Escándalo
Santísimo Padre:
No se trata aquí de criticar en modo alguno la vida privada del Sumo Pontífice. Eso es asunto exclusivo de Dios y de su propia conciencia. A esto sólo cabría una excepción, el caso imaginario de un Papa que, a raíz de ciertos escándalos en su vida privada, se viera chantajeado hasta el punto de verse cohibido en el libre ejercicio de su función. En tal caso, las consecuencias de delitos puramente privados afectarían a toda la Iglesia, y cualquiera que tuviera conocimiento de tal situación tendría el deber de hacer todo lo que estuviera en su mano -incluso bajo pena de excomunión- para obtener la dimisión de dicho Papa.
El escándalo que nos ocupa es de otro tipo: se trata de actos públicos del Pontífice destinados a dar mal ejemplo a los fieles o a dificultarles la práctica de su religión... Vuestro Pontificado, Santísimo Padre, se ha caracterizado desde 1964 por una sucesión interminable de decisiones y gestos destinados a atraer a la opinión pública; muchos de ellos nos han dejado totalmente a oscuras en cuanto a vuestros motivos, o bien la explicación que ofrecisteis en su momento, aunque aparentemente adecuada, resultó más tarde engañosa, cuando se permitió que saliera a la luz el verdadero -y a menudo, inesperado- motivo. La intención sólo quedaba clara cuando los enemigos de la Fe nos mostraban lo encantados que estaban. Poco a poco, a través de una sucesión interminable de novedades, algunas dramáticas e inesperadas, otras de aparente poca importancia inmediata, el pueblo se ve reducido a un estado de desconcierto. Ya no tienen ni idea de hacia dónde se les conduce.
El escándalo de una vida privada pecaminosa es relativamente leve comparado con el que provocan, a escala mucho mayor y mundial, ciertos "actos del Pontífice" -que pueden interpretarse como "actos pontificios"- que difícilmente pueden verse con buenos ojos, incluso con el mayor esfuerzo de gimnasia mental. En efecto, parece que el Papa se desvive por escandalizar, desafiando a sus súbditos a seguirle en sus extraordinarios caminos. Hace todo lo posible para desalentar la oposición, que resulta difícil incluso de formular cuando las intenciones subyacentes a los actos están tan bien disimuladas. Sin embargo, todos los que no se oponen activamente se convierten en cómplices antes de saber dónde están.
Una vez comprendido el concepto de este Gran Diseño que Vos estáis siguiendo, metódicamente y sin vacilaciones, las razones subyacentes a la serie de escándalos que vamos a enumerar -aunque sea de forma incompleta- resultan fáciles de comprender. Representan una sucesión de actos llevados a cabo por vuestra propia iniciativa y con el objetivo de agitar una situación estática, algo así como romper el hielo de una extensión de agua congelada mediante una sucesión de ráfagas cuidadosamente programadas. Aparentemente inesperados, no son una serie de actos fortuitos, sino parte de un plan metódico cuya excelente puntería nos llena de admiración. Es la HEREJÍA EN ACCIÓN, el CISMA EN CONSTRUCCIÓN, que conduce a la creación de un cristianismo nuevo, humanista y "universal". Pero no podemos dejar de ver en ello la ruina de la Iglesia y de la civilización cristiana y su sustitución por una utopía a cuya sombra avanza el reino de Satanás.
1. La ruina de la Iglesia como Institución
Hemos asistido a toda una serie de decisiones sorprendentes, aparentemente destinadas a demostrar -o, al menos, a hacer creer- que la Iglesia como Institución no tenía derecho a ser respetada, más allá de los hombres que la representaban, y que, por lo tanto, el Papa era libre de hacer los cambios que quisiera, incluso en aquellos asuntos que habíamos tenido la suficiente ingenuidad como para considerarlos inatacables, cambios que afectaban a detalles menores, pero también a puntos de importancia fundamental. Pero siempre había un elemento de sorpresa y misterio en torno al cambio...
Habéis renunciado a la Tiara. El primero de vuestros "gestos proféticos" data de noviembre de 1964. Como, desde la lectura de Ecclesiam Suam, yo ya había visto vuestras intenciones, pude comprender sin dificultad el significado real de este gesto, al igual que el IDOC (Centro de Información Conciliar), cuya función era ayudar al comunismo en su penetración en la Iglesia, y que desde ese momento daba cuenta de cuál era vuestra posición política.
Pero, ¿por qué tuvisteis que ocultar vuestra verdadera intención bajo ese gesto romántico de hacer un regalo a los pobres, invitando a los obispos a hacer lo mismo? Por dos razones. En primer lugar, porque no podíais anunciar públicamente, tan poco tiempo después de vuestra ascensión, que el Romano Pontífice renunciaba a su derecho de precedencia sobre Reyes y Príncipes, que es lo que simboliza la Tiara. Eso habría suscitado ciertamente sospechas y protestas. Y por ello, optasteis por hablar a través de un acertijo. Pero los Francmasones comprendieron sin dificultad, mientras que los Tradicionalistas, decididos a mantener su confianza en Vos, prefirieron no entender.
Para mostrar a mis amigos lo que ocurría, les predije aquel mismo día que nunca más haríais fabricar otra Tiara. Al menos debéis admitir que no soy tonto, pues al menos lo entendí.
Aunque no es una mentira descarada, se trata de un disimulo o, si lo preferís, de una parábola. ¿No hablaba Nuestro Señor a las multitudes con parábolas, porque una lección así enseñada, cuyo significado no es inmediatamente obvio, al final cala mejor? Y así, cuando invitasteis a los obispos a seguir vuestro ejemplo y despojarse de sí mismos por el bien de los pobres, lo hicieron, en un número considerable, de acuerdo con vuestras intenciones tácitas. Se despojaron de sus insignias episcopales, signo de su gloria espiritual, y junto con ellas, renunciaron también al ejercicio de su autoridad, y vendieron los tesoros del patrimonio de la Iglesia - pero dejaron intactas sus cuentas bancarias. E incluso Vos mismo, ¿no habéis hecho renovar vuestros apartamentos y no ibais a construir, con un gasto considerable, jardines colgantes en los tejados de vuestro palacio, a riesgo de causar daños al viejo edificio?
He escrito largo y tendido sobre éste, el primero de estos gestos, porque ayuda a explicar otros escándalos similares. Una y otra vez, observamos en vuestros actos la misma sutileza, que los hace mucho más eficaces.
Así que comenzasteis a usar una Mitra en lugar de la Tiara, y poco después, renunciasteis también a vuestro cayado de pastor. Nuestros obispos comprendieron que también ellos debían renunciar a empuñar el cayado, tanto en sentido literal como figurado. Empezasteis a llevar un Crucifijo en lugar del Báculo, mientras que vuestros Predecesores lo llevaban delante de ellos, para tenerlo ante sus ojos. Esta nueva e inusitada costumbre sugiere que estáis renunciando a vuestra tarea de dirigir, gobernar y castigar a vuestros súbditos. Pretendéis popularizar una nueva imagen del Papa: la del humilde Ministro de la Palabra, que predica el Evangelio. La figura de Cristo en el Crucifijo que lleváis es terrible de contemplar, un cadáver desollado, una imagen de desesperación que sólo provoca desesperación en el espectador, sin ningún signo de Su Divinidad o Su Gloria venidera, ni de Su Triunfo actual. Aquí temo indagar demasiado en vuestro secreto... Pero debe haber una conexión entre la lamentable figura del Crucifijo y algunas palabras que pronunciasteis el 7 de diciembre de 1965. ¿Tal vez consideráis a Cristo como un símbolo de la suma total del sufrimiento humano?
En ciertas ocasiones se os ha visto llevar en lugar de la Cruz Pastoral, o además de ella, un emblema más conocido por los judíos que por los cristianos: una joya que reproduce exactamente el efod del Sumo Sacerdote. Un objeto similar ha decorado durante mucho tiempo el broche de la capa pontificia. En este caso, simbolizaba que la Iglesia, como heredera de la Antigua Alianza, sustituía a ésta, que dejó de existir desde el momento de su nacimiento, y adquiría el derecho a lo que quisiera de los antiguos rituales y ornamentos. Así, os servisteis de éste, el más misterioso de los antiguos emblemas simbólicos, para adornar vuestras vestiduras.
Pero llevarlo sobre el corazón, junto con la Cruz, o incluso en su lugar, es un asunto completamente diferente. Y adoptarlo precisamente en el momento en que las organizaciones judías internacionales ejercen una influencia creciente en el Vaticano sólo puede ser una señal -clara aunque tácita- de buena voluntad y cooperación. Lo dije en su momento, lleno de indignación. Si el objeto no ha vuelto a aparecer desde entonces, ¡mucho mejor!
En vuestra generosidad, obsequiasteis vuestro cayado y vuestro anillo al budista birmano U Thant para ayudar a los pobres. ¿No estaba calculado esto para ofender a muchos misioneros y Hermanas de la Caridad? ¿No hay pobres en vuestra propia diócesis que podrían necesitar ayuda? Tenemos entendido que estos objetos, después de haber sido vendidos y revendidos, han ido a parar a Ginebra (The Voice - USA, 9 de diciembre de 1972). ¿Por qué elegisteis vuestro cayado y vuestro anillo para este fin? Porque queríais desprenderos del cayado y el Anillo Pastoral era del tipo antiguo. Pensabais regalar a todos los obispos del mundo - con un gasto considerable - un anillo de oro nuevo y diferente, que debía ser el Anillo del Concilio. El cambio de Alianza debía simbolizarse con un cambio de anillo. Los antiguos anillos simbolizaban su alianza con Roma y la alianza de los obispos con la Iglesia de su propia diócesis. Así pues, había llegado el momento de deshacerse de ellos: venderlos o colocar el vuestro en el dedo del Dr. Ramsey (23 de marzo de 1966, Documentation Catholique nº 66, 1469, fotografía de portada). El nuevo anillo simbolizaría la solidaridad con la Nueva Iglesia y con Vos mismo - sería el Anillo de la Alianza de la Reforma... No, no se trata de una serie de actos aleatorios: hay método en vuestra locura.
Luego, hay toda una serie de decisiones inesperadas, enigmáticas, que afectan a personas individuales y a sus funciones, y que constituyen la mayor revolución jamás perpetrada en la Iglesia. Habéis conseguido el resultado deseado: que nadie vuelva a sentirse seguro o estable en su puesto, sino consciente de que, cualquiera que sea la autoridad que ejerza, es sólo por vuestro favor.
Fue por un golpe maestro de táctica que, después del Concilio, se quitó toda la eficacia a los Dicasterios de la antigua Curia y se transfirieron sus funciones a las nuevas secretarías post-Conciliares, de tal manera que nadie fue manifiestamente desposeído mientras que, de hecho, todos fueron privados de sus poderes en favor de los nuevos equipos, compuestos en su totalidad por progresistas. Otra decisión, la de revisar todas las funciones de la Curia a intervalos de cinco años, completó el proceso, dejando a vuestro servicio civil privado de toda independencia. Pero ¡basta ya de este tema! La Curia, lastrada por el yugo intolerante, deshonesto e incompetente de la Secretaría de Estado, espera pacientemente -un cambio de Papa- para recuperar de nuevo su libertad y estabilidad, su competencia y buen ánimo.
Decidisteis -en contra del propio Concilio, que habíais sopesado los pros y los contras de la cuestión- que los obispos debían jubilarse a los setenta y cinco años. Sin embargo, su jubilación no se aplicaría automáticamente, sino que dependería de vuestra decisión en cada caso, dejando así a los obispos ancianos a merced de vuestro capricho y despotismo. Como resultado de esta innovación, decidida por Vos en secreto y anunciada inesperadamente, la naturaleza misma del oficio del obispo ha cambiado. De ser el Padre y Pastor de su pueblo, se ha convertido en un funcionario constantemente preocupado por mantenerse en el lado correcto del Poder central.
Precisamente ahora estáis dirigiendo un diestro ataque contra el Colegio Cardenalicio y su celosamente guardada prerrogativa de elegir a los Papas. Sin previo aviso, sin consultar a nadie y menos aún a los personalmente afectados, decretasteis que los Cardenales debían ser privados de su condición de miembros del Cónclave al alcanzar la edad de ochenta años. Semejante desconfianza hacia los ancianos va contra todas las decencias de la civilización humana, así como contra la sabiduría de las Escrituras. Pero a Vos no os importa ni lo uno ni lo otro cuando se trata de seguir vuestra pasión por adoptar nuevas ideas. Nos queda la duda de si tal mutilación del Colegio Cardenalicio por razones totalmente arbitrarias no invalida su facultad jurídica. Ciertos doctos canonistas han dicho que sí, y han aportado pruebas que respaldan su opinión. Descifrar el enigma de vuestros verdaderos motivos subyacentes a esta decisión no ha sido sencillo. A primera vista, parecería que Vos estáis haciendo arreglos para asegurar que vuestro bando permanezca en el poder, y modificando el Colegio electoral, en consecuencia. Pero detrás de esto hay más que la mera manipulación de las próximas elecciones.
Recientemente, vuestro plan ha empezado a quedar al descubierto. Primero os deshicisteis de una treintena de cardenales ancianos y limitasteis a 120 el número máximo de cardenales en el Cónclave. A continuación, anunciasteis, de forma bastante vaga, la siguiente etapa del proceso que conduce al objetivo final que ya habéis decidido. Se trata de admitir -tal vez- a los Patriarcas orientales en el Cónclave, y quizá también a los miembros de la Secretaría sinodal (Alocución al Consistorio de Cardenales, 5 de marzo de 1973). Los números son en cualquier caso insignificantes, una docena de nuevos miembros como máximo. Y luego, en vuestro Discurso del 5 de marzo, en presencia de los nuevos Cardenales, os delatasteis lo suficiente como para que al menos los iniciados capten toda la amplitud de vuestro plan. La introducción en el Cónclave de "ciertos representantes nacionales" pondría finalmente a la Iglesia "en línea con nuestros días y nuestra época", permitiéndoos emprender, "sin timidez, en un curso dirigido hacia el futuro":
" No penséis nunca en quedaros fuera de la corriente principal de la vida... Recordad, más bien, que, unidos como estáis a la Iglesia de Pedro, estáis en la vanguardia de esos grandes movimientos que llevan a la humanidad hacia su destino ineludible, que, sin embargo, sigue siendo tan difícil de alcanzar: nos referimos a la unidad, la fraternidad, la justicia, la libertad dentro de un sistema ordenado, la dignidad personal, el respeto a la vida, el dominio de la tierra sin convertirse en su prisionero, la cultura que no se permite llevar a los hombres por mal camino... " (Discurso del 5 de marzo de 1973).
Puede que Vos habléis con acertijos, Santísimo Padre, pero desde 1964 somos bastantes los que hemos visto a través de ellos. Nos hemos dado cuenta de que os estáis preparando para desempeñar vuestro papel en el movimiento hacia la Democracia Mundial y que, con este fin, estáis llevando a cabo una revolución paso a paso en la Iglesia Romana. Hoy estáis tomando medidas para democratizar su sistema de elección de su... Presidente. Habéis fijado en 120 el número de Cardenales que participan en un Cónclave: este número es invariable, mientras que el de los "Representantes Nacionales" es variable: 8 o 10 hoy, y mañana quizá 100, 200, 500... No pasará mucho tiempo antes de que vuestro fin -hacer que la elección papal sea comparable en todos los aspectos a la elección presidencial de las grandes democracias modernas- se haya alcanzado, y la Iglesia podrá entonces afirmar que se ha "puesto en línea con nuestro tiempo", que ha formado "una relación creíble con el mundo", que ha "entrado en el movimiento de la historia que está en constante evolución y cambio, procediendo sin cesar a nuevas conquistas cuyo fin y objetivo es escatológico" (Discurso del 5 de marzo de 1973).
La realidad es menos edificante. Al "alinearse con la sociedad moderna", el alma misma de la Iglesia ha cambiado, y se ha revestido de los caracteres de una tecno-burocracia y de un estado policial. La Jerarquía eclesiástica ha perdido su orden canónico, su fuerza y su estabilidad, cediendo su lugar a la tiranía anónima de un sistema donde cada pequeño déspota puede prepararse un buen lugar. La tiranía y la anarquía comienzan a perseguirse en círculos una vez que un orden social estable y legal ha dado paso a otro basado en el gobierno arbitrario de las voluntades individuales.
2. La religión se está extinguiendo
Siempre hay alguna causa oculta que subyace al colapso repentino y generalizado de la religión de todo un pueblo. Pero cuando es la Creación del Espíritu Santo -la que es eterna y siempre nueva- la que se ve así afectada, debe haber en verdad un pecado humano muy grave que lo explique. Nuestra sagrada Religión no puede retroceder a escala mundial a menos que haya habido un grave fallo en la esfera de la Oración, de la Fe y de la Moral.
¿ORACIÓN? Vos mismo rezáis, así lo entendemos. Aunque se trata de un asunto que concierne al ejemplo público dado por el Papa, está sin embargo tan estrechamente ligado a vuestra vida espiritual privada, que no puedo decir mucho sobre este triste aspecto del actual Pontificado. Lo que es evidente es que todas las formas de devoción y de oración pública han desaparecido bajo vuestro Pontificado y que Vos no hacéis nada para remediar la situación, aparte de expresar a veces vanas lamentaciones... Sólo queda la "Celebración Eucarística" y ésta también tiende a ser sustituida, en pie de igualdad, por "celebraciones de la palabra" y "celebraciones ecuménicas" que son tan vacías como el "culto divino" de los protestantes. Sólo en las reuniones privadas de los tradicionalistas se sigue rezando el rosario. En cualquier caso, si no me equivoco, ¿nunca se os ve rezar en público? Durante vuestra visita a Fátima, ¡nunca os vimos ni os oímos rezar ni un Ave María!
¿FE? Ya he dicho algo sobre este tema anteriormente. Aquí comentaré sólo un aspecto que parece haber pasado desapercibido, aunque es muy significativo. Se trata de esas alocuciones de los miércoles, Santísimo Padre, que parecen llenas de piedad, pero en las que, sin embargo, Vos siempre dais excesivo énfasis a la duda, a las objeciones, a las hipótesis contrarias a la revelación divina... Y luego, cuando llega el momento en que debéis dar la respuesta cristiana y exponer la verdadera doctrina, nunca os queda tiempo suficiente. Psicológicamente, parece que os convertís en apologista de la duda, y nos quedamos sin saber de qué lado estáis: del de la objeción o del de la respuesta cristiana. A veces sucede que los enemigos declarados de la fe citan vuestras mismas palabras para defender sus puntos de vista. Así, la roca comienza a desmoronarse y la fe a desaparecer en todo el mundo.
¿MORAL? El apogeo del Concilio y vuestra propia ascensión parecen haber coincidido con un declive general de la moral. La permisividad comenzó a extenderse rápidamente por todo el mundo. ¿A qué se debe esta coincidencia? Tal vez la gente os entienda mejor de lo que Vos creéis. Saben que estáis dispuesto a disculpar cualquier infracción de la ley moral -por piedad hacia los pobres desgraciados, sin duda- y que, por mucho que habléis contra el pecado, nunca llegaréis a imponer ninguna sanción canónica a los infractores o a sus cómplices.
En términos más generales, parece aceptado hoy en día y, de hecho, lo ha sido durante un siglo o más, que el "progreso" en el pensamiento va de la mano con la relajación de las normas morales. Por eso, todos vuestros predecesores lucharon heroicamente contra ese supuesto "progreso" y contra la corrupción de la moral. Al querer aceptar las normas modernas y abrir la Iglesia al "progreso" moderno, excluis la posibilidad de combatir la inmoralidad con alguna esperanza de éxito. Todos hemos visto las imágenes que os mostraban recibiendo a Claudia Cardinale y a Gina Lollobrigida en San Pedro con ocasión de algún "Día" de la radio o del cine. Sin duda, Vos os mostrabais "con ellas". ¿Realmente os alegrasteis de recibir a estos ídolos de las pantallas de cine, pecadoras públicas sin ningún signo de arrepentimiento, que llegaron incluso a acudir a la audiencia papal llevando la más corta de las minifaldas? Vos habéis rendido homenaje a la sociedad permisiva y, desde entonces, la indecencia en la moda se impuso: ¿qué sacerdote se sentiría capaz de prohibir algo que el Primero de los sacerdotes había considerado aceptable en el principal santuario de la cristiandad?
Sé que -para evitar que tal sacrilegio tuviera lugar dentro de la propia Basílica- habíais construido una inmensa y moderna sala de audiencias. Pero el remedio es peor que la enfermedad. El alcance y la licencia permitida a la inmoralidad, en vuestra propia presencia, se ha multiplicado muchas veces, y lo poco de piedad que había permanecido anteriormente, gracias al carácter sagrado del lugar, ahora se ha ido por la borda.
EL MATRIMONIO DE LOS SACERDOTES
Como en las épocas decadentes del pasado, es a través del matrimonio de los sacerdotes que la ruina moral ha entrado en la Iglesia. Pero hoy, por primera vez en la historia, ¡esto ha tenido lugar con el consentimiento -incluso con la ayuda- del Vicario de Cristo!
Aquí, una vez más, vuestra parte en el escándalo se jugó de una manera enigmática, y casi nadie vio a través de vuestra intención oculta. Aunque yo mismo había comprendido lo suficiente leyendo su Encíclica Sacerdotalis Coelibatus (24 de junio de 1967), no quise escribir nada al respecto, y me abstuve durante mucho tiempo. Porque en ese documento Vos parecéis defender el celibato de una manera que a primera vista parece firme. Pero la apariencia sirve para encubrir vuestras segundas intenciones. En primer lugar, y paradójicamente, exponéis las dificultades del celibato, las objeciones y los obstáculos que se le oponen, pero sólo para decidir, por el momento, "mantener intacta la disciplina relativa al celibato eclesiástico". Y luego enumeráis todas las condiciones necesarias para ello. Las personas implicadas deben estar adecuadamente preparadas, bien adaptadas, bien probadas. Entonces, ¿creéis que, siempre que el celibato esté bien preparado -como lo estará ahora, teniendo en cuenta todas las condiciones que habéis enumerado-, en el futuro no habrá más fracasos? Pero, ¿y en el pasado? ¿En los días antes de que la ciencia de la psicopedagogía haya alcanzado su actual estado, antes de que Vos entrarais en escena? Aquí cedéis y os mostráis dispuesto a creer todo lo que os digan. Evidentemente, habríais estado dispuesto a liberar a cualquiera que os lo pidiera (Sacerdotalis Coelibatus, nº 84). Y en ese terrible párrafo 83 atribuis "la verdadera responsabilidad" no a los desdichados sacerdotes que fueron destituidos, sino a la Iglesia misma, tal como era antes de vuestra época, a su equivocado sentido de los valores y a la difícil vida que exigía a sus sacerdotes.
Además de esto, creasteis una Comisión ad hoc el 2 de febrero (¡fijaos en la fecha!) de 1964, y comenzó a darse a conocer ampliamente que el Papa estaba dispuesto a permitir la anulación de los votos y a autorizar el matrimonio -en una iglesia, legal y sacramental- de aquellos sacerdotes que realmente lo desearan. Un sacerdote de Versalles, cuya petición había sido rechazada por Pío XII y por Juan XXIII, fue informado formalmente de que valía la pena que volviera a solicitarlo, ya que el nuevo Papa, que tenía ideas más generosas, probablemente accedería a su petición. Escribió sobre ello en los periódicos e incluso publicó un libro con su historia. Siguió una avalancha de solicitudes y, cuando la maquinaria judicial se desacreditó, un verdadero torrente de salidas extraoficiales. Se ha convertido en la alta y excelsa tarea de la Sagrada Congregación para la Defensa de la Fe y, de hecho, en la vuestra propia, hacer posible que estos preciosos sacerdotes puedan desposar a sus amadas. En 1972, había 4.000 dispensas oficiales, es decir, se trataban a razón de 11 casos al día. El número total de los que se fueron puede acercarse a los 10.000 - mientras que el número de ordenaciones en ese año fue de 2.800. ¡Nadie puede negar que habéis tenido más éxito que Lutero! (Actas de la Santa Sede en 1971 - Edición de 1972)
Esto, Santísimo Padre, proviene de vuestro Culto al Hombre y al Amor humano - que conduce al desprecio de Dios.
La cuestión que se plantea es si tenéis derecho a dispensar de sus votos a quienes, como decimos, se han desposado con Dios. Entre los teólogos que os conceden tal derecho, la mayoría considera que, por justicia y equidad, deberíais hacer uso también de ese otro derecho, más simple, que se derivaría a fortiori: ¡el de anular los matrimonios infelices! Esto también se ha convertido en un tema de discusión, cuando Vos podéis reclamar el derecho de suprimir el Índice y el Santo Oficio, el derecho de cambiar la Misa y prohibir el Rito Antiguo - todos esos "derechos" que Vos sois el primero en la historia de la Iglesia en reclamar, como parte de ese vasto derecho que habéis asumido - de "reformar" la Iglesia incluso hasta el punto de cambiar nuestra misma religión. Lo que está fuera de toda duda -y es un escándalo en sí mismo- es que estáis dispuestos a ir en todo a los límites de vuestro derecho, si no más allá, para complacer los deseos y pasiones de hombres y mujeres a expensas de los sagrados Derechos de Dios. Basta que un sacerdote se enamore de una mujer para que le deis, en el nombre mismo del Sagrado Corazón de Jesús que había desposado, los papeles de baja que pide.
Porque, según la nueva forma de dispensa, se supone que es Dios mismo quien libera a estos sacerdotes de sus votos cuando reciben, de los funcionarios diocesanos, su permiso para casarse. Así, al día siguiente, pueden entrar en una iglesia y pedir a Dios, como el Esposo traicionado, ¡que conceda una alegre bendición a su nueva unión! Antiguamente, cuando se rompía el contrato, se trataba de un acto de la pareja humana: ¡hoy se supone que es de Dios y de la Iglesia! En el pasado, los compañeros sacerdotes del que había repudiado sus votos esperaban su regreso y rezaban por él. El hecho de que Dios mantuviera la fe en aquellos que le habían desposado y después traicionado, servía también de ejemplo y estímulo a los casados y a los padres traicionados por sus hijos; el hijo pródigo sabía que le esperaba una bienvenida a su regreso. Pero Vos habéis cambiado todo esto, y habéis introducido en la unión mística entre Dios y el sacerdote, ¡una forma de divorcio por consentimiento mutuo! No queréis que el Amor de Dios supere jamás al de la criatura humana, no queréis que ésta sea sacrificada por el mayor Amor de Dios. Y así arregláis las cosas para que sea Dios quien, por piedad, acepte renunciar a sus pretensiones para asegurar la felicidad de la criatura.
Sois Vos quien ha puesto la tentación en el camino de vuestros sacerdotes, quien os has hecho el cómplice poderoso del Demonio, de la mala mujer y de la carne. Y para el sacerdote caído, sois, en efecto, el mayor enemigo que, uniéndolo sacramentalmente con la compañera de un breve momento de locura, le prohíbe volver a su primer y eterno Amor.
Por vuestra permisividad, la cuestión del matrimonio de los sacerdotes se ha convertido en tema constante de campañas en la prensa, de debates públicos y de grupos de estudio. Los fieles son muy conscientes de que la imagen del sacerdote, tan exaltada y pura antes de vuestros días, se ha empañado y degradado. Los no creyentes, los católicos no practicantes, tienen motivos para alegrarse. Para ellos, su párroco, o el sacerdote de quien en otro tiempo habían recibido la Primera Comunión, seguía siendo un vivo reproche a su propia mala conducta y un incesante recordatorio de la necesidad de su conversión. Hoy en día, el sacerdote es generalmente sospechoso de estar tan a merced de la carne y de sus pasiones como cualquier otro mortal. Ya no es un reproche para nadie.
Pero, ¿qué otra cosa podíais hacer? Santísimo Padre, sólo podía hacer una cosa: decir NO, como vuestros predecesores. Pero eso habría causado angustia; habría implicado rechazos y reprimendas, incluso castigos. Habría significado insistir en la abnegación, obligarles a la castidad. Pero eso es precisamente lo que la misma Caridad os habría obligado a hacer, Santísimo Padre, si el amor que sentís por los demás no fuera una forma de orgullo y egoísmo, de amor propio más que de verdadera caridad. Estáis dispuesto a consentir el mal antes que arriesgar vuestra popularidad. No puede haber otro modo de salvar a la Iglesia de la desgracia en la que se han visto envueltos sus sacerdotes y religiosos que romper de raíz con todas las nuevas normas y costumbres, con la nueva mentalidad asociada a este Pontificado, y quemar o desinfectar todo aquello con lo que éste ha entrado en contacto. Si no se corta por lo sano, ¿cómo podrá la Iglesia salir de las profundidades actuales?
3. Vuestra traición a la cristiandad
El escándalo de la corrupción moral se basa en pruebas incontestables: los hechos no son discutibles. El escándalo de vuestra traición a la Cristiandad en el ámbito político también se basa en pruebas incontestables, pero la interpretación de los hechos por vuestra parte y por vuestros partidarios es tan diferente que el escándalo sólo existe para "la gente de derechas", mientras que "la gente de izquierdas" más bien os aplaudirá. Ello se debe a que, en nuestra sociedad occidental, todo lo relacionado con la política se ha convertido en una cuestión de opinión personal y de libertad individual, lo cual puede ser una locura, pero es un hecho. La esencia del escándalo no es menos criminal por ser considerada así por un solo sector.
Somos católicos por encima de todo, y esto se aplica a Vos, Santísimo Padre, en grado supremo. Nuestra lealtad a Dios y a Cristo nos une a la parte del mundo que es cristiana, más especialmente a la Europa latina, donde el cristianismo, aunque golpeado por asaltos desde dentro y desde fuera, sigue siendo más evidente. Nuestro amor a la Iglesia abarca a los países que cuentan con numerosas iglesias, donde el pueblo es católico, donde el Estado profesa abiertamente la fe católica. Yendo más allá de este círculo, ahora desgraciadamente muy reducido, hay otros países que merecen nuestra preferencia, donde el pueblo es cristiano y nuestra santa Religión puede ser libremente practicada y predicada al pueblo. Eso es lo que conocemos como el mundo libre que, como resultado de la colonización y de la labor de los misioneros, no tardaría en extenderse por todo el planeta. Es bueno recordar que el mundo estaba ya en vías de cristianizarse cuando intervino el enemigo.
Disculpadme, Santísimo Padre, si os recuerdo algunos hechos y las obligaciones de una lealtad sobrenatural que os negáis a reconocer.
El enemigo al que me refiero no es el pueblo ruso, ni el pueblo chino: es, sencillamente, el COMUNISMO ATEO que, con la mentira y el asesinato como instrumentos, está conquistando sistemáticamente el mundo e instaurando su imperialismo y su esclavitud, llevando a una tiranía y a una persecución masiva de todo lo que es cristiano, como nunca se ha conocido.
El comunismo está abiertamente al mando en Europa del Este y Asia Central, desde donde se eleva sobre Europa Central, y al mismo tiempo está avanzando en el Lejano Oriente y Oriente Medio, listo para rodear Europa a través del sur de Asia y África. Además, se ha establecido en Cuba y también -con la ayuda de la Iglesia y, por lo tanto, con vuestro permiso- en Chile. También se está extendiendo por otros lugares, en el mundo libre, al amparo de las famosas libertades democráticas y "en particular, la de la libertad religiosa" (Discurso del Papa Pablo VI a la ONU). Con la ayuda de esas nebulosas doctrinas del "neutralismo" y de la "coexistencia pacífica", supuestamente tan útiles para los negocios y las finanzas. La gangrena se ha instalado y constituye la mayor amenaza imaginable para la continuidad de la humanidad.
El otro enemigo, estrechamente ligado a éste, es EL ANTICOLONIALISMO DEL TERCER MUNDO, una forma racista de nacionalismo que pretende alcanzar la independencia con la ayuda de la revolución. Sus semillas fueron sembradas, desgraciadamente, por nuestros propios correligionarios laicos y socialistas y ha dado lugar a las guerras de liberación que nos han ganado los pueblos colonizados como consecuencia de nuestra propia debilidad.
Así podemos ver cómo el Mundo Libre se reduce en tamaño, mientras que el Mundo Comunista se encuentra en un estado de expansión y "colonización". A efectos prácticos, se ha desintegrado, dando lugar a la formación de un Tercer Mundo lleno de revueltas y celos contra sus antiguos colonizadores, y atraído hacia el comunismo internacional por las maniobras y la presión ideológica de estos últimos. No era difícil prever que las tierras perdidas por el Occidente cristiano serían presa de la expansión del Oriente y Extremo Oriente gobernados por los comunistas. Incapaces de avanzar directamente a través de Europa Central, las fuerzas subversivas y militares del comunismo prosiguen la guerra atizando "guerras de liberación" anticolonialistas en todo el Tercer Mundo. Y, mientras Europa sigue amenazada por una invasión directa, América del Norte también está en peligro como resultado de la actividad subversiva, con el riesgo continuo de una guerra total.
¿Y qué hace el Papa para ayudar a la humanidad frente a la amenaza de un peligro tan vasto? ¿Qué predica en esta lucha ideológica? ¿Qué táctica emplea cuando todos los pueblos "se han reunido contra el Señor y contra su Cristo" (Sal 2,2)?
El Papa está traicionando al mundo cristiano.
VUESTRA SUPUESTA NEUTRALIDAD
El 29 de enero de 1965 hicisteis uno de esos gestos sorpresa, uno de esos enigmáticos "actos" que tienen la apariencia de ser "Actos Pontificios", y a los que me he referido como "escándalos": devolvió a los turcos el Estandarte de Lepanto. El trofeo había sido conservado durante casi cuatrocientos años en Santa María la Mayor, como ofrenda ex voto a la Santísima Virgen, Guardiana y Protectora de la Cristiandad. La bandera había sido arrebatada en el fragor de la lucha a un almirante turco durante la famosa batalla naval del 7 de octubre de 1571 que salvó a Occidente de la amenaza musulmana. San Pío V tuvo una visión de la victoria en el mismo momento en que se producía, e instituyó la fiesta de Nuestra Señora del Santísimo Rosario para perpetuar este milagroso resultado obtenido por su intercesión. Las guerras de religión dividían y asolaban entonces Europa, haciéndola presa fácil de la invasión de los bárbaros.
Al hacer este gesto emitisteis un Breve dirigido a las autoridades turcas, y esto nos da alguna pista sobre el verdadero significado: "Las guerras de religión han terminado para siempre". La acción y las palabras que acompañaron este hecho equivalen, en conjunto, a un escándalo cuyas repercusiones son infinitas e irreversibles.
Con referencia, en primer lugar, al pasado, vuestro acto parece poner en duda la legalidad de la Cruzada predicada por San Pío V y la naturaleza genuinamente milagrosa de la victoria, así como los méritos del Papa que había llamado a los cristianos a luchar, y la autenticidad de su visión. Pero por encima de todo esto, es un insulto a Nuestra Señora del Santísimo Rosario y arroja un velo de vergüenza sobre su fiesta del 7 de octubre. Devolver el estandarte implica que Vos sentís la necesidad de enmendar honrosamente a los turcos musulmanes y estáis dispuesto a pisotear el pasado de la Iglesia.
Pero el elemento enigmático de vuestro gesto tiene que ver con el presente más que con el pasado: es vuestra manera de dejar claro que el Papado de nuevo cuño se desvincula de los conflictos de entonces, que no reconocerá a nadie el derecho a luchar en nombre del cristianismo, ni considerará a ningún pueblo o Estado, ni siquiera a uno que persiga a la Iglesia, como enemigo de Dios, contra el que todos los demás tienen el deber de unirse en una Cruzada.
¿Las guerras de religión han terminado para siempre? Olvidémonos de los turcos, para quienes su gesto no significó nada y que lo recibieron con indiferencia o incluso irritación. ¿Y los demás? ¿Ya no estáis dispuesto a condenar ni siquiera al más salvaje de los perseguidores? ¿No bendeciréis las banderas de los cristianos que luchan contra ellos?
En un momento en el que Occidente ignora una vez más el peligro en el que se encuentra, en el que se enfría en la fe y se ensimisma en sus vicios, en el que tiene tanta necesidad de que el Papa lo despierte y le dé valor para resistir a la agresión y a la invasión -pues, ¿no es la situación de 1971 similar a la de 1571, y no es la flota rusa en el Mediterráneo una amenaza mil veces mayor que los turcos de antaño?-. Es el preciso momento en que otro San Pío V debería levantarse y ordenar peregrinaciones a Santa María la Mayor en Roma, condenar las infiltraciones comunistas en la Iglesia y en el mundo libre, advertir al Tercer Mundo contra la seductora traición del marxismo, hacerse portavoz de los cristianos perseguidos, de los católicos que sufren el martirio y, finalmente, bendecir a los ejércitos de Occidente que luchan contra las fuerzas comunistas o se preparan para resistir su embestida. ¡... en este trágico momento de la historia, el Papa -Vos, Santísimo Padre- llegáis al extremo de devolver a los enemigos de antaño, un trozo de trapo antiguo que había yacido a los pies de la Santísima Virgen en Roma como ofrenda ex voto de la cristiandad agradecida por su liberación !
Recuerdo este gesto entre tantos otros que, al no estar muy al tanto de los acontecimientos políticos o diplomáticos, dejé pasar desapercibidos. Hay toda una serie de actos de "neutralismo", de elogios sinceros a los apóstoles de la coexistencia pacífica en nuestros días, que tal vez haya anotado de pasada en mis Cartas a mis Amigos, y más tarde en la Contrarreforma Católica, o que podría buscar, si este Proceso lo requiriera. Estas diversas palabras y gestos no eran más que una cortina de humo que ocultaba el movimiento muy real de vuestra diplomacia y vuestro corazón en dirección a Moscú y Pekín, y hacia las guerrillas y los terroristas en todos los países del mundo.
Os alegrasteis de recibir a Martin Luther King. Os deshicisteis en elogios hacia Gandhi y Nehru. Permanecisteis ciego y sordo ante las campañas procomunistas y el fomento del racismo negro por parte del primero de ellos y la violación de la paz y los derechos de los pueblos por parte de los últimos apóstoles de una falsa No Violencia, dispuestos a anexionarse las antiguas ciudades francesas de las Indias y la católica Goa portuguesa. Vuestro corazón permanece siempre frío ante la miseria de vuestros propios hijos injustamente reducidos a la esclavitud. No queréis saber nada de ello, decís. Cuando vuestra política está en juego, estáis dispuesto a negar el conocimiento de cualquier cosa o de cualquier persona.
En cambio, siempre estáis dispuesto a denunciar cualquier injusticia, cualquier condena a muerte, cualquier caso de tortura, en cualquier parte del mundo, con la única condición de que sea imputable a un poder cristiano y se lleve a cabo en el marco de la lucha contra la subversión. Recuerdo, como uno de los primeros casos de este tipo, vuestra intercesión, junto con el "Sr. H", Presidente de la ONU, y el "Sr. K", en favor de tres "sindicalistas negros" condenados a muerte, para los que solicitasteis el indulto del Gobierno sudafricano. Fue en 1964, poco después de Ecclesiam Suam. Vos queríais estar incluido entre los "defensores de la justicia" y los "luchadores por la paz". Poco después, defendisteis la causa de los derechos civiles de los negros en Estados Unidos. Y ofrecisteis vuestros servicios, en vuestra calidad de "amigo del hombre", como intermediario en Vietnam, en Chipre, en cualquier lugar donde hubiera una guerra.
Pero en vuestra determinación de ignorar las "guerras de religión", cerrasteis los ojos ante la agresión comunista, ante la ideología atea en acción, ante la subversión revolucionaria. Vos pretendéis ser siempre "neutral"; es decir, veis una igualdad a priori entre las reivindicaciones y los derechos del comunismo y del mundo libre, entre el agresor y la víctima, entre el perseguidor y el oprimido. Vos propugnáis la no violencia, buscáis acuerdos a través de la negociación; y respaldados por estas altisonantes concepciones de las relaciones humanas tratáis de imponer al Mundo Libre la obligación de renunciar a toda resistencia y buscar la "paz a cualquier precio", incluso a costa de ceder el paso al enemigo. Gracias a Vos, a vuestro pacifismo y a vuestro "neutralismo", la violencia, la agresión y la subversión triunfan en todas partes y el Mundo Libre sólo conoce una derrota tras otra y está en continua retirada ante los bárbaros modernos... con la única excepción de aquellas partes donde se niegan a escucharles y siguen luchando -incluso cuando Vos, como el resto del mundo, están contra ellos- porque están seguros de tener razón y se han mantenido orgullosos de su fe católica: Estoy hablando de Portugal.
No subestimamos la sordidez del Mundo Libre, toda la injusticia, la corrupción y las divisiones religiosas, por no hablar de su apostasía que se extiende rápidamente. Sigue siendo, sin embargo, UN MUNDO CRISTIANO donde la Iglesia es libre y capaz de trabajar por la salvación de las almas y la reforma de la sociedad. En comparación con el salvajismo y el terror del comunismo y la anarquía y la miseria física del Tercer Mundo, sigue siendo un mundo de civilización, paz y prosperidad: un mundo privilegiado y feliz.
Lo chocante es que lo halaguéis en su incredulidad e indiferencia religiosa, su inmoralidad y su desprecio por las Leyes y Derechos de Dios. Ni siquiera tratáis de corregir sus faltas. ¿Habéis hecho alguna vez algo para sacudir su orgullo y egoísmo, su sensualidad y materialismo, su total desprecio por lo sobrenatural, recordándole su vocación cristiana y la necesidad de volver a ser católico? Preferís, más bien, incitar a los pueblos a rebelarse contra él, en nombre de la justicia. Le pedís que reparta sus riquezas equitativamente entre todos, lo que es prácticamente imposible, y luego le acusáis de racismo y violencia, no para corregir sus defectos, sino para contribuir a su condena en el tribunal de la política mundial. Vuestra búsqueda de la justicia no está guiada por ningún celo por Dios o por la salvación de las almas, sino por vuestro interés en el progreso de la revolución.
No sentís amor por el Mundo Libre. Porque si lo amarais, seríais más duro con sus defectos; os mostrarías estricto sin miedo a la impopularidad. Y al hacerlo, le estarías confiriendo un inmenso beneficio, ya que, en efecto, necesita urgentemente una corrección. Pero también os encargaríais de advertirle de la amenaza a la que se enfrenta a manos de los bárbaros. Le recordaríais su deber de defender su propia vida y libertad, y la de los pueblos sobre los que ha ejercido durante siglos un protectorado benévolo. Al hacerlo, asumiríais el papel de un San Gregorio, de un San Pío V de nuestros días, pues ellos fueron, en su tiempo, LOS DEFENSORES DE LA CIUDAD, LOS SALVADORES DE LA CIVILIZACIÓN.
Pero Vos no tenéis amor por nosotros. ¿Quizás amáis más al Tercer Mundo, al mundo comunista? Si sintierais verdadero amor por ellos, os preocuparíais por la liberación de sus pueblos y, sobre todo, por su conversión, en lugar de buscar la buena voluntad de sus despóticos gobernantes. Lo que amáis es vuestra propia imagen en la escena de la política internacional, y por eso os preocupáis de estar en el bando ganador, idolatrado por las multitudes y cubierto de honores por los grandes de este mundo corrupto. Demostráis vuestro neutralismo invocando constantemente la justicia, la libertad, la igualdad, la fraternidad, la prosperidad, el desarrollo, la paz... Todos sabemos que estas frases hechas, a las que cada cual puede dar el significado que quiera, acaban por posarse en el nido de los vencedores.
UN ANTICOLONIALISMO RABIOSO
Son ciertos gestos -inesperados, enigmáticos- los que sobresalen en mi memoria más que las miríadas de palabras y sentencias formales que me sería imposible intentar enumerar. Estos actos deliberados de escándalo conmocionan a la opinión pública, pero se llevan a cabo con demasiada rapidez para permitir cualquier oposición o protesta eficaz. Sin embargo, dejan una impresión duradera y su implicación total a menudo no se hace evidente hasta mucho más tarde.
En enero de 1965, por ejemplo, incluisteis en vuestra lista de nuevos cardenales, entre muchos obispos que merecían ese honor, al arzobispo de Argel, monseñor DUVAL. Esto provocó sentimientos en Francia, y especialmente entre nuestros desafortunados "repatriados". Pero entre nuestros amigos, que en aquella época todavía os profesaban un respeto religioso y una confianza absoluta, se tendía a explicar esta decisión como si se hubiera tomado a petición urgente de De Gaulle y Ben Bella. Esta interpretación -que, por lo demás, os dejaba a Vos en muy mal lugar- demostraba que vuestros hijos eran conscientes de la paradoja de la decisión de elevar al rango de cardenal a un obispo que había dado preferencia a los terroristas musulmanes frente a los cristianos pacíficos -demasiado pacíficos- de su propia grey, y que, como resultado de sus propios esfuerzos, había perdido un puñado de su millón y medio de fieles, por no hablar de todos los asesinatos, profanación de iglesias y cementerios y devastación general de todo lo cristiano llevado a cabo con su apoyo por sus amigos musulmanes. ¡Menudo cómplice de asesinos convertisteis en cardenal!
Intenté en su momento explicaros lo que había detrás de vuestra acción, analizar vuestra intención oculta: "Esto confirma, por desgracia, mis conclusiones sobre la Nueva Iglesia: vemos cómo convierte en héroe a este lamentable idealista que ha estado haciendo todo lo posible para destruir todo lo cristiano". Sólo que, al decir "la Nueva Iglesia", hablaba eufemísticamente: Debería haber especificado: "¡Vos, Santísimo Padre!"
El anticolonialismo siempre ha existido en Roma, y cuando Vos regresasteis después de diez años de exilio, era mucho más fuerte que antes. Pero fuisteis Vos quien lo fortaleció con vuestra infatigable diplomacia y vuestros innumerables discursos. Esto se hace evidente al leer los archivos de vuestros discursos en África.
Así, cuando viajasteis a Uganda el 29 de julio de 1969, se suponía que el objetivo de vuestra visita era "esencialmente religioso". Pero en el curso de la misma, mostrasteis mil muestras de respeto y afecto a ese ladrón sanguinario que era entonces el Primer Ministro Obote, del que el país iba a librarse en poco tiempo. Y enviasteis desde allí, desde el centro de África, un mensaje de liberación e igualdad racial que equivale a un llamamiento inequívoco a un levantamiento general de África contra el hombre blanco, en Rodesia, Sudáfrica, Mozambique y Angola. Para estos pueblos que viven en paz, ¿podría haber habido una incitación más peligrosa a la subversión que la que vino de Vos?
"Pablo VI (en comparación con los obispos de África) no tuvo miedo de comprometerse. Así, afirmó con rotundidad, frente a Portugal y Rodesia, que la Iglesia apoya sin reservas las reivindicaciones de libertad de los territorios nacionales, aunque en algunos casos haya que hacerlo por etapas. La Iglesia, por su parte, ha contribuido a la consecución de la independencia de los Estados africanos insistiendo en la dignidad de las personas y de los pueblos y ayudándoles a descubrir su dignidad. También está dando ejemplo africanizando su jerarquía o preparándose para hacerlo allí donde aún no ha sido posible. Ningún Estado africano tiene nada que temer de la Iglesia, sino todo lo contrario" (La Croix, 4 de agosto de 1969)
¿No os disteis cuenta de que al tratar a Obote como a un hermano y a su vecino portugués como a un samaritano, vuestro racismo antiblanco -negro- os convertía en cómplice de la brutalidad? Sois verdaderamente un discípulo de Jean-Jacques Rousseau y de Bernardin de Saint-Pierre al tomar partido por "el buen salvaje" contra el europeo...
"Este valiente discurso no sólo suscitó los repetidos aplausos del público, sino que también hizo las delicias de los periodistas africanos presentes, que se apresuraron a tomar los teléfonos y las teleimpresoras para hacer que el discurso "resonara a lo largo y ancho de África", por retomar una expresión de las observaciones finales del discurso" (La Croix, 4 de agosto de 1969)
Estos discursos constituyeron una hábil y formidable intervención contra los Blancos en África. Vuestra reivindicación de la independencia de los negros y del fin de todas las discriminaciones raciales se hizo en nombre de la justicia y de la paz. Especificabais, sin embargo, que éstas debían conseguirse mediante la obediencia a las organizaciones internacionales y no mediante la violencia. En otras palabras, todo conflicto debe cesar y los oponentes deben someterse incondicionalmente a la decisión de las Naciones Unidas. En efecto, al insistir en un arbitraje legal, condenáis de antemano a los que no lo acepten y sigan luchando, mientras que Vos sabéis muy bien, y también os dejáis muy claro a los negros, que el voto mayoritario de la ONU garantizaría una decisión a vuestro favor. Así pues, vuestra mediación en nombre del Evangelio, de la Paz y de la Justicia, del Derecho y de la No Violencia, equivale a una traición a los Estados establecidos que, les guste o no, llevan una existencia legal, en favor de los movimientos guerrilleros y de todas las diversas formas de terrorismo negro.
¿Qué tiene de valiente lo que habéis dicho? Al hablar contra el colonialismo, Vos decís lo mismo que la ONU, o que las fuerzas del capitalismo internacional -preocupadas únicamente por sus intereses inmediatos-, o que el comunismo imperialista, ya sea ruso o chino, o que los intelectuales de izquierda occidentales, por no hablar de los jóvenes misioneros progresistas, tan convencidos de que la Iglesia tendrá un gran papel que desempeñar después de haber ayudado a los "pueblos oprimidos" a liberarse de su yugo, librándose al mismo tiempo de la vergonzosa asociación con el colonialismo. En otras palabras, estáis en buena compañía. Sólo decís lo que dice el resto del mundo: ¿hace falta tanto valor para hacerlo?
El mundo está del lado de los terroristas, está dispuesto a disculpar a los brutales asesinos de mujeres y niños. Y por eso, Vos también estáis dispuesto a recibirlos en el Vaticano. Fue una ocasión que ilustra a la perfección el tipo de escándalo -aparentemente sin ton ni son- que está calculado para favorecer vuestros designios "desbloqueando" el statu quo. El 1 de julio de 1970, tres dirigentes de los movimientos terroristas de Angola, Mozambique, Guinea-Bissau y Cabo Verde fueron recibidos por Vos en el "beso de manos" que siguió a la audiencia pública.
El Osservatore Romano, fiel a sus tácticas bien ensayadas, se esforzó en negar la intención calculada que se escondía detrás de vuestro gesto: "Expresar sorpresa, o verlo como un gesto de aprobación, sería una mala interpretación". Su propia explicación está a mano: "El Papa recibe, como parte de su misión, a todos aquellos que solicitan el consuelo de su bendición (¡sic !). Ese fue el caso de las personas en cuestión... ". También vuestra Secretaría de Estado está dispuesta a promover la hipocresía como herramienta legítima de la diplomacia: "No se trataba de una audiencia en el sentido estricto de la palabra; pero en el marco de un encuentro de carácter más general... en su calidad de Pastor Universal... el Santo Padre no habría podido muy bien responder con una negativa absoluta... sin tener en cuenta la designación política asumida por estos individuos, sino puramente en su calidad de católicos o cristianos, tal como se les había referido en la solicitud... el Santo Padre... que no tenía conocimiento concreto de sus actividades, y a pesar de que no era de su competencia formarse una opinión política de la situación concreta en la región (sic) de donde venían... etc., etc." Mentiras en abundancia para apoyar el terrorismo.
Una vez eliminadas las posibles quejas de Portugal, el veneno contenido en este gesto escandaloso pudo ejercer todo su efecto. No obstante, permitidme que exprese, entre paréntesis, mi admiración por la mirada generosa, la condescendencia y la prudencia mostradas por el profesor Caetano, Jefe del Estado portugués, en este asunto: "Es digno de mención... que Portugal, a pesar de llamarse un país católico, no tiene en cuenta en su política colonial las reiteradas enseñanzas de los Papas sobre los derechos de los hombres y de los pueblos. Es significativo que Pablo VI entregara a los tres líderes africanos un ejemplar de la Encíclica Populorum Progressio. Es evidente, además, que los tres hombres no habían entrado en el Vaticano "a la fuerza", sino que el Papa había deseado personalmente reunirse con ellos. Ni que decir tiene que tal gesto no implica que dé su bendición al terrorismo, como tampoco el hecho de mantener relaciones con el gobierno portugués significa que apruebe la acción de las fuerzas portuguesas en África... Pero la audiencia del 1 de julio constituye, en cierto sentido, una advertencia al gobierno portugués, pues demuestra a los nacionalistas que no son considerados como parias de la comunidad cristiana y que la Iglesia no es garante del orden colonial establecido en los "territorios portugueses" (las comillas aparecen en el informe original). "(La Croix, 9 de julio de 1970, citado en Documentation Catholigue, 70, 718)
Vuestra supuesta neutralidad no puede ocultar a nadie vuestro apoyo a la subversión, junto con el desprecio por el derecho internacional que ello implica, y junto también -creedme, estoy sopesando cuidadosamente mis palabras- con un desprecio por la ley moral de los Evangelios y la Ley Divina. No se me ocurre nada peor que las autoridades eclesiásticas difundiendo mentiras para servir a los intereses del asesinato político. Preferiría tener al hombre con el cuchillo entre los dientes que a los reporteros del Vaticano asignados a tal tarea.
VUESTRO PROCOMUNISMO INCONDICIONAL
Un Papa debe, por definición, oponerse incondicionalmente al comunismo. Pero en vuestro caso, esto constituiría un obstáculo para vuestro Gran Diseño de reconciliación universal. Así que Vos habéis llegado a favorecer el comunismo, aunque de una manera circunspecta, rodeado de numerosas precauciones. Sois, de hecho, un CRIPTO-COMUNISTA. No voy a contar aquí la historia de este cambio gradual de lealtad, de esta inversión de la diplomacia vaticana, de esta cuidadosa y sutil rehabilitación del marxismo-leninismo que ha llegado hasta el punto de que los católicos de los países occidentales reciben el visto bueno para unirse al partido comunista (Conferencia de Monseñor Matagrin, 16 de enero de 1973, en la Mutualité de París) y un presidente del movimiento Pacem in Terris -es decir, cierto agente del comunismo- es instalado en un obispado de Checoslovaquia.
Vos habéis empezado con una carta de triunfo: la famosa distinción que se hace en Pacem in terris entre el "movimiento histórico" y la "ideología". Mientras que la segunda es fija, la primera está en estado de evolución. Suponiendo, pues, que el comunismo se encuentre en un estado de evolución y mejorando, Vos os sentisteis justificado para tenderle los brazos, recibir a sus emisarios y, en general, trabajar junto a él "por la justicia y la paz en el mundo". ¿No son éstas, las palabras clave de vuestra traición, para traernos a la memoria -y a la vuestra propia- todas las facetas de ese tejido de escándalo preparado por vuestro Casaroli y su equipo durante los últimos diez años?
A veces son los actos de escándalo aparentemente triviales los que tienen mayor trascendencia. Por ejemplo, la "sanatio in radice" del matrimonio civil del reverendo Tondi, que Vos concedisteis en 1965, un servicio prestado a vuestro antiguo compañero de trabajo en la Secretaría de Estado, que se había hecho comunista. La concesión de tal dispensa de esta forma religiosa del matrimonio - la aplicación del canon 1138 - es algo extraordinario (es decir, el reconocimiento como canónicamente válido, de un matrimonio civil, contraído antes de cualquier dispensa de los votos sacerdotales). Tal favor hecho a un antiguo colega - y ardiente trabajador por Moscú - plantea un enigma. Creo saber la respuesta - y Vos también... (Nota: El padre Tondi abandonó la Iglesia, se unió formalmente a los comunistas y contrajo matrimonio civil con una militante comunista en 1952, al parecer después de haber sido acusado, en presencia de Pío XII, de haber dado a los rusos los nombres de los sacerdotes enviados a trabajar detrás del Telón de Acero).
Luego estaba ese otro gran escándalo que pasó de hecho a los registros sin generar ninguna crítica seria sobre su instigador, Monseñor Glorieux, quien, según la opinión general, nunca se habría atrevido a hacer lo que hizo si no hubiera estado seguro de contar con vuestro apoyo: el silenciamiento, con un pretexto fraudulento, de los 300 obispos que en septiembre de 1965 pidieron una condena formal del comunismo por parte del Concilio. De este modo, quedó claro desde el principio que el deseo del Papa era que el Concilio no emitiera tal condena; en otras palabras, ¡el comunismo debía ser rehabilitado!
Comenté en su momento cómo os referisteis a ello, de forma oblicua, en vuestra primer Encíclica, calculada para abrir la puerta de la Iglesia al diálogo, la reconciliación y la colaboración con los comunistas. Vuestros Documentos sociales, por supuesto, llevaron esto un considerable paso más allá.
Se necesitaría un estudio completo y detallado de vuestras alusiones a las persecuciones y de vuestras expresiones de afecto a sus víctimas, para demostrar de modo concluyente -y respaldado por pruebas- lo que la opinión pública ya ha captado instintivamente: que Vos deseáis, en el mejor de los casos, olvidar a estos desgraciados y manteneros al margen del problema porque podría interferir con vuestros movimientos políticos hacia las buenas relaciones con los Estados comunistas. Pero de repente, en octubre de 1971, la verdad cegadora irrumpió como un relámpago en la oscuridad en que el Vaticano había envuelto los hechos. El cardenal Mindszenty se vio obligado -forzado moralmente por Vos- a abandonar Hungría, donde había languidecido, para dirigirse a Roma, donde Vos estaríais en condiciones de impedir la publicación de sus “Memorias”.
Y allí fue escuchado el grito estremecedor del Cardenal Slipyi por un Sínodo golpeado por una repentina consternación, avergonzado ante este Confesor de la Fe, este sobreviviente de las prisiones soviéticas, dando rienda suelta a su indignación contra aquellos traidores de Roma y de otros lugares que hacían las paces con los perseguidores y se olvidaban de los millones de sus hermanos, perseguidos, deportados y martirizados por el comunismo soviético. Todos los presentes se vieron obligados a escuchar:
"De los cincuenta y cuatro millones de católicos ucranianos, diez millones han muerto como consecuencia de las persecuciones. El régimen soviético ha suprimido todas las diócesis. Los cuerpos de los muertos formarían una montaña y, sin embargo, no hay nadie, ni siquiera dentro de la Iglesia, que defienda siquiera su memoria. Miles y miles de fieles siguen encarcelados o deportados.Pero la diplomacia del Vaticano (¡es decir, Vos mismo!) desea que guardemos silencio sobre ellos, porque interfieren en sus negociaciones. Volvemos a la época de las catacumbas. Miles y miles de fieles de la Iglesia han sido deportados a Siberia y hasta el Círculo Polar, pero el Vaticano ignora voluntariamente esta tragedia. ¿Es posible que los mártires se hayan convertido en una vergüenza para la Iglesia?"
¡Pobre de mí!
Por un momento pareció que la Iglesia del Silencio iba a perturbar el silencio de la Iglesia. Pero no. A pesar de todo su montaje parlamentario, los obispos reunidos en este Sínodo no se hacían ilusiones sobre su propio poder si éste entraba en conflicto con el dominio absoluto de vuestra Secretaría de Estado pro-comunista. Desde entonces, al cardenal Slipyi se le han puesto las cosas lo más difíciles posible a manos de su Servicio Civil, y se ha vuelto a bajar la lápida sobre esos testigos vergonzosos que derraman su sangre por Cristo... Pero las pruebas están ahí para condenaros, Santísimo Padre, ante Dios y ante los hombres.
Hay toda una serie de acontecimientos que atestiguan vuestra amistad con el comunismo: vuestros encuentros con Gromyko y Podgorny... y esas largas sesiones secretas con el tristemente célebre -y demasiado joven- arzobispo de Leningrado, monseñor Nikodim, que es un agente soviético de primera fila. ¿Cómo es que siempre tenéis tanto que decir a esta gente? Puede que pretendáis hacernos creer que vuestra preocupación es mejorar la suerte de los perseguidos entre sus hijos, pero en ese caso, ¿por qué todo el misterio que rodea a estas reuniones?
Y así, cuando hoy nos enteramos (por una declaración del Vaticano, 21 de febrero de 1973) de que el hombre que ahora es secretario del partido comunista italiano -el señor Berlinguer- ha sido vuestro agente diplomático secreto durante los últimos seis años, negociando con el gobierno comunista de Hanoi, no nos cuesta darnos cuenta de que el Vaticano se ha convertido en una plataforma para la propaganda y la actividad diplomática llevadas a cabo por el comunismo internacional en sus esfuerzos por conquistar Occidente. Hoy, base de negociaciones y -quién sabe- tal vez mañana su cuartel general? La lección de Chile, donde su amigo Frei fue sustituido por el comunista Allende -que tampoco es su enemigo- está ahí para enseñarnos...
Las sorpresas que nos dais se han vuelto cada vez más abiertas: a medida que la opinión pública se acostumbra y se inclina a aceptarlas, el elemento enigmático va desapareciendo. Cuando decidisteis construir un hospital en Vietnam del Norte, país devastado por la guerra, vuestro gesto hablaba de los terribles bombardeos americanos, de cuerpos mutilados y de víctimas civiles inocentes... Sí, vuestra neutralidad es siempre muy selectiva, tendiente a favorecer los intereses de la propaganda comunista internacional, hasta que la gente pensante pueda decir: "El Papa se ha convertido en el cuarto maestro del comunismo y de la revolución mundial" (J. Duquesne, La mano izquierda de Cristo)
¿Puede haber alguna justificación posible para una simpatía procomunista tan evidente, que os convierte a Vos en agente y propagandista de las diversas campañas comunistas por la paz? ¿Podría tratarse de una "movilización" comparable a la intentada por León XIII para poner fin a las persecuciones? Pero eso sería un signo de increíble ingenuidad. Y en cualquier caso, tal política fue absolutamente condenada por todos vuestros predecesores. ¿Estáis convencido de la victoria y la conquista del mundo entero por el comunismo, y tratáis de asegurar la supervivencia de la Iglesia haciéndoos amigo de él, por analogía con el "anticolonialismo profético" de Roma? Pero los desaires sufridos por la Iglesia en el Tercer Mundo que ella había contribuido a descolonizar no son nada comparados con la implacable persecución que le tocaría en suerte desde el mismo momento en que el comunismo hubiera triunfado, ¡por mucho que ella hubiera contribuido a lograr esta victoria! ¿Por qué? Es un misterio al que aún no hemos encontrado respuesta.
Vuestro mensaje a China, vuestra alegría por la proclamación de la Revolución Cultural -incluyendo toda la destrucción y profanación que conlleva- le hacen a uno pensar en Lamennais hacia el final de su vida. Apenas me atrevo a pensar esto, pero ¿hay algo en el caos que os atraiga?
¿Recordáis lo que dijisteis en la Fiesta de la Epifanía de 1967?
"Deseamos decir a la juventud de China con qué emoción y afecto contemplamos sus esfuerzos actuales hacia los ideales de una nueva vida de trabajo duro, prosperidad y armonía... Enviamos nuestros buenos deseos a China, tan lejos de nosotros geográficamente, pero tan cerca espiritualmente... Nos gustaría hablar de paz también con aquellos que hoy están a cargo de la vida de la China continental. Sabemos hasta qué punto ese ideal humano y cristiano es compartido también por el pueblo chino".
Comenté entonces: "¡Qué revelación de sentimientos! Esta sintonía entre Pablo VI y Mao, entre los innovadores de la Iglesia y los Guardias Rojos, los perros rabiosos de Asia, pone de manifiesto e intensifica la discordia entre los pueblos civilizados, entre los católicos. ¿Por qué intentar negar por más tiempo que existe entre este Papa y este Concilio, esta Nueva Iglesia por una parte y nosotros por otra, una especie de excomunión permanente?"
Es significativo que la última frase de mi párrafo haya sido citada por mi obispo de entonces, Mons. Le Couëdic, y por varios otros después de él, con varias severas amonestaciones y advertencias emitidas contra nuestro movimiento de CONTRARREFORMA CATÓLICA. ¿No se trataba de una declaración abierta de cisma? Pero ninguno de ellos se atrevió a dar su contexto: no podían permitirse dar a conocer la razón de esta "especie de excomunión permanente". Porque en ese caso, habría sido demasiado evidente para vuestros descarriados rebaños que el crimen y la vergüenza estaban de vuestra parte y no de la nuestra. Porque, ¿qué católico, ante tal elección, no le excomulgaría antes a Vos y a vuestros Guardias Rojos, y permanecería, él mismo, con la Iglesia de los Mártires?
Pero, para encontrar la razón última de vuestro odio al Occidente cristiano, de vuestro anticolonialismo ciego y de vuestro procomunismo incondicional, tenemos que mirar más profundamente. Porque detrás de la extrañeza, está el enigma, y detrás del enigma, lo oculto...
4. El reino de Satanás
Sacudir a la Iglesia de arriba abajo, quedarse mirando cómo se desintegran la religión y la moral, y no hacer ningún esfuerzo firme, ni sobrenaturalmente inspirado, para impedirlo, no puede ser simplemente el resultado de la ingenuidad o de la preocupación por otros asuntos. Traicionar a la Cristiandad en beneficio de toda variedad de subversión, colaborar con el comunismo internacional que se esfuerza por dominar Occidente -ayudar a preparar su invasión por el bolchevismo- no puede provenir simplemente de un pacifismo genuino -aunque poco realista... Hay algo más.
Aquí, una vez más, hay algo más para guiarnos que meras conjeturas. Ciertos escándalos son bien conocidos por todos, y su significado es suficientemente claro para aquellos que están al tanto de las fuerzas ocultas con las que Vos buscasteis hacer contacto - y también de ese otro Poder invisible al que Vos no queréis escuchar. Dos nombres, los lugares de dos santuarios diferentes, nos dan la pista: Manhattan y Fátima. En otras palabras, el centro de la masonería, por un lado, y por otro, el lugar elegido por la Virgen Inmaculada, Madre de Dios - el hogar de los Poderes de la Oscuridad y el hogar de la Luz.
La pregunta que nos ha estado rondando a lo largo de todo este LIBELO DE ACUSACIÓN es la siguiente: ¿cómo puede un Papa considerar el mundo como intrínsecamente neutral, y cómo puede creer que tanto la Iglesia colectivamente como cada uno de sus fieles individualmente pueden desempeñar su papel en una nueva comunidad humana de la que Dios está deliberadamente excluido, una comunidad basada en valores seculares y en el Culto al Hombre, sin que esto lleve a un debilitamiento de su propia fe, y finalmente a la apostasía?
¿Cómo podeis pensar, hablar y actuar como si, cuando el mundo rechaza a Dios, no cayera automáticamente bajo otro Poder? ¿Cómo podéis ignorar que cuando los grandes de este mundo se niegan a servir a Nuestro Señor Jesucristo y a honrar a la Santísima Virgen María, sus almas se convierten necesariamente en esclavas del Príncipe de este Mundo?
Pero no nos andemos con rodeos. Sabéis, Santísimo Padre -pues la enseñanza era tanto para vosotros como para nosotros-, que todos vuestros Predecesores nos dijeron que los Poderes de Satanás no se contentan con ejercer una influencia totalmente invisible e inmaterial, y que permanece confinada a los individuos. Se encarnan también en ciertas instituciones, ejerciendo sus funciones opresoras y agresivas de manera visible a través de individuos y organizaciones cuyo signo distintivo es que son ocultas. Vuestros Predecesores se esforzaron por desenmascararlas y anatematizarlas, identificándolas por ciertos caracteres: su oposición a la Iglesia, su pretensión de ser tolerantes con todas las opiniones, su supuesta "búsqueda de la verdad", su franco laicismo... Cuando reconocieron estas marcas, vuestros Predecesores supieron que estaban tras el rastro del Maligno y pusieron todo su cuidado en proteger a los católicos de tales movimientos.
"Que nadie tenga contacto con quienes ocultan sus intenciones más profundas bajo la máscara de la tolerancia universal y el respeto a todas las religiones, y están obsesionados con la idea de reconciliar las máximas del Evangelio con las de la Revolución, a Cristo con Belial, y a la Iglesia con el Estado impío". El que habló así es generalmente reconocido como el más liberal entre vuestros Predecesores - León XIII. (8 de diciembre de 1892)
Vuestra ingenuidad debe ser sólo de apariencia, sirve para conducirnos directamente a las fauces del lobo, y después también Vos os convertís en lobo feroz. Si queremos permanecer plenamente fieles a las urgentes instrucciones de vuestros Predecesores, entonces debemos "evitar todo contacto" no sólo con la Sinagoga de Satanás - lo que implica ir en contra de vuestros consejos, exhortaciones y órdenes - sino también con Vos mismo, que "os ocultáis bajo una máscara de tolerancia universal y de respeto a todas las religiones"...
Y de nuevo, siguiendo la instrucción dada por San Pablo a Tito: "Haereticum hominem post unam et secundam correptionem devita" Evita a un hombre hereje después de una y una segunda corrección (Tit. 3.10), ¡debemos evitar el contacto con Vos!
En efecto, Vos os ocultáis bajo una máscara - y aquí me veo obligado a desilusionar a aquellos de nuestros amigos que están convencidos de que Vos, durante los últimos diez años, habéis estado ocultando vuestro catolicismo ortodoxo bajo la máscara de un masón. Pues no es así. Como León XIII y el resto de los verdaderos Pastores de la Iglesia señalaron, quien usa una máscara lo hace para ocultar un rostro que es más feo que el disfraz, pues pretende engañar al mundo. Ningún Pontífice católico se ha disfrazado jamás bajo una máscara. Son los lobos los que se disfrazan de ovejas.
Lo que hemos estado observando a lo largo de este Liber es vuestra "máscara", y es tan inquietante ya que deberíamos, "tras la primera y segunda amonestación, evitarla". (Tit. 3.10) El Liberalismo, el Diálogo, el Culto al Hombre - estos forman vuestra máscara. Pero vuestro verdadero rostro, vuestra verdadera alma, que se ocultan bajo ella, ¿a qué se parecen?
EXTRAÑOS COMPAÑEROS DE CAMA
El 17 de enero de 1971 vimos, en la portada de Documentation Catholique, una foto del Papa participando en "la Celebración Ecuménica en el Ayuntamiento de Sydney el 2 de diciembre". Esto es espantoso. No hay ni uno solo entre vuestros 262 predecesores que se hubiera prestado a semejante sacrilegio, cometido contra la persona misma del Papa. Los peores de ellos habrían sido los últimos en pensar en tal cosa, pues la Iglesia se habría librado de ellos rápidamente. Porque incluso si los hombres que se reúnen para estas ocasiones son individualmente inocentes, es el Adversario de Cristo, y no Él mismo, quien preside tal confluencia.
Pero eso no es todo. El 10 de junio de 1969 -y aquí también estamos en deuda con una portada de Documentation Catholique- participasteis, junto con el cardenal Willebrands, en la "oración común en el Consejo Mundial de las Iglesias". Esto es aún más grave, ya que es precisamente allí donde los poderes ocultos trabajan por la victoria de la herejía mundial -todas las formas de disidencia combinadas- sobre la "intolerancia" y el "sectarismo" de la Iglesia Una y Verdadera. Y ahí es donde hay que rezar. ¿Cómo y a quién -nos vemos obligados a preguntar- se puede rezar en un lugar así? Los periodistas nos dicen que incluso entró en la "capilla ecuménica" para meditar (Documentation Catholique 69, 628; 20 de julio de 1969)
Es generalmente reconocido, incluso por los protestantes -me refiero a los bien informados entre ellos-, que el Consejo Mundial de Iglesias es una rama de la francmasonería internacional, y está estrechamente vinculado con las otras instituciones visibles que sirven como instrumentos de esta última -las Naciones Unidas, la UNESCO, la Organización Internacional del Trabajo, la Organización Mundial para la Agricultura y la Alimentación, etc.-. Todas ellas trabajan en pro de esa Democracia Mundial mediante la cual la Masonería pretende lograr el reinado de Satanás sobre el mundo. Y la otra de la que acabamos de hablar -a la que habéis ido a rezar- constituye el Movimiento para su Animación Espiritual: es la religión cristiana utilizada para ayudar a la promoción del diseño de Satanás. Guiados por las valientes denuncias de vuestros Predecesores, podemos reconocer aquí LAS DOS BESTIAS DEL APOCALIPSIS: el poder temporal -el dominio de Satanás- por una parte, y por otra, la Nueva Religión puesta a su servicio (Ap. 13)
Y así, después de abandonar el uno, os dirigisteis, el mismo 10 de junio de 1969, al otro, y os dirigisteis a la OIT como alguien que se compromete a servir a la Bestia, pero que se disfraza de Papa católico para seducir a todos los pueblos a su servicio. En vuestro discurso atribuisteis a la Bestia todas aquellas cualidades de perfección sobrenatural que nuestra Fe nos dice que pertenecen sólo a la Iglesia, e hicisteis profesión de fe en algo que forma parte del diseño de Satanás. Basta releer vuestro discurso ante la OIT y los comentarios de la prensa sobre el ambiente de esa reunión, para que no nos quede ninguna duda de que tenemos -digámoslo así- a un admirador y bienhechor de la masonería internacional que desfila disfrazado de Papa.
Ese Discurso forma un vínculo entre vuestro Discurso a la Asamblea de la ONU del 4 de octubre de 1965 y una serie de mensajes diversos -cada uno más demoledor que el anterior- entre octubre y diciembre de 1970: a las Naciones Unidas, a la Organización Mundial de la Alimentación y la Agricultura, y el Mensaje de Navidad a la Humanidad. He hecho un análisis de los mismos, y los resultados son espantosos. Hacéis todo lo posible para llevar a toda la Iglesia con Vos a adoptar el Credo Masónico y servir a los intereses de las organizaciones masónicas internacionales. El lema del Gran Diseño de estas organizaciones, como recordé en mi análisis de vuestro Discurso ante las Naciones Unidas- es el famoso SOLVE ET COAGULA. Las comunidades naturales, históricas y religiosas - en particular la Iglesia y los Estados católicos -donde el verdadero Dios es reconocido como Maestro, deben ser disueltas y luego la masa fragmentada de individuos así desarraigada y privada de toda dirección -efectivamente descristianizada- debe ser reconstituida en grandes cooperativas mundiales al servicio del Nuevo Mesías, ¡"EL PRÍNCIPE DE ESTE MUNDO"!
LA HERMANDAD MASÓNICA Y EL RITO DE INICIACIÓN
Uno ya no se sorprende de nada. Incluso las sospechas más graves están justificadas. Cuando el obispo de Cuernavaca, Méndez Arceo, había pedido al Consejo que considerara "la posibilidad de reconciliarse con nuestros hermanos masones" -sólo unos días después de vuestra visita a las Naciones Unidas- y monseñor Pézeril había visitado una logia para explicar los planes de futuro de la Iglesia postconciliar, se nos podía disculpar preguntándonos si el propio Papa no era simpatizante o incluso si no había sido ya iniciado en la Hermandad y quería indicarlo mediante acertijos.
Pues sabemos que, en ocasión de vuestra visita a la ONU, entrasteis también en el santuario masónico del edificio: la sala de Meditación, en medio de la cual se alza "un altar al dios sin rostro" (Paris Match, 9 de octubre de 1965). En mi Carta nº 218 (Lettres à mes Amis, 8 de diciembre de 1965) hablé del significado ocultista y judeo-masónico de esa sala, de su mobiliario y decoración. Es posible que incluso lo hayan leído, en relación con mi "Proceso". La habitación representa, a todos los efectos, la cámara de reflexión de una logia masónica, por la que todo candidato debe pasar en el curso de su iniciación. Bien, Vos pasasteis por ella; ¿acaso estabais siendo iniciado? Y sólo después pudisteis hablar -utilizando la terminología masónica correcta- ante la Asamblea General, el 65% de cuyos miembros pertenecen a la Hermandad.
Desde el entierro en Marsella, "con todos los honores masónicos", de un tal Hermano Jarnes, tras la ceremonia religiosa en la iglesia de Saint-Giniez, el 23 de enero, ya no puede constituir ninguna falta de respeto suponer que Vuestra Santidad había querido dar una prenda de fraternidad a los Grandes Francmasones de Manhattan. Estamos en deuda con su amigo, Monseñor Etchegaray, por la siguiente inteligente explicación de vuestro sentimiento de hermandad que tan bien encaja en el resto de vuestro apostolado personal: "El nuevo clima, armonioso, no significa que no haya graves problemas en este 'ecumenismo' (sic) entre la comunidad de los que creen en Jesucristo, Hijo de Dios y Salvador del mundo, y la familia de los francmasones que buscan una religión universal de la que todos los diversos cultos no son, a su juicio, más que manifestaciones pasajeras. No hay antítesis entre la Fe y la Razón (sic!!!) pero su punto de contacto está aún por encontrarse" (De una Alocución del Rev. Vernède pronunciada bajo la dirección de Mons. Etchegaray. Documentation Catholique 73, 197) En otras palabras, la Fe pertenece al Cristianismo y la Razón a la Francmasonería, ¡y algún día en el futuro ambas se encontrarán en un Ecumenismo mayor! Es uno de la Hermandad quien habla así.
El "problema más serio", de hecho, es cómo aceptar que el Papa puede pensar, hablar y actuar como alguien versado en la Masonería; porque vuestras expresiones de lealtad a las Naciones Unidas y vuestro credo formaron uno de esos ESCÁNDALOS de los que Vos hacéis uso deliberado para "desbloquear" el status quo de la Iglesia y ponerla en movimiento en dirección hacia su Hermandad Universal.
HACIA LA RESTAURACIÓN DEL JUDAÍSMO MUNDIAL
Si Vos sois alguien importante, y habéis mostrado alguna evidencia de buena voluntad hacia la Masonería, pronto recibiréis alguna condecoración de las fuerzas de la Judería Internacional. Esta última está de hecho extendiendo su dominio sobre el mundo con la ayuda de la primera, que es su rama secular establecida desde hace mucho tiempo. Juan XXIII lo descubrió a su costa en el curso del asunto de la Declaración del Concilio relativa a los judíos. El cardenal Bea y el cardenal Leger también debían ser conscientes de ello, ya que el primero fue galardonado con la medalla de oro de la B'nai-B'rith, "la más alta distinción de la más exaltada de las organizaciones judías internacionales", y el segundo, con el premio anual "Familia de la Humanidad" de la "Liga Antidifamatoria de la B'nai-B'rith" que, según la prensa de Montreal, es "una de las organizaciones más antiguas y más influyentes que se ocupan de la preservación de los derechos del hombre..." En la actualidad se dedica a promover el entendimiento interreligioso ...y en trabajar, conjuntamente con las otras fuerzas democráticas, para suprimir la propaganda del odio y el antisemitismo". Conocemos muy bien este lenguaje... ¡y este es también vuestro programa declarado!
Por eso no es de extrañar que, tras vuestro paso por la "Sala de Meditación" -que para ellos tiene el significado de un santuario judío-, las organizaciones judías de las Naciones Unidas aceptaran reunirse con Vos, precisamente en la Iglesia de la Sagrada Familia, el 4 de octubre de 1965. Y vuestro portavoz, Philip Klutznick, expresando su alegría por el cumplimiento de las profecías bíblicas en la reconciliación de todos los hombres bajo la bandera de las Naciones Unidas, estaba expresando, no sólo su creencia, sino también la vuestra, tal como la habíais formulado poco antes en la tribuna de la Asamblea.
Desde aquel encuentro, vuestra amistad con estos "Hijos de la Alianza" no se ha visto empañada. El cardenal Suenens les visita cuando está en Estados Unidos y los B'nai-B'rith frecuentan el Vaticano. Vos incluso os dirigisteis específicamente a ellos, en la audiencia pública del 3 de junio de 1971. Eso también fue un acto de escándalo, deliberadamente preparado como parte de vuestro avance, pero no hubo expresiones de indignación. Es cierto que habló en inglés:
" Queridos amigos, nos complace recibir en San Pedro a vuestro distinguido grupo de la Liga Antidifamatoria de la B'nai-B'rith. En esta ocasión nos complace recordar el deseo del Concilio Vaticano de 'fomentar y recomendar el conocimiento y la estima mutuos, que provendrán de los estudios bíblicos y teológicos, y de las discusiones fraternales" (Nostra Aetate, 4)
"En ese ministerio de reconciliación y de paz, que Nos es peculiar, somos especialmente sensibles a todas las formas de discriminación, que interfieren en la caridad fraterna hacia los hombres y son una ofensa a la dignidad humana y a Dios mismo. Recientemente nos hemos pronunciado abiertamente contra toda forma de discriminación por motivos de raza, origen, color, cultura, sexo o religión" (Octogesima Adveniens, 16).
" Rogamos al Señor, Padre de todos, que se digne bendecir vuestros esfuerzos para crear este clima entre cristianos y judíos, y entre todos los hombres, un clima en el que reine el amor por el bien de toda la humanidad" (Osservatore Romano, 3 de junio de 1971)
Y disteis toda tu bendición a cristianos y judíos juntos, sin ninguna "discriminación difamatoria". Pero esta falta de discriminación, ¿no es en el fondo lo mismo que la negación de Pedro a su Maestro, en aras de mantener la paz con los judíos? ¿Y esa "reconciliación y paz" por la que Vos trabajáis conjuntamente con la B'nai-B'rith no exige que Cristo sea crucificado de nuevo y negado para toda la eternidad?
A estas alturas, Santísimo Padre, nadie en la Iglesia se sorprende de nada de lo que Vos podáis hacer. Incluso recibisteis en audiencia privada, el 17 de mayo de 1969, al Presidente del "Templo del Entendimiento", el Sr. Hollister. Le presentó una maqueta en miniatura del Templo y Vos le asegurasteis que rezarías por el éxito de su obra. Pero Vos estabais al corriente, a través del Cardenal Vagnozzi, vuestro Delegado Apostólico en Nueva York, de la verdadera naturaleza de este Templo del Entendimiento: "Una empresa oculta de los Illuminati cuyo objetivo es la fundación de la 'Religión Mundial' o 'Hermandad Humana'. Uno de sus miembros y patrocinadores es el Secretario de Defensa, Robert Strange McNamara... Edith K. Roosevelt nos dice que la sala de meditación del Templo del Entendimiento será conocida como la 'Sala de la Iluminación'. Allí, se planea que los Illuminati, Maestros de Sabiduría, instruirán al público en el nuevo culto del humanismo. Allí, el ciudadano del mundo debe cultivar la comprensión universal en lugar de permanecer restringido a su particular punto de vista nacional o religioso" (The Temple of Understanding Newsletter, junio de 1967, y The Herald of Freedom, 11 de agosto de 1967)
Y por esta empresa, que implica la negación de Cristo y la creación de una religión mundial que Vos sabéis muy bien que implicará la reinstauración del judaísmo, ¿prometéis rezar? ¿Quién sois, Santísimo Padre? Sentado en el Trono de Pedro, revestido de Vicario de Jesucristo... ¿podríais ser el que empezamos a temer que es?
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