Por Jon Paul Fabrizio
Desde el lanzamiento de los teléfonos inteligentes, muchos han considerado obsoleto el "teléfono tonto". En nuestra sociedad frenética, la idea de no buscar inmediatamente en Google algún hecho o seguir una página de Facebook es inimaginable. Sin embargo, ha aparecido una corriente subterránea de resistencia. La gente está rechazando los teléfonos inteligentes. Han comenzado a abandonar sus teléfonos inteligentes en favor de una opción menos complicada llamada "teléfono minimalista".
La mayoría probablemente se burlaría de estas personas sin comprender el motivo de su decisión. Señalan que los teléfonos simples están desactualizados y son poco prácticos. Piensan que quizás la razón por la que la gente los compra es porque suelen tener un precio más bajo. Pero se quedan sin palabras cuando descubren que estos teléfonos de solo llamadas y mensajes de texto suelen ser más caros de lo que se imaginan. Se preguntan: ¿por qué estos dispositivos supuestamente empobrecidos se están volviendo cada vez más populares?
Menos es más
Comprar un teléfono con menos capacidades no es tan absurdo como puede parecer. En términos prácticos, podemos hacer más cosas cuando las distracciones del teléfono inteligente no están disponibles.
Un estudio empresarial (en inglés aquí) muestra que el trabajador de oficina promedio pierde aproximadamente una hora al día en actividades no relacionadas con el trabajo debido al uso de dispositivos móviles. Tal comportamiento perjudica tanto al empleador como al empleado. La empresa registra un descenso de la producción mientras el trabajador tiene una reducción de su autocontrol. El tiempo perdido solo aumenta cuando el trabajador regresa a casa y es mucho más probable que ceda a las distracciones.
Al optar por usar un teléfono sin distracciones, nos colocamos en un entorno más productivo. En lugar de sentirnos culpables por perder el tiempo, disfrutamos de una sensación de logro por un día bien ordenado.
Un regreso a la moderación moral
El teléfono inteligente es más que una distracción; favorece el desenfreno y los derechos. El hombre frenético de hoy cree que si algo está disponible y lo puede obtener, entonces se lo merece. Solo él tiene derecho a decir lo que puede y lo que no puede tener.
Esto crea una mentalidad en la que el consumidor busca solo el placer. La moralidad no juega ningún papel en los tratos económicos. La falta de moderación moral conduce entonces a un desprecio por el bien y el mal. Ya no es necesario practicar la templanza o la abnegación. Esta mentalidad contribuye a la actual crisis moral y económica del mundo moderno.
Sin embargo, la creciente popularidad del movimiento telefónico minimalista demuestra que todavía hay quienes desean volver a la moderación y el orden. Están dispuestos a usar la tecnología con moderación. La sociedad debe darse cuenta de que la tecnología se creó para servirnos, no al revés. La gente debe ver que la moralidad es más importante que el dinero y que la moderación moral es la defensa adecuada contra esta mentalidad de gratificación instantánea.
Un faro de esperanza
El declive de la moral y el aumento de la intemperancia frenética de nuestra sociedad de consumo ha hecho que muchos católicos fieles lamenten el estado actual de la humanidad. La mentalidad hiper-tecnológica parece tan prevalente hoy que ya ha declarado la victoria.
Aunque es una reacción menor, el teléfono minimalista brilla como un refrescante faro de esperanza. Si bien este desarrollo por sí solo puede no superar la actual crisis social, es sin duda un paso en la dirección correcta.
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