martes, 5 de octubre de 2021

BÉLGICA: EUTANASIA TAMBIÉN A LOS RECIÉN NACIDOS

El término “eutanasia” nunca se utiliza para estos casos, pero en solo un año, entre 2016 y 2017, 24 niños de entre 0 y 1 año fueron sacrificados por no tener “esperanza de un futuro soportable”. Estos casos no se mencionan porque los padres han dado su consentimiento. Cuando hablamos de muerte “dulce”, ¿sabemos lo que es realmente?

Por Giuliano Guzzo


En los últimos días ha circulado en Italia la noticia de que el número de firmas para el referéndum sobre la eutanasia legal ha superado el millón –habiendo completado el comité organizador la certificación de más de 513.000 suscripciones-, y en este momento parece por tanto oportuno empezar a pensar en lo que está ocurriendo allí donde la “muerte dulce” está legalizada en serio desde hace tiempo. Hablamos de Bélgica, donde, en medio de la indiferencia general, desde hace algunos años se está imponiendo un fenómeno espeluznante: el asesinato de bebés cuya vida se considera “indigna de ser vivida”.

La demostración de que no hablamos de un bulo lo corrobora el hecho de que recientemente se ha hecho referencia a esta realidad en un artículo del que nadie ha informado en Italia, publicado en la revista científica Archives of Disease in Childhood -Fetal and Neonatal Edition- y comentado en la página web del Instituto Europeo de Bioética. El título del artículo, End-of-life decisions in neonates and infants, prácticamente ignora la gravedad del tema que se debate. Es decir, la eliminación deliberada de vidas humanas siempre que el equipo médico haya evaluado y considerado que “no hay esperanza de un futuro soportable”.

Según la publicación, entre septiembre de 2016 y diciembre de 2017, estas “intervenciones” afectaron a 24 niños de entre 0 y 1 año. La cifra de 24 niños supone que el 10% de los bebés que murieron dentro de su primer año de vida en Flandes lo hicieron por una decisión previa que dio lugar a un tratamiento activo como la inyección letal. Además de ser muy elevado, este porcentaje va en aumento, ya que en las encuestas realizadas entre 1999 y 2000 era del 7%.

Está claro cuáles son los problemas éticos en esta situación ya que se trata de verdaderos infanticidios aunque se cometan amparándose en un supuesto “futuro insoportable”. La cuestión es que, si se examina con más detenimiento, también hay problemas jurídicos, ya que, mientras no se demuestre lo contrario, la legislación belga ya permite practicar la eutanasia a menores de edad, siempre y cuando tengan capacidad de discernimiento y estén conscientes en el momento en el que se solicita la muerte “dulce”. ¿Cómo se explica entonces que en Bélgica se produzcan cada año decenas de muertes neonatales ante la indiferencia de la población?

Los trágicos casos de los niños británicos –Alfie Evans, Charlie Gard e Isaiah Haastrup- se han discutido diligentemente durante semanas, si no meses, así que ¿por qué a lo largo de los años se ha producido un preocupante silencio sobre el 10% de los bebés que murieron en Flandes a causa de la eutanasia? El dilema no parece tan descabellado, evidentemente, y puede aclararse con al menos un par de explicaciones. La primera es que estos pobres bebés recién nacidos fueron eliminados, casi con toda seguridad, con el consentimiento de sus padres; de lo contrario, los casos habrían acabado en los tribunales de inmediato, no en las páginas de la ciencia en las que, además, se habla abiertamente de la eutanasia.

Una segunda explicación del fenómeno –y también de por qué los padres de estos niños han dado probablemente su consentimiento a su muerte procurada- se deriva del clima cultural que, por desgracia, parece haberse creado en Bélgica. Estamos hablando de un clima mortífero, como lo demuestra también el hecho de que las muertes “a demanda” hayan aumentado exponencialmente –desde 2003 hasta 2019 se incrementaron en más de un 1.000%-, sin que resulte demasiado chocante.

De ahí una pequeña duda final: ¿El millón y pico de firmantes del referéndum sobre la eutanasia legal está al tanto de lo que ocurre en Flandes? ¿Qué piensan ellos? Y sobre todo: en los banquetes de recogida de firmas, ¿se cuentan estas cosas, o se sigue contrabandeando la eutanasia como una cuestión personal sin consecuencias sociales? La duda (e incluso algo más que una duda) surge francamente.




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