domingo, 2 de julio de 2023

LA IGLESIA CATÓLICA FRENTE A LA MASONERÍA

Para conocer la masonería actual, presentamos algunos apartados, declaraciones y testimonios de Papas, y también textos de grandes maestros masónicos sin comentario alguno, ya que ellos por si solos lo explican todo de una forma más exacta.


1. - ORIGEN

La palabra “Masón” viene de la lengua francesa, de la palabra “Maçon” proveniente del término latino “Machio” o “Matio”, que significa albañil o cantero. La palabra Francmasón empezó significando albañil de superior habilidad, y posteriormente albañil que gozaba de libertad y de los privilegios de los gremios. Esta acepción puede considerarse derivada de la frase inglesa “feestone mason” en oposición al cantero de piedras ordinarias. En el nuevo diccionario inglés de la Sociedad Filológica de Oxford, la palabra “Francmasón” significa artesano emancipado. “Estos francmasones formaban un gremio independiente que usaba todo un sistema de signos y contraseñas, merced de los cuales cada artesano admitido en el gremio, después de haber demostrado su competencia, podía ser admitido y reconocido por sus compañeros”. Es por ello, que se puede ver como estas acepciones son anteriores a la fundación real de la Masonería, y se encuentran a partir del 1375. Estas personas no eran masones activos ni arquitectos, los llamados masones geománticos, se unieron con los masones activos en sus logias, pero no en una masonería moderna.

La Masonería, tal y como se conoce hoy, entró en la Historia cuando se estableció la Gran Logia de Inglaterra en 1717. Evidentemente la masonería antigua (1347) de la moderna (a partir de 1717) se diferencian en su organización y sus fines.

Para conocer la masonería actual, hemos preferido hilar en los siguientes apartados, declaraciones y testimonios de Papas, de refutados autores, y de fuentes masónicas (los grandes maestros) sin comentario alguno, ya que ellos por si solos lo explican todo de una forma más exacta.


2. - QUE ES LA MASONERÍA

“Por lo tanto, qué es la secta de los Francmasones y qué curso sigue, se desprende suficientemente del resumen que hemos dado brevemente. Sus principales dogmas son tan grandes y manifiestamente en desacuerdo con la razón que nada puede ser más perverso. Desear destruir la religión y la Iglesia que Dios mismo ha establecido, y cuya perpetuidad Él asegura por su protección, y devolver después de un lapso de dieciocho siglos, las costumbres  de los paganos, es señal de locura y audacia de impiedad” (León XIII, Encíclica Humanum Genus).

“Su ley es la mentira, el diablo es su religión, la bajeza su culto
(Pío VIII, Encíclica Traditi).

“Una conjetura tan grande de desventuras debe atribuirse en particular a la conspiración de aquellas sociedades tan sacrílegas, abominables y malvadas en las que herejías y las sectas más malvadas parecen haberse reunido en una pantanosa suciedad
(Gregorio XVI, Encíclica Mirari vos).

“La Francmasonería, en consecuencia, pugna no sólo por el Catolicismo y el Cristianismo, sino con todo sistema religioso de carácter sobrenatural” (Enciclopedia Americana).


3. - FINES DE LA MASONERÍA

“La base granítica de la futura política (en la masonería) debe ser la guerra contra el Catolicismo sobre toda la superficie del globo” (H. Petrucelli de la Gatina).

“Tenemos un cadáver en el mundo, de cuerpo presente. Este cadáver es el Catolicismo. Tal es el cadáver que hay que echar a la fosa, uniendo al efecto en un sólo esfuerzo todas nuestras energías, para que se haga cuanto antes” (P. Van Humbech, Soberano Gran Comendador masónico del rito escocés en Bélgica).

“La Masonería, por la plenitud de su organización, ritos, símbolos y ceremonias, se halla en capacidad de rivalizar con su grande enemigo, la Iglesia Romana. Sí, queremos la guerra y guerra a muerte contra la Iglesia” (Globet D’Aviella, Gran Maestro Nacional masónico de Bélgica).

“La batalla empeñada entre el Catolicismo y la Masonería es batalla a muerte, sin tregua ni cuartel. Es menester que allí donde se presente el hombre negro, acuda el Francmasón. Es menester que allí donde en primero levante la Cruz en señal de dominio, despliegue el otro el estandarte masónico. Los dos campos están perfectamente deslindados. El campo de Dios y el campo de Satanás, según dice el Papa León XIII. Ya no hay vacilación posible; contra la Iglesia o contra nosotros” (H. G. Desmons, Miembro del Supremo Consejo Masón de Francia).

“Es preciso hacer trizas a la Iglesia. ¿A qué fin tolerarla por más tiempo? ¿Qué servicios ha prestado a la humanidad? No reconozca ya el hombre el poder de la Religión, y deje de inclinarse ante la soberanía de la Iglesia” (H. Feuri, Del Consejo Supremo Masón de Francia).


4. - ORGANIZACIÓN DE LA MASONERÍA

“La nota característica de la organización de la Masonería especulativa es el sistema de la ‘Gran Logia’ establecido en 1717. Cada Gran Logia o Supremo Consejo en el rito escocés, o gran Oriente en el sistema mixto, constituye un cuerpo soberano e independiente con poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Se compone de las logias o cuerpos inferiores de su jurisdicción o de sus representantes legalmente reunidos, y los grandes dignatarios a quienes ellos eligen.

Una logia debidamente constituida ejerce los mismos poderes que la ‘Gran Logia’, pero con menor amplitud. Los dignatarios indispensables de una logia son: En Venerable Gran Maestre, los Guardianes antiguo y nuevo, y el Portero. El Maestre y los guardianes son generalmente ayudados por dos Diáconos y dos Mayordomos en los trabajos ceremoniales y de hospitalidad, y por un Tesorero y un Secretario. Muchas logias tienen un capellán para las ceremonias y discursos religiosos. Los mismos dignatarios en gran número y con títulos pomposos (Adorabilísimo Gran Maestro, Soberano Gran Comendador, etc.) existen en las grandes logias.

Como los gastos de los miembros son pesados, sólo las personas acomodadas pueden ingresar en la institución, siendo además restringido el número de candidatos, por diferentes condiciones y por normas que requieren unanimidad en la votación secreta para la admisión.

De este modo, a pesar de la pretendida universalidad, la Masonería resulta una sociedad exclusivista, tanto más cuanto que es secreta y enteramente cerrada al mundo profano. En la práctica, ello es cierto, las prescripciones concernientes a las calificaciones morales de los pretendientes no se cumplen con mucha escrupulosidad... Muchos se inscriben para mejorar sus condiciones económicas,...,para abrirse camino a ciertos círculos sociales, como si se tratase de un asunto comercial, o que se vieron obligados a inscribirse, porque todos los de su círculo lo hacían. Hay además el tipo de los que ingresan movidos por la curiosidad o porque alguien, de quien dependen, pertenece a la Masonería” (American Enciclopedia)

“Por lo que toca a la unidad, las autoridades masonas afirman unánimemente que la Masonería no es más que ‘una’ en todo el mundo y que todos los masones forman en realidad una sola logia, ya que la multiplicidad de logias sólo existe en obsequio a la comodidad, y por lo tanto, cualquier masón en uso de sus derechos tiene que ser recibido en cualquier logia del mundo como hermano y el de ser ayudado por sus correligionarios cuando se encuentre en necesidad.

La buena inteligencia de los masones de los diferentes países es fomentada por la comunicación personal y por la correspondencia sostenida especialmente entre la oficina del Gran Secretario y la oficina internacional permanente establecida en Neuchâtel (Suiza), por decreto del Congreso Internacional Masónico de 1903”
(“Chronicle”, 1907, II, 119).


5. - MEDIOS DE LA MASONERÍA

“Desde el principio hasta el fin, dice Pike, la Masonería es toda actividad. El así llamado secreto masónico es la obra ritualista interna y secreta mediante la cual los masones se forman para el trabajo exterior. Los masones se forman por medio de tres ceremonias: Iniciación (primer grado), Pasos (segundo grado) y Elevación (Tercer grado).

Los símbolos que en esta ceremonia se usan, explicados de acuerdo con los principios masónicos y con los indicios ofrecidos en los rituales y discursos de los otros grados, constituyen el manual de instrucción masónica. La educación así empezada se completa con toda la vida ordinaria de la logia, en la que cada masón debe tomar parte activa, asistiendo a las reuniones ordinarias con regularidad y sacando partido según sus aptitudes.

El simbolismo de la Masonería, dice Pike, en una carta a Gould, fecha 2 de diciembre de 1888, es el alma de la institución, y Boyd, el gran orador de Missouri, confirma esta información diciendo que la Masonería es 'toda símbolo, símbolo y símbolo'”
(“Chronicle”, 1902, I, 67).

“Las ventajas principales de este simbolismo, que no es por cierto peculiar a la Masonería sino que se refiere a los misterios y doctrinas de todas las edades y de todos los factores de la civilización, son entre otras:

1. Adaptándose a todas las opiniones, doctrinas y gustos, atrae al candidato y fascina al iniciado;

2. Conserva la unidad neutral de la masonería, a pesar de las profundas diferencias de religión, raza y tendencias individuales;

3. Ejercita al masón en considerar las instituciones políticas y sociales como fases transitorias de la humana evolución;

4. Permite a la Masonería ocultar sus verdaderos fines a los ojos de los profanos y aun a los de no pocos de los mismos iniciados, que son incapaces de apreciar dichos fines en el sentido en que la secta los persigue.


La Masonería, dice Pike, guarda celosamente sus secretos y con toda intención conduce por sendas descarriadas a intérpretes desorientados. Parte de los símbolos son exhibidos al iniciarlos, pero intencionalmente se le desvía de su recta apreciación, por medio de falsas interpretaciones. Los iniciados son pocos, aun cuando a muchos se dirijan las palabras rituales: 'no se explica de una vez el significado de los símbolos... os hacemos sólo insinuaciones generales, para que vosotros lo averigüéis con vuestro esfuerzo; incumbe a cada masón el descubrir los secretos de la sociedad'” (“American Enciclopedia”).

“Los medios principales para obtener el objetivo de la Masonería son los siguientes:

1. Destruir radicalmente, a base de una persecución descarada, a la Iglesia o aniquilar, por un fraudulento e hipócrita sistema de separación entre ella y el Estado, toda la influencia social de la Religión, llamada insidiosamente clericalismo, y hasta donde sea posible, destruir la misma Iglesia y toda religión que sea algo más que un culto vago de la patria y de la humanidad;

2. Laicizar o secularizar por un sistema igualmente hipócrita y fraudulento de neutralidad religiosa, toda la vida pública y privada, sobre todo la instrucción y la educación popular. Es de notar que la neutralidad, conforme se la entiende en la circular citada al Gran Oriente de Francia, no es más que un sectarismo anticristiano, anticatólico, ateísta, positivista y agnóstico disfrazado de neutralidad.


3. La libertad de pensamiento en los niños debe ser desarrollada sistemáticamente en las escuelas infantiles, protegiéndola en todo lo posible contra la influencia contraria, no sólo de la Iglesia y de los sacerdotes, sino también de los mismos padres de familia, y eso aun por medios compulsorios, morales y físicos, si fuere preciso. El gran Oriente considera esto como indispensable e infalible, para llegar al establecimiento de la república universal y de la tan deseada paz del mundo” (Chaîne d’Union, 1889, 134, 202 ss. Compte Rendu du Congrès International Maçonnique de París, 16-17 Julio 1889. “Revista Masónica”, 1888 y 1910).


6. - LA IGLESIA CONDENA A LA MASONERÍA

Desde los inicios de la Masonería moderna (1717) hasta nuestros tiempos, la Iglesia ha condenado en más de 200 documentos este movimiento. En todos ellos se condena la Masonería como contraria a la justicia y a la moral natural, así como supone una esclavitud, una inmoralidad, una traición y una apostasía.

No interesando nombrar por razones de espacio los más de 200 documentos emanados de la Santa Sede en los cuales la Iglesia ha prohibido, reprobado y condenado la Masonería, nombramos algunos por su importancia:

A.- Documentos:

In Eminenti del Papa Clemente XII, 28 de abril de 1738.

Providas del Papa Benedicto XIV, 18 de mayo de 1751.

Ecclesiam del Papa Pío VII, 13 de septiembre de 1821.

Quo Graviora del Papa León XII, 13 de marzo de 1825.


...Y OTROS

B.- Encíclicas:

Traditi del Papa Pío VIII, 21 de mayo de 1829.

Mirari vos del Papa Gregorio XVI, 15 de agosto de 1832.

Qui Pluribus del Papa Pío IX, 9 de noviembre de 1846.

Quanta Cura del Papa Pío IX, 8 de diciembre de 1864.

Etsi Multa del Papa Pío IX, 21 de noviembre de 1873.

Diuturnum Illud, del Papa León XIII, 1881

Etsi Nos del Papa León XIII, 15 de febrero de 1882.

Humanum Genus del Papa León XIII, 20 de abril de 1884.

Ab Apostolici Solii del Papa León XIII, 15 de octubre de 1890.

Praeclara Gratulationis del Papa León XIII, 18 de marzo de 1902.

...Y OTRAS

En todos estos doscientos documentos se hace un estudio serio de la Masonería, de los fines que persigue, de los medios que emplea, de sus objetivos, y de la postura de cualquier católico ante este movimiento. Vamos a profundizar en alguno de ellos extractando partes de ellos.

El Papa Clemente XII, 21 años después de la aparición de la Gran Logia de Inglaterra indica cuidadosamente las razones por las que las asociaciones masónicas deben ser condenadas desde el punto de vista de la moral, la política y la sociología cristianas y católicas, a saber:

1. “El carácter peculiar aconfesional (anticristiano y anticatólico) y naturalístico de la secta, por medio del cual teórica y prácticamente mina la fe cristiana en sus adeptos (los de la Masonería) y por medio de ellos, en el resto de la sociedad, produciendo la indiferencia religiosa y el desprecio de la ortodoxia y de la autoridad eclesiástica;

2. El inescrutable secreto y el disfraz insidioso e inmutable de la asociación masónica y de su obra, por medio de la cual los hombres de su calaña irrumpen como ladrones en casa y como raposas tratan de arrancar de raíz el viñedo, pervirtiendo los corazones de los hombres sencillos y arruinando su felicidad espiritual y material;

3. Los Juramentos de fidelidad a la Masonería y a la obra masónica, que no pueden ser justificados en su finalidad, en su objeto, ni en su forma; no pueden por lo tanto, inducir obligación alguna moral. Dichos juramentos son condenables porque la finalidad y el objeto de la Masonería son malos y condenables, y el candidato, en la mayoría de los casos, ignora la importancia y extensión de las obligaciones que asume, y el dicho juramento resulta un abuso, por lo inmoral, absolutamente reprensible...

Además, los únicos objetos esenciales del secreto de la secta acerca de los cuales versan los juramentos, no son otra cosa que las conspiraciones políticas o antirreligiosas que consta, han sido fraguadas en el seno de las logias especialmente en los países latinos. Tales secretos ... hacen el juramento todavía más inmoral y por lo mismo nulo e irrito; de donde se sigue que los juramentos masónicos son no solamente sacrílegos, sino abusivos y contrarios al orden público, que necesita del juramento solemne y de la obligación sagrada que impone, como medios para sostener la veracidad, por lo que es inmoral y antisocial el envilecerlos y caricaturizarlos.

4. El peligro que tales asociaciones envuelven para la seguridad y tranquilidad del Estado y para la salud espiritual de las almas; de donde se sigue una oposición entre dichas sociedades y el derecho eclesiástico y civil”.


Así por ello, Clemente XII, en esta Constitución apostólica expresa con toda rotundidad: “Hemos resuelto y decretado condenar y prohibir ciertas sociedades, asambleas, reuniones, convenciones, juntas o sesiones secretas, llamadas Francmasónicas o conocidas bajo alguna otra denominación. Las condenamos y las prohibimos por medio de esta Constitución, la cual será considerada válida para siempre. Recomendamos a los fieles abstenerse de relacionarse con dichas sociedades... para evitar la excomunión, que será la sanción impuesta a todos aquellos que contravinieren ésta, Nuestra orden” (Constitución Apostólica 
In Eminenti de Su Santidad el Papa Clemente XII, 28-abril-1738).

Trece años después, el Papa Benedicto XIV, en su documento 
Providas, reafirma la censura de la Masonería y de otras sociedades secretas hecha por su antecesor, esta censura era pena de Excomunión Latae sententiae reservada de especialísimo modo al Papa.

El Papa León XII en su Bula 
Quo Graviora recuerda los anatemas pronunciados contra la francmasonería, desde Clemente XII, declara a esta institución enemiga abierta de la Iglesia Católica, diciendo:

“Poneos en guardia contra las seducciones y los discursos lisonjeros que se emplean para haceros entrar en estas sociedades. Convenceos que nadie puede enrolarse en ellas sin cometer un pecado gravísimo” .... “Aunque no hay costumbre de exhibir lo que existe mas digno de censura a la vista de los que no han llegado a los grados eminentes, está, sin embargo, manifiesto que la fuerza de estas sociedades, tan peligrosas para la Religión, aumenta con el número de los que ingresan” (Bula 
Quo Graviora, del Papa León XII, 13-marzo-1825).

Su Santidad Pío IX, en una alocución del 25 de septiembre de 1865, hizo diversas advertencias sobre la Masonería, y entre otras cosas dijo:

“Desgraciadamente, estas advertencias no han tenido el éxito deseado, y Nos hemos mirado como un deber condenar nuevamente esta sociedad, en atención a que, por ignorancia, podría quizás surgir la falsa opinión de que ella es inofensiva, que solo tiene por fin la beneficencia y que, por consecuencia, no podría ser un peligro para la Iglesia de Dios” ... “Nos condenamos esta sociedad masónica -y las demás sociedades del mismo género que, bajo diferente forma, tienden al mismo fin- con las mismas penas señaladas en las Constituciones de Nuestros predecesores; y esto afecta a todos los cristianos de cualquier condición, rango o dignidad y por toda la tierra”.

El Papa León XIII en su Encíclica 
Diuturnum Illud, denunció especialmente la creciente audacia de las sectas y definió de nuevo la postura condenatoria de la Iglesia frente a la Masonería. La justificación doctrinal de esta postura la hace el mismo León XIII en 1884 con su Encíclica Humanum Genus. El núcleo central de este documento está constituido por un análisis de la Masonería considerada en sí misma y por un juicio crítico condenatorio de esta. Su Santidad el Papa León XIII no hace distinciones: no existe una Masonería buena y otra mala; toda secta que profese los principios masónicos y acepte total o parcialmente sus prácticas entra dentro de la condenación pontificia.

El juicio fundamental sobre la masonería está incluido en la afirmación de que “la masonería es contraria a la justicia y a la moral natural”. La base para justificar este juicio condenatorio reside en las conexiones totales que unen a la Masonería con los principios del Naturalismo. La Masonería es la proyección social y política del Naturalismo filosófico.

Pero ¿Cuáles son estos principios naturalistas que acepta la Masonería? En primer lugar, el dogma de la soberanía absoluta de la razón y de sus consecuencias: negación de la Verdad Revelada e indiferentismo religioso. Este es sin duda un error teológico de la Masonería. Pero el Papa León XIII no solo considera esto, sino que además en esa misma Encíclica 
Humanum Genus muestra otra serie de errores masónicos. Por la importancia de esta Encíclica les recomendamos su cuidadosa lectura

Otra de las Encíclicas de León XIII, la Praeclara gratulationis en uno de sus capítulos entra a considerar el peligro masónico, y en ese documento el Papa califica a la Masonería como una de las asechanzas a la Fe Católica. En este mismo documento el Papa atribuye a la Masonería la ambición de lograr el control político de todos y cada uno de los Estados. Por eso el Papa e esa Encíclica advierte:

“La unidad religiosa de la secta llamada "masónica" está en gran riesgo, cuyo poder fatal ha estado presionando durante algún tiempo, especialmente las naciones católicas. Favorecida por tiempos difíciles, y audaz por la fuerza, la riqueza y el éxito, intenta con muchos medios consolidarse de manera más estable y extender su dominio más ampliamente. De las escondidas y las emboscadas, ya ha salido a la luz en las ciudades y también se ha establecido en este mismo Urbe, el centro del catolicismo, como para desafiar la presencia de Dios. Pero lo peor es que donde sea que pise, se insinúa en todas las clases y en todas las instituciones estatales, para lograr finalmente la suma del poder. Una amenaza muy grave: de hecho, tanto la maldad de sus opiniones como la iniquidad de sus propósitos son evidentes. Bajo el pretexto de reclamar los derechos humanos y revivir la sociedad civil, ataca ferozmente al cristianismo; repudia la doctrina transmitida por Dios; reprocha los deberes religiosos, los sacramentos divinos y los bienes más sagrados como supersticiones: el matrimonio, la familia, las escuelas juveniles, todas las costumbres públicas y privadas; busca desgarrar la impronta cristiana y eliminar del alma de los pueblos todo respeto por la autoridad humana y divina. Luego enseña que el hombre debe honrar la naturaleza y que solo sus leyes deben medir y regular la verdad, la honestidad y la justicia. De esta manera, como es evidente, el hombre es conducido a las costumbres de vida de los paganos y de aquellos que se vuelven más corruptos por las continuas tentaciones. Aunque en otras ocasiones hemos hablado severamente sobre este tema, sin embargo, la vigilancia apostólica nos guía a insistir y advertir una y otra vez, sobre un peligro tan inminente, que no hay precaución excesiva hasta el punto de no tener que adoptar una mayor. Dios Clemente prohíbe las malas intenciones; pero el pueblo cristiano debe advertir y comprender que tarde o temprano el yugo vergonzoso de la secta debe ser sacudido; y los más severamente oprimidos, es decir, los italianos y los franceses, lo sacuden con mayor vigor. Con qué armas y con qué uso de la razón pueden lograr más fácilmente este fin, ya lo indicamos Nosotros; y la victoria para aquellos que confían en ese líder cuya palabra divina siempre es relevante: "He vencido al mundo” ( Jn 16, 33).
 (Encíclica Praeclara Gratulationis de Su Santidad el Papa León XIII, 18-marzo-1902).

Muy dura también es la condena de la Masonería, que realiza el Papa Benedicto XV en el Derecho Canónico de 1917, en donde se dice:

“Los que dan su nombre a la secta masónica o a otras asociaciones del mismo género que maquinan contra la Iglesia o contra las potestades civiles legítimas, incurren ‘ipso facto’ en excomunión simplemente reservada a la Sede Apostólica”
(Derecho canónico de 1917, canon 2.335).

“& 1. A los clérigos que han cometido el delito de que se trata en los cánones 2334 y 2335, debe castigárseles, además de con las penas establecidas en los citados cánones, con la suspensión o privación del mismo beneficio, oficio, dignidad, pensión o cargo que puedan tener ven la Iglesia.

& 2. Los clérigos y los religiosos que den su nombre a la secta masónica o a otras asociaciones semejantes, deben además ser denunciados a la Sagrada Congregación del Santo Oficio”
 (Derecho canónico de 1917, canon 2336).

El mismo derecho canónico de 1917 establece en otros cánones las siguientes penas para los masones: la prohibición de contraer matrimonio y de ser este presidido por el párroco (canon 1065); deben ser privados de sepultura eclesiástica (canon 1240); y otras penas más en el código.

Juan Pablo II renovó esta tradición condenatoria de la Iglesia Católica a la Masonería. Primero con una declaración de la Sagrada Congregación para la fe de 1981 en donde se reafirman las censuras existentes, en esa declaración se dice:

“Con fecha 19 de julio de 1974 esta Congregación escribía a algunas Conferencias Episcopales una Carta reservada sobre la interpretación del canon 2335 del código de derecho canónico, que prohíbe a los católicos bajo pena de excomunión, inscribirse en las asociaciones masónicas y otras semejantes.

Puesto que dicha carta, al hacerse de dominio público, ha dado lugar a interpretaciones erróneas y tendenciosas, esta Congregación, sin querer prejuzgar las eventuales disposiciones del nuevo código, confirma y precisa lo siguiente:


1. No ha sido modificada en modo alguno la actual disciplina canónica que permanece en todo su vigor.

2. Por lo tanto, no ha sido abrogada la excomunión ni las otras penas previstas.

3. Lo que en dicha Carta se refiere a la interpretación que se ha de dar al canon en cuestión debe ser entendido, según la intención de la Congregación, sólo como una llamada a los principios generales de la interpretación de las leyes penales para la solución de los casos de cada una de las personas que pueden estar sometidas al juicio de los Ordinarios. En cambio, no era intención de la Congregación confiar a las Conferencias Episcopales que se pronunciaran públicamente con un juicio de carácter general sobre la naturaleza de las asociaciones masónicas que implique derogaciones de dichas normas.

Roma, Sede de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, 17 de febrero de 1981”.


Posteriormente Juan Pablo II, y una vez decretado el Nuevo Derecho Canónico (1983), firma una Declaración sobre la Masonería, que edita la Sagrada Congregación para la Fe del 26 de noviembre de 1983. En este documento se reafirma que la pertenencia a la Masonería es un pecado grave que niega a los Católicos “el derecho de acercarse a la Sagrada Comunión”. También afirma este documento que la posición de la Iglesia sobre las asociaciones masónicas se mantiene sin alteración, ya que los principios de la Masonería siempre se han considerado irreconciliables con la Doctrina de la Iglesia Católica. De acuerdo a esta Declaración, la afiliación de los Católicos a la Francmasonería sigue estando prohibida por la Iglesia. Ese texto es el siguiente:

“Se ha presentado la pregunta de si se ha cambiado el juicio de la Iglesia respecto de la masonería, ya que el Nuevo Código de Derecho Canónico no está mencionada expresamente como lo estaba en el Código anterior.

Esta Sagrada Congregación puede responder que dicha circunstancia es debida a un criterio de redacción seguido también en el caso de otras asociaciones que tampoco han sido mencionadas por estar comprendidas en categorías más amplias.


Por lo tanto, no ha cambiado el juicio negativo de la Iglesia respecto de las asociaciones masónicas, porque sus principios siempre han sido considerados inconciliables con la doctrina de la Iglesia; en consecuencia, la afiliación a las mismas sigue prohibida por la Iglesia. Los fieles que pertenezcan a asociaciones masónicas se hallan en estado de pecado grave, y no pueden acercarse a la santa comunión.

No entra en la competencia de las autoridades eclesiásticas locales pronunciarse sobre la naturaleza de las asociaciones masónicas con un juicio que implique derogación de cuanto se ha establecido más arriba, según el sentido de la Declaración de esta Sagrada Congregación del 17 de febrero de 1981.


El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en la audiencia concedida al cardenal Prefecto abajo firmante, ha aprobado esta Declaración, decidida en la reunión ordinaria de esta Sagrada Congregación, y ha mandado que se publique.

Roma, en la Sede de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, 26 de noviembre de 1983. Firmado Cardenal Joseph Ratzinger (prefecto) y Jean Jérôme Hamer, Arzobispo titular de Lorium (Secretario).

Posterior a esta Declaración de la Santa Sede, un editorial del Osservatore Romano toca el tema de la Masonería y la condena con un vigor que nos recuerda a León XIII en la 
Humanum Genus. En este artículo se afirma que la Santa Sede ha considerado a la Masonería como responsable del actividades subversivas contra la Iglesia, y en cuatro oportunidades el Editorial recuerda que el Cristianismo y la Francmasonería son “irreconciliables”.


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