Este “cura”, a similitud del otro “fundador” (el del Centro Aletti) fue el fundador de la Congregación San José, además del director espiritual y confesor de las monjas que allí residían, y el dueño de “La Ermita” donde, durante muchos años, se realizaban retiros que daba él para estas religiosas y otras congregaciones.
El principio de su fin
En diciembre de 2019 estalló el escándalo, cuando tres monjas dieron su testimonio en un programa de la televisión argentina, cansadas de que sus denuncias fueran ignoradas tanto por las superioras de su comunidad como por las altas esferas eclesiásticas de Argentina.
“Mi vocación era ser religiosa, y no ser denunciante. La vocación es algo sagrado, que no se toca. Y esta persona nos tocó en lo más profundo del ser”. Con estas palabras comenzó 'En el nombre de Dios', un impactante reportaje emitido por Telenoche (Canal 13), en el que tres monjas denunciaron que durante años el “sacerdote” Manuel Pascual las sometió sexual y psicológicamente. Las violaba, y después las confesaba. Igual que en “caso” Rupnik.
Y ni las superioras (de la congregación de las Hermanas de San José en Buenos Aires) ni la jerarquía quisieron hacer nada, hasta que las Hermanas se armaron de valor y denunciaron. Igual que en “caso” Rupnik.
“Manuel Pascual era el sacerdote fundador de la comunidad (…) también era mi confesor, porque yo no me podía ir a confesar con otro sacerdote” relató una de las religiosas. “Era quien nos guiaba espiritualmente. Era todo”.
A los ataques sexuales les precedía toda una acción de “ablande” por parte del cura donde “sensibilizaba” a las monjas con temas personales, les inculcaba una “absolución” del dolor que llevaban consigo y les proponía gozar. No terminaba ahí. Después de cometer el abuso, y estando las religiosas con el hábito puesto, las confesaba. Igual que en “caso” Rupnik.
“En los primeros meses de formación pasaban cosas, como que yo veía o abrazos cariñosos o algunos gestos que él tenía hacia algunas Hermanas”, relata una de ellas. “Lo hablé con él, y él me decía que ellas estaban locas o , que estaban faltas de cariño... que tenía que entenderlas, que él acompañaba esos procesos”. Más que acompañar, provocaba situaciones incómodas, que “me confundían, me cuestionaban, creía que era yo la que provocaba eso”.
“Tenía como palabras, como 'yo quisiera verte desnudita', o una cosa así, cuando yo le decía que eso no correspondía, que me hacía mal, me decía 'Vos tenés que desnudar tu alma, porque vos estás muy cerrada'. Siempre el problema era yo”, sostiene otra religiosa.
Buena parte de los abusos físicos y psicológicos se produjeron en “La ermita”, una especie de hacienda en el campo, propiedad de la congregación, destinado a los ejercicios espirituales. Allí, Pascual “el Santito” llevaba a cabo sus tropelías. “A mí me tocó ir en septiembre de 2016. A la noche me invitó a cerrar la tranquera de la casa, estaba todo oscuro... en un momento determinado me tomó tan fuerte de la mano que no pude soltarme. Sentí mucho miedo... sin sospechar nada aún”, relata en el reportaje una de las religiosas. Ninguna quiso mostrar su rostro.
“Por la noche, cuando terminó el momento de la cena -cuenta otra- tenía todas las luces apagadas, nada más que una lucecita sobre un mueble. Él me vino a buscar a la cocina y me puso en la mano un vaso de Whisky. Yo le dije que no tomaba. Entonces, de la mano me llevó a sentarme a dos sillones que tenía dispuestos frente al hogar (el fuego)...” El relato se detiene ahí. No los abusos. “No... nunca frenó”.
Cuando ocurrían estas situaciones, Pascual les decía que “no pasaba nada si yo me quería desnudar delante de él y masturbarme, si le pedía a él desnudarse y tocarse que no pasaba nada, que era muy normal. Y así pasaron algunas cosas... siempre tratando de que tuviéramos sexo (…). Esa noche terminé durmiendo un rato en su cama y después me tenía de la mano y así pasé toda la noche. Y toda esa semana fue igual”.
“Una vez que yo le pregunté si estaba enamorado de mí, pero él no contestaba, él no me decía que sí, me confundía, decía que yo sí estaba completamente enamorada de él. Es un psicópata”, relató. Igual que en “caso” Rupnik.
Al ser preguntada una de ellas si la superiora lo sabía, la joven responde: “Sí, se sabía, María Inés sí sabía porque yo le dije. Es más, le rogué en una oportunidad que no me volviera a mandar al campo y me volvió a mandar. Me dijo que ‘el padre ‘era bueno’. Al ser preguntada si le informó a la superiora que el padre había intentado violarla, la repuesta fue: “Sí, y me dijo que ‘'el padre era bueno'”. Igual que en “caso” Rupnik.
Sus siguientes palabras son: “Hicimos la denuncia civil y la denuncia canónica. Hace poco me llamaron a declarar como si esto fuera un complot. Me preguntaron qué ganábamos nosotras. Y yo dije que bueno, nosotras no ganamos nada con esto de salir en los medios o de ir a hacer una denuncia penal o, de hacer una denuncia dentro de la Iglesia, porque mi vocación era ser religiosa, y no... ser denunciante”.
“La vocación es algo sagrado, que no se toca. Y esta persona, no solamente el tema del abuso sexual, sino el abuso de poder, el abuso moral, el abuso psicológico...”
El entrevistador preguntó: “¿Vos crees que van a surgir otros casos de similares características que tengan como acusado a Pascual'?”. Y la respuesta fue: “Sí, yo creo que van a a surgir otros casos y se van a dar cuenta que no están solas en esto, que hay personas que las van a escuchar, porque sabemos que hubo víctimas que no fueron escuchadas por la Iglesia. Al contrario, no les creyeron, y bueno, están calladas. Yo puedo hablarlo hoy, y mi voz, de alguna manera, es también la voz de esas personas que no pueden hacerlo”.
En aquel mes de diciembre de 2019, tras la denuncia, el abusador se encontraba preso en el Penal de Ezeiza, esperando ir a juicio oral en los meses siguientes.
El rol de Poli
Según la investigación, el cardenal Poli, se ofreció como “aval” para que le otorgasen la prisión domiciliaria que solicitaron los abogados de Pascual.
El 30 de abril de 2020, Mario Poli, cardenal primado y arzobispo de Buenos Aires, uno de los hombres más poderosos de la Iglesia en Argentina, se presentó en el Tribunal N°3 con un documento firmado por él mismo. Era, en cierta forma, una intercesión.
Poli se presentó, precisamente, en medio del pedido de prisión domiciliaria planteada por la defensa del “sacerdote”. Según el texto, lo hacía por segunda vez. El documento, con el membrete del Arzobispado porteño, estaba dirigido al entonces presidente del Tribunal N°3, el juez Gustavo Valle.
“Reitero el ofrecimiento que oportunamente hiciera de constituirme en fiador personal para la concesión de su exención de prisión, a fin de ofrecer al Tribunal -para el caso en el que se considere inadecuado el domicilio aportado por la Defensa-, de cumplir la prisión domiciliaria en un domicilio del Arzobispado de Buenos Aires, del que soy el titular”, rezaba el texto firmado por Poli. El mensaje era obvio: el cardenal primado ofrecía una propiedad de la Iglesia a su cargo para que un sacerdote acusado de violación evitase la cárcel.
Pero la oferta no prosperó. En mayo de ese año, en una denegatoria del arresto domiciliario de Pascual, el juez Julio Báez aseguró en su voto: “Finalmente debo señalar que el titular del Arzobispado de Buenos Aires, no solo ha ofrecido ser fiador personal del detenido, sino que ha propuesto un lugar alternativo para el cumplimiento de la medida de coerción personal dispuesta por este Poder del Estado. Más allá del profundo respeto que tengo por la dignidad Episcopal del presentante, en su calidad de Cardenal Primado de la Argentina, estimo que la variante que se propone tampoco logar aventar los riesgos procesales como simiente del encierro anticipado y que ya fuera explicado, no solo en este interlocutorio, sino en todo tratamiento similar a la que fue sometida su situación”.
La carta de Poli, no hacía referencia al proceso canónico que Pascual enfrentaba en el seno de la Iglesia y que comenzó desde 2019.
Tras la emisión de aquel programa en 2019, el arzobispado de Buenos Aires emitió un comunicado en el que informaba que las denuncias contra 'el Santito' fueron enviadas a la Congregación para la Doctrina de la Fe, que encargó un proceso canónico en Buenos Aires. Al tiempo, la diócesis puntualizó que desde el comienzo del proceso penal respondió a los requerimientos de la justicia, y reiteró su compromiso de seguir trabajando “para evitar dentro de la Iglesia toda clase de abusos”. Igual que en “caso” Rupnik.
En el año 2021, se tuvo conocimiento de las iniciales de las demandantes. Una de ellas es M. Z. Según denunció la religiosa, los abusos fueron desde 1996 a 2005, siendo Pascual su “director espiritual y confesor”, y eran con frecuencia de una vez por mes en el domicilio particular de él, y en el campo “La Ermita” de la localidad de Capitán Sarmiento, en Provincia de Buenos Aires.
Los abusos eran justificados con “relatos bíblicos” de parte del “sacerdote” y donde luego, la confesaba. Por eso, ella denunció no sólo un abuso “físico” sino también “psicológico, afectivo y espiritual”. Igual que en “caso” Rupnik.
Pascual, contó ella, le reprochaba en los encuentros que ella “escondía sus sentimientos” y que negara que necesitaba de Dios, de él y de su acompañamiento para “seguir el camino de Jesús”. Igual que en “caso” Rupnik.
El otro caso por el cual Pascual fue procesado por el juez de instrucción Edmundo Rabbione es el de M.C, y ocurrieron cuando ella estaba en la etapa de formación llamada “juniorado” entre 2001 y 2005. También dijo ocurrían en los mismos lugares, y también en la Congregación Hermanas de San José de Núñez, ubicada en Ernesto A. Bavio 2816 de Capital Federal.
Ambos hechos fueron calificados como abuso sexual gravemente ultrajante agravado por haber sido cometido por un miembro de un culto religioso en número indeterminado de oportunidades y con dos damnificadas.
En agosto de 2021, Pascual continuaba detenido en el penal de Ezeiza y se le negó en varias oportunidades su excarcelación. Incluso, el juez Rabbione por estos dos nuevos hechos dispuso su prisión preventiva porque consideró que si salía libre podría fugarse o bien entorpecer la investigación.
Ante estas acusaciones, Pascual negó los hechos y dijo que todo es parte de una suerte de complot entre las víctimas y la cúpula de la CONFAR (conferencia Argentina de Religiosas y Religiosos). La réplica del juez fue contundente: “resulta inaudito pensar que desde una institución (CONFAR) se vaya convenciendo a distintas personas para que denuncien a otra, nada más ni nada menos que por abuso sexual”.
Además, Pascual siempre apostó a la prescripción de los hechos por el paso del tiempo, esto es porque superaron el límite temporal para poder investigarse que no es lo mismo que ser declarado inocente o algo por el estilo.
Posteriormente, otra monja se sumó a las denunciantes, y un sacerdote declaró que lo obligaba a hacer prácticas sexuales con una monja hace treinta años atrás.
Una de sus víctimas declaró que “lo hacía para para que gozara y aprendiera a gozar”. El expediente en su contra tiene además como prueba un escrito que el “cura” le entregaba a sus víctimas, titulado “Lectura cristiana de la sexualidad femenina”.
El “cura”, además, les hacía firmar a las monjas recibos de sueldo cuyo dinero ellas nunca cobraban y nadie sabe qué hacía con ese dinero.
Su condena
Tras más de dos años de proceso, en diciembre de 2022, Pascual fue sentenciado por el abuso sexual agravado en perjuicio de dos religiosas de la congregación Hermanas de San José, por los hechos que ocurrieron entre 2012 y 2016, aunque en el ámbito eclesiástico el “cura” había sido denunciado por seis víctimas.
Tras un proceso eclesiástico y en medio de denuncias de varias religiosas, el Tribunal decidió la expulsión de Pascual como “cura” y fue sancionado con la excomunión de la iglesia católica.
La condena judicial fue dictada por el Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional N°3 y tras un pedido de pena del fiscal Andrés Madrea, quien había solicitado la pena de 15 años, finalmente la condena fue de 12 años de prisión.
En el veredicto y según informó el Ministerio Público Fiscal de la Nación, los jueces consideraron a Pascual autor de los delitos de “abuso sexual gravemente ultrajante y con acceso carnal perpetrado de manera continuada” entre los años 2012 y 2016 y “abuso sexual gravemente ultrajante perpetrado de manera continuada” entre los años 2014 a 2016.
Lo llamativo de este proceso es que Pascual estuvo preso en la cárcel de Ezeiza durante tres años, pero llegó libre al juicio por decisión del juez de instrucción de otro expediente, y no del TOC N.° 3.
El Rupnik argentino hoy
Pascual, de 68 años, hoy está libre (igual que en “caso” Rupnik), y originalmente, podía continuar en esa condición hasta que la Cámara de Casación confirme la sentencia, con la condición de presentarse una vez por semana ante el Tribunal Oral en lo Criminal.
Sin embargo, el juez Gabriel Vega, que encabeza el tribunal que condenó al sacerdote, lo liberó de la obligación de ese trámite semanal por pedido de su abogado, quien argumentó que el “padre” Pascual atraviesa un cuadro de “depresión”.
Además, le concedió el beneficio de residir en el campo “La Ermita”, de Capitán Sarmiento, en la Provincia de Buenos Aires, donde cometió algunos de los abusos, según los testimonios de las religiosas que lo llevaron a su condena.
El portal argentino Infobae conversó con una fuente con acceso al expediente, que declaró: “Fue su defensor quien pidió ahora no ir más una vez por semana a 'firmar' al tribunal, ya que asegura que está deprimido. Pidió mudarse al mismo campo donde fueron los abusos, algo que no está prohibido, porque es su propiedad”.
Si bien Pascual padecería hipertensión arterial y trastornos prostáticos, los informes del Cuerpo Médico Forense y del Complejo Penitenciario Federal I dieron cuenta que esas afecciones puede ser perfectamente tratadas en la prisión.
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