Texto completo:
Hay mucha tristeza y amargura al considerar el voto del Parlamento reunido en el Congreso, por lo que finalmente se traduce: el rechazo a acoger la vida se establece ahora como un principio fundamental de la República. Y si despreciamos así al niño por nacer, sabemos también que hay, en el otro extremo de la vida, personas demasiado viejas, demasiado solas, demasiado pobres o demasiado enfermas, y que pronto diremos -¡y ya lo estamos haciendo! - que el gesto más noble y fraterno sería que también ellos aceleraran su final.
Obispos, no somos los únicos que desde hace años expresamos nuestra preocupación sobre este tema. Permítanme decir que nuestra expresión, la mía, no es la de hombres que creen saber mejor que las mujeres qué derechos deben tener y cómo pueden ejercerlos. Al contrario, es la de pastores que conviven con las mujeres y hombres de su tiempo; los sufrimientos y las angustias que atraviesan sus vidas no nos son desconocidas ni indiferentes. Así, fue Simone Veil quien subrayó, hace cincuenta años, “que ninguna mujer recurre voluntariamente al aborto”.
Junto con ciudadanos de toda condición que quieren seguir dando testimonio, más allá de oportunismos partidistas, de la insuperable dignidad de toda vida, creemos también que nadie, sean cuales sean sus opciones, puede ni debe ser resumido o reducido a sus actos. Por otra parte, creemos que es nuestra responsabilidad cuestionar nuestra sociedad. ¿Cómo podemos hablar de libertad si el aborto es básicamente la única opción que se promueve? ¿Debemos dejarlo así y conformarnos con este estado de cosas?
Sin embargo, hay alternativas que merecen ser apoyadas y promovidas. Durante décadas, creyentes y no creyentes se han puesto sencillamente al servicio de las mujeres para acompañarlas en su embarazo, tanto si deciden quedarse con su hijo como si lo dan en adopción. Conozco asociaciones que, con humanidad y sensibilidad, acogen y apoyan a las futuras madres en dificultades. Podemos alegrarnos de que existan iniciativas de este tipo: lejos de ser gotas en el océano, son un signo de que otras soluciones pueden ser plenamente respetuosas con las opciones de las mujeres para su futuro y el del niño que llevan en su seno.
Cuando hablamos de esta noción central de respeto, también tenemos que preocuparnos por las personas que prestan los cuidados. La votación del Parlamento en el Congreso supone una nueva amenaza para su libertad de no llevar a cabo una interrupción voluntaria del embarazo por sus propios motivos. No podemos imaginar que mañana un médico o una comadrona puedan ser condenados por los tribunales por negarse a poner fin a una vida.
La tristeza y la amargura que sentimos no deben detenernos. Puesto que queremos construir con esperanza una sociedad cada vez más humana y verdaderamente fraternal, nos corresponde, junto con todos los hombres y mujeres de buena voluntad que no consideran que el progreso último resida únicamente en la protección de los derechos individuales, proseguir y amplificar nuestros esfuerzos para acoger todas las angustias y dar a conocer todas las opciones. Porque no hay libertad sin elección, ni elección sin conciencia libre.
† Laurent Ulrich
Arzobispo de París
Le Salon Beige
No hay comentarios:
Publicar un comentario