El autor de esta carta, Antonio Caragliu, es abogado del Colegio de Trieste y miembro de la Unión de Juristas Católicos Italianos.
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Leyendo el artículo sobre Fiducia supplicans del nuevo director de "La Civiltà Cattolica", padre Nuno da Silva Gonçalves, me ha sorprendido el equilibrio y la mesura de la exposición: dos cualidades significativas del claro cambio en la línea editorial de la revista que se ha producido bajo la dirección del padre Nuno da Silva Gonçalves. Un cambio apreciable también en la secuencia de los artículos: entre los que ahora figuran de forma destacada los análisis históricos (y no “militantes”) del padre Giovanni Sale (el artículo de "La Civiltà Cattolica" en cuestión se encuentra en italiano aquí).
Quisiera decir, en primer lugar, que encuentro las críticas del cardenal Gerhard Murray, sobre la declaración Fiducia supplicans con el comunicado de prensa correspondiente del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, sobre la bendición de “parejas” homosexuales, impecable e ineludible.
Las objeciones teológicas de Murray se basan, en última instancia, en cuestiones racionales y, de hecho, muy seculares. De las que surgen varias preguntas:
- La intención expresada en la declaración de preservar la enseñanza católica sobre el matrimonio y la sexualidad, ¿no se contradice inevitablemente con el significado objetivo que transmite el gesto de bendecir a una pareja en situación irregular respecto a la doctrina católica?
- ¿Es posible bendecir a una pareja y, al mismo tiempo, no bendecir la unión que la constituye?
- ¿Puede la intención declarada en un documento trascender hasta tal punto el significado objetivo de un gesto?
- ¿Es tal la autoridad de Francisco ("el Magisterio del 'papa' Francisco") que puede atribuir y garantizar el significado de una conducta humana vulnerando los más elementales principios hermenéuticos?
Pero hay otra cuestión que plantean tales contradicciones. Es una cuestión que el cardenal Murray, manteniéndose dentro de su ámbito específico de competencia, no aborda, pero que los laicos reflexivos, sí. ¿Son intencionadas estas flagrantes contradicciones? ¿Son conscientes de ellas sus autores?
No se trata aquí de hacer un juicio de intenciones ni de pretender “leer en el corazón del hombre”. La intencionalidad de la conducta humana no es un ámbito ajeno a la consideración racional: nos referimos constantemente a ella tanto en la vida cotidiana como, aunque de forma analíticamente más refinada y metódica, en cuestiones de interpretación histórica o judicial.
Más allá de la evidencia de estas contradicciones, ¿es una coincidencia que para la Fiducia supplicans no se consultara a ningún obispo o teólogo, a diferencia de lo que suele ocurrir? ¿No es para evitar la confrontación con estas contradicciones que se evitaron tales consultas?
El propio Francisco, que se limita a reiterar que "se bendice a las personas, no a las uniones", se muestra eludiendo la confrontación con las objeciones formuladas pública y autoritariamente tras la publicación de Fiducia supplicans. Una evasión que confirma la conciencia de esas contradicciones.
La cuestión, en mi opinión, es que, en este caso como en muchos otros, durante este pontificado se ha hecho objeto repetidamente al “santo pueblo fiel de Dios” de una táctica consistente en la inducción deliberada de “disonancia cognitiva”.
La táctica consiste en introducir juntos, en nombre de la “apertura de procesos”, afirmaciones y principios incompatibles entre sí, negando al mismo tiempo su incompatibilidad lógica y funcional.
La incompatibilidad lógica y su negación son tales que crean una tensión, un verdadero malestar mental, cuya consideración crítica se aplaca tal vez con el elogio de la “inquietud”. En efecto, como señala Leon Festinger (1919-1979), el psicólogo y sociólogo que introdujo por primera vez el concepto de “disonancia cognitiva” en la psicología social en 1957, las personas tienen una necesidad innata de coherencia cognitiva. Así, quizá en nombre del “discernimiento”, se anima a cada cual a resolver estas incoherencias (negadas como tales) a su manera.
La consecuencia es que la búsqueda de la verdad deja paso a la lógica política de las relaciones de poder entre facciones. Hacia estas últimas, Francisco, al amparo del poder derivado de su cargo, se presenta como un árbitro dogmáticamente “desinteresado y desvinculado”.
Este patrón recurrente ha encontrado su apoteosis simbólica y al mismo tiempo la rotunda manifestación de sus límites precisamente con la publicación de Fiducia supplicans: un documento emblemático que es a Francisco como Dominus Iesus es a Ratzinger.
Ahora bien, el artículo en 'La Civiltà Cattolica' de su nuevo director dista mucho del análisis desinhibido que he ofrecido en estas breves líneas. Pero sin duda demuestra que se mantiene alejado de los entusiasmos apologéticos y a veces infantiles a los que nos tenía acostumbrados su predecesor Spadaro.
Por el contrario, el padre Gonçalves, con apreciable honestidad intelectual, señala la necesidad de profundizar teológicamente en la inédita distinción entre bendiciones litúrgicas y bendiciones pastorales, lanzando así una crítica sustancial, aunque afortunada: como si dijera que el “desarrollo” del que toma nota el documento es, en realidad, una cuestión que aún necesita ser bien desarrollada.
En resumen, la del padre Gonçalves me parece una presentación sagaz e inteligente de Fiducia supplicans, en la que también veo brillar la sensibilidad diplomática y eclesial del Secretario de Estado Pietro Parolin, cuya oficina se encarga del control previo de cada artículo de la revista.
Es como si los jesuitas de La Civiltà Cattolica se proyectaran ya hacia el próximo Papa, sea quien sea. ¿Instinto de supervivencia?
Saludos cordiales.
Antonio Caragliu
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