domingo, 9 de abril de 2023

QUE ENSEÑA LA IGLESIA SOBRE LA GESTACIÓN SUBROGADA

Para explicar las cosas con precisión hay que explicar en qué consiste, exactamente, la gestación subrogada, también llamada “vientre de alquiler”.

Por el padre Francisco José Delgado


La noticia de que Ana Obregón, famosa actriz española de 68 años, ha adoptado una niña concebida por vientre de alquiler o gestación subrogada, ha levantado un fuerte debate entre los que se posicionan a favor y en contra de esta práctica. Aprovechando esta polémica, intentaré explicar en este artículo las claves de la Doctrina Católica sobre este tema.

Sobre este asunto, al igual que sobre otros muchos puntos de la moral cristiana, la Iglesia defiende verdades que son accesibles a la razón natural, pero lo hace iluminada por la fe en la Revelación. Por eso, estas cuestiones son defendibles ante todo el mundo, incluso ante los que no tienen fe, aunque sólo pueden ser entendidas si se aceptan los presupuestos antropológicos, también de razón, que sostenemos los cristianos.


Presupuestos antropológicos

● El primer presupuesto es que el ser humano es distinto de cualquier otro animal y tiene una dignidad especial. El ser humano es una unidad de cuerpo y alma, un alma espiritual que es creada inmediatamente por Dios para informar un cuerpo que surge de la acción procreadora de los padres. Esta particularidad hace que la concepción humana no pueda tratarse como la concepción de cualquier otro animal o de una planta, sino que está sujeta a un respeto especial.
El ser humano ha de ser concebido como fruto del amor entre dos personas dentro de la institución del matrimonio, que asegura la posibilidad de su crecimiento y educación en el mismo marco de amor en el que ha sido concebido. A la vez, la procreación humana presupone la colaboración responsable de los esposos con el amor fecundo de Dios. El don de la vida humana debe realizarse en el matrimonio mediante los actos específicos y exclusivos de los esposos, de acuerdo con las leyes inscritas en sus personas y en su unión.

● El segundo presupuesto es que la vida humana comienza desde la concepción, es decir, desde la unión en una nueva célula embrionaria de los gametos humanos: el óvulo y el espermatozoide. Un embrión humano es, biológicamente, un individuo de la especie humana, lo que lo convierte a todos los efectos en un ser humano. A partir de la concepción, el embrión humano irá creciendo en un proceso gradual hasta convertirse en un ser humano adulto.

● El tercer presupuesto es que no todo lo técnicamente posible es moralmente bueno. Hay una diferencia importante entre la ciencia natural, que implica un conocimiento de la naturaleza, y la técnica, que consiste en utilizar ese conocimiento para intervenir en la naturaleza, dominándola. Es sobre este segundo punto sobre el que hay que hacer un juicio moral, porque la transformación de la naturaleza mediante la técnica puede ser para el bien (por ejemplo, curar una enfermedad) o para el mal (como crear un arma biológica).
En 1987, la Congregación para la Doctrina de la Fe, Dicasterio Romano del cual era Prefecto el Card. Joseph Ratzinger, futuro Papa Benedicto XVI, publicó, con la aprobación de Juan Pablo II, un documento fundamental para tratar todas las cuestiones derivadas de la procreación humana. Se trata de la Instrucción Donum Vitae. La mayor parte de las citas que emplearé están tomadas de esta instrucción.


¿En qué consiste la gestación subrogada?

Para explicar las cosas con precisión hay que explicar en qué consiste, exactamente, la gestación subrogada, también llamada vientre de alquiler. En Donum Vitae a esta práctica se la denomina “maternidad sustitutiva”, refiriéndose a:
“a) la mujer que lleva la gestación de un embrión implantado en su útero, que le es genéticamente ajeno, obtenido mediante la unión de gametos de “donadores”, con el compromiso de entregar el niño, inmediatamente después del nacimiento, a quien ha encargado o contratado la gestación;

b) la mujer que lleva la gestación de un embrión a cuya procreación ha colaborado con la donación de un óvulo propio, fecundado mediante la inseminación con el esperma de un hombre diverso de su marido, con el compromiso de entregar el hijo, después de nacer, a quien ha encargado o contratado la gestación”.
Yo utilizaré el término “gestación subrogada” por ser el que se está empleando ahora mismo en medios para promover una imagen favorable de esta práctica. De este modo intentaré poner la fuerza en los argumentos y no en la sensibilidad a la que se suele apelar en estos temas.


Dentro de la polémica actual, se suele hablar de gestación subrogada en el primer sentido citado, es decir, una mujer gesta en su útero un embrión que ha sido producido mediante fecundación in vitro en un laboratorio, con el compromiso contractual de entregar el niño a los contratantes, sometiéndose a una serie de condiciones y recibiendo, o no, un pago por el servicio de gestar el niño. Cuando no hay un pago derivado de la gestación se suele llamar actualmente gestación subrogada altruista.

Es importante entender que, en los modelos actuales, en cualquier caso de gestación subrogada siempre hay, como origen dicha gestación, un caso de fecundación in vitro. Esto es muy importante, porque esta práctica reproductiva está hoy socialmente muy aceptada, pero la Iglesia hace un juicio muy negativa sobre ella, y el juicio sobre la gestación subrogada no es separable del juicio sobre la fecundación in vitro.


¿En qué consiste la fecundación in vitro?

Muy aproximadamente es un proceso en el que una mujer es hormonada para que produzca una cantidad de óvulos maduros que son recolectados y guardados. También se recolecta un número de espermatozoides de un varón. Ambos gametos son unidos en un laboratorio para crear un embrión humano por medio de la biotecnología. Una vez formado el embrión se deja que se multiplique hasta que está compuesto de un número de células, de las cuales se extraerán algunas para hacer un estudio genético, una suerte de “control de calidad”. Si en ese control de calidad se detecta algún tipo de anomalía, como una trisomía cromosómica o marcadores genéticos que se consideren indeseables, ese embrión humano será destruido. De los embriones que hayan sido considerados dignos de nacer se tomará un número y serán transferidos en el útero de la mujer, mientras el resto serán congelados para futuros intentos en caso de que el primero fracase. De los embriones transferidos pueden llegar a implantarse varios, pero como se trata de una procreación a la carta se suelen hacer abortos selectivos hasta quedarse con el número deseado de niños en gestación, generalmente uno.

La Iglesia, a la hora de juzgar moralmente esta práctica, distingue si el material genético que da origen al niño producido in vitro es de los que serán los padres o no. Si el material es de los padres se habla de una fecundación in vitro homóloga. Si, por el contrario, se recurre a la donación por parte de terceros, se habla de una fecundación in vitro heteróloga.

Por la naturaleza de la gestación subrogada, en todos los casos se da una fecundación in vitro heteróloga.


¿Qué dice la Iglesia sobre la fecundación in vitro?

La fecundación in vitro heteróloga es un tipo de fecundación artificial heteróloga. Sobre la fecundación artificial heteróloga, sea inseminación o fecundación in vitro, el juicio moral que presenta Donum Vitae es muy claro:
La fecundación artificial heteróloga es contraria a la unidad del matrimonio, a la dignidad de los esposos, a la vocación propia de los padres y al derecho de los hijos a ser concebidos y traídos al mundo en el matrimonio y por el matrimonio. […]

Por tanto, es moralmente ilícita la fecundación de una mujer casada con el esperma de un donador distinto de su marido, así como la fecundación con el esperma del marido de un óvulo no procedente de su esposa. Es moralmente injustificable, además, la fecundación artificial de una mujer no casada, soltera o viuda, sea quien sea el donador.

El deseo de tener un hijo y el amor entre los esposos que aspiran a vencer la esterilidad no superable de otra manera, constituyen motivaciones comprensibles; pero las intenciones subjetivamente buenas no hacen que la fecundación artificial heteróloga sea conforme con las propiedades objetivas e inalienables del matrimonio, ni que sea respetuosa de los derechos de los hijos y de los esposos”.
Queda clara, por tanto, la condena de la fecundación in vitro heteróloga que está siempre en la base de la gestación subrogada. Esta consideración, además, se completa con la valoración de la fecundación in vitro homóloga, es decir, en la que la gestante recibe un embrión que es fruto de la fecundación de un óvulo suyo con un espermatozoide de su marido. La valoración también es negativa por las siguientes razones:
● Todos los procesos de fecundación in vitro, incluso aunque se anuncie lo contrario, conllevan la destrucción de embriones. En un proceso natural es normal que se pierdan embriones, pero en este procedimiento técnico los embriones son destruidos intencionalmente cuando no superan el control de calidad genético al que son sometidos. A veces se promete que en un procedimiento de este tipo no se destruirán embriones viables, pero se oculta que los embriones considerados inviables lo son por tener algún tipo de tara genética que, en niños concebidos de forma natural, no impediría el nacimiento y la vida del niño como, por ejemplo, el síndrome de Down. Ningún tecnólogo se arriesgaría a transferir un embrión con estas taras, porque podría ser considerado responsable del nacimiento de un niño con algún tipo de malformación. Y nadie encarga a un niño a un laboratorio para que nazca con defectos.

● Además de la destrucción de embriones, muchos otros hermanos del niño que llegara al final a nacer permanecerán congelados de forma indefinida. Los embriones son congelados son seres humanos de pleno derecho, por lo que mantenerlos en ese estado supone una afrenta a su dignidad inviolable. Su uso en la investigación médica es reprobable por las mismas razones ya enunciadas.

● Como ya se ha dicho, la dignidad del ser humano exige que su concepción sea realizada por medio de los actos propios de los esposos dentro de la institución del matrimonio. La fecundación in vitro deja esa concepción en manos del técnico que produce al niño por medio de un procedimiento que podría calificarse de “fabricación”. El hecho de que el niño concebido sea sometido a un control de calidad que vincula al fabricante y el intercambio económico necesario para pagar los servicios contratados, hacen que este tipo de técnica adquiera las características de una transacción comercial, una auténtica compraventa de un ser humano. Este último juicio no lo emplea la Iglesia, pero me parece una conclusión lógica de lo dicho anteriormente.
Sobre la fecundación in vitro homóloga, la Iglesia enseña lo siguiente en Donum Vitae:
“La FIVET (fecundación in vitro con transferencia de embriones) homóloga se realiza fuera del cuerpo de los cónyuges por medio de gestos de terceras personas, cuya competencia y actividad técnica determina el éxito de la intervención; confía la vida y la identidad del embrión al poder de los médicos y de los biólogos, e instaura un dominio de la técnica sobre el origen y sobre el destino de la persona humana. Una tal relación de dominio es en sí contraria a la dignidad y a la igualdad que debe ser común a padres e hijos.

La concepción in vitro es el resultado de la acción técnica que antecede la fecundación; esta no es de hecho obtenida ni positivamente querida como la expresión y el fruto de un acto específico de la unión conyugal. En la FIVET homóloga, por eso, aun considerada en el contexto de las relaciones conyugales de hecho existentes, la generación de la persona humana queda objetivamente privada de su perfección propia: es decir, la de ser el término y el fruto de un acto conyugal, en el cual los esposos se hacen 'cooperadores con Dios para donar la vida a una nueva persona'”.

La procreación como dominio o como don

En este último texto se resalta un aspecto que tiene mucha importancia en el debate: la relación de dominio. Estas técnicas de reproducción se suelen justificar, incluso desde ámbitos católicos, como una forma de dar vida, algo que se considera siempre como bueno. Se trata de proporcionar a unos padres el justo deseo de la descendencia propia y la tecnología haría posible satisfacer este deseo. Dejando aparte el hecho de que un deseo justo no puede ser satisfecho por cualquier medio posible, sino que ese medio debe ser también justo, se puede ver una enorme diferencia entre el proceso natural de procreación y el proceso tecnológico de la fecundación in vitro en el hecho de que en el proceso natural la relación de los padres hacia el hijo concebido supone la recepción de un don gratuito, un regalo. En el caso de la producción técnica o fabricación en la que consiste la fecundación in vitro, se da una relación de dominio de los padres al hijo concebido, como se da ante algo que se ha adquirido por dinero.


Esto lo destaca muy elocuentemente C.S. Lewis en su famosa obra La abolición del hombre. El pretendido dominio del hombre sobre la naturaleza por medio de la técnica se acaba convirtiendo, en estas prácticas, en un dominio del hombre sobre el hombre de las siguientes generaciones.

Dando un paso más, una vez que se justifica el empleo de la técnica para producir seres humanos, nada puede impedir que se justifique el empleo de esa técnica para producir mejores seres humanos, es decir, seres fabricados a medida, según los deseos y exigencias de los padres compradores. Tampoco sería objetable, siguiendo los mismos razonamientos morales, una modificación esencial de la naturaleza humana, que se haría siempre con buenas intenciones, pero supondría que las generaciones sucesivas cayeran bajo el dominio y la voluntad de aquella generación, la nuestra, que habría decidido por su pura voluntad cómo han de ser las cosas.


¿Qué dice la Iglesia específicamente sobre la gestación subrogada?

Todas estas valoraciones morales entran en la consideración de la gestación subrogada, aunque queda ver qué dice exactamente la Iglesia sobre este modo de maternidad sustitutiva. Ante la pregunta de si es moralmente lícita la maternidad “sustitutiva”, el documento Donum Vitae contesta:
“No, por las mismas razones que llevan a rechazar la fecundación artificial heteróloga: es contraria, en efecto, a la unidad del matrimonio y a la dignidad de la procreación de la persona humana.

La maternidad sustitutiva representa una falta objetiva contra las obligaciones del amor materno, de la fidelidad conyugal y de la maternidad responsable; ofende la dignidad y el derecho del hijo a ser concebido, gestado, traído al mundo y educado por los propios padres; instaura, en detrimento de la familia, una división entre los elementos físicos, psíquicos y morales que la constituyen”.
La Iglesia, por tanto, rechaza la gestación subrogada en sí misma y no solamente por el modo técnico como se lleva a cabo.


Hipótesis personal sobre la separabilidad de la FIVTE y la gestación subrogada

No obstante, creo que en este tema se puede hacer una precisión adicional.

En sí, la fecundación in vitro, que ya hemos dicho que es inaceptable moralmente, y la gestación subrogada son dos hechos distintos. Cuando en la actualidad se desvía la cuestión únicamente al hecho del contrato de una mujer para que geste al hijo de otras personas se pretende evitar muchas de las cuestiones ya explicadas y centrarse únicamente en la legitimidad de ese hecho, o de si se hace por motivos económicos o de forma puramente altruista. En la actualidad, por motivos técnicos, es del todo imposible que una gestación subrogada no tenga en la base una fecundación in vitro inmoral, pero podría imaginarse una situación técnica en el futuro en que se pudiera hablar de otra situación.

Aquí me muevo en el campo de la hipótesis. Se trataría de un niño concebido en el matrimonio de forma natural y gestado por la madre que, por un problema de tipo médico, tuviera que ser trasplantado al vientre de otra mujer. Esto hoy es técnicamente imposible, pero en caso de que lo fuera, me pregunto por las implicaciones morales del caso. Yo creo que, en ese caso, hablando de un peligro de vida o muerte, esa práctica podría ser legítima moralmente. Sin embargo, fuera de ese caso, el juicio de la Iglesia, que está suficientemente razonado, lleva a sostener que, aunque fuera posible una concepción natural y un trasplante del niño concebido a una madre distinta, tal práctica sería reprobable por vulnerar los derechos del niño.


El sentido de plantearse esta hipótesis es dejar claro que, aunque actualmente la gestación subrogada es claramente inmoral por su origen en la fecundación in vitro, si pudiera realizarse de otra forma la valoración seguiría siendo gravemente negativa sin importar si la gestación subrogada es altruista o se hace por dinero.


Argumentos en contra de la gestación subrogada que no son tan concluyentes

Desde el lado feminista recibimos muchos argumentos sobre la dignidad de la gestante que sería sometida a una situación de violencia al verse forzada a separarse del hijo que ha gestado. Estos argumentos merecen ser tenidos en consideración, pero tienen menor fuerza moral que la consideración de la dignidad del niño concebido por este medio. Las feministas caen claramente en una situación de contradicción cuando hablan de un derecho de la madre sobre su cuerpo para asesinar al niño que lleva en sus entrañas, pero niegan que una mujer pueda vender ese mismo cuerpo para gestar al niño de otra. Ambas cosas son igualmente reprobables. Las feministas tampoco rechazan las técnicas de reproducción asistida que sustituyen los actos naturales de los esposos, por lo que, aunque materialmente coincidimos en la oposición a estas prácticas, las razones y el fondo por las que lo hacemos no pueden ser más diferentes.

No parece necesario tampoco perder el tiempo en considerar el hecho de si las mujeres que se prestan para ser gestantes de hijos ajenos lo hacen libremente o por necesidades económicas. Es cierto que fácilmente se darán, y se dan, en estos temas situaciones de explotación. Pero la valoración moral del hecho no cambia por esta circunstancia, aunque sí pueda hacerlo la responsabilidad moral de la mujer.


La dignidad de los niños concebidos por gestación subrogada

Es necesario aclarar, por evitar cualquier duda, que la Iglesia defiende la radical dignidad del ser humano independientemente de como haya sido concebido. Es decir, precisamente por esa dignidad se insiste en que los niños sean concebidos en el matrimonio por medio de los actos naturales de los esposos, pero si esto no es así, eso no hace que los niños sean despreciados por su origen. Un niño, independientemente de cómo haya sido concebido, ha de ser amado y respetado en sus derechos, uno de los cuales, por cierto, es el de tener un padre y una madre unidos en amor estable, algo que se da en el matrimonio. Aquí la Iglesia sí es plenamente coherente, no como el mundo, que pretende, por ejemplo, que por el hecho de que un niño haya sido concebido en una violación o que no haya sido planificado exhaustivamente por sus padres y, por lo tanto, su concepción sea inesperada, ese niño sea privado del derecho a la vida y pueda ser asesinado impunemente. Hay que notar que algunos de los que apoyan la gestación subrogada se oponen al aborto, pero eso sería una incoherencia por la realidad de la fecundación in vitro, como ya hemos explicado.

¿Qué hacer, entonces, ante el caso de un niño concebido por medio de gestación subrogada? Ante todo se debe censurar cualquier discriminación o acoso. Se están dando ejemplos de niños que son acosados escolarmente por otros niños (obviamente movidos por sus padres por motivos ideológicos) que los llaman “bebés comprados”. Esto es siempre reprobable.


La Iglesia acoge a estos niños y no les niega el bautismo, siempre que se cumpla la condición de una esperanza fundada de que serán educados en la fe católica. Por supuesto, esto no lleva a que la Iglesia oculte la maldad del procedimiento por el que estos niños han sido concebidos, pero, como se ha dicho, esta culpa no recae sobre los niños, sino sobre sus padres.

Por supuesto, la legislación debería penalizar estas prácticas, contrarias a la dignidad del ser humano. En España, por ejemplo, se consideran nulos los contratos de gestación subrogada, pero se permite plenamente la fecundación in vitro que, como hemos dicho, comparte la mayor parte de la valoración moral negativa.

El problema viene cuando estas prácticas se realizan en países donde no se protege la dignidad del ser humano (en este caso, como se acaba de decir, España sería un caso) y luego se pretende que se reconozcan los vínculos familiares en terceros países que no las permiten. Ahí el tema es mucho más complicado y ha de resolverse de manera prudencial. La clave será buscar siempre el bien del niño, por encima del deseo de los padres, teniendo en cuenta el derecho del niño a tener un padre y una madre unidos en una relación matrimonial, y que privar intencionadamente a un niño de esa situación siempre será injusto.

Se suele argüir que hay muchos niños que, por distintas circunstancias, carecen de un padre o de una madre en las condiciones antes dichas. La respuesta es que no es lo mismo una circunstancia fortuita (la muerte de uno de los padres) o una derivada de un problema matrimonial como el divorcio, al hecho de que, desde el origen, el niño se vea privado intencionalmente de ese derecho. Por tanto, la adopción de estos niños por parte de parejas homosexuales o de personas solteras debería regirse por la misma lógica que en el caso de cualquier otro niño, tema que se podría tratar en otra ocasión.


Conclusiones

He intentado esbozar en este artículo, necesariamente largo, la postura de la Iglesia en el tema tan controvertido de la gestación subrogada. Es cierto que he entremezclado algunas impresiones personales, pero creo que corresponden a lo enseñado por la Iglesia, especialmente en Donum Vitae y en otros documentos sobre la moral de la vida. Consutar tales documentos es esencial para el que quiera tener un conocimiento más claro de lo que enseña la Iglesia.

Siempre advierto que se debe tener mucho cuidado cuando se entra en un debate sobre temas que son argumentables desde la razón natural, pero en los que el Magisterio de la Iglesia, desde la luz de la Revelación, ha dado indicaciones claras. Es importante siempre tener en cuenta qué principios acepta el adversario. Por ejemplo, si no acepta los presupuestos antropológicos que hemos señalado al inicio, el debate será totalmente contraproducente.

Los católicos, por otra parte, sí deberían aceptar tanto los presupuestos como la autoridad del Magisterio en materias morales. Lamentablemente es muy posible que por la presión de los medios de comunicación se hayan visto confundidos en sus posturas o caigan en esos argumentos que he señalado que no responden plenamente al planteamiento moral católico. A ellos espero que estas líneas les sirvan de algún provecho.


Mas Duro que el Pedernal



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