sábado, 24 de diciembre de 2022

FRANCISCO SOCAVA EL DOGMA CATÓLICO: AFIRMA QUE LA VIRGEN MARÍA TUVO DOLORES DE PARTO

Ahora sabemos cómo Bergoglio se prepara para la gran Fiesta del Nacimiento de nuestro Bendito Señor y Salvador, Jesucristo: ¡cometiendo blasfemia!


Año tras año, el apóstata argentino Jorge Bergoglio ("papa Francisco") pronuncia su discurso navideño anual ante la Curia romana, pocos días antes de la gran fiesta de la Natividad del Señor. El mismo día, también entrega felicitaciones navideñas a los empleados de la Ciudad del Vaticano. Es en esa dirección donde ha lanzado una bomba casi herética y blasfema.

El foco principal de sus breves comentarios a los trabajadores del Vaticano fue que les deseaba serenidad para la Navidad, una serenidad como la que experimentó la Sagrada Familia. Ese es un deseo hermoso y noble, sin duda, pero Francisco no sería Francisco si no se las arreglara para incluir un golpe a la santa Madre de Dios como parte de su charla tan "piadosa":

Os deseo sobre todo serenidad: serenidad para cada uno de vosotros y vuestras familias. Serenidad no significa que todo va bien, que no hay problemas, dificultades, no, no quiere decir eso. Nos lo demuestra la Santa familia de Jesús, José y María. Podemos imaginar, cuando llegaron a Belén, la Virgen empezaba a sentir los dolores, José no sabía adónde ir, llamaba a muchas puertas, pero no había sitio…  Y sin embargo, en el corazón de María y de José había una serenidad de fondo, que venía de Dios, veía de la conciencia de estar en su voluntad, de buscarla juntos, en la oración y en el amor recíproco.

(Antipapa Francisco, Discurso de Navidad a los empleados del VaticanoVatican.va, 22 de diciembre de 2022; subrayado agregado).

¡Entonces Francisco afirma que la Inmaculada Madre de Dios experimentó los dolores del trabajo de parto! De esta manera, niega implícitamente, o al menos socava , los dogmas de la Inmaculada Concepción y la Virginidad Perpetua de la Santísima Madre.

Consideremos la evidencia.

Después de que Adán y Eva pecaron en el Jardín del Edén, Dios anunció a cada uno su castigo. A Eva le dijo: “Multiplicaré tus dolores y tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos, y estarás bajo el poder de tu marido, y él se enseñoreará de ti” (Gn 3, 16).

Este pasaje de las Escrituras es la fuente principal de la enseñanza católica de que los dolores de parto son una consecuencia directa del pecado original. Sin embargo, es precisamente del pecado original del que la Santísima Virgen fue preservada milagrosa y singularmente, según el dogma católico: “Declaramos, afirmamos y definimos que ha sido revelada por Dios, y de consiguiente, que debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que sostiene que la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano (Papa Pío IX, Constitución Apostólica Ineffabilis Deus).

En efecto, la Virgen Inmaculada Madre de Dios es el antitipo de Eva, la “verdadera Eva” de la Nueva Alianza y Madre espiritual de los hombres:

... para defender la original inocencia y santidad de la Madre de Dios, no sólo la compararon muy frecuentemente con Eva todavía virgen, todavía inocente, todavía incorrupta y todavía no engaña a por las mortíferas asechanzas de la insidiosísima serpiente, sino también la antepusieron a ella con maravillosa variedad de palabras y pensamientos. Pues Eva, miserablemente complaciente con la serpiente, cayó de la original inocencia y se convirtió en su esclava; mas la santísima Virgen, aumentando de continuo el don original, sin prestar jamás atención a la serpiente, arruinó hasta los cimientos su poderosa fuerza con la virtud recibida de lo alto…

(Papa Pío IX, Constitución Apostólica Ineffabilis Deus)

Decir que la Santísima Virgen tuvo dolores de parto es una negación implícita de su Inmaculada Concepción. Además, desvirtúa la doctrina de la Virginidad Perpetua de María, que también es infalible.

Es un dogma de Fe que María Santísima permaneció virgen antes, durante y después del nacimiento de Cristo. En el siglo XVI, el Papa Pablo IV condenó a quienes se atrevían a sostener que “la Santísima Virgen María no era la verdadera madre de Dios, y no persistió siempre en la integridad de la virginidad, es decir, antes de dar a luz, al dar a luz, y siempre después de dar a luz” (Ordenanza Cum Quorundam; Denz. 993).

Los jesuitas españoles en su compendio dogmático Sacrae Theologiae Summa de la década de 1950 explican que el dogma de la Virginidad Perpetua tiene tres elementos: la concepción virginal de Cristo, el nacimiento virginal de Cristo y la negación de cualquier otra concepción o nacimiento. Es el segundo de estos tres elementos el que se impugna con la pretensión de dolores de parto.

El autor del tratado mariano del compendio, padre Joseph A. de Aldama, explica que el nacimiento virginal de Cristo significa que tuvo lugar “sin detrimento de la integridad corporal”. Luego elabora: “La conservación de esta integridad corporal y la ausencia de dolor al dar a luz están tan conectadas en la creencia perpetua de la Iglesia y en la tradición patrística con el nacimiento virginal que deben ser conservados como elementos necesarios del dogma de la nacimiento virginal” 
(vol. IIIA: “On the Blessed Virgin Mary” [Saddle River, NJ: Keep the Faith, Inc., 2014], n. 104; págs. 409-410; subrayado añadido). En una nota a pie de página, el autor agrega: “Por lo tanto, de ninguna manera puede consentirse la reciente interpretación de la virginidad, que quiere prescindir de esta integridad corporal y la ausencia de dolor en el parto” (p. 410, fn. 1). ¡BAM!

Que la Santísima Virgen fue preservada no sólo del pecado original sino también de sus consecuencias, lo enseña explícitamente el Papa Pío XII:

Cuando en la Edad Media la teología escolástica alcanzó su máximo esplendor, San Alberto Magno, después de haber recogido, para probar esta verdad, varios argumentos fundados en la Sagrada Escritura, la tradición, la liturgia y la razón teológica, concluye: “De estas razones y autoridades y de muchas otras es claro que la beatísima Madre de Dios fue asunta en cuerpo y alma por encima de los coros de los ángeles. Y esto lo creemos como absolutamente verdadero”. Y en un discurso tenido el día de la Anunciación de María, explicando estas palabras del saludo del ángel “Dios te salve, llena eres de gracia...” el Doctor Universal compara a la Santísima Virgen con Eva y dice expresamente que fue inmune de la cuádruple maldición a la que Eva estuvo sujeta.

…[San Buenaventura] sostiene como absolutamente cierto que, del mismo modo que Dios preservó a María Santísima de la violación del pudor y de la integridad virginal en la concepción y en el parto, así no permitió que su cuerpo se deshiciese en podredumbre y ceniza.

De tal modo, la augusta Madre de Dios, arcanamente unida a Jesucristo desde toda la eternidad “con un mismo decreto” de predestinación, inmaculada en su concepción, Virgen sin mancha en su divina maternidad, generosa Socia del divino Redentor, que obtuvo un pleno triunfo sobre el pecado y sobre sus consecuencias, al fin, como supremo coronamiento de sus privilegios, fue preservada de la corrupción del sepulcro y vencida la muerte, como antes por su Hijo, fue elevada en alma y cuerpo a la gloria del cielo, donde resplandece como Reina a la diestra de su Hijo, Rey inmortal de los siglos(n° 40)

(Papa Pío XII, Encíclica Munificentissimus Deus, nn. 30, 32, 40; subrayado añadido).

El célebre teólogo del siglo XIX, padre Matthias Scheeben (1835-1888) escribe en su obra de dos volúmenes sobre la doctrina mariana:

…El primer y más esencial elemento del nacimiento sobrenatural de Cristo radica en el hecho de que Él apareció del seno de Su madre utero clauso et obsignato [de un vientre cerrado y sellado], como luego apareció en Su Resurrección ex sepulchro clauso et obsignato [de una tumba cerrada y sellada], que formó como si fuera Su segundo nacimiento corporal. Como segundo elemento, consecuencia natural del primero, el nacimiento de Cristo se efectuó también sin dolor para la madre, así como tuvo lugar sin que se violara la integridad corporal de la madre por effractio [rotura] o violatio claustri virginalis [violación del recinto virginal].

(Rev. MJ Scheeben, Mariology , vol. 1, trad. por Rev. TLMJ Geukers [St. Louis, MO: B. Herder Book Co., 1946], págs. 103-104; cursiva dada; subrayado agregado).

Cualquiera que ahora espere que el “cardenal” Gerhard Ludwig Müller, ex Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (2012-2017), corrija el escandaloso error de Francisco, debe recordar que el mismo Müller niega la Virginidad Perpetua de la Madre de Dios de esa manera:

Las Herejías del “Cardenal” Muller (Parte 2): Su Negación de la Virginidad Perpetua de María

Para mayor contexto, no se debe olvidar que Francisco ha criticado a la Santísima Madre varias veces antes e insinuó que ella no estaba libre de todo pecado:


Las blasfemias de Bergoglio contra la Inmaculada

Al mismo tiempo, por supuesto, también se pueden encontrar citas en las que Bergoglio afirma claramente el dogma de la Inmaculada Concepción. Como cualquier buen modernista, hace lo que el Papa Pío VI condenó, a saber, proporciona “La licencia para afirmar y negar a voluntad, que siempre fue una astucia fraudulenta de los innovadores para encubrir el error, no se debe usar para denunciar el error en lugar de justificarlo: como si las personas no estuvieran preparadas para lidiar casualmente con esto o aquello (Constitución Apostólica Auctorem Fidei, preámbulo).

En esto Francisco se parece al hereje Nestorio, que “con su incoherente multiloquencia envolvió la oscuridad con la oscuridad y, una vez más, confundido uno con el otro, confesó lo que había negado o trató de negar lo que había confesado” (Auctorem Fidei, preámbulo).

La teología moral católica nos dice que lo que ha hecho Francisco es cometer una blasfemia casi herética, específicamente el tipo de “blasfemia que ataca lo que es especialmente querido por Dios, que consiste en comentarios o actos despectivos a la Santísima Virgen, los Santos, los Sacramentos, el crucifijo, la Biblia, etc.” (McHugh-Callan, Teología Moral, n. 891 b). Tal blasfemia puede ser “expresada no sólo por oraciones completas y en modo indicativo, sino también por frases o interjecciones, por deseos, órdenes o incluso signos” (n. 893).

Así que ahora sabemos cómo Bergoglio se prepara para la gran Fiesta del Nacimiento de nuestro Bendito Señor y Salvador, Jesucristo: ¡cometiendo blasfemia!


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