El país hoy encuentra una fuerte grieta moral entre quien se posicionan en favor y en contra del aborto. Esta comparación entre dos figuras médicas sirve para exponer qué clase de valores se quiere legar a las futuras generaciones de Argentina.
Por Horacio Giusto Vaudagna
La figura del Dr. Rodríguez Lastra apareció en la agenda mediática recientemente dado su procesamiento judicial, cuya audiencia pública dio inicio el día 13/05/2019. El ginecólogo Leandro Rodríguez Lastra, de 43 años de edad, impidió que se practique un aborto en una joven de 19 años embarazada. Dicho estado de gravidez en la adolescente fue producto de una violación ocurrida en el año 2017. Conforme trascendió en un audio enviado por su abogada, testigos aseveraron que la joven en cuestión, quien no era paciente del doctor ni del hospital Pedro Moguillansky de Cipolletti, llegó derivada desde otra localidad a la guardia declarando haber ingerido una droga abortiva proporcionada por la ONG “Socorristas”.
En paralelo, otra figura médica que debiera ser considerada es la de María Estrella Perramón. La profesional fue llevada a juicio años atrás por la muerte de una mujer de apenas 17 años; el lamentable suceso fue conocido como “caso Keyla Jones”. En dicho episodio, la doctora a cargo de la adolescente le suministró Misoprostol a pedido de una trabajadora social. La fiscalía determinó que “… su muerte se produjo como consecuencia del proceso incompleto del aborto, al no haber retirado (previa determinación o exploración), los restos del embarazo dentro del útero, que generaron un cuadro de shock séptico refractario que provocó la muerte de la joven, el 6 de diciembre de 2015, a las 16:40 horas, en el Hospital Zonal de Esquel”. Esto demostró que la legalidad de un aborto no significa que se garantice la seguridad de la madre gestante; ya que, como todo procedimiento médico, siempre existe un riesgo certero para el paciente.
Ante ambos profesionales de la salud se podría establecer una paradoja política. El primero cumplió con su juramento hipocrático, es decir, “Tener absoluto respeto por la vida humana desde el instante de la concepción”; así mismo, viendo el estado avanzado del embarazo más el riesgo alto y cierto que corría la vida de la joven, decidió que se espere hasta la semana 35 de gestación para inducir un parto y posteriormente se dé en adopción al niño. La segunda fue cómplice de un hecho que terminó con la vida de una joven mujer de apenas 17 años. Muchas conjeturas y especulaciones contra fácticas se podrían realizar sobre estos temas, pero lo real y concreto es que, ante ambos médicos, se presentaron dos mujeres con dos vidas en su vientre. Quien rechaza el aborto consiguió que madre e hijo hoy estén sanos y salvos. Quien milita en favor del aborto sólo consiguió que una adolescente esté hoy sepultada y su hijo haya terminado en una bolsa de residuos patógenos. Ciertamente es paradójico que los sectores feministas defiendan a quienes hacen del aborto clandestino un negocio lucrativo y persigan a quienes, a riesgo de perderlo todo, hacen cuanto pueden por salvar ambas vidas.
El país hoy encuentra una fuerte grieta moral entre quien se posicionan en favor y en contra del aborto. Esta comparación entre dos figuras médicas sirve para exponer qué clase de valores se quiere legar a las futuras generaciones de Argentina. Ante dos personas cuya misión es velar por la salud, el país ve reflejado su orden moral dividido actualmente; están quienes priorizan la ideología por sobre la vida, y quienes dejan de lado todo relato y simplemente realizan aquello para lo que fueron formados.
Prensa Republicana
La figura del Dr. Rodríguez Lastra apareció en la agenda mediática recientemente dado su procesamiento judicial, cuya audiencia pública dio inicio el día 13/05/2019. El ginecólogo Leandro Rodríguez Lastra, de 43 años de edad, impidió que se practique un aborto en una joven de 19 años embarazada. Dicho estado de gravidez en la adolescente fue producto de una violación ocurrida en el año 2017. Conforme trascendió en un audio enviado por su abogada, testigos aseveraron que la joven en cuestión, quien no era paciente del doctor ni del hospital Pedro Moguillansky de Cipolletti, llegó derivada desde otra localidad a la guardia declarando haber ingerido una droga abortiva proporcionada por la ONG “Socorristas”.
En paralelo, otra figura médica que debiera ser considerada es la de María Estrella Perramón. La profesional fue llevada a juicio años atrás por la muerte de una mujer de apenas 17 años; el lamentable suceso fue conocido como “caso Keyla Jones”. En dicho episodio, la doctora a cargo de la adolescente le suministró Misoprostol a pedido de una trabajadora social. La fiscalía determinó que “… su muerte se produjo como consecuencia del proceso incompleto del aborto, al no haber retirado (previa determinación o exploración), los restos del embarazo dentro del útero, que generaron un cuadro de shock séptico refractario que provocó la muerte de la joven, el 6 de diciembre de 2015, a las 16:40 horas, en el Hospital Zonal de Esquel”. Esto demostró que la legalidad de un aborto no significa que se garantice la seguridad de la madre gestante; ya que, como todo procedimiento médico, siempre existe un riesgo certero para el paciente.
Ante ambos profesionales de la salud se podría establecer una paradoja política. El primero cumplió con su juramento hipocrático, es decir, “Tener absoluto respeto por la vida humana desde el instante de la concepción”; así mismo, viendo el estado avanzado del embarazo más el riesgo alto y cierto que corría la vida de la joven, decidió que se espere hasta la semana 35 de gestación para inducir un parto y posteriormente se dé en adopción al niño. La segunda fue cómplice de un hecho que terminó con la vida de una joven mujer de apenas 17 años. Muchas conjeturas y especulaciones contra fácticas se podrían realizar sobre estos temas, pero lo real y concreto es que, ante ambos médicos, se presentaron dos mujeres con dos vidas en su vientre. Quien rechaza el aborto consiguió que madre e hijo hoy estén sanos y salvos. Quien milita en favor del aborto sólo consiguió que una adolescente esté hoy sepultada y su hijo haya terminado en una bolsa de residuos patógenos. Ciertamente es paradójico que los sectores feministas defiendan a quienes hacen del aborto clandestino un negocio lucrativo y persigan a quienes, a riesgo de perderlo todo, hacen cuanto pueden por salvar ambas vidas.
El país hoy encuentra una fuerte grieta moral entre quien se posicionan en favor y en contra del aborto. Esta comparación entre dos figuras médicas sirve para exponer qué clase de valores se quiere legar a las futuras generaciones de Argentina. Ante dos personas cuya misión es velar por la salud, el país ve reflejado su orden moral dividido actualmente; están quienes priorizan la ideología por sobre la vida, y quienes dejan de lado todo relato y simplemente realizan aquello para lo que fueron formados.
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