miércoles, 6 de marzo de 2024

LOS JESUITAS IMPLOSIONAN

Si San Ignacio de Loyola viviera hoy, la Orden Jesuita que fundó no lo ordenaría. Su sociedad, antaño formidable, es ahora un club corrupto para homosexuales diletantes.

Por George Neumayr


Nota de la Redacción: Rescatamos este artículo fechado el 13 de Marzo de 2002, paradójicamente el mismo día que Jorge Mario Bergoglio fue nombrado líder de la Iglesia Católica pero del año 2013. Recomendamos su lectura.


La Orden está en la agonía de un colapso tan históricamente significativo como su supresión en 1773. Esta desintegración, conocida por los católicos tradicionales desde hace años (y por los obispos demasiado cobardes para sofocar su corrupción), es ahora admitida incluso por expertos liberales. Jonathan Kirsch, crítico del libro Passionate Uncertainty: Inside the American Jesuits, señala que “la Orden está en caída libre demográfica, los ex jesuitas superan ahora en número a los jesuitas activos en Estados Unidos”.


Mientras tanto, los jesuitas tradicionales que se quedan y tratan de recuperar la chispa original de la Orden se encuentran en el exilio. La oficina de la Provincia Jesuita de California confirmó que Joseph Fessio, el prolífico editor jesuita de libros y publicaciones ortodoxas de San Francisco, ha recibido la orden de abandonar San Francisco para un nuevo destino, en un oscuro hospital católico de Duarte, California. El destierro de Fessio coincide con su reciente anuncio de fundar una escuela católica tradicional llamada Campion College al lado de la abiertamente disidente Universidad Jesuita de San Francisco, una escuela que en los últimos años ha anunciado rarezas paganas como una “Alianza de Estudiantes Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales”. (N.deR.: Al padre jesuita Joseph Fessio se le solicitó que renunciara a su puesto como rector y abandonara el campus, pero finalmente se le concedió que podía permanecer en una “capacidad no administrativa”. Cuando fue preguntado por la prensa sobre su despido, él declaró: “Pedí una razón pero nunca me la dieron”)

Duarte, California, se está convirtiendo en la Isla del Diablo para los jesuitas que no se conforman con el régimen liberal de la Orden. El padre Cornelius Buckley, profesor jesuita de historia durante mucho tiempo en la Universidad de San Francisco, considerado “insuficientemente liberal” para la escuela, fue reasignado también a Duarte, California, a finales de la década de 1990. La Orden calificó a este jesuita como “divisivo” (N.deR.: El padre Cornelius Buckley es actualmente capellán del Thomas Aquinas College, Santa Paula, CA.)

Es probable que el desmoronamiento de los liberales de la Orden se acelere a raíz de su pánico a perseguir a jesuitas tradicionales como Fessio. Tales acciones desesperadas son proporcionales a su miedo a ser descubiertos y a tener que rendir cuentas. En una típica ironía liberal, los disidentes de la Orden que ascendieron al poder por desobediencia a la autoridad papal (N.deR.: en ese año Juan Pablo II) utilizan ahora su poder para reprimir a los jesuitas tradicionales “desobedientes”, no sea que su revolución dentro de la Iglesia Católica se detenga.

El Vaticano no puede ignorar sus ultrajes para siempre, sobre todo porque los costosos juicios por abusos sexuales (los jesuitas llegaron a un acuerdo en 2000 con un seminarista que acusó a más de una docena de superiores jesuitas de enviarle fotos pornográficas y pedirle que realizara actos sexuales con ellos) y la reacción de los laicos, revelan que los jesuitas modernos son una de las principales fuentes de degeneración y disidencia en la Iglesia.

Quizá haya llegado el momento de una Segunda Supresión, no para matar a la Orden, sino para salvarla. A menos que el Padre Robert Drinans (N.deR.: fue un sacerdote jesuita y profesor de Derecho en la Universidad de Georgetown. Además fue abogado,  diputado demócrata por Massachusetts y 'activista') sea pronto suprimido y reemplazado por el Padre Fessio a la cabeza de la Orden, sus días están contados.

El cáncer de la corrupción está devorando la Orden rápidamente

“Entrar en los jesuitas solía llevarle a uno a un mundo estable; pero eso está lejos de la experiencia de los últimos tiempos”, escribe Garry Wills. “Un joven de treinta y cinco años que todavía estudia teología dice: 'Mi maestro de novicios se fue para casarse, mi director de formación se fue para tener una relación con otro hombre, etcétera. Uno no puede evitar tener la sensación de que los jesuitas de esta generación podemos ser los últimos'”.

Wills escribe que los autores del libro “Passionate Uncertainty: Inside the American Jesuits”, Peter McDonough y Eugene C. Bianchi, “informan de un acuerdo general entre jesuitas actuales y antiguos de que en la Compañía florece una subcultura gay. Los de fuera se dieron cuenta de esta subcultura en 2000, cuando se informó de que había docenas de jesuitas que padecían o morían de SIDA”.

Wills afirma que los jesuitas “ignoran discretamente las enseñanzas de la Iglesia sobre la homosexualidad” y que si el jefe de la Orden intentara hacer cumplir la prohibición de cualquier actividad homosexual, las filas, ya de por sí escasas, podrían reducirse considerablemente: los 'gays' podrían marcharse en masa, como ya lo han hecho los heterosexuales”.

“Un joven jesuita heterosexual dice: 'Me siento bastante solo cuando los jesuitas de mi generación hablan de sexo y sexualidad'. Los heterosexuales se quejan de estar en minoría en la “Compañía joven”. Los 'gays' quieren hombros sobre los que llorar mientras luchan por salir del armario y son excesivamente sensibles a cualquier detalle de una respuesta que puedan interpretar como de 'no aceptación'”.

Continúa Wills: “Un hombre de unos treinta años que enseña en un instituto también se siente desamparado: 'Varios de mis antiguos amigos jesuitas mencionaban el gran número de jesuitas homosexuales y el impacto que eso tenía en la vida de la comunidad como una de las principales razones por las que se marcharon. Como jesuita relativamente joven que es heterosexual, creo que estoy en minoría, y eso plantea preguntas'”.

Los autores McDonough y Bianchi hablan del “ensimismamiento” de los jesuitas modernos y de su “espiritualidad blanda” y “catolicismo de diseño”, como dicen los autores.

Si San Ignacio hubiera sabido que su Orden pasaría de luchar por la Iglesia a combatir a la Iglesia -de marines del Papa a enanos morales- nunca la habría fundado. Uno se pregunta cuánto tiempo permitirá el Vaticano que persista este insulto a su memoria.


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