Por John Horvat II
Uno de los argumentos más poderosos contra la agenda lgbt+ es su corrupción de los niños pequeños. La gente, especialmente los padres, se opone con razón a que sus hijos pequeños estén expuestos a horas de cuentos de Drag Queen altamente sexualizados (en EE.UU.) y a las “clases” de ESI en el resto de los países. Otros denuncian a las autoridades municipales y escolares por los libros pornográficos que contaminan las mentes inocentes de niños escandalizados. Los “desfiles del orgullo” con participantes desnudos son denunciados por los niños que los ven. Los “productos del orgullo” de la tienda Target incluían productos infantiles con una línea satánica, lo que aumentó la preocupación.
Estas actitudes son argumentos extremadamente válidos y emocionales para contrarrestar la avalancha de inmundicia que se derrama en todos los aspectos de nuestra vida, y son muy necesarios, ya que esta agresiva exposición fue especialmente evidente durante junio, mal llamado “mes del orgullo”.
Sin embargo, estos argumentos contienen una flagrante contradicción que es necesario abordar si los conservadores quieren luchar más eficazmente por los principios cristianos.
El dogma liberal de dar rienda suelta a las pasiones después de los 18 años
La contradicción radica en que el liberalismo se niega a extender estas preocupaciones más allá de los niños. El liberalismo sostiene que todo debe estar permitido siempre que sea legal y no perjudique directamente a los demás. En estas condiciones, la gente debería dar rienda suelta a sus pasiones y reprimir a quienes piden moderación. Así, existe una tensión constante entre las corrientes de la licencia y la moderación.
Este dogma liberal permite (por ahora) cierta moderación a los niños con el pretexto de que no tienen los elementos para tomar decisiones plenamente racionales o informadas. Sin embargo, una vez que alcanzan la edad de 18 años, todas las influencias consideradas perjudiciales se vuelven repentinamente aceptables. Los adultos pueden participar en todas las actividades sexuales legales como “una cuestión de elección”, y se dice a la gente que no les critique por ejercer su libertad.
El régimen liberal siempre se esfuerza por mantenerse "neutral en valores". En tal perspectiva, no hay bien o mal absolutos, sólo decisiones racionales tomadas por adultos que consienten.
La Iglesia se opone a tal liberalismo
Este permiso de licencia después de los 18 años siempre ha sido un punto de conflicto con la Iglesia.
La Iglesia enseña la doctrina contraria. Hay absolutos que se aplican al bien y al mal, a lo correcto y a lo incorrecto. Todos los actos, representaciones o deseos sexuales fuera del matrimonio, por ejemplo, son pecaminosos y destructivos del carácter. No depende de la edad. Todas las personas que practican estos actos afectan negativamente al bien común. La sociedad debe tener derecho a defenderse de la degradación de la moralidad pública. El Estado puede impedir que ciertas cosas perjudiciales aparezcan en la plaza pública.
Este punto de conflicto provoca un cortocircuito en la mente de innumerables cristianos que quieren proteger a sus hijos y, al mismo tiempo, defienden el dogma liberal de aceptar los actos pecaminosos contrarios a la ley de Dios una vez cumplidos los 18 años. Tan arraigado está este dogma liberal que reconocen que tal permiso es destructivo y socialmente perjudicial. Sin embargo, sostienen que la inmoralidad después de los 18 años debe ser permitida y promovida aunque derrumbe a toda la sociedad y afecte su calidad de vida y la salvación de sus hijos.
La pornografía siempre es mala
Muchas actividades son objetivamente perjudiciales. La pornografía, por ejemplo, siempre es pecaminosa y perjudicial para los demás, independientemente de la edad o las circunstancias. A pesar de las afirmaciones liberales en sentido contrario, los adultos no pueden verla sin dañarse a sí mismos y a la sociedad; degrada a quienes la hacen y la comercializan.
Por ello, la sociedad puede tomar medidas como la de otorgar el distintivo de la vergüenza a la pornografía, un elemento disuasorio natural de tal depravación. El Estado también se ha reservado siempre, y sigue haciéndolo, el derecho de impedir la circulación de la pornografía porque su exposición es perversa y perjudicial para el conjunto.
Nadie se beneficia de la pornografía, del comportamiento lascivo en público y de la promoción del vicio antinatural. Tales prácticas siempre destruyen la sociedad. Nunca son apropiadas para la edad y, desde luego, no son propias de un adulto.
Oposición a la ley natural
Por esta razón, los liberales odian la idea de la ley natural porque su marco define el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, de una manera que es válida para todos los tiempos, lugares y pueblos.
El régimen liberal se regocija en la coexistencia del bien y el mal. Vende la mentira de que la libertad de hacer lo que a uno le plazca dentro de la ley nunca perjudica a otro. Los liberales también odian la noción del bien común porque lo ven como un obstáculo para la realización del individuo. De hecho, tal visión niega la naturaleza del mal, que siempre busca corromper a los que le rodean para obtener respaldo y complicidad.
Así, la exposición al comportamiento erótico de una hora Drag Queen Story o a la desnudez pública en un “desfile del orgullo” también puede dañar a un adulto, no sólo a los niños. Los adultos tienen muchos más elementos para afrontar y rechazar estos actos. Sin embargo, todas estas cosas son ocasiones de pecado y deben evitarse. No hay ninguna razón por la que tal comportamiento indecente deba ser permitido en una biblioteca pública, o en una calle pública, dada su promoción de la agenda lgbt y actos que son objetivamente definidos como "intrínsecamente malos" para todos por la Iglesia y sus santos.
Seguir la ciencia
Estudios científicos demuestran que los materiales indecentes destruyen familias, rompen matrimonios y traumatizan a los niños. Por esta razón, las sociedades siempre han restringido su circulación e incluso hoy prohíben la pornografía infantil, pero ¿hasta cuándo?
La exposición de los niños a las horas de cuentos de Drag Queen o a libros indecentes es especialmente mala. De este modo, con el pretexto de la educación y la tolerancia, se derriba la última barrera liberal contra la corrupción infantil. Los niños, antes protegidos, están ahora expuestos a libros que no pueden leerse en las reuniones del consejo escolar debido a su indecencia. Se les obliga a presenciar comportamientos lascivos que celebran el vicio antinatural.
Todos los padres preocupados deben oponerse vehementemente a exponer a sus hijos a estas influencias nocivas. Sin embargo, ya es hora de rechazar el absurdo de que la corrupción moral se detiene a los 18 años. El pecado y la corrupción forman parte de la naturaleza humana caída contra la que hay que luchar constantemente hasta la muerte. Nadie tiene derecho a utilizar las instituciones públicas o la plaza pública para promover un comportamiento inmoral que perjudica a todos y ofende a Dios.
Tradition, Family and Property
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