Por Andrea Zambrano
“Pero, ¿es realmente lo que parece?”. El visitante de la exposición se queda perplejo cuando ve el cuadro colocado a los pies del altar mayor de la iglesia de Sant'Ignazio de Carpi. No puede creer lo que ven sus ojos. Lo mira, se acerca, lo escruta desde otra perspectiva. Luego, pensativo, entre escandalizado e indignado, exclama en voz alta: “¡Pero si es sexo oral!”.
Carpi necesita más gente dispuesta a llamar a las cosas por su nombre, en lugar de esconderse tras los recursos de la arrogancia “artística”, como viene ocurriendo desde el pasado sábado en el Museo Diocesano. Aquí, en la todavía consagrada iglesia de San Ignacio, se montó e inauguró una exposición de un artista local, un tal Andrea Saltini (en la foto).
Andrea Saltini
El cuadro que resulta especialmente escandaloso e indignante retrata a un Cristo en la cruz perfectamente reconocible por la inscripción INRI (que da nombre a la obra en yeso, cera y arcilla pigmentada) y las marcas de los clavos en sus pies. Salvo que, hay un hombre inclinado sobre la ingle de Cristo con la cara mirando de cerca los genitales del Señor (que Dios nos perdone el atrevimiento de las palabras, pero es lo que hay) que ni siquiera está cubierto con un miserable trapo. Su mano derecha está escondida detrás de los muslos del Redentor, mientras que la izquierda se extiende para presionar las costillas de Jesús.
Como se trata de “arte figurativo”, aunque de “estilo urbano”, a cualquiera que lo mire le parece que esto es lo que retrata la imagen, que al aplicarse a la figura del Salvador evoca una repulsión instintiva en el visitante.
Pero, ¿cómo pudo ocurrir esto? En cuestión de minutos (la inauguración tuvo lugar a las 18.30 en presencia del “artista” y de los “curadores”, un tal Don Carlo Bellini y Cristina Muccioli), el cuadro circuló en la diócesis y fuera de ella. Fue de chat en chat e incluso llegó al Daily Compass.
Así que fuimos a comprobarlo armados con una cámara, convencidos de que debía haber una explicación racional. Pero no fue así.
En cambio, una vez dentro, fuimos conducidos a recorrer la exposición, que ocupa todo el espacio sagrado de la iglesia, de planta central, por una joven y amable guía, con la misión de ilustrar las obras, describir sus características y, sobre todo, revelar lo que se supone que representa la imagen según las intenciones del artista.
Efectivamente, éste es el quid: Al tratarse de “arte contemporáneo”, prevalece ante todo el “conceptualismo”, por lo que todo lo que se ve no es más que un pretexto para significar otra cosa, para representar lo que uno ni siquiera habría imaginado en una vorágine cerebral y abstrusa donde se combina la provocación del artista con el engaño de los curadores al querer representar una cosa, dándole al mismo tiempo un sentido diferente, de modo que el visitante no puede comprender si es más ignorante por no entrar en el cerebro del artista o más estúpido por no haberse dado cuenta de que le han engañado.
EL CUADRO “INRI”
Señalamos sutilmente a la guía que la vista ofrece algo muy distinto a una simple operación de “aplastamiento de costillas”. Algo repulsivo, algo blasfemo, algo profundamente sacrílego. Ella sonríe con los dientes apretados: “Bueno, podría ser... después de todo, provocar es una de las intenciones del artista”. Así pues, esa imagen, ahora lo sabemos, si bien tenía la intención declarada de representar al centurión, también podía representar, según la provocación de Saltini, ese mismo acto que imaginamos a regañadientes.
Evidentemente, se trata de técnicas de engaño para pillar desprevenidos a los visitantes que, habiendo entrado en una iglesia, esperan cualquier cosa menos escandalizarse: decir sin decir, disimular, transmitir pero sin declarar, dejar ver pero sin indicar.
Pero, ¿qué hay de las otras obras? Junto al cuadro “INRI” hay un “homenaje del artista a Caravaggio”:
Jesús es rubio platinado y lleva un ceñido mono brillante de orgullo gay, mientras figuras sin ropa lo sostienen. ¿Por qué? Parece una Deposición, pero Saltini llamó al cuadro “Ascensión”, evidentemente sin tener en cuenta que para ser considerado “arte sacro” debe haber al menos un conocimiento elemental de la iconografía cristiana.
Resulta que el deseo de provocar también se encuentra en otros cuadros. En “Gratia Plena” (foto), por ejemplo, que da nombre a la “exposición”, vemos un tríptico que representa a una mujer en tres secuencias siendo desnudada u objeto de atención morbosa por hombres que llevan una especie de escafandra.
La explicación de la guía, incitada por el artista, es la siguiente: “El cuadro representa a la Virgen desvestida por los fariseos que quieren investigar su concepción virginal, pero en realidad está vestida con una armadura”. En resumen, entre la tonta pretensión de imaginar la escena y la idea blasfema de una inspección ginecológica, la sensualidad de la Virgen propuesta es sorprendente, sobre todo en la imagen central, donde las formas sinuosas de un cuerpo que está siendo inspeccionado con una mezcla de deseo e invasividad son plenamente evidentes.
¿Es realmente necesario que un museo diocesano acoja a la Virgen representada por este mirón voyeurista? Un obispo que autoriza una exposición en un espacio sagrado, ¿puede tolerar que se ponga en duda la concepción virginal de la Virgen con el pretexto de un episodio inventado, ausente en las Escrituras, de la inspección farisaica de su cuerpo?
Esa ambigüedad y esa mirada siempre orientada hacia lo carnal se encuentran también en otra de las obras que representa a una mujer en ropa interior, en la que se aprecia claramente la desnudez de sus piernas, brazos y parte de sus pechos, que recibe en su seno a un hombre lacerado y casi moribundo, también desnudo. “El cuadro se llama ‘noli me tangere”, que es la frase que Jesús le dice a María Magdalena (ed. no me retengas), pero el artista quiso representar el lavatorio de los pies”. A decir verdad, la imagen no recuerda ni la iconografía del Noli me tangere, donde Cristo resucita, ni el lavatorio de los pies, como es obvio. Sin embargo, el mensaje que se desprende de la contemplación de la imagen y de la descripción realizada es el de un Cristo abandonándose en los brazos de la Magdalena casi sin vida. ¿Blasfemia? ¿Locura? Que juzgue el lector.
EL CUADRO “GRATIA PLENA”
La explicación de la guía, incitada por el artista, es la siguiente: “El cuadro representa a la Virgen desvestida por los fariseos que quieren investigar su concepción virginal, pero en realidad está vestida con una armadura”. En resumen, entre la tonta pretensión de imaginar la escena y la idea blasfema de una inspección ginecológica, la sensualidad de la Virgen propuesta es sorprendente, sobre todo en la imagen central, donde las formas sinuosas de un cuerpo que está siendo inspeccionado con una mezcla de deseo e invasividad son plenamente evidentes.
¿Es realmente necesario que un museo diocesano acoja a la Virgen representada por este mirón voyeurista? Un obispo que autoriza una exposición en un espacio sagrado, ¿puede tolerar que se ponga en duda la concepción virginal de la Virgen con el pretexto de un episodio inventado, ausente en las Escrituras, de la inspección farisaica de su cuerpo?
EL CUADRO “NOLI ME TANGERE”
Lo cierto es que además del puro gusto por la provocación, objetivo conseguido por Saltini con estas obras, es evidente que el visitante se encuentra también ante un engaño propuesto por el artista y propiciado por los curadores y promotores de la exposición, es decir, la Diócesis de Carpi.
El arte figurativo puede ser simbólico o alegórico, pero nunca puede representar lo contrario de lo que declara. El engaño al que se induce a los visitantes e incluso a los fieles consiste en la seriedad de pretender que es “sagrado” evocar imágenes impúdicas a las que se adjunta una sexualidad carnal y antinatural, rayana -en el caso de la crucifixión- en la violencia.
La pretensión del “artista contemporáneo” de obligar al espectador a entrar en su propio código de lenguaje totalmente subjetivo, desvinculado de cualquier tipo de racionalidad simbólica mínimamente compartida y codificada, es algo sumamente desorientador, además de perturbador para los sentidos de las personas mínimamente dotadas de cierto raciocinio y sensibilidad.
¿Es realmente necesario que la Iglesia propicie operaciones de voyeurismo pictórico capaces únicamente de profanar lo sagrado y perturbar la mirada y la conciencia? Sería interesante preguntárselo al artista, pero no hemos recibido respuesta a nuestra petición.
New Daily Compass
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