lunes, 8 de febrero de 2021

HOMOHEREJÍA EN USHUAIA: SOBRE LA BENDICIÓN PERVERSA DE LA UNIÓN ENTRE HOMOSEXUALES

Más almas conduce al Infierno la falsa esperanza en la misericordia de Dios, que la justicia divina

Por María Virginia Gristelli

“El demonio lleva los pecadores al infierno, no con los ojos abiertos, sino cerrados: primeramente los ciega, y después los lleva a penar enteramente en su compañía. (…) «Haz este pecado que después te confesarás». Este es el engaño con que el demonio ha llevado al infierno a millares de cristianos. Porque es difícil hallar un cristiano que haga propósito de condenarse. Todos cuantos pecan, pecan con la esperanza de confesarse; y por eso se han condenado después tantos. «Pero Dios es misericordioso». Aquí tenéis otro engaño con que el demonio alienta a los hombres al pecado y a perseverar en él. Dice un autor, que más almas conduce al Infierno la falsa esperanza en la misericordia de Dios, que la justicia divina. Y así sucede, efectivamente, porque confiando ciegamente muchos en la misericordia de Dios, siguen en la senda del pecado, y se condenan miserablemente. «Dios, dicen, es misericordioso». Lo es en verdad: nadie lo niega. Sin embargo, ¿cuántos envía al Infierno cada día? Es misericordioso con los pecadores, pero solamente con aquellos que se arrepienten de haberle ofendido, y temen volverle a ofender. Más con aquellos que abusan de su misericordia para más ofenderle, es justo" (San Alfonso María de Ligorio, Doctor Moral. “Sermones abreviados para las Dominicas del Año").

En estos días, otro escándalo sacude y confunde la recta razón de muchos fieles en Argentina y posiblemente en otros países: es la noticia –archidifundida y celebrada por los medios - del supuesto “matrimonio” religioso de una pareja homosexual junto a sus tres hijos adoptivos, "celebrado" en la principal parroquia de la ciudad de Ushuaia, bajo la advocación de Ntra. Sra. De las Mercedes (ver aquí). Paradójicamente, parecen haber elegido la advocación de la Redentora de Cautivos para "celebrar" el beneplácito de los que se gozan en seguir luciendo sus cadenas ante el aplauso del mundo, el demonio y la carne. Quienes lo permiten no creen en ello; no son católicos, porque no basta haber sido bautizado, sino sostener la fe de la Iglesia. Cuando ésta se niega y se promueve otra cosa, tenemos a los herejes y apóstatas.

Significativamente, ambos “contrayentes” resultan ser funcionarios públicos fuertemente comprometidos con la pugna por imponer socialmente la agenda de la ideología de género, y el espectáculo montado es ampliamente utilizado para ello, desde la cinta del ramo que ostenta la persona que cumple el rol de “novia” hasta su vestido negro, como “homenaje a todas las compañeras que no pudieron cumplir con este sueño”.

Ahora bien, como estas situaciones se prestan para que por todas partes se discutan opiniones sobre lo que no es opinable, nos parece importante considerar tres elementos en juego: el sacramento del matrimonio, el Orden Sagrado, el carácter de la bendición, y la naturaleza de la homosexualidad.

Para la fe católica, el matrimonio es uno de los siete sacramentos, y sin querer simplificar el tema -que sobre todo desde Amoris Laetitia viene ocupando “ríos de tinta"-, lo cierto y firme es que se trata de una institución divina para sostener el núcleo de la sociedad que es la familia, cuyo origen biológico es la unión fiel, indisoluble y perdurable entre un hombre y una mujer.

Yendo al Catecismo de la Iglesia Católica, cuya validez sigue vigente más allá de las ocurrencias personales de tal o cual sacerdote u obispo, citando a su vez el Derecho Canónico por el que se rige la Iglesia, vemos que al referirse a los dos sacramentos “al servicio de la comunidad”, enseña que
1601 "La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados” (CIC can. 1055, §1)
1602 La sagrada Escritura se abre con el relato de la creación del hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26- 27) y se cierra con la visión de las “bodas del Cordero” (Ap 19,9; cf. Ap 19, 7). De un extremo a otro la Escritura habla del matrimonio y de su “misterio", de su institución y del sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas a lo largo de la historia de la salvación, de sus dificultades nacidas del pecado y de su renovación “en el Señor” (1 Co 7,39) todo ello en la perspectiva de la Nueva Alianza de Cristo y de la Iglesia (cf Ef 5,31-32).
1604 (…) Habiéndolos creado Dios hombre y mujer, el amor mutuo entre ellos se convierte en imagen del amor absoluto e indefectible con que Dios ama al hombre. Este amor es bueno, muy bueno, a los ojos del Creador (cf Gn 1,31). Y este amor que Dios bendice es destinado a ser fecundo y a realizarse en la obra común del cuidado de la creación. «Y los bendijo Dios y les dijo: “Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla”» (Gn 1,28).
1622 “En cuanto gesto sacramental de santificación, la celebración del matrimonio […] debe ser por sí misma válida, digna y fructuosa” (FC 67). Por tanto, conviene que los futuros esposos se dispongan a la celebración de su matrimonio recibiendo el sacramento de la Penitencia.
Más adelante, al referirse al consentimiento matrimonial explicita el Catecismo que
1625 Los protagonistas de la alianza matrimonial son un hombre y una mujer bautizados, libres para contraer el matrimonio y que expresan libremente su consentimiento. “Ser libre” quiere decir:
— no obrar por coacción;
— no estar impedido por una ley natural o eclesiástica.

Valgan sólo estas pequeñas citas para recordar mínimamente la grandeza de este sacramento, no sólo por lo que significa como elemento “nuclear” para la sociedad, sino por el lugar que ocupa en el Plan de Dios desde la misma Creación del hombre. Ahora bien, cuanto más precioso y elevado es algo, más grave es el agravio contra él, en pura lógica.

¿Y cuál es el agravio contra este sacramento? En “castellano católico” se llama pecado, y se peca contra el santo matrimonio (pues si es un sacramento es una realidad sagrada, oportuno es recordarlo) con el adulterio, por ejemplo, o cuando se hacen pasar como matrimonio a las uniones concubinarias con o sin “buenas intenciones” (sic).

El caso es que algo de importancia tendrá el asunto, para que Dios se ocupara de las uniones conyugales en DOS Mandamientos, dando al hombre sólo diez para sintetizar una “plataforma básica” de salvación y felicidad.

Hasta aquí lo que diremos sobre la unión matrimonial.

El otro sacramento que el Catecismo nos presenta “al servicio de la comunidad”, es el Orden Sagrado.

¿Para qué instituye Nuestro Señor a los diáconos, sacerdotes y obispos sino para prolongar Su presencia y obra salvífica en la Iglesia hasta el fin de los tiempos? La misión principal del sacerdote y del Obispo -otro Cristo- se cifra en la salvación de sus hermanos, y para eso ha de administrar los sacramentos, predicar, amonestar y gobernar porciones delegadas de la Iglesia.

-¿De qué ha de salvarlos? – De la condenación eterna, provocada por el pecado.

Ahora bien, entre los muchos elementos con que cuentan los pastores para guiar al rebaño, se hallan los sacramentales,
1667… “signos sagrados con los que se expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida” (SC 60; CIC can 1166; CCEO can 867).
Y prosigue explicando claramente sus características:
1668 Han sido instituidos por la Iglesia en orden a la santificación de ciertos ministerios eclesiales, de ciertos estados de vida, de circunstancias muy variadas de la vida cristiana, así como del uso de cosas útiles al hombre. (…) Comprenden siempre una oración, con frecuencia acompañada de un signo determinado, como la imposición de la mano, la señal de la cruz, la aspersión con agua bendita (que recuerda el Bautismo).
1669 Los sacramentales proceden del sacerdocio bautismal: todo bautizado es llamado a ser una “bendición” (cf Gn 12,2) y a bendecir (cf Lc 6,28; Rm 12,14; 1 P 3,9). Por eso los laicos pueden presidir ciertas bendiciones (cf SC 79; CIC can 1168); la presidencia de una bendición se reserva al ministerio ordenado (obispos, presbíteros o diáconos, [cf. Bendicional, Prenotandos generales, 16 y 18]), en la medida en que dicha bendición afecte más a la vida eclesial y sacramental.
1670 Los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia preparan a recibirla y disponen a cooperar con a ella. (…)
Y llegamos entonces al primer sacramental, y a su significado último:
1671 Entre los sacramentales figuran en primer lugar las bendiciones (de personas, de la mesa, de objetos, de lugares). Toda bendición es alabanza de Dios y oración para obtener sus dones. En Cristo, los cristianos son bendecidos por Dios Padre “con toda clase de bendiciones espirituales” (Ef 1,3). Por eso la Iglesia da la bendición invocando el nombre de Jesús y haciendo habitualmente la señal santa de la cruz de Cristo.
1672 Ciertas bendiciones tienen un alcance permanente: su efecto es consagrar personas a Dios y reservar para el uso litúrgico objetos y lugares.
Habiendo repasado estas nociones, tenemos elementos para juzgar con pleno derecho el pisoteo y escarnio de la fe que bajo la venia del Obispo de Ushuaia perpetró el sacerdote Fabián Colman en el día de ayer con el sacrílego espectáculo que ofrecieron en una bendición ilegítima, formalmente demoníaca, disfrazada de misericordia, cuando en su homilía sostuvo que “la Iglesia es de todos, y cuando digo todos, son todos".

Y el error público merece una corrección pública, porque resulta que este señor dice una gran mentira: la Iglesia NO es de todos los que la tienen ocupada. Es la Iglesia de Cristo, y no del demonio; es Arca de salvación para quienes quieren salvarse; no es una plaza pública para pasear al perro, ni un predio para campeonatos de ajedrez. Y sobre todo, no es escenario para fines políticos de los enemigos de la Cruz. Es familia de los hijos de Dios, y éstos no son todos, sino los bautizados.

Que todos están invitados a formar parte de ella, por supuesto, pero esto conlleva condiciones, y negar la realidad de que muchos, muchísimos la rechazan de plano, es una mentira. Y si alguien no quiere ir a mi casa cuando lo invito, no tengo por qué permitirle que vaya a hacer allí lo que quiera, como y cuando quiera.

Porque no hay sino dos banderas, y sólo puede bendecirse en nombre de Cristo, y Él no bendice el pecado ni la contranatura, que se burla de la Creación de Dios pervirtiendo la naturaleza del hombre.

Para abundar sobre la homosexualidad, remitimos a la gran cantidad de artículos y noticias sobre el tema en este portal, pero fundamentalmente es necesario tener en cuenta a la ideología de género como una auténtica embestida bélica, es decir, una causa con tácticas y estrategias bien precisas para convencer al hombre de que la ley natural es pura invención, y que en todo caso, el “seréis como dioses” es un mandato sin límites: el hombre debe auto-realizarse, auto-percibirse, auto-salvarse, auto-crearse, y toda limitación debe ser abolida como un ataque a lo que creen sus legítimos derechos. En cuanto a las personas que protagonizaron esa ceremonia no son sólo victimarios sino víctimas, en primer lugar de la Revolución, que hoy se ha hecho con el poder político, pero sobre todo, de unos pastores que en vez de ayudarlos, los han traicionado con la peor de las traiciones, justificándolos en su pecado y boicoteándoles la verdad; la verdad del Evangelio, la verdad sobre Cristo y la verdad sobre el hombre, su pecado y su posibilidad real de conversión. Completamente confundidos en su rumbo, declaran lastimosamente a la agencia Télam:

“Es un momento muy significativo para el colectivo lgbtq+, porque es un lugar que se nos venía negando, como tantas otras cosas. Por eso lo pensamos como un acto de reconciliación y como un regreso a casa, en este caso la casa de Dios".

No es con Dios ni con su Iglesia con quien se han reconciliado, sino con la ideología intrínsecamente perversa a la que están siendo funcionales. ¿Y si no es verdadera bendición, qué es entonces lo que se ha hecho? Si no es blanco, es negro, porque claramente Nuestro Señor nos pidió que “sea vuestro lenguaje sí, sí; no, no, y todo lo que pasa de esto, proviene del Maligno” (Mt.5, 37) Y si viene del Maligno no ha de ser bendición, sino maldición.

Para más certeza, nos enteramos que no satisfechos con una burda parodia de sacramento del Matrimonio bajo la pretendida “bendición”, ha habido también una profanación de la Eucaristía al dar la Comunión a quienes públicamente están privados de ella por ley divina, porque “cualquiera que coma el pan o beba de la copa del Señor de manera indigna, será culpable de pecar contra el cuerpo y la sangre del Señor.(…y) porque el que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (I Cor.11, 29).

Así lo describe el diario mencionado:
“La novia ingresó a la iglesia con la marcha nupcial, y, durante el acto religioso oficiado por el cura párroco Fabián Colman, con acuerdo del obispado regional, se leyó el Evangelio, se realizó la promesa de fidelidad de los cónyuges, se rezó el Padre Nuestro y el Ave María, y comulgaron los novios y varios de los 60 feligreses presentes”.
Quienes así proceden, despreciando la salvación de los pecadores que la Providencia puso en sus manos, dejándolos regodearse en su pecado –que clama al cielo- en vez de amonestarlos paternalmente para ayudarlos a convertirse, no pueden ser llamados pastores, sino ministros de Lucifer, que procede como ángel de luz, arrastrando hacia el abismo.

Y la “frutilla de la torta”, es la otra bofetada a la fe de los fieles, en que el obispo, Mons. Ignacio García Cuerva, no sólo no amonesta severamente ni suspende al sacerdote (como seguramente hubiera sucedido si alguno no se hubiera presentado sin el bozal reglamentario), sino que en un ridículo comunicado que envió a los demás obispos para ser distribuido al clero, se limita a lavarse las manos desligando responsabilidades y minimizando la cuestión, que por lo visto sólo amerita una “advertencia":
Río Gallegos, 7 de febrero de 2021
Desde la sede episcopal de la diócesis de Río Gallegos, y en referencia al acontecimiento sucedido en el día de ayer en la Parroquia Nuestra Señora de la Merced de la ciudad de Ushuaia, al haber tomado conocimiento del mismo expresamos que no se autorizó desde este Obispado dicha celebración.
Al tiempo que acompañamos a todas las personas sin excepción alguna en su legítimo deseo de recibir la bendición de Dios, dejamos constancia que en este caso no se trata del sacramento de matrimonio tal como lo cree y sostiene la Iglesia.
El sacerdote en cuestión ya fue advertido convenientemente.
Como pastor propio de esta Iglesia diocesana quiero hacer llegar a todo el pueblo de Dios que peregrina en Santa Cruz y Tierra del Fuego mi cercanía, pidiendo que todos recemos para que siempre mantengamos la caridad cristiana hacia nuestro prójimo, acompañando sus dolores y sufrimientos, sus gozos y esperanzas, y a la vez conservando el depósito de la enseñanza de Jesús, el Señor.
+ Mons. Jorge I. García Cuerva
Obispo de Santa Cruz y Tierra del Fuego
Diócesis de Río Gallegos

Releemos: “En este caso no se trata del sacramento de matrimonio tal como lo cree y sostiene la Iglesia”.

¿Sugiere acaso que hay “otro modo” de matrimonio, que no es como lo cree la Iglesia, sino como lo sostiene el mundo? ¿Y por qué se lo celebra dentro de la Iglesia, presidido por un ministro de la Iglesia?

Si alguien hace algo que no se corresponde con lo que debe hacer, en el lugar y la forma en que debe hacerse, ¿no se trata de una parodia? ¿o es que quien lo hace, es un impostor, que no responde al fin para el cual se realiza lo que se hace y donde se hace?

A ver, más claro: si se sostiene la fe de la Iglesia, debemos convenir que la homosexualidad práctica, consentida y defendida de forma militante es pecado grave, y el pecado no puede bendecirse. Ergo, ¿para qué se monta este espectáculo? ¿A quién están favoreciendo estos presuntos pastores, a las ovejas o al lobo?

Quien quiera entender, que entienda. Y quien no quiera…en fin; Nuestro Señor curó a los ciegos que pedían ver, y no a quienes se ufanaban de su ceguera.

Recordemos entonces que entre los sucesores de los apóstoles puede haberlos de San Andrés, de Sto. Tomás, o también de Judas, y según los frutos, podremos distinguirlos.


Lo cierto es que no se trató de ninguna “distracción” episcopal ni de meras actitudes pastorales, sino de otro credo que pasito a paso pretende ir tomando el sitio del credo católico. García Cuerva es el mismo “cura villero” que hace ya varios años, exactamente en el 2012 utilizó la basílica céntrica del Santísimo Sacramento (ver la tapa de la revista, arriba) para protagonizar el mediático bautismo de los hijos de quien -como hijo de la Iglesia- fuera bautizado como Carlos Trinidad, pero que hoy se hace llamar Flor de la Vega (fuertemente militante de la “causa” abortista), bajo el rotundo silencio del entonces Cardenal J. M. Bergoglio.

Suponemos que aquel alarde de “misericordia” habrá sido tenido en cuenta para la elevación de García Cuerva al episcopado, que le fue conferido a su vez por Mons. Lugones…

No; no es ocioso aprender a “armar rompecabezas”, y recordar de paso el exhaustivo y certero informe del p. Oko sobre la Homoherejía, que publicamos parcialmente aquí y aquí.

El lema de la carta pastoral del 2020 del obispo de Río Gallegos fue “una iglesia renovada, una caridad creativa”, lo cual deberíamos leer: “una iglesia que no es católica, una caridad perversa”, más bien su caricatura, porque no hay caridad sino en la Verdad, y ésta es Una, ayer, hoy y siempre.


C
aritas in Veritate


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