Por Carlos Esteban
Leo, aliviado, que el Santo Padre no me da por desahuciado. Hay terapias eficaces para lo mío. Lo ha dicho en una audiencia con periodistas del americano Catholic News Service, que cumple un siglo de existencia.
No sé hasta qué punto serán palabras literales de Su Santidad, pero ahí van: “La Iglesia en Estados Unidos está muy viva, muy muy viva. Quizás haya grupos tradicionalistas, pero también los tenemos aquí en el Vaticano. Eso se cura”. Ya ven: tengo cura.
Alguna vez hemos hecho notar que Francisco alterna mensajes, de modo que cada cual puede quedarse con el que prefiera, y que a menudo se suceden como si el segundo quisiera moderar o compensar el efecto del primero. Le ahorro los ejemplos, de los que encontrará en abundancia sin salir de estas páginas. Pero en esta ocasión la dualidad parece darse en una misma audiencia, imaginamos que a poca distancia temporal uno de otro.
Observen, si no, lo que dijo a los periodistas justo antes de expresar su esperanza de que los tradicionalistas nos “curemos”: “Yo pienso de esta manera. Tu piensas de esa manera. Podemos discutirlo, pero con el mismo corazón. Apoyen la unidad. No favorezcan la división, porque el periodismo tiene cuatro pecados principales, a saber: desinformación, calumnia, difamación y coprofilia”.
Yo pienso de esta manera, él piensa de esa manera, pero es difícil discutirlo si piensa que lo mío es una enfermedad. Y una enfermedad curiosa, esta de querer preservar lo que es una de las fuentes de la Revelación, es decir, de la propia fe que me pone bajo la autoridad del Papa.
Es posible que el tradicionalismo ‘se cure’, como afirma el Santo Padre; es seguro que el progresismo, también, porque el progreso ni siquiera tiene, al contrario que la Tradición, un lugar fijado y específico en la doctrina. Y mientras que a la Tradición uno puede volver indefinidamente, como han hecho siempre los santos, el progreso es engañoso y cambiante, y lo que dicta hoy lo niega mañana, y que si al tradicionalista se le tilda de trasnochado, el progresista está ineluctablemente condenado a estarlo más pronto que tarde o a volver a cambiar de opinión.
De hecho, el fenómeno al que hace referencia el papa no es el de un enfermo que languidece y se apaga, sino el de una vida de fe renovada, pujante y en aumento, mientras que los heraldos de la primavera eclesial peinan ya canas, los que aún tienen algo que peinar, y van viendo como se vacían mes a mes sus filas de seguidores del progresismo de ayer.
InfoVaticana
No hay comentarios:
Publicar un comentario