domingo, 10 de marzo de 2024

LA VOZ, HABLAR Y CONVERSAR

Una persona que sabe expresarse bien, utilizando el tono correcto y eligiendo cuidadosamente sus palabras, ejercerá una influencia natural sobre los demás, influencia que puede utilizarse para el bien. 

Por Marian T. Horvat, Ph.D.


Uno de los grandes mitos modernos con respecto a la conversación es que tenemos derecho a “decir lo que pensamos”, es decir, a expresar nuestros pensamientos ocultos o simplemente decir lo que se nos ocurra en ese momento. Esto es simplemente incorrecto. Ambas acciones espontáneas siempre fueron condenadas como inapropiadas en países bajo la buena influencia de la civilización católica. 

En primer lugar, no se limite a hablar, piense antes de hablar: esa es la primera regla general. Un caballero o una dama nunca usa palabras para dañar o degradar a otra persona. Ser amable y cortés es más importante que ser considerado rápido e inteligente.

En segundo lugar, debemos ser conscientes de cómo hablamos: el tono de voz y la actitud que proyecta, la dicción y gramática correctas, etc. Los padres y educadores deben corregir a un joven que habla con una voz quejumbrosa o un tono suave y afeminado. La voz, al igual que la postura y las acciones de un hombre, debe reflejar una naturaleza varonil fuerte y firme.

A menudo, tener convicciones firmes le da a uno la noción de que tiene el derecho y la responsabilidad de infligir su pensamiento a todos con los que habla. De esta manera, dejas de entablar una conversación para dar lecciones. En lugar de invitar al prójimo a buenas posturas, acabas por alejarlo. Una persona que sabe expresarse bien, utilizando el tono correcto y eligiendo cuidadosamente sus palabras, ejercerá una influencia natural sobre los demás, influencia que puede utilizarse para el bien. Sus familiares y amigos le buscarán para conocer sus opiniones y recibir consejos, en lugar de evitarle por miedo a recibir una nueva arenga.

Al final de este capítulo hay una lista de reglas de conversación. Sugeriría que cada uno las lea atentamente y trate de aplicarlas. Creo que serán muy pocos los que no encuentren varios puntos que marcar y que necesiten algo de trabajo o pulido.

La conversación de Rembrandt

No hay nada más bello que la voz humana. Siendo la palabra el medio principal que poseemos para expresar nuestro pensamiento y comunicarnos con nuestros vecinos, está investida de cualidades muy útiles para conocer.

La voz cumple un papel muy difícil y al mismo tiempo maravilloso en nuestras relaciones con los demás: transmite nuestro pensamiento y manifiesta el funcionamiento privado de nuestra conciencia, en la medida que deseamos.

En efecto, no hay nada tan oculto, impenetrable e inviolable como un pensamiento humano. Incluso si el cerebro de un gran pensador pudiera abrirse o su cráneo se volviera transparente como el cristal más puro, no podríamos descubrir un solo pensamiento en él. Con todos los medios de comunicación modernos hoy en día, podemos saber lo que sucede en cada rincón del mundo; sin embargo, no sabemos lo que piensa el hombre sentado a nuestro lado a menos que decida expresar lo que está pensando. Lo mismo ocurre con la conciencia, un lugar privado e inviolable cuya clave para conocerla está únicamente en manos de cada hombre. Esta clave es la palabra.


La palabra es plata y el silencio es oro

La palabra es la expresión sensible del pensamiento invisible. No conoce la traba de las fronteras y los límites territoriales. Los trabajadores aduaneros pueden impedir la entrada de drogas y armas; pero ¿quién puede detener el paso de la palabra? La palabra pronunciada por el apóstol de Dios o por el anarquista tiene el poder de esparcir la semilla del bien o del mal por regiones enteras. Dado que la palabra es una de las cosas más temibles en este mundo, su uso debe estar regulado por leyes muy severas.

El Book of Wisdom (Libro de la Sabiduría) dice que quien no peca con la lengua es un hombre perfecto. A veces escuchamos a personas que han hablado apresuradamente o equivocadamente tratando de excusarse: “No es nada, sólo una palabra en el aire, dicha sin pensar”. Esto no es verdad. Las palabras son como el dinero; y todos sabemos que nadie tira dinero al aire, ni por la ventana.


El tono de voz

En todo el género humano no existen dos voces con exactamente el mismo timbre y resonancia. Un hombre, por ejemplo, puede tener una voz delicada y suave con un tono elegante; recibió de la naturaleza un don inestimable, porque una palabra de consuelo ofrecida por una voz armoniosa y ágil puede conmover y conquistar el alma angustiada. Trae un rayo de luz y la esperanza penetra en el corazón traspasado por las tragedias de la existencia humana. Hay que conservar celosamente el tesoro de semejante voz.

Con su esfuerzo Demóstenes corrigió sus defectos

Pero si un joven tiene una voz demasiado suave, debe practicar ejercicios para fortalecerla. Recuerde al gran orador griego Demóstenes quien corrigió su tono suave, fortaleciendo su voz hablando en la orilla del mar sobre el rugido de las olas.

Si la voz tiene un sonido duro y agudo, se debe intentar desarrollar un tono más cordial mediante la práctica o lecciones de voz.

Es necesario disciplinar la voz, corregir los malos hábitos de pronunciación con el mismo rigor con el que se corrigen las acciones perversas del cuerpo. 

En las escuelas primarias, los maestros deben instruir a los niños a pronunciar las palabras con claridad y hablar con compostura, destruyendo tempranamente los defectos y malos hábitos que luego podrían volverse desagradables en la conversación o al hablar en público. Hay que tratar de corregir los defectos de los acentos regionales, especialmente si son campesinos o poco claros, y tratar de adquirir al hablar la misma disciplina que se exige al caminar y actuar: es decir, debemos tener una forma de hablar clara, sencilla y firme.

Debemos intentar erradicar de nuestra voz lo que pueda hacer que nuestro prójimo nos juzgue mal: el tono seco o acre, las inflexiones impertinentes, el tenor arrogante, el quejido irritante.


Tonos a corregir

La voz estridente o impertinente golpea a los oyentes, ofendiendo su sentido de dignidad y valor. Daña nuestras relaciones con los demás, predisponiéndolos a la discusión y la discordia. Hay que combatir esta acritud tratando de desarrollar un tono más suave, más pulido, deferente y amable.

Estos tonos también se deben evitar:
El tono mordaz que deja sentimientos heridos

♦ El tono agrio que parece querer reñir

♦ El tono irónico que destruye la paz y la armonía porque humilla al prójimo

♦ El tono crítico que tiene como objetivo mostrar la rara sabiduría de uno, pero más bien sirve para suscitar la antipatía y el desprecio de los demás

♦ El tono afectado, demasiado refinado, una expresión de vanidad

♦ El tono suave y lánguido del hombre perezoso, que indica un alma sin energía o un carácter carente de sólidos principios

Conversación

Una de las formas más agradables de utilizar las palabras es la conversación buena y sencilla.

Unos marineros disfrutando de la compañía de los demás (Conversation in the Hold by John Morgan)

Conversar es intercambiar ideas, sentimientos e impresiones entre dos o más personas. Para el hombre, conversar es una necesidad –mayor o menor necesidad según su grado de cultura y civilización– porque es establecer entre mentes una relación elevada que permita un intercambio de ideas, enseñanzas, convicciones y opiniones sobre la verdad, la sociedad y cuestiones prácticas.

Pero en la conversación, como en los negocios, hay ladrones; estos ladrones son los que despojan a la conversación de sus buenos frutos empleando malas palabras. No debemos prestarles oídos, ni permitir que nuestros nombres entren en esa infame lista de malhablados. Si todos los hombres se apartaran de estas personas indecorosas, habría mucha menos calumnia, murmuración y chismes viciosos en esta tierra.

Las conversaciones buenas y cordiales suelen figurar entre los momentos más agradables y preciosos de la vida de un hombre. Cuando las mentes comparten el mismo deseo del bien común, conversar es fraternizar, aliviarse unos a otros de los agobiantes ​​pesos de la vida, instruirse unos a otros compartiendo la catedral del conocimiento y la rica experiencia que otro hombre puede poseer. Realmente puede ser un banquete para las mentes.

Una buena conversación en el seno de la familia es un signo seguro de felicidad doméstica. Por el contrario, donde no existe, podemos decir que las costumbres han caído en decadencia y la familia se encamina hacia la ruina. En una casa de personas bien educadas, la buena conversación debe girar en torno a temas elevados como la religión, el arte, la cultura y la política en general. Deben evitarse a toda costa las críticas personales, así como los asuntos comerciales y las preocupaciones prosaicas sobre la propia salud. En una conversación general, todos los integrantes deben esforzarse por tratar temas elevados. Haciendo esto, cada uno debe tratar de hablar del modo adecuado en el momento adecuado, observando las reglas esenciales de la caridad y la benevolencia. De esta manera ofrecemos al prójimo algo de nuestro espíritu de fraternidad.


Reglas de conversación

Las reglas de una buena conversación son muchas:

1. No se deben decir cosas malas de los presentes o incluso de los ausentes. Si alguien ridiculiza a otra persona, debemos asumir su defensa con calma y moderación, o guardar un silencio profundo que marque nuestra desaprobación.

2. No se deben elogiar abiertamente las cualidades físicas, intelectuales o morales de las personas presentes. Tales elogios carecen de delicadeza, pueden avergonzar la modestia de la persona que se está alabando y pueden plantar una semilla de antipatía y desprecio en los oyentes hacia el admirador demasiado expresivo.

3. No se debe criticar un defecto antes de saber que nadie en el grupo padece el mismo defecto.

4. Es de mal gusto hablar de las propias imperfecciones, porque generalmente aparecen sin necesidad de ser señaladas. No se recomienda entre personas educadas contar historias en las que el “yo” esté directamente en el centro del episodio.

5. Si alguno de los presentes comete algún error científico, histórico, religioso o social, los oyentes deberán mantener un aire impasible, dejándole terminar su exposición. Pero, después de que el hablante ha presentado el hecho erróneo, uno puede hablar y expresar su propia opinión divergente, entrando en el asunto con una delicadeza de términos que no hable de amor propio ni hiera el sentimiento del otro. El orador que cometió el error, advertido por palabras tan amables, normalmente no se irrita por la corrección ni se enoja con quien la comete.

6. No interrumpas al que habla ni monopolices la conversación, divagando sobre ti, tu familia o asuntos personales que no son de interés o quizás incluso sean  desagradables para los demás. Además, conviene recordar el buen consejo de Lord Chesterfield: “Cuando converses, nunca agarres a un hombre del brazo, de la mano o de la chaqueta para obligarlo a escucharte. Es mejor retener a un hombre con la lengua que con su persona”.

7. Quien escucha atentamente estimula al hablante. Si la conversación parece fastidiosa, uno no debe expresar su falta de interés o preocupación.

8. Si estás narrando un episodio, evita detalles repetitivos o inútiles. Evita también el uso constante de determinadas palabras cuya repetición haga la conversación molesta o pesada para los oyentes.

9. No entrar en asuntos relativos a asuntos familiares privados, ni hablar de tu capacidad profesional o de los títulos que hayas obtenido. Espera hasta que alguien manifieste el deseo de conocerlo. Luego, responde con modestia y brevedad.

Secretos en reunión... jamás

10. No dejes que la conversación caiga en temas que tus invitados no puedan entender o seguir. Una falta igualmente grave sería susurrar o hablar en voz baja a alguien en el grupo para que los demás no puedan oír lo que dices.

11. Evita salpicar la conversación con demasiados adjetivos, adverbios reverberantes o frases banales, como “Fue un día muy, muy bonito”, “¡Qué maravilloso!”, “Era tan evidentemente claro”. 

12. Evita terminar tus declaraciones con la falta de tacto: “¿me entiendes?” Más bien, si realmente tienes dudas sobre si te entendieron bien, deberías preguntar: “¿Fui claro?” Esto evita insinuar que tu amigo no es inteligente. Es un enfoque más modesto que hace recaer sobre ti la culpa de una posible falta de comprensión. También evita terminar o intercalar declaraciones con frases tontas y sin sentido como “¿Verdad?” “¿Lo sabes?” “¿Entiendes?”

13. No se debe alterar el semblante ni hacer alardes teatrales al comunicar episodios que puedan suscitar extrema admiración, pena o placer. El hombre que domina su temperamento no exagera sus expresiones de alegría o tristeza.

14. Saber comportarse si los demás expresan opiniones diferentes a la tuya. Para finalizar el intercambio de ideas sin vencedor ni vencido, es necesario cerrar la discusión amablemente, diciendo algo agradable, como por ejemplo: “Puede que no estemos de acuerdo en este tema, pero eso no nos impedirá disfrutar de nuestro viaje de pesca de mañana”.

15. Toda falta contra la gramática es también una falta contra el buen gusto y la buena educación. Por lo tanto, utiliza el caso y la concordancia adecuados, evita las jergas y los solecismos, así como el lenguaje soez o vulgar.

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