunque saben perfectamente que el Sacramento se administra en casa, no dudan en repetirlo en la iglesia condicionalmente, valiéndose de las solemnes ceremonias de la Iglesia.
Ciertamente, esto no lo pueden hacer sin cometer un sacrilegio y sin incurrir en lo que los teólogos llaman una irregularidad. Según la autoridad del Papa Alejandro, la forma condicional del Bautismo sólo se debe usar cuando, después de una investigación adecuada, se tengan dudas sobre la validez del Bautismo anterior. En ningún otro caso es lícito administrar el Bautismo una segunda vez, ni siquiera de manera condicional.
Sexto efecto del Bautismo: Abrir las puertas del cielo
Además de las otras ventajas que nos reporta el Bautismo, la última, a la que parecen referirse todas las demás, es que nos abre las puertas del cielo que el pecado había cerrado ante nosotros.
Efectos del Bautismo prefigurados en el Bautismo de Cristo
Estos efectos que se producen en nosotros por virtud del Bautismo están claramente marcados por las circunstancias que, como refiere el Evangelio, acompañaron al Bautismo de nuestro Salvador. Los cielos se abrieron y el Espíritu Santo apareció descendiendo sobre Cristo nuestro Señor en forma de paloma. Por esto se nos da a entender que a los que son bautizados se les comunican los dones del Espíritu Santo y se les abren las puertas del cielo. Es cierto que los bautizados no entran en el cielo inmediatamente después del Bautismo, sino a su debido tiempo. Cuando se hayan liberado de toda miseria que es incompatible con un estado de felicidad, cambiarán la vida mortal por una vida inmortal.
Medida en que se obtienen dichos efectos
Estos son los frutos del Bautismo, que, si consideramos la eficacia del Sacramento, son, sin duda, igualmente comunes a todos; pero si consideramos las disposiciones con que se recibe, no es menos cierto que no todos participan en la misma medida de estos dones y gracias celestiales.
Ceremonias de Bautismo
Su importancia
Queda ahora explicar clara y concisamente lo que se debe enseñar acerca de las oraciones, ritos y ceremonias de este Sacramento. A los ritos y ceremonias se puede aplicar en cierta medida lo que dice el Apóstol acerca del don de lenguas, que no sirve de nada hablar si los fieles no lo entienden. Presentan una imagen y transmiten el significado de las cosas que se hacen en el Sacramento; pero si el pueblo no entiende la fuerza y el sentido de estos signos, poco provecho se sacará de las ceremonias. Por eso los pastores deben procurar hacerlas entender e imprimir en las mentes de los fieles la convicción de que, aunque las ceremonias no son de absoluta necesidad, son de suma importancia y merecen gran veneración.
Esto lo prueba suficientemente la autoridad de aquellos por quienes fueron instituidos, que fueron, sin duda, los Apóstoles, y también el objeto de su institución. Es manifiesto que las ceremonias contribuyen a una administración más religiosa y santa de los Sacramentos, sirven para poner, por así decirlo, ante los ojos los exaltados e inestimables dones que contienen, e imprimen en la mente de los fieles un sentido más profundo de la beneficencia ilimitada de Dios.
Tres clases de ceremonias en el Bautismo
Para que las instrucciones del párroco se ajusten a un cierto plan y el pueblo recuerde mejor sus palabras, todas las ceremonias y oraciones que la Iglesia usa en la administración del Bautismo se resumen en tres capítulos: el primero comprende las que se observan antes de llegar a la pila bautismal; el segundo, las que se usan en la pila bautismal; el tercero, las que suelen seguir a la administración del Sacramento.
Ceremonias que se observan antes de acudir a la pila: Consagración del Agua Bautismal
En primer lugar, pues, hay que preparar el agua que se ha de emplear en el Bautismo. La pila bautismal se consagra con el óleo de la unción mística, pero no en todas las ocasiones, sino, según la antigua costumbre, sólo en ciertas fiestas, que con justicia se consideran las mayores y más santas solemnidades del año. El agua del Bautismo se consagraba en las vigilias de esas fiestas, y sólo en esos días, salvo en casos de necesidad, era también costumbre de la Iglesia antigua administrar el Bautismo. Pero aunque la Iglesia, a causa de los peligros a los que continuamente está expuesta la vida, ha creído conveniente cambiar su disciplina a este respecto, todavía observa con la mayor solemnidad las fiestas de Pascua y de Pentecostés, en las que se consagra el agua bautismal.
La persona que va a ser bautizada debe encontrarse en la puerta de la iglesia
Después de la consagración del agua, se explican las demás ceremonias que preceden al Bautismo. Los que van a ser bautizados son llevados o conducidos a la puerta de la iglesia y se les prohíbe estrictamente entrar, por ser indignos de ser admitidos en la casa de Dios, hasta que se hayan sacudido el yugo de la servidumbre más degradante y se hayan consagrado sin reservas a Cristo el Señor y a su justísima autoridad.
Instrucción catequética
El sacerdote pregunta luego qué piden de la Iglesia; y habiendo recibido la respuesta, primero les instruye en las Doctrinas de la Fe Cristiana, de la cual se debe hacer una profesión en el Bautismo.
Esto lo hace el sacerdote en una breve instrucción catequética, práctica que tuvo su origen, sin duda, en el precepto de nuestro Señor dirigido a sus Apóstoles: Id por todo el mundo y enseñad a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todas las cosas que os he mandado. De este mandamiento podemos aprender que el Bautismo no debe administrarse hasta que, al menos, se expliquen las verdades principales de nuestra Religión.
Pero como la forma catequética consta de muchas interrogaciones, si el que ha de ser instruido es un adulto, él mismo responde; si es un infante, el padrino responde por él según la forma prescrita y hace la promesa solemne.
El Exorcismo
El siguiente paso es el Exorcismo, que consiste en palabras de contenido sagrado y religioso y en oraciones, y se utiliza para expulsar al demonio, debilitar y aplastar su poder.
La Sal
Al Exorcismo se añaden otras ceremonias, cada una de las cuales, siendo mística, tiene su propio significado claro. Cuando, por ejemplo, se pone sal en la boca de la persona que va a ser bautizada, esto evidentemente significa que, por las Doctrinas de la Fe y por el don de la gracia, será liberada de la corrupción del pecado, experimentará el gusto por buenas obras, y se deleitarán con el alimento de la sabiduría divina.
La Señal de la Cruz
A continuación se le marca la frente, los ojos, el pecho, los hombros y las orejas con el signo de la cruz, para declarar que por el misterio del Bautismo los sentidos de la persona bautizada se abren y se fortalecen, para permitirle recibir a Dios y comprender y observar sus Mandamientos.
La Saliva
A continuación se le rocían las fosas nasales y los oídos con saliva y se le introduce inmediatamente en la pila bautismal. Por esta ceremonia entendemos que, así como se le dio la vista al ciego mencionado en el Evangelio, a quien el Señor, después de haberle untado los ojos con arcilla, mandó que se los lavara en las aguas del Siloé, por la eficacia del Santo Bautismo se deja entrar una luz en la mente, que la capacita para discernir la verdad celestial.
Las ceremonias que se observan después de llegar a la fuente
Después de la realización de estas ceremonias las personas a bautizar se acercan a la pila bautismal, en la que se realizan otros ritos y ceremonias que presentan un resumen de la Religión Cristiana.
La renuncia a Satanás
Tres veces distintas el sacerdote pregunta al que va a ser bautizado: ¿Renuncias a Satanás, a todas sus obras y a todas sus pompas? A cada una de las preguntas, él, o el padrino en su nombre, debe responder, renuncio. Entonces, quienquiera que se proponga alistarse bajo el estandarte de Cristo, debe, ante todo, contraer un compromiso sagrado y solemne de renunciar al diablo y al mundo, y tenerlos siempre en absoluto aborrecimiento como sus peores enemigos.
La Profesión de Fe
A continuación, de pie junto a la pila bautismal, el sacerdote lo interroga con estas palabras: ¿Crees en Dios Padre Todopoderoso? A lo que él responde: Creo. Interrogado de manera similar sobre los restantes artículos del Credo, profesa solemnemente su Fe. Está claro que estas dos promesas contienen la suma y sustancia de la ley de Cristo.
El deseo de ser bautizado
Cuando está a punto de administrarse el Sacramento, el sacerdote pregunta al candidato si desea ser bautizado. Después de haber dado una respuesta afirmativa por parte de él o, si es un niño, del padrino, el sacerdote realiza inmediatamente la ablución saludable, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Así como el hombre, al ceder el asentimiento de su voluntad a las malvadas sugerencias de Satanás, cayó bajo una justa sentencia de condenación, así también Dios no querrá que nadie se enliste en el número de sus soldados, excepto aquellos cuyo servicio es voluntario, para que mediante una obediencia voluntaria a sus Mandamientos puedan obtener la salvación eterna.
Las ceremonias que siguen al Bautismo: Crisma
Después de que la persona ha sido bautizada, el sacerdote unge la coronilla de su cabeza con el crisma, dándole así a entender que desde ese día está unida como miembro a Cristo, su Cabeza, e injertada en su cuerpo; y que, por lo tanto, es llamado cristiano por Cristo, como Cristo es llamado así por el crisma. Lo que significa el crisma, como observa San Ambrosio, lo explican suficientemente las oraciones ofrecidas entonces por el sacerdote.
La Vestidura Blanca
El sacerdote coloca sobre la persona bautizada una vestidura blanca y dice: Recibe esta vestidura blanca, que podrás llevar sin mancha ante el tribunal de nuestro Señor Jesucristo, para que tengas vida eterna. En lugar de la vestidura blanca, los infantes, por no estar vestidos formalmente, reciben un paño blanco, acompañado de las mismas palabras.
Según la enseñanza de los Padres, este símbolo significa la gloria de la resurrección a la que nacemos por el Bautismo, el brillo y la belleza con que el alma, cuando es purificada de las manchas del pecado, es investida en el Bautismo, y la inocencia e integridad que la persona que ha recibido el Bautismo debe conservar durante toda la vida.
La Vela Encendida
Luego se pone en la mano del bautizado una vela encendida para significar que la Fe, inflamada por la caridad que se recibe en el Bautismo, debe ser alimentada y aumentada con el ejercicio de las buenas obras.
El nombre dado en el Bautismo
Finalmente, se da un nombre al bautizado, que debe ser de alguna persona cuya santidad eminente le haya hecho figurar en el catálogo de los santos. La semejanza del nombre estimulará a cada uno a imitar las virtudes y la santidad del santo y, además, a esperar y rezar para que aquel que es el modelo a imitar sea también su abogado y vele por la seguridad de su cuerpo y de su alma.
Por lo cual hay que reprender a quienes buscan nombres de paganos, especialmente de aquellos que fueron los mayores monstruos de iniquidad, para dárselos a sus hijos. Con esta conducta demuestran prácticamente cuán poco estiman la piedad cristiana, pues tan cariñosamente aman el recuerdo de los impíos, hasta el punto de querer que sus nombres profanos resuenen continuamente en los oídos de los fieles.
Recapitulación
Esta exposición del Sacramento del Bautismo, si la hacen los pastores, comprenderá casi todo lo que se debe saber acerca de este Sacramento. Hemos explicado el significado de la palabra Bautismo, la naturaleza y sustancia del Sacramento y también las partes de que se compone. Hemos dicho por quién fue instituido; quiénes son los ministros necesarios para su administración; quiénes deben ser, por así decirlo, los tutores cuyas instrucciones deben sostener la debilidad de la persona bautizada; a quién debe administrarse el Bautismo y cómo deben estar dispuestos; cuáles son la virtud y eficacia del Sacramento; finalmente, hemos desarrollado, con suficiente extensión para nuestro propósito, los ritos y ceremonias que deben acompañar su administración.
Los pastores deben recordar que el propósito principal de todas estas instrucciones es inducir a los fieles a dirigir su constante atención y solicitud al cumplimiento de las promesas tan sagradamente hechas en el Bautismo, y a llevar una vida no indigna de la santidad que debe acompañar el nombre y profesión de cristiano.