Por Carlos Esteban
En la web de la organización Outreach, un ‘apostolado’ dirigido a los lgbti, Martin ha escrito titulado ‘¿Pueden los católicos celebrar el Mes del Orgullo? Sí, y he aquí por qué’. Martin puede permitirse seguir navegando por la ruta de la ambigüedad en este asunto, seguro no solo del abrumador apoyo de la cultura secular, que dedica uno de los doce meses del año a celebrar un pecado, sino también con una parte ascendente de la jerarquía.
Desde la misma Roma soplan vientos favorables a su causa, y ahora mismo puede congratularse de que uno de sus más decididos defensores, el obispo de San Diego, Robert McElroy, pupilo del defenestrado pedófilo Theodore McCarrick, acaba de ser elevado al cardenalato, mientras permanecen sin el capelo arzobispos como los de París, Milán o, en su tierra, su propio metropolitano, el arzobispo de Los Ángeles, la mayor diócesis de Estados Unidos, José Gómez. El nuevo cardenal escribió todo un artículo en la revista America en su defensa en 2017, titulado: ‘Los ataques contra el padre James Martin revelan un cáncer dentro de la Iglesia de Estados Unidos’.
En su defensa de los católicos que se suman a una celebración en la que siempre han abundado los ataques contra la fe, juega con la ambigüedad de las palabras con esa habilidad que a veces parece justificar el peyorativo ‘jesuítico’. Así, viene a justificar la palabra ‘orgullo’ -siendo raro que un sacerdote invite a celebrar el primer pecado capital- alegando que hay varias formas de orgullo, una de las cuales expresa únicamente consciencia de la propia dignidad.
Es la misma ambigüedad con que se refiere a los homosexuales (y demás grupos integrados). En principio y si se trata de una mera orientación sexual, una tendencia no buscada, está claro que no solo no es un pecado, sino que puede ser la cruz específica sobre la que elevarse a la santidad; mientras que los actos homosexuales han sido unánimemente condenados desde antes de Cristo y a lo largo de toda la historia de la Iglesia. Martin nunca entra a aclarar esta distinción, y es singular que quien predica preferentemente (o en exclusiva) a los homosexuales no parezca tratar de disuadirles de los actos en sí.
En la organización católica de ayuda a los homosexuales Courage, un homosexual anónimo responde al engañoso mensaje de Martin con una tribuna titulada “Me está haciendo daño, Padre Martin”, en la que dice: “Soy una persona, no una persona homosexual. Sólo hay tres clases de personas: Divinas, Angélicas y Humanas. La persona humana no puede reducirse a su experiencia. Mi identidad es la de una hija amada de Dios, y no se puede rebajar a nada más”.
“Por mi naturaleza de persona humana, soy creación de Dios y sólo suya. Dios me hizo para Sí mismo, y me llama a acercarme a Él en esta vida para que pueda permanecer con Él para siempre en la próxima”.
“Para permanecer con Dios, debo seguir Sus mandamientos y las enseñanzas de Su Esposa, la Santa Iglesia Católica. Si voy a seguir esas reglas establecidas para mí, tengo que saber cuáles son. lo que realmente son. Ninguna versión diluida de la fe me llevará al cielo”.
“Siento que dudas en afirmar que actuar según los deseos del mismo sexo está mal. Es inherentemente incorrecto, Padre. El diseño de Dios para el amor conyugal no incluye la unión de hombre y hombre o mujer y mujer. Simplemente no funciona”.
InfoVaticana
No hay comentarios:
Publicar un comentario