7 de Mayo: San Estanislao, Obispo y mártir
(✞ 1079)
El maravilloso obispo y glorioso mártir San Estanislao nació de noble familia en la ciudad de Cracovia, cabeza del reino de Polonia, y como fue de gran habilidad e ingenio para todo género de letras, llegó a la dignidad de canónigo y después a la de Obispo de Cracovia, cuya mitra solo aceptó por no resistir a la voluntad divina.
En aquella ocasión era rey de Polonia, Boleslao, el cual, habiéndose pervertido y dado a todo género de vicios, se convirtió en una bestia, no solo carnal, sino también fiera y cruel y derramadora de sangre humana.
A San Estanislao le parecía que tenía obligación de avisarle, lo cual hizo con humildad y gran modestia; más con la amonestación, el rey salió fuera de sí y determinó ocasionarle daño.
En esos tiempos, había comprado el santo Obispo para su iglesia cierta heredad de un hombre rico llamado Pedro, el cual hacía tres años que ya había muerto, y los herederos del difunto, para dar el gusto al rey, pusieron pleito al Obispo diciendo que aquella heredad era de ellos.
El asunto se trató delante del rey, y como al Obispo le faltasen los documentos necesarios para aprobar la compra, fue condenado y obligado a restituir la heredad.
Entonces San Estanislao pidió tres días de tiempo en los cuales ayunó, veló y oró con gran fervor.
Fue después hasta la sepultura donde Pedro estaba enterrado, hizo quitar la losa que estaba encima, cavar la tierra, y descubrir el cuerpo, y tocándole con el báculo pastoral le mandó que se levantase.
En ese punto obedeció el muerto, y siguió al Santo hasta el tribunal, donde estaba el rey, y así atestiguó que el santo Obispo le había pagado enteramente el precio de la heredad.
Quedaron atónitos y helados, tanto el rey como los adversarios del Obispo, el cual acompañó de nuevo al resucitado a la sepultura.
Y como a pesar de todo, se revolcaba el rey en el cielo de sus torpezas y se relamía en la sangre inocente de sus vasallos, fue excomulgado por el santo Obispo, y el tirano envió sus hombres a la iglesia para que lo matasen; más espantados con una súbita y excesiva luz del cielo, cayeron en tierra.
Y lo mismo sucedió la segunda y la tercera vez a otros oficiales que mandó el rey; el cual finalmente, por sus propias manos se convirtió en verdugo, dando con la espada un golpe tan terrible en la cabeza del santo Obispo, que los sesos se esparcieron por el suelo.
Así murió el santo obispo de Cracovia. El cruelísimo rey aborrecido de todos huyó a Hungría, donde al poco tiempo yendo de caza, cayó del caballo, murió desastrosamente y fue comido por los perros.
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