domingo, 12 de diciembre de 2021

LA ÚNICA EMERGENCIA REAL

La única emergencia real son los gobernantes y los multimillonarios que los gobiernan: marionetas en manos de la camarilla financiera que quiere lograr la dominación mundial para llevar a cabo un plan demoníaco, que prevé la reducción drástica de la población mundial y la esclavización del resto. 

Por Don Elia


El colosal engaño de la pandemia y las medidas tomadas al unísono por casi todos los gobiernos del planeta no van encaminadas a solucionar el problema sanitario (creado a propósito y amplificado fuera de toda proporción por la propaganda), sino a provocar un inmenso colapso económico que permita la total concentración de recursos y poder en manos de unos pocos banqueros sin escrúpulos morales. Son personas que se creen superiores a nosotros y nos consideran insectos despreciables; en su lúcida locura, piensan que pueden alcanzar la inmortalidad a través del progreso científico, tanto que se han dejado engatusar por el señor de la oscuridad al que adoran.

Desde la altura de su omnipotencia, el Señor nos asegura que el éxito de sus perversos planes no es en absoluto una conclusión previsible, sino todo lo contrario: Cogitaverunt consilia, quae non potuerunt stabilire (‘Han pensado planes que no han podido llevar a cabo’) Sal 20,12. Es la Providencia la que dirige la historia de la humanidad, y lo hace de forma infalible, hasta el punto de poner al servicio de sus designios incluso las maquinaciones de sus enemigos. Los amos del mundo lo ignoran y son incapaces de entenderlo, al igual que los políticos, que muy a menudo no saben que están siendo manipulados para fines muy diferentes a los que se pretenden. Si los primeros son satanistas, los segundos son aventureros fácilmente atrapados por la ambición, la vanagloria, la sed de dinero y de poder: "Vuestros jefes son infieles, socios de los ladrones: todos aman las dádivas, van detrás de las propinas" (Is 1,23). A ambos les espera la misma sentencia si no se convierten sinceramente: "Aplastará al mismo tiempo a los impíos y a los pecadores; los que han abandonado al Señor serán consumidos" (ibíd., v. 28).

Si esto es cierto, nos queda la incertidumbre de cuándo caerá sobre ellos la ira divina. ¿Hasta dónde les dejará llegar la Providencia? ¿Cuándo los detendrá? ¿Cuánto tiempo tendremos que sufrir antes de ver el punto de inflexión? No se puede descartar que esté a punto de comenzar una verdadera persecución que exigirá de nosotros una resistencia heroica. Sin embargo, sin albergar esperanzas ingenuas de un final demasiado rápido, podemos suponer razonablemente que la intervención del Señor no está lejos, dado el ataque sin precedentes a la vida y a la propia naturaleza del hombre. No se trata sólo de la perspectiva de una masacre nunca vista en la historia, que afectará incluso a los niños, sino también de la alteración del genoma humano mediante las llamadas vacunas y la producción de dispositivos electrónicos que se conectarán al cerebro. Aunque no sea una noticia verdadera, puede ser un indicio programático: parece que en China ya se han conseguido clones con inteligencia artificial, ya que no pueden tener alma. Al parecer, quieren hacer un híbrido humano-máquina.

Estas observaciones no son obra de conspiradores visionarios, sino objeto de estudios desarrollados en el campo de la neurociencia y de objetivos sutilmente inculcados con publicidad más o menos oculta. En otras palabras, estos señores pretenden modificar la creación; ¿no se habla desde hace años de transhumanismo? Sin embargo, como Dios no puede permitirlo, se nos permite confiar en su inminente intervención. Para detener la construcción de la Torre de Babel, sólo tuvo que echarle una mirada (cf. Gn 11,5); puesto que las sociedades secretas la han tomado como modelo ideal, hasta el punto de inspirarse en ella para la sede del Parlamento Europeo y otros edificios, no es ciertamente difícil que Él se repita. El Señor golpeará a los que todavía utilizan el intelecto con una locura total, pero poniéndolo al servicio de un proyecto loco típicamente prometeico.

Sin embargo, hay un paso obligatorio que no podemos descuidar si realmente queremos acelerar la ansiada liberación. Tanto la humanidad como la Iglesia en la tierra deben pasar necesariamente por una prueba que purifique toda la suciedad acumulada en las últimas décadas: "Volveré mi mano sobre vosotros para limpiaros de la escoria" (Is 1,25). Este proceso beneficioso tendrá un aspecto cuantitativo y otro cualitativo. El primero, desgraciadamente, implicará la desaparición de una parte considerable de la sociedad y del clero, aquellos que, ciegos y sordos sin remedio por su endurecimiento hacia Dios, al creer el engaño se entregaron a sus verdugos; es nuestra tarea como creyentes rezar para que el desastre sea un medio de conversión para todas esas personas, para que al menos puedan salvar sus almas. El segundo requiere de nosotros una total disposición a aceptar lo que la Providencia ha establecido, por muy duro que sea, hasta el punto de aceptar la pérdida de trabajo y la indigencia mientras se establezca -si no se puede evitar-; de hecho, es indispensable una purificación de todas las falsas necesidades (y relativos pecados) inducidos por el consumismo.

Tal grado de abandono requiere un salto a la fe pura, que no somos capaces de hacer por nosotros mismos; por eso debemos pedir insistentemente a la Virgen y a San José las gracias necesarias. En el plano espiritual, ésta es la única emergencia real, de la que el mundo trata de desviarnos con sus improbables hombres del saco, como las “variantes” que se inventan puntualmente cada vez que hay que dar un nuevo empujón a la gente para que haga lo que no quiere

En lugar de dejarte sacudir por repetidas y vanas alarmas, ve a tu interior tan a menudo como te sea posible para llevarte a la presencia de Aquel que mora en tu santuario interior. Esto puede parecer una recomendación inoportuna e inapropiada, pero para ti, que tienes la inestimable gracia de la fe, es el ejercicio más urgente y fructífero. No es el fin del mundo si durante media hora te vas en busca de tu Amado, redescubriendo su presencia en lo más íntimo de tu ser y abandonándote a su inefable bondad; cuando vuelvas a tus ocupaciones, verás la realidad con otros ojos y con una renovada confianza, fundada no en los acontecimientos externos, sino en la certeza inamovible del amor de Dios, siempre actuando por ti.

Por lo tanto, antes de luchar por encontrar soluciones prácticas, detente y reza en silencio dentro y fuera de ti, para crear una distancia entre tu corazón y todo lo demás, un espacio libre en el que respirar a Cristo, según la maravillosa expresión de San Antonio Abad. Si no puedes meditar, reza el Rosario con amorosa calma, o practica la Oración de Jesús, repitiendo lentamente y en armonía con tu respiración: "Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador". A algunos les basta con rezar tranquilamente el Padre Nuestro, que, como oración enseñada por el mismo Señor, tiene en sí misma una eficacia sobrenatural capaz de sumergir a quien la pronuncia con auténtica fe en la presencia amorosa de Dios. Incluso un solo Ave María, rezado con la certeza de que una madre no puede dejar de escuchar la voz de su hijo que la llama en su ayuda, tiene efectos sorprendentes, especialmente en los momentos críticos.

Lo importante es mantener la lucidez y la paz, sin consentir predicciones catastróficas ni emociones angustiosas. Una fantasía o un sentimiento no son la realidad, sino sólo fenómenos producidos por tu imaginación o tu psique. Tus pensamientos deben ceñirse a la realidad, cuyas amenazas no se cumplirán si la Providencia decide lo contrario; los poderosos de este mundo son sólo hombres. Ya que muchos, bajo el peso de las preocupaciones y la presión social, empiezan a perder la cabeza para idear una solución aparente que les dé la ilusión de poder aplacar su ansiedad, escucha estas recomendaciones y ponlas en práctica; de lo contrario no podrás resistir las imposiciones del poder y menos aún los engaños del diablo. 

Si nosotros, al menos los que, por pura gracia, hemos comprendido, no seguimos vivos y bien, ¿quién quedará para reconstruir sobre los escombros? Si nosotros también traicionamos al Señor, ¿de quién volverá a partir la Iglesia, una vez purificada? Dios nos ha preparado una gran tarea, siempre que no nos rindamos. Cuando veamos acercarse el triunfo del Corazón Inmaculado de María, todo lo que hemos sufrido parecerá pequeño en comparación.

La prueba de hoy es una maravillosa oportunidad para llegar a la fe plena, poniendo a Dios en primer lugar y confiando incondicionalmente en la Providencia. Nunca abandonará a quienes creen sinceramente en Él y le sirven fielmente, incluso hasta el heroísmo; por el contrario, siempre les proporcionará lo indispensable para la subsistencia, al tiempo que los colmará de favores y consuelos espirituales. Si sientes que aún estás lejos de esa plenitud, recurre al apoyo de la Madre celestial y del Padre en espíritu, que esperan que sus hijos se dirijan a ellos con la confianza de los niños. 

El que quede en Sión y sobreviva en Jerusalén será llamado santo, el que esté escrito en vida en Jerusalén (Is 4,3).


Chiesa e Postconcilio


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