Por Joseph Pearce
Desde hace mucho tiempo he deseado ensalzar a los héroes anónimos de la cristiandad, aquellos que han sido olvidados y no son tan conocidos como deberían.
Como ya se ha dicho, los elegidos no serán nombres muy conocidos, sino que serán en gran medida desconocidos o poco conocidos incluso en los hogares católicos. Habrá algunos santos entre los elegidos, aunque no serán los santos famosos que todo el mundo conoce. La mayoría, sin embargo, serán personas que no han sido oficialmente reconocidas o canonizadas por la Iglesia. Algunos tal vez ni siquiera sean católicos, pero serán tratados como héroes de la cristiandad en función de su contribución a la civilización cristiana o su testimonio de la verdad cristiana.
En este punto, para evitar confusiones, deberíamos definir qué se entiende por “cristiandad”; pero antes de hacerlo, deberíamos decir qué no es la cristiandad. No es algo puramente histórico, que se refiera únicamente a un período particular de la historia que ya pasó. No está definida ni limitada por nada meramente “medieval”. Si se pudiera definir y limitar de esa manera, se podría decir que la cristiandad es algo del pasado, algo de interés meramente histórico, con poca o ninguna relevancia para el mundo moderno, el cual es poscristiano. Contrariamente a una comprensión tan limitada, debemos ver a la cristiandad como una realidad continua y siempre contemporánea.
La cristiandad se define mejor y más sucintamente en términos eclesiológicos tradicionales como la Iglesia militante. Mientras que la Iglesia en la eternidad es la Iglesia triunfante (en el cielo), la Iglesia en el tiempo es siempre la Iglesia militante, es decir, es la Iglesia en guerra. Su guerra no se libra con soldados, sino con santos y también con aquellos pecadores que intentan convertirse en santos. Sus armas no son las que traen la muerte, sino las que dan vida.
La cultura de la vida que ella trae consigo está animada por la bondad de la virtud, la verdad de la razón y la belleza de la imagen de Dios en sus criaturas. La cristiandad no es nada menos que la fuente de la civilización. Es la presencia de Cristo en el mundo a través de su presencia en la Iglesia que Él fundó -contra la cual las puertas del infierno no prevalecerán- y la cultura de la bondad, la verdad y la belleza que inspira la presencia de Cristo.
Los héroes de la cristiandad han dado testimonio del bien, de la verdad y de la belleza. Las almas santas han dado testimonio del bien en vidas de amor abnegado, mostrando con el ejemplo que la forma más alta de heroísmo es la santidad; las almas nobles han dado testimonio de la verdad mediante la luz de la verdadera razón, reflejando el Logos al mostrar que la cordura y la santidad son una sola cosa; las almas contemplativas y creativas han dado testimonio de la belleza al ver la vida de Dios en la Creación y al hacer resplandecer la presencia creativa de Dios en sus propios dones creativos. Así pues, los héroes de la cristiandad son los santos, los sabios y los poetas.
Todos conocemos a los grandes Santos. Conocemos a los Apóstoles. Conocemos a san Benito, san Francisco y santo Domingo. Estos grandes santos son cantantes de grandes canciones y nosotros cantamos sus alabanzas. Ellos cantaron y todavía cantan. Lo mismo puede decirse de los grandes sabios. Conocemos a Sócrates, Platón y Aristóteles, cuya sabiduría fue bautizada por San Agustín y San Tomás de Aquino, formando la base del realismo cristiano. Y conocemos a los grandes poetas: Homero, Virgilio, Dante, Shakespeare; Giotto, Miguel Ángel, Leonardo, Fra Angelico; Bach, Mozart, Beethoven, Brahms. Todos ellos cantaron y todavía cantan.
¿Pero qué pasa con aquellos que cantaron pero no fueron reconocidos?
¿Qué hay de esos santos menos conocidos cuyas vidas de heroico sacrificio personal han sido olvidadas? ¿Qué hay de los sabios cuyas palabras de sabiduría no fueron escuchadas o atendidas, cuyas advertencias de que las malas ideas tienen malas consecuencias fueron ignoradas? ¿Qué hay de los poetas que cantaron hermosamente pero cuyas voces fueron ahogadas por el estruendo de la discordia? ¿Qué hay de aquellos que fueron bien conocidos en su propia época pero han sido enterrados por las arenas del tiempo? ¿Qué hay de aquellos que fueron silenciados en su propia época o han sido silenciados en nuestro tiempo por la tiranía de la “corrección política”?
Estos héroes anónimos de la cristiandad serán el centro de atención de esta serie. De hecho, se espera que la serie en sí misma sea un canto de alabanza a los anónimos. ¡Que empiece la música!
Continúa...
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