Por Monseñor Carlo Maria Viganò
Es normal y humanamente comprensible que más de una década de abierta persecución a los católicos por parte de quien se presentó como su “papa”, lleve a muchos de nosotros a desear una tregua, con la esperanza de que Nuestro Señor dé a su Iglesia, si no un nuevo Pío X, al menos otro Benedicto XVI.
Pero este deseo legítimo —sin duda animado por buenos sentimientos y amor a la Iglesia— no puede transformarse en una realidad virtual en la que, incluso contra toda evidencia, todo deba interpretarse necesariamente como una confirmación de lo que deseamos, y no de lo que realmente sucede.
No podemos construirnos una “iglesia virtual” con un “papado virtual” al que amamos y servimos en una ficción consoladora pero irreal.
La confirmación de un notorio hereje en la Cátedra de Saint Gallen en Suiza; el nombramiento de una monja como Secretaria del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, en línea con el nombramiento de Bergoglio de una “Prefecta”; las repetidas referencias a los documentos heréticos de su predecesor y al Vaticano II; las declaraciones sobre el “ecumenismo” y la “sinodalidad”, y finalmente la aceptación del “fraude climático”; colocan a Robert Francis Prevost en una evidente y preocupante continuidad con su predecesor, y ciertamente no serán la estola y la muceta las que cambiarán la realidad.
Que mirar la realidad con ojos sobrenaturales nos ayude a reconocer los engaños del Maligno y nos impulse, hoy más que nunca, a depositar toda nuestra esperanza en Cristo Rey y Pontífice, para que Él ayude y proteja a su Iglesia.
Que Él, que es el Camino, la Verdad y la Vida, sea nuestra guía en un mundo rebelde condenado a la perdición, la mentira y la muerte.
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