Si yo fuera psicoanalista, me haría un festín con el primer párrafo de la crónica de Tucho. Allí dice textualmente que le impresionó mucho “estar ante la tumba de San Sebastián y ver la imagen de su cuerpo clavado por las flechas debido a su empeño misionero”. Todos saben que la iconografía del bendito santo soldado ha sido usada desde hace décadas para representar a una cierta minoría que se extasía en la contemplación del cuerpo desnudo de un militar, aunque no precisamente por su empeño misionero. A Dios gracias, no soy psicoanalista...
Se refiere también a la bochornosa beatificación de Angelelli y, como quien no quiere la cosa, defiende su martirio y el de sus compinches: “Si el martirio de san Maximiliano Kolbe fue morir por otro, el del beato Gabriel fue morir con otro…”, escribe con relación a los casos de Murúa y Longeville. Pero a Tucho se le pasa un detalle: San Maximiliano Kolbe estaba prisionero por ser sacerdote católico y, en última instancia, ese fue el hecho decisivo que ocasionó su martirio. En el caso de los curas zurdos riojanos, ellos fueron tomados prisioneros y luego ejecutados no por ser sacerdotes católicos, sino por ser activistas marxistas. Y da lo mismo que se hayan querido acompañar mutuamente, pues este en este caso no hubo efusión de la sangre como testimonio de la fe en Jesucristo, que es la condición de todo martirio cristiano. Con ese criterio, habrían varios personajes en la lista de espera del martirologio: desde el virgiliano Euríalo en la Eneida, hasta el Sargento Cabral. Un disparate. Y pensar que Tucho pasa por “brillante teólogo” y disputa el puesto de prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe.
Relata también Mons. Tucho que, en la Congregación para la Causa de los Santos, se interesaron por los procesos de beatificación de varios argentinos: “…Enrique Shaw, empresario y padre de familia, la beata María Ludovica, el padre Salvaire (que construyó la Basílica de Luján) y el Negro Manuel (quien cuidaba la imagen de la Virgen y curaba enfermos con el aceite de la Señora de Luján)”. Por lo que vemos, se está instalando una suerte de La Salada de santos. Shaw fue un empresario ejemplar y el Negro Manuel habrá sido un hombre muy piadoso, pero de allí a elevarlos al honor de los altares hay un largo trecho. ¿O será que por el solo hecho de haber construido una bella basílica se alcanza la heroicidad de las virtudes? En todo caso, que al P. Salvaire le den un doctorado honoris causa en fundraising, pero no es necesario que lo canonicen.
Y sería interesante conocer cual es la ‘jerarquía de verdades’ que posee el Vaticano actualmente, que habilita a subestimar ciertas doctrinas sujetándolas a otras más elevadas. La respuesta puede ser encontrada en las misma crónica de Tucho, pues allí relata que el jueves pasado se encontraron durante más de dos horas con Francisco, y en una de las cosas que el pontífice “insistió es en que hay que tomarse en serio el cambio climático sin dejarse llevar por los intentos de relativizarlo. Por lo tanto, rogó que sepamos sensibilizar a la gente acerca de la necesidad de reconciliarnos con la naturaleza”. Aquí está una de las verdades que se encarama en las zonas más altas del nuevo catecismo: la “reconciliación con el planeta” y el “cambio climático”. A ver si nos dejamos de perder el tiempo discutiendo sobre la comunión de los adúlteros y nos dedicamos a cosas importantes. El de Bergoglio es un postulado casi tan malo, o peor, que el ideal de fraternidad universal que siempre se adjudicó a los jerarcas que precederían la llegada del mismísimo Hombre de Perdición.
De allí en más, el Magisterio pontificio -infalible según algunos-, se desplegó en definiciones memorables. Con respecto al trato con los jóvenes, Bergoglio consideró que hay que “caminar con ellos sin pretender imponerles esquemas de planes, horarios, estructuras, dejándonos desinstalar y sin exigirles que sean perfectos de golpe”. “Dejate desinstalar”, una máxima que los obispos argentinos deben retener en su corazón, a fin de que les recuerde que a los jóvenes no hay que exigirles nada, ni siquiera el alejamiento del pecado… al menos de golpe. De a poquito…, y evitaré por una cuestión de modestia las referencias a los diversos modos en el que los pecados juveniles pueden abandonarse de un modo sosegado y sin sofocones debidos a las malsanas prisas por la perfección que afectaron a algunos muchachitos del pasado como Luis Gonzaga, Juan Berchman o María Goretti.
Y continuó el Romano Pontífice refiriéndose a los clérigos elitistas: “Destacó mucho el valor de la religiosidad popular, mejor llamada “piedad” popular o “espiritualidad” popular, como en Aparecida. Dijo que a veces el elitismo en el clero lleva a despreciar estos caminos espontáneos como el pueblo de Dios expresa su fe. Recomendó la lectura del filósofo Kusch y valoró algunos procesos educativos como el que se realizó con la figura del Gauchito Gil, donde se puso el acento en la Cruz que el gauchito veneraba”. Mis padres siempre me enseñaron que estas formas de “espiritualidad popular”, que ellos llamaban supersticiones, tales como la Difunta Correa o el Gauchito Gil, eran algo malo, que se apartaban de la verdad, y eran resabios de las religiones primitivas que el cristianismo había venido erradicar con la luz de la Buena Nueva. Ahora me vengo a enterar que mis padres son elitistas... y yo que creía que me habían transmitido la verdadera fe.
Hace apenas diez o quince años, ¿alguien habría creído que estaríamos en estos niveles de apostasía?
La larga audiencia pontificia continuó.
El Papa pidió “evitar los seminarios que sean refugios ideológicos”. Pongan atención, entonces, Mons. Eduardo Taussig, obispo de San Rafael, y Mons. Pedro Martínez, obispo de San Luis. Ustedes están en la mira. Y también hubo un párrafo para los religiosos: “pidió evitar los restauracionismos de congregaciones rígidas y moralistas que por falta de una auténtica y completa maduración terminan en la podredumbre. Comienzan con muchas vocaciones y acaban podridas”. Un sofisma típico de un jesuita. Todos conocemos varias nuevas congregaciones que serían consideradas “rígidas y moralistas” y que terminaron en la podredumbre o, al menos, con varios miembros podridos. Pero la causa de esto no fue su “restauracionismo”, sino otros factores, sobre todo los problemas morales y psicológicos de sus fundadores que no fueron advertidos, o fueron ocultados, por los obispos de quienes dependían. Es gravísimo, creo yo, que un Papa vincule directamente a los grupos conservadores o tradicionalistas con la podredumbre que, en el contexto actual, hace referencia a los abusos sexuales. Justamente él, que pide evitar los chismes y meledicencias.
Bergoglio “Finalmente mencionó que un test importante para medir la calidad de la formación son las homilías de los sacerdotes: allí se ve el fervor espiritual, la solidez doctrinal y la formación bíblica, el amor a la gente y la empatía, etc.”. Ese test, Santo Padre, lo vengo aplicando desde hace al menos veinte años, y puedo asegurarle que los resultados espantan, porque revela que los sacerdotes argentinos tienen una pésima formación puesto que lo único que aparece en sus largas homilías es la sociología disfrazada de cierto “amor a la gente”. Las otras condiciones que usted menciona, no existen.
Para terminar, los obispos no se privaron de una mentirosa adulación: “Varios obispos le expresaron que más allá de todo sabemos que el pueblo de Dios en general lo aprecia y lo valora”. Todos sabemos que en Argentina, al menos, no es así. El famoso “Pueblo de Dios” le sacó la ficha a Bergoglio hace rato, y ni lo aprecia, ni lo valora. Le resbala.
Verracos.
The Wanderer
No hay comentarios:
Publicar un comentario