martes, 21 de mayo de 2024

21 DE MAYO: SAN HOSPICIO RECLUSO, CONFESOR


21 de Mayo: San Hospicio Recluso, confesor

(✞ 581)

Vestido de áspero cilicio, rodeado de cadenas de hierro y atado a una de ellas, dentro de una torre, comiendo solo un poco de pan con unos dátiles y algunas raíces de yerbas y bebiendo solo agua, vivía en la ciudad de Niza un varón santísimo llamado Hospicio o Sospis.

Junto a esta torre había un monasterio cuyos monjes dirigía el siervo de Dios.

Agradó tanto al Señor su gran penitencia y vida encerrada, que hizo por él grandes maravillas.

Gracias a su espíritu de profecía predijo muchos años antes que viniesen los fieros Longobardos a Francia, lo anunció; y así aconsejó a los monjes que se fuesen a vivir a otro lugar; y a los vecinos de Niza que se ausentasen, porque los bárbaros destruirían la ciudad y otras seis poblaciones.

Todo ocurrió como el santo Hospicio lo profetizó.

Llegaron también los longobardos a la torre del santo, y quitando tejas y rompiendo el techo entraron, y como vieron a aquel hombre rodeado de cadenas, dijeron:

- Este es, sin duda, algún insigne malhechor.

Y por un intérprete le preguntaron por qué estaba de aquella manera preso.

El santo respondió:

- Porque soy el peor hombre del mundo -respondió.

Entonces uno de los bárbaros sacó la espada para cortarle la cabeza; pero al ir a descargar el golpe, se le quedó seco el brazo y cayó la espada en tierra.

Entonces el soldado se echó a los pies del santo, confesando su culpa; y el santo le echó la bendición sobre el brazo y le sanó; y así, reducido el bárbaro, se convirtió y se hizo monje.

Luego, predicándoles a Jesucristo desde sus cadenas redujo a muchos de aquellos bárbaros.

Curaba toda suerte de enfermedades, sanaba mudos, ciegos y tullidos, y expulsaba los demonios con poderosa virtud.

Pasada la furia de los longobardos, los monjes volvieron a su monasterio, y cuando el glorioso Hospicio supo que se acercaba su muerte, por una divina revelación, llamó al Prior y le dijo:

- Trae las herramientas necesarias y rompe esta pared, y di al Obispo que venga a sepultar mi cuerpo, porque mi hora está llegando, pues dentro de tres días dejaré este mundo y me iré a gozar del eterno descanso.

Avisaron los monjes al Obispo de Niza, rompieron las paredes, entraron dentro y hallaron al Santo lleno de gusanos y le desataron de sus cadenas.

- Ciertamente
-les dijo- Ya estoy desatado de las prisiones del cuerpo y me voy a reinar con Cristo.

Pasados tres días se postró en oración y después de orar un gran espacio de tiempo con mucha abundancia de lágrimas, se puso sobre un escaño, y tendiendo los pies y alzando las manos al cielo, entregó su espíritu al Señor.

Luego que hubo muerto, desaparecieron los gusanos que roían sus carnes y quedó el cadáver hermoso y resplandeciente, por lo cual el Obispo lo hizo sepultar con gran pompa y solemnidad.

Reflexión:

Hemos visto en el glorioso San Hospicio otro Santo Job, pues comiendo sus carnes los gusanos, estaba tan alegre y contento, como cualquier otro estaría gozando de los regalos y delicias del mundo. “Oh padre - le dijo uno de los que entraron a verle cuando estaba por morir- ¿y cómo es posible que puedas sufrir estos gusanos?”. A lo que respondió el santo: “Porque me conforta aquel Señor por quien yo padezco”. ¡Oh, si nosotros pusiésemos también en el Señor nuestro amor y confianza! ¡Qué ligeros y suaves nos parecerían los trabajos y dolores que para nuestro bien el Señor nos envía!

Oración:

Te rogamos Señor que nos recomiende la intercesión del bienaventurado Hospicio penitente, para que alcemos por su patrocinio lo que no podemos conseguir por merecimientos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

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