viernes, 1 de marzo de 2024

EL SIERVO DE DIOS DON DOLINDO RUOTOLO SOBRE EL “PASTOR ANGELICAL” QUE VENDRÁ

Hoy las proféticas palabras de Don Dolindo parecen muy perturbadoras ya que describió eventos que inequívocamente estamos viendo: del protestantismo a la apostasía el paso fue corto y, de hecho, hoy van de la mano.


Para aquellos que aún no conocen al sacerdote napolitano Don Dolindo Ruotolo, contemporáneo de San Pio de Pietrelcina, he aquí un breve excursus [1]:


Nació en 1882 en la ciudad napolitana, fue el quinto de once hermanos. A la edad de 14 años, con su hermano Elio, ingresó como colegiado en la Escuela Apostólica de Sacerdotes de la Misión de las “Vírgenes” en Nápoles. Ordenado sacerdote en 1905, fue nombrado por los Superiores como maestro de canto gregoriano para los clérigos, profesor de matemáticas, historia, geografía y griego. Pero todo esto sólo fue posible gracias a una intervención especial de la Madre de Dios: de hecho Don Dolindo era, según él mismo admitió, un “idiota”, un “mentecato”. No tuvo ningún éxito en sus estudios, en los que regularmente demostraba ser un “desastre” y un “estúpido”.

Sinceramente angustiado por esta condición, una gracia repentina - ¡pero solicitada! – cambió la vida del entonces joven Dolindo, Francesco Giuseppe, quien escribió esto en el reverso de una pequeña imagen de la Virgen:
“¡Sólo Dios! ¡Viva María! En memoria. Yo era un niño ignorante, me costaba entender y estudiar, habiendo asistido tres veces a mi primer año de secundaria. Después de vestir el hábito clerical el 15 de junio de 1896, recé a la Virgen ante esta imagen y le pedí inteligencia.

Estaba rezando el Santo Rosario con mis compañeros discípulos, y tenía esta imagen frente a mí apoyada en un libro. Le dije a la Virgen: ‘Oh mi dulce Madre, si quieres que sea sacerdote, dame inteligencia, porque verás que soy un idiota’.

De repente, arrodillado como estaba, me quedé dormido, la imagen movida, por el viento o por gracia especial, no sé decir, tocó mi frente, y desperté del sopor con mi pobre mente lista y clara. Hablé de todo, versifiqué, fui otro, pero sólo, entonces como ahora, por lo que glorificaba a Dios.

Por lo demás fui y soy un verdadero idiota.

Acudo a Ti, Mamá mía, y Tú me iluminas... ¡Qué hermosa eres! La gracia aumentó en mí en dos confesiones generales: el 5 de abril de 1898 y el 5 de mayo de 1899. Nápoles, 24 de septiembre de 1956. El pobre sacerdote Dolindo Ruotolo".
La vida de don Dolindo (Dolindo significa dolor), “mártir del deseo”, fue una prueba tremenda, de la que surgió -gracias a ese don de inteligencia recibido por mediación de María Santísima- un comentario sorprendente sobre las Sagradas Escrituras en 33 volúmenes y una extraordinaria obra sobre la Virgen.

Y es precisamente de su comentario a las Sagradas Escrituras que se ofrece para una lectura atenta lo siguiente [2].

Don Dolindo, refiriéndose a Pietro Galatino citado por Cornelio a Lapide (vol. XIX, p.1136), contempla así:
[…] “los mil años en que Satanás será atado deben contarse a partir de Jesucristo, y en su mayor parte a partir del Pastor angélico, es decir, a partir del gran Pontífice bajo cuyo pontificado se realizará la derrota del reino del mal y el esplendor del reino de Dios y el triunfo de la Iglesia en la tierra. Dice que este Pontífice será de una humildad, sabiduría y santidad admirables, tendrá doce Apóstoles como Jesucristo, y con ellos reformará la Iglesia, devolviéndola al esplendor de los Apóstoles. Este singular Pontífice es también anunciado y prometido por Santa Catalina de Siena, el Beato Amadeo y otros Santos.

En efecto, en todas las épocas de la Iglesia ha existido siempre una fuerte aspiración y una viva esperanza de un tiempo de vida santa, pacífica y sobrenatural y de un reino manifiesto y universal del bien sobre esta tierra. Satanás fue atado por Jesucristo en la Redención, pero la Iglesia ha esperado y espera todavía una victoria más deslumbrante sobre el enemigo infernal. […]

El Pontífice bajo cuyo reinado se ha de realizar este triunfo debe ser excepcionalmente santo y fuerte, y el triunfo de la Iglesia debe producirse después de un período de grandes tribulaciones y, como todo hace creer, después de una guerra exterminadora y desastrosa que será seguida o acompañada de feroces persecuciones contra la propia Iglesia. […]

Por lo tanto, esperamos con fe como inminente la aparición de un gran Jefe de Estado y de un gran Pontífice que restablezca la paz en el mundo y en la Iglesia.

[…] La Iglesia, ..., espera de la misericordia de Dios el reinado triunfante del Redentor en las almas, y confía en un milenio de santificación y de triunfo pacífico sobre la impiedad y el mal. En este período, que ya alborea, serán derrotadas la bestia que viene del mar y la bestia que viene de la tierra, el imperialismo apóstata y la falsa ciencia, y habrá un admirable florecimiento del espíritu cristiano y de la santidad.

La Iglesia no necesitará hacer nada nuevo, no necesitará cambiar su constitución, sino que sólo tendrá que potenciar en los fieles las admirables riquezas que posee. La verdad brillará con resplandor, y los Sacramentos, especialmente la Eucaristía, renovarán la vida cristiana. La santidad florecerá resplandeciente entre las almas consagradas al Señor, entre los sacerdotes, las monjas y los simples fieles. La verdadera caridad aliviará todos los sufrimientos humanos, y sustituirá a todas las utopías de los actuales envenenadores y corruptores del pueblo.

Esperamos firmemente que termine la ignominia de la vida mundana con todas sus aberraciones teóricas y prácticas, que terminen las degradaciones de la moda, de las malas costumbres, de la arrogancia, del robo, y que haya un nivel de vida más simple que alivie considerablemente las preocupaciones del lugar de peregrinación.

El secreto admirable de esta renovación de la humanidad será la Santísima Eucaristía, Jesús vivo y verdadero en la Iglesia, que se convierte en el alimento de las almas, que dirige toda su actividad a su Padre, las hace vivir para la gloria de Dios, vive en ellas para hacerlas vivir en Él y las transforma en criaturas nuevas.

Los primeros cristianos vivían como santos porque vivían íntimamente con Jesús en la Eucaristía; esto es un hecho histórico irrefutable; sus vidas se fueron relajando miserablemente a medida que se alejaban de Él, y llegaron a los siglos de plomo que prepararon primero el protestantismo, y luego la apostasía de todas las naciones de Dios”. […]
Al abordar el pensamiento de los santos y místicos católicos, pensamiento que es cuidadosamente examinado por la Iglesia, que es su juez, es una buena práctica recordar también la enseñanza de San Pablo: “No apaguéis el Espíritu, no despreciéis las profecías” . “Tamizadlo todo y guardad lo bueno” (1Tes 5, 19-21). Y es con esta exhortación en mente que las palabras de Don Dolindo parecen aún más perturbadoras al describir eventos que inequívocamente vemos hoy: del protestantismo a la apostasía el paso fue corto y, de hecho, hoy van de la mano; del mismo modo que propugnar utopías para envenenar y corromper al pueblo ha ocupado el lugar de la verdadera caridad [3] donde, sin temor de Dios y faltos de humildad, se ha optado por trocar a Cristo y la propia primogenitura por mucho menos que treinta denarios y un plato de lentejas.

Incluso identificando la bestia que viene del mar con el imperialismo apóstata y la que viene de la tierra con la falsa ciencia, Don Dolindo muestra toda su divina perspicacia, donde imperialismo significa hoy globalismo, que es la forma negativa, ideológica, de la globalización, en la que lo que prima ya no es el bien de lo global sino los intereses de esa clase elitista que impone el totalitarismo del pensamiento único anticristiano con el único fin de hacer del hombre un dios de sí mismo- y donde la falsa ciencia, contratada, ideologizada y politizada, es decir instrumental, ya no está al servicio del género humano sino que lo esclaviza apretando poco a poco la soga. ¿Acaso no lo hemos experimentado como protagonistas de la era "covidiota"?

Finalmente, ¿cómo no notar la evidencia del “pequeño número” de católicos, especialmente entre los prelados y el clero, cada vez más reducido?

Pero no debemos olvidar que los números pequeños, insignificantes según la vara de medir del mundo, son los números que agradan a Dios, que nunca gana por la fuerza, nunca por una mayoría aplastante, sino por unas pocas almas humildes, unos pocos apóstoles que son verdaderamente Suyos. Sus amigos. Sus elegidos. No sólo de la “primera”, sino también de la “última hora”.

¿Y cómo vencerá? El secreto, nos dice el Siervo de Dios, es “Jesús en la Eucaristía”.

Particular atención e interés debe comenzar a tenerse, pues, por el Siervo de Dios Don Dolindo, -cuyo proceso de beatificación está en marcha hoy por decreto del Arzobispo de Nápoles Domenico Battaglia-, un sacerdote que también sufrió mucho por la misma Iglesia, a la que fue totalmente obediente y nunca rebelde, al igual que su “amigo” y contemporáneo San Pío de Pietrelcina, quien lo estimaba como un “santo”.

Muy singular -y ahora lo mencionaremos brevemente- es que los más devotos del sacerdote napolitano sean los polacos, quizás incluso más que los italianos. La razón está en que don Dolindo profetizó lo siguiente, entendiéndolo procedente de la Virgen:
“María al alma. El mundo se dirige a la ruina, pero Polonia, como en tiempos de [Juan, ed] Sobieski, por devoción, será ahora como los 20 mil que salvaron a Europa y al mundo de la tiranía turca [bajo los muros de Viena en 1683, ed]. Ahora Polonia liberará al mundo de la más terrible tiranía comunista. Surgirá un nuevo Juan, que con marcha heroica romperá las cadenas, más allá de las fronteras impuestas por la tiranía comunista. Recordadle. Bendigo a Polonia. Os bendigo. Bendecidme”.
Pues bien, hoy los polacos, precisamente desde el Santuario de Jasna Gòra -dedicado a Nuestra Señora de Czestochowa (quizá más conocida por nosotros como la Virgen Negra, que se celebra el 26 de agosto)-, tan querida por la nación polaca, rezan por la beatificación del sacerdote napolitano.

Don Dolindo, junto con el Padre Pío, fue, tanto para su tiempo como para el nuestro, un ejemplo muy necesario para facilitar la distinción entre los verdaderos pastores y los mercenarios: los primeros dispuestos a dar la vida - “¡mártires de deseo! - mártires!” por las ovejas, en ejemplar humildad y obediencia a las autoridades eclesiásticas, los otros ebrios de orgullo y vanagloria, empeñados en apoderarse de los rebaños hambrientos de verdad, llevándolos a la rebelión y envolviéndolos en su propio y tristísimo destino.


Notas:

[1] Para información biográfica: “Fui chiamato Dolindo che significa dolore. Pagine di autobiografia” (Me llamaban Dolindo que significa dolor. Páginas de autobiografía) – Casa Mariana Editrice, 2021

[2] “Atti degli Apostoli, Lettere cattoliche, Apocalisse” (Hechos de los Apóstoles, Cartas Católicas, Apocalipsis) vol. 9 – Casa Mariana Editrice, 2022

[3] Sobre la verdadera caridad: “Habríamos hecho muy poco si hubiésemos asistido a todos los enfermos, ayudado a todos los pobres, educado a todos los ignorantes. ¿Qué es una caridad que alivie todos los dolores de los hombres, si luego tienen que morir? Nuestra caridad posterga la ruina final, pero no la evita y, por lo tanto, es una caridad ineficaz. La muerte no se puede abolir. Pero mayor caridad es la que produce inmediatamente la salvación sobrenatural, uniendo a los hombres a Dios”. Don Divo Barsotti, “La Mistica della Riparazione” (La mística de la reparación), Edizioni Parva


Extracto de Il Blog di Sabino Paciolla


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