miércoles, 15 de mayo de 2019

FRANCISCO DE CUSA

La semana pasada, el Papa Francisco una vez más habló de la diversidad de religiones como una riqueza querida por Dios. Para el pontífice resulta indiferente pertenecer a una u otra religión. Es esa la conclusión que se desprende sus dichos. 

Todas las religiones son expresión de la rica diversidad divina, que se expresa en el colorido y variedad que vemos en los personajes que se acercan a encender la velita.

Este discurso que nos parece tan disruptivo con la tradición y enseñanza la Iglesia tiene, sin embargo, sus antecedentes tardo medievales, y de la mano de un personaje importante e insoslayable del siglo XV: Nicolás de Cusa. Además de teólogo y filósofo de fuste, que piensa en la tradición neoplatónica y propone nuevos interrogantes y nuevas respuestas, fue cardenal y estrechísimo colaborador de dos Papas en cuestiones relacionadas a la relación con los Estados y la reforma de la Iglesia, además de embajador en Constantinopla. No estamos frente a un personaje menor y que nadaba en las periferias. Fue un hombre genial y, estimo yo, piadoso.

Cuando el Imperio Romano de Oriente cae en poder de los turcos en 1453, escribe un pequeño libro titulado De pace fidei, es decir, Sobre la paz de la fe, en la que propone una suerte de paz religiosa, en la que todas las religiones del mundo lleguen a un acuerdo puesto que, en definitiva, todas ellas no son más que expresiones diversas de un mismo Dios.
Escrita en forma de diálogo entre diferentes sabios pertenecientes a credos distintos que se reúnen en presencia del Padre Celestial, quien les encomienda "el encargo de reducir la diversidad de religiones, mediante un consenso común, a una sola (7-9)". Porque, para el Cusano, toda la diversidad reside más en los ritos que en el culto a un solo Dios. Y tengamos presente que, en este tratado al menos, el autor entiende por "ritos" los modos de dar culto a Dios que tienen las diferentes religiones. No habla en sentido propio, es decir, en referencia a los diversos ritos que posee la Iglesia Católica. 

Nicolás de Cusa piensa que eso es posible y propone como hipótesis la idea de una única religión, basada en la fe común en un solo Dios, que respete y admita diferencias en los ritos. Fides una, ritus diversus, dice. Él posee una convicción firme, de que esa única y verdadera religión ya existe, de hecho, presupuesta en las demás religiones, aunque no explícita en todos sus aspectos fundamentales.

Para el Cusano, la variedad de ritos es síntoma de riqueza y, sobre todo, de una positiva rivalidad en el empeño por dar culto a Dios y no es vista sólo como un mal menor: "las diferencias de ritos no serán motivo de confusión, pues han sido establecidas y recibidas como signos sensibles de la verdad de la fe. Y los sig­nos sufren modificaciones, pero no lo significado" (n. 55). Para hacerlo posible, el Cardenal de Cusa propone un acuerdo en lo fundamental, que es la clave de una sólida y efectiva unidad, y una actitud abierta y flexible en el reconocimiento de las diferencias de los usos y costumbres.

¿Habrá leído Bergoglio a Nicolás de Cusa? No lo sé, pero lo cierto es que la propuesta de ambos es casi la misma.
Conclusión: No hay nada nuevo bajo el sol.





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