Pasará a la historia por lo grotesco. Así como al concilio de 692 se lo conoce como “Concilio Trullano” por la sala del palacio imperial de Constantinopla donde se reunió, el sínodo de la Amazonía bien podrá ser recordado como el sínodo de Macondo.
El surrealismo que es capaz de alcanzar el papa Francisco con sus iniciativas y sus manejos pueden superar incluso la imaginación de García Márquez. Comenzamos con postraciones frente a algunos idolillos en los jardines vaticanos y terminamos con un acto de culto a la Pachamama —así llamada oficialmente por el Santo Padre— entronizada en su canoa, en la iglesia de la Traspontina, tal como lo muestra la foto.
Estimo que la pobre Pachamama estará bien aferrada a su piragua luego del susto que pasó cuando fue arrojada al Tiber por un par de jóvenes rígidos. Afortunadamente, pudo ser rescatada ella y sus compañeras por valientes carabinieri italianos, a quienes el papa Francisco confió públicamente su custodia y protección. Al menos encomendó esta tarea a la policía; podría haber implorado la protección de Santa Rosa de Lima sobre la Pachamama, del mismo modo en que Juan Pablo II pidió públicamente a San Juan Bautista que protegiera al Islam el 21 de marzo del 2000.
Pero podemos sacar algunas conclusiones más profundas del sínodo de Macondo:
En primer lugar, el sínodo de la Amazonía fue un sínodo preparado por europeos y protagonizado por europeos que utilizaron a los indígenas para proyectar sus propias ideas de lo que los indígenas deben ser e imponer de ese modo reformas en la Iglesia. Un craso y descarado neocolonialismo.
Tengo profundo respeto por los pueblos amazónicos como por los pueblos africanos, por ejemplo, y he sido testigo en innumerables ocasiones de la piedad que y devoción demuestran hacia nuestra fe. Basta con ver en el video de la ceremonia pagana de los jardines vaticanos, ideada por europeos, la devoción con la que los indígenas se hacen la señal de la cruz, esa misma cruz que sus evangelizadores le niegan. Por eso, me parece denigrante y me enfurece que los occidentales los manipulen para sus propios fines.
Y no es la primera vez que sucede. En los ’60, la Universidad Católica de Lovaina entregó generosas y numerosísimas becas para que religiosos latinoamericanos fueran a estudiar allí, donde fueron adoctrinados con el marxismo en boga y los nuevos aires que se respiraban. Luego volvieron a sus países y comenzaron no solamente la teología de la liberación sino también la lucha armada. Mientras sus profesores teorizaban sobre el imperialismo y los oprimidos tomando cerveza belga, en América Latina se mataban entre hermanos. Baste recordar el caso del colombiano P. Camilo Torres, o del argentino Enrique Dussel.
En el caso del sínodo tuvimos una series de pachamamas que eran estilizadas mujeres embarazadas diseñadas por algún artista europeo, talladas en madera (¿dónde quedó el respeto por la madre tierra y por el ‘hermano árbol’?) y que a los amazónicos no les dice nada porque, si ellos quisieran representar a esa diosa, ciertamente no lo haría con un gusto artístico típicamente occidental.
A Mons. Rino Fisichella se le ocurrió proponer la creación de un “rito amazónico”, y creo que todos podemos imaginar quiénes serían los pergeniadores de ese hipotético rito: un obispo austríaco, tres curas franceses y dos monjas alemanas. Agregarían a cuatro amazónicos a quienes les dirían qué deben decir y les explicarían cómo deben rendir culto a Dios.
Los amazónicos genuinos del sínodo no fueron más que figurantes de un paso folclórico preparado por europeos. En pocas palabras, los utilizaron. Causaba pena verlos caminar por las calles de Roma, vestidos como occidentales, con un plumero en la cabeza y un par de pintarrajos en el rostro. ¿Alguien piensa que ellos utilizan esos atuendos en sus pueblos o villorios? Claro que no, y la prueba está en las mismas declaraciones de los padres sinodales que se lamentaban porque los jóvenes amazónicos pasan demasiado tiempo navegando en la web con sus celulares y, de ese modo, olvidan de sus costumbres.
En cuanto a los cambios o peligros para la fe y la tradición que aparecen en el documento final del sínodo, creo que hay que ser cautos, y en primer lugar esperar la exhortación apostólica para ver hasta dónde se anima a llegar Francisco. Pero veamos los temas más espinosos.
En primer término, no se habla propiamente de la posibilidad de “sacerdotes casados” sino de “hombres casados ordenados sacerdotes”, los famosos viri probati, y tiene sentido señalar el matiz. Aunque valoro y considero un tesoro de la iglesia latina el celibato sacerdotal, lo cierto es que se trata de un medida disciplinar bastante reciente, que no tiene vinculación dogmática. Las iglesias orientales —católica y ortodoxa—, conservaron siempre el uso apostólico de ordenar hombres casados, y sin embargo, conservaron la fe a pesar incluso de las terribles persecuciones que sufrieron en la época comunista. La fe no se pierde ni se deteriora por tener hombres casados que sean sacerdotes.
En segundo lugar, no viene mal recordar que la introducción del celibato optativo fue pedido con insistencia por muchos padres durante el Concilio de Trento, y no lo pedía para la Amazonía, lo pedían para Europa. Segismund Baumgartner afirmó estar convencido de que en los países de habla germánica los católicos fieles y piadosos habían llegado a la conclusión de que “un casto matrimonio es preferible a un celibato deshonesto: castum matrimonium contaminato coelibatui praeferendum”. Pronosticó, además, que la situación continuaría deteriorándose, a no ser que, en conformidad con los usos y costumbres de la Iglesia primitiva fueran admitidos a las órdenes sagradas varones bien formados y casados. Meses más tarde, se le pidió directamente al papa autorización para que “varones casados, rectos y bien formados, pudiesen realizar ciertas tareas eclesiásticas, especialmente predicar la palabra divina” (Concilium tridentinum:… VIII, pp. 620-626.). Pío IV transmitió la petición a los legados, pidiéndoles que le hiciesen saber cuanto antes cuál era su opinión al respecto. El celibato optativo para los sacerdotes latinos no es un invento nuevo de los progresistas. Fue un reclamo que existió siempre en la Iglesia, con más o menos fuerza, pero siempre estuvo presente.
Pero creo que no debemos asustarnos. Ningún obispo —al menos ningún obispo argentino— ordenará sacerdotes casados. El documento sinodal es muy claro cuando dice que todos estos ministros nuevos o nuevos enfoques de los ministerios, deben estar sostenidos económicamente por la iglesia. Los obispos actualmente son incapaces de mantener a un cura célibe y, con mucha suerte, le pagan un seguro médico; ni hablar de sueldos, jubilaciones, vacaciones, aguinaldos y demás beneficios. ¿Alguien piensa que estarán dispuestos a mantener a una familia “presbiteral”? No entremos en pánico. Los obispos tienen otras prioridades para sus dinerillos.
El segundo punto álgido fue el de las diaconisas, que Francisco sorteó según el modo peronista. A pesar de que hace varios años se había reunido una comisión que determinó que no hay evidencia alguna de la existencia en la Tradición de mujeres diaconisas, Bergoglio nombró en 2016 otra comisión para estudiar nuevamente el tema, la cual llegó a resultados similares: no hay evidencias.
¿Qué hizo frente al pedido amazónico? Afirmó que nombrará una tercera comisión que volverá a estudiar lo que ya está estudiado, refrendado y publicado. Ya sabemos, entonces, a qué conclusiones llegará. Lo que no sabemos es cuándo llegarán a esas conclusiones, pero seguramente será dentro de varios años. Peronísticamente, el papa nombró una comisión y pateó el problema para adelante.
Me parece, además, que hay que prestar atención al discurso de Francisco del 26 de octubre en el que insistió en que el papel de la mujer en la Iglesia no debe ser visto solamente desde la funcionalidad: “…su papel va mucho más allá de la funcionalidad”, dijo. ¿Qué quiere decir esto? Sencillo, no es necesario que las mujeres desempeñen “funciones” en la Iglesia como ser diaconisas, o sacerdotisas o cardenalas. Su papel y su lugar es otro, y desde allí son valoradas. Bergoglio nunca firmará el cheque de las diaconisas.
El punto que considero preocupante es el 102 del documento sinodal en el que se dice: “Pedimos revisar el Motu Propio de San Pablo VI, Ministeria quedam, para que también mujeres adecuadamente formadas y preparadas puedan recibir los ministerios del Lectorado y el Acolitado, entre otros a ser desarrollados”. El documento al que se hace referencia es el que eliminó las órdenes menores y, además, dice en su punto VII: “La institución de Lector y de Acólito, según la venerable tradición de la Iglesia, se reserva a los varones”. Si esto fuera reformado, sería un hecho grave porque se trataría de una verdadera innovación, ya nunca en toda la Tradición de la Iglesia las mujeres recibieron órdenes menores o ministerios, lo cual equivaldría de alguna manera a incorporarlas al estado clerical, y el camino para el diaconado femenino quedaría expedito.
En 1992 Juan Pablo II determinó, innovando contra toda costumbre y tradición, que las mujeres podían ayudar en misa —las famosas monaguillas—, y en las misas que él mismo celebraba en las parroquias de Roma, era servido frecuentemente por adolescentes mujeres vestidas de alba. Fue un hecho gravísimo, sobre el que alertaron los liturgistas más prestigiosos y no precisamente tradicionalistas. Esperemos que el ejemplo del Magno Polaco no sea copiado por el Parvus Argentino.
Wanderer
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