sábado, 4 de mayo de 2019

SI NO SE PUEDE COMULGAR…¿SIRVE DE ALGO IR A MISA?

Lo malo es mantener o, peor aún, ampliar la distancia o el abismo que los mantiene separados de Dios

Por Henry Vargas Holguín

La misericordia de Jesús por los hombres no decae ni disminuye nunca, a pesar de los rechazos que Él encontró y encuentra hoy. Su amor por cada ser humano es profundo y eficaz para conducirlo, con ayudas eficaces, a la vida eterna, a la salvación. Y además ese amor de Cristo es inmenso, sincero y quiere extenderse a todos.

Es lo que el evangelio nos quiere transmitir con la imagen del buen pastor. Jesús,el buen pastor, se va a buscar la oveja perdida y, si ésta se deja encontrar y ayudar confiando en su Pastor, Él la salvara.

Él es el Buen Pastor de todas las almas, a todas las conoce por su nombre y sale a su encuentro, sobre todo al encuentro de la oveja perdida. No quiere dejar a ninguna perdida en el monte.

Dios quiere salvar lo salvable. Jesús no da a nadie por perdido. Nos ayuda aunque hayamos pecado.

Su actitud, cuando alguna de las ovejas se aleja, es favorecer su regreso al redil; y todos los días sale a ver si la divisa en la lejanía.

Éste tipo de ovejas o de fieles deben ser conscientes que están invitados a favorecer la cercanía con Dios, la propia y la ajena (vivos o difuntos), y luchar porque dicha cercanía sea cada día sea más plena y perfecta.

El cristiano que sea consciente de que está lejos de Jesús, por las circunstancias que sean, está invitado, en medio de su dolor interior, a permitir de alguna manera que la luz divina, aunque sea tenue, ilumine cada vez más toda su interioridad.

Que Dios vea que, en medio del pecado, se tiene esta disposición, esta apertura a Él; es lo que Dios espera cuando, de boca de Jesús, dice “dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos” (Lc 12, 37a); lo importante es querer estar en vía de salvación.

Los fieles que están lejos de Dios, que no pueden comulgar, mal harían en mantener o, peor aún, en ampliar la distancia o el abismo que los mantiene separados de Dios; todo lo contrario harían bien en esforzarse por reducir dicha distancia.

¿Cómo? Hay varias maneras, entre otras:

1.-Recuperar y cultivar el sentido de trascendencia, la dimensión religiosa, la sensibilidad espiritual.

2.-Los que pueden confesarse, hacerlo cuanto antes.

3.-Recuperar la vida de oración con actitud penitencial y con corazón contrito y humilde: El Santo Rosario, la misa dominical haciendo la comunión espiritual, via crucis, etc.

4.-Con la misma actitud penitencial o de conversión hacer y ofrecer en la oración buenas obras, obras de misericordia por los demás vivos o difuntos. “Sed, pues, sensatos y sobrios para daros a la oración… pues el amor cubre multitud de pecados” (1 Pe 4, 7b-8). Recordar que una obra de misericordia espiritual es la oración por los difuntos.

5.-El ofrecimiento a Dios de su vida, de sus sacrificios y sufrimientos.

6.- La lectura de la palabra de Dios, vida de santos, el catecismo, etc., que fortalezcan la fe.

7.-Ofrecer algún servicio en la Iglesia y relación con el párroco y con la parroquia.

Si algunos fieles no pueden confesarse, pues lo mismo. Los fieles que no pueden confesarse, entre otras cosas, por la falta de disposición y, de consecuencia, no pueden comulgar están igualmente invitados a poner de su parte para que no desaparezca en su totalidad el mínimo vínculo de unidad que puede existir con Dios.

Y en todo caso no perder de vista la Santa Misa, sobre todo la misa dominical y solemnidades de precepto. Es más, en el caso de la misa dominical, el hecho de no asistir a Misa entera incrementa la distancia que la persona ha interpuesto entre ella y Dios.

Alguien podría decir: “¿Y para qué ir a Misa los domingos si no puedo comulgar?” Estas personas yendo a misa harán mucho: Para sí mismas, pues es una manera de interesarse por su salvación, y para los demás, vivos o difuntos, pues se puede hacer ofrecer a Dios el sacrificio redentor de Cristo participando activamente con la propia oración.

El precepto de oír misa entera todos los domingos y fiesta de guardar es para todos los fieles (Canon, 1247) desde que tengan uso de razón (Canon, 914), estén o no es gracia de Dios. Se cumple con el precepto mediante la asistencia completa, plena, consciente y activa en la Misa aunque no se comulgue por algún impedimento.

Que puedan o no puedan comulgar ya es otra cuestión; el precepto no obliga a comulgar. El cumplimiento del precepto dominical es absolutamente independiente de la comunión; quien asiste a misa sin poder comulgar, no impide que pueda orar, participando activamente en la misma.

Sólo existe la obligación de comulgar una sola vez por pascua de resurrección (Canon 920); y esto presupone, como mínimo, la confesión sacramental una vez al año (Canon 989).

Una cosa es pues comulgar y otra cosa, muy diferente, es cumplir o no con elprecepto de oír Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar.

Y si bien es cierto que la comunión eucarística es lo mejor, es lo más sublime, lo más grande, lo más inefable y lo más importante, tanto que -para quien está en gracia- es la perfecta unión del cristiano con Dios, también es cierto que no es la única manera de estar en comunión con Él, de estar unidos a Él y de amarle.

Durante la misa la oración de quien no puede comulgar o, que es lo mismo, de quien no está en gracia de Dios, sobre todo la oración de arrepentimiento, sirve de mucho, así como la oración que motiva la conversión.

Y sí que sirve rezar en pecado mortal, porque la oración ayuda a que no decaiga la fe, sirve para no seguir pecando, para no alejarse la persona aun más de Dios, para tener la seria intención de conseguir la gracia del perdón en la confesión.

El orar a Dios nunca puede ser malo o negativo o sin sentido, independientemente de que la persona esté o no en gracia; es más, la Iglesia recomienda incluso acudir a la comunión espiritual si es que no es posible recibir la Eucaristía al estar en pecado mortal.

Además, la oración que se haga por los demás, vivos o difuntos, tiene un efecto muy importante: la oración retroalimenta. Así pues si hacemos oración por alguien, al mismo tiempo nos estamos ayudando nosotros porque su efecto espiritual nos hace ser más sensibles ante los misterios de Dios y más dispuestos a cumplir su voluntad.


Aleteia


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