domingo, 30 de agosto de 2020

TERESA HIGGINSON, LA MAESTRA DE ESCUELA CON LOS ESTIGMAS

Sierva de Dios, Teresa Helena Higginson (1844-1905)

La mística maestra de escuela recibió muchos dones sobrenaturales como Éxtasis con visiones de la Pasión de Jesús, junto con la Corona de Espinas y los Estigmas, y fue llamada a promover la práctica de la devoción a la Sagrada Cabeza de Jesús.

Teresa Higginson nació el 27 de mayo de 1844 durante una peregrinación a la ciudad santuario de Holywell, Inglaterra. 


Fue la tercera hija de Robert Francis Higginson y Mary Bowness. Justo antes del nacimiento de Teresa, su madre estaba en muy mal estado de salud, por lo que fue en peregrinación a Holywell con la esperanza de obtener una cura en la fuente de Santa Winifreda, donde se dice que las aguas curativas son conocidas como "Lourdes de Inglaterra" y causan curaciones milagrosas. Así sucedió que esta niña de destino especial que nació en el antiguo y famoso santuario, el lugar de peregrinación más antiguo visitado continuamente en Gran Bretaña.

Creció en Gainsborough y Neston, y de adulta vivió en Bootle y Clitheroe, Inglaterra, y pasó 12 años en Edimburgo, Escocia y finalmente en Chudleigh, Inglaterra, donde murió.


"Se convertirá en una gran santa, o en una gran pecadora"

Desde la primera infancia Teresa tuvo un carácter y voluntad 
muy fuerte, casi obstinada diría, lo que por supuesto causó a sus padres mucha dificultad y preocupación, tanto que un día hablaron a un sacerdote local sobre ella, y esto la impresionó profundamente y se convirtió en uno de sus primeros recuerdos.

Sus padres, hablando de los problemas que estaban teniendo con respecto a su fuerte carácter, escucharon al sacerdote decir: "Esta niña será una gran santa o un gran pecadora, y llevará a muchas almas a Dios, o lejos de Él".

Sobre esto, ella escribió más tarde:

"Esto creo que me impresionó mucho aunque él (el sacerdote) no sabía que yo lo estaba oyendo, sin embargo, esas palabras se hundieron en lo más profundo de mi alma, porque esa noche cuando recibí la bendición de mis padres, cuando papá puso su mano sobre mi la cabeza, suspiró y me atravesó. Entonces esa misma noche cuando mamá vino a ver cómo estábamos, se arrodilló junto a mi cuna y lloró, y cuando me besó, las lágrimas cálidas cayeron sobre mi rostro, yo estaba demasiado avergonzada al sentirme indigna de una madre tan buena. Menciono este hecho porque nunca lo he olvidado, y creo que nuestro querido Señor tuvo mucho que ver con eso, aunque entonces yo no entendía completamente el significado de todo eso, pero le rogué al querido niño Jesús que me ayudara a ser más como Él y que nunca me dejara hacer nada que hiciera llorar a mis queridos padres, porque los amaba con mucha ternura. No sé cuántos años tenía entonces, pero debo haber sido muy pequeña".

El 3 de marzo de 1854 Teresa y sus dos hermanas mayores se fueron a vivir a la escuela-convento de Nottingham, dirigida por las Hermanas de la Misericordia. Tenía diez años cuando llegó con sus dos hermanas mayores. Había una hermosa capilla donde Teresa pasó muchas horas ante el Santísimo Sacramento, y donde también hizo su primera confesión y comunión y fue confirmada.

Con su tierno corazón, la pequeña Teresa sintió profundamente esta primera separación de su madre y, por más que lo intentaba, no podía evitar sentir una terrible nostalgia.

"Aunque traté de unirme muy estrechamente a Él y traté de amarlo y servirlo mejor, en ese momento parecía olvidarme de todo y me inquietaba mucho volver a casa. Luego llegó el hermoso mes de mayo y entonces comencé a acostumbrarme y a amar de verdad el convento, porque recuerdo que una de las queridas monjas me dijo que cuando nuestra Santísima Señora fue llevada al Templo a los tres años, nunca lloró por los Santos Ana o Joaquín ni quiso llorar. Me fui a casa de nuevo, y luego comencé a sentir lo ingrata y lo egoísta que era, hice actos de contrición y le dije a nuestro querido Señor que ya que Él había amado y pensado tanto por mí, que nunca podría amar ni pensar en nada de Él y le rogué que me diera un poco de sufrimiento como prueba de su amor".

Permaneció en el convento-escuela durante 11 años. Durante este tiempo se lesionó en dos caídas: una en un pozo y otra poco después cuando:

"En la fiesta del Corpus Christi, todos los claustros y todos los lugares por los que se llevó el Santísimo Sacramento estaban bellamente decorados y nos dejaron hasta la mañana cuando se recogieron lilas frescas y otras flores. Me subí a un árbol para doblar las ramas para que una hermana cortara las ramas pequeñas, y al hacerlo me caí del árbol y me lastimé".

Le tomó alrededor de un año recuperarse de esta segunda caída que fue muy dolorosa.


Sequedad en la oración, su espíritu de mortificación y sacrificios voluntarios por amor a Dios

Teresa escribe:

"Creo que fue en esos momentos cuando tomé la resolución de levantarme durante la noche para los misterios dolorosos del Rosario y a hacer media hora de meditación y luego volver a la cama. Eso era muy difícil para mí, y estuve a menudo tentada a renunciar, especialmente cuando nuestro querido Señor me probó con sequedad, lo que hizo con frecuencia y a veces durante meses, pero cuando tenía esos sentimientos, prolongaba el tiempo de oración en lugar de acortarlo y buscaba cuidadosamente las oportunidades de negarme y mortificarme, porque quería intentar prepararme bien para mi primera Comunión.

En una ocasión tuvimos Exposición del Santísimo Sacramento y fui con las demás a hacer una visita. Yo había estado muy desolada y no podía formar una sola oración, lo cual fue una gran prueba para mí; pero lo intenté. Lo adoro y lo amo y mantuve mis ojos en Él, en la Hostia sagrada, pero no tuve satisfacción en mi oración. Y después de que salimos de la capilla, la querida Rev. Madre me preguntó qué vi y si nuestro querido Señor me había dicho algo. Entonces le dije que no había podido decir mis oraciones, que no había visto nada, ni siquiera los ángeles que veía con frecuencia, pero que le había prometido a nuestro querido Señor que no me movería ni quitaría los ojos
 de Él. Estaba cumpliendo mi promesa tan bien que recuerdo cómo me sentía, que no podía hacer un acto de amor ni sentir pena por ello. Era tan indiferente que, por supuesto, lo tomé como una señal de que Él me había dejado a causa de mi maldad y mi pecado, y como no podía adorarlo en realidad, al menos lo haría en lo que respecta a los actos externos".

No llevé a cabo ningún castigo corporal regular mientras me estaba preparando para mi primera comunión. Luego comencé a levantarme y a acostarme en el piso debajo de la cama (después de que la hermana apagara la luz del gas y se fuera a la cama) hasta que sonaba el timbre a las cinco de la mañana para que las monjas se levantaran, y entonces yo volvía a la cama.

Durante este tiempo logré sacar un pedazo de arpillera y metí pedazos de agujas de tejer viejas, tachuelas, etc. Solía ​​ponerlo debajo de mí en el piso, pero no lo hice tanto tiempo por temor a estar enferma y preocupar a las monjas me cuidaban tanto que parecían notar cada pequeño rasguño o marca. Tuve la oportunidad un día de sacar algunas cenizas al rojo vivo del fuego y ponerlas sobre mi pecho, prendiéndose fuego mi ropa, pero cuando hice la santa señal de la cruz sobre las llamas, se apagaron bastante. La Hermana que me vio me regañó mucho y me dijo que nunca más volviera a hacer algo así. Le rogué que no dijera nada, me dio su palabra y estoy segura de que nunca lo hizo".


Más tarde, en el año de mi primera Comunión, hacia el final, me sobrevino un gran sentimiento de indiferencia que duró muchos meses y lo que pasé entonces, solo nuestro querido Señor lo sabe. Sentí como si no tuviera poder para hacer cualquier cosa por Dios, que realmente no lo amaba, y parecía importarme muy poco si lo amaba o no, solía pensar, 'Oh, si tan solo pudiera lamentar no amarlo, sería una consuelo en sí mismo, pero era demasiado fría e insensible para pensar realmente en algo bueno, mi oración era difícil de hacer y seca, y por lo que no podía ver ningún fruto. Yo también me sentía enferma en mí misma, y me sentía muy cansada y desgastada, cansada de todo y parecía no tener poder para ejercer mi voluntad de actuar o mi corazón para amar".


Una recuperación notable

"En 1860 me enfermé mucho y los médicos me dieron por perdida. Estuve en cama, creo, durante casi nueve meses, fui ungida y recibí todos los ritos de nuestra Santa Iglesia, y las monjas me estaban esperando. Fui consagrada hija de María y luego perdí el conocimiento y permanecí así durante algunos días. El 13 de diciembre, el obispo reverendo Edward Smith, que estaba en Roma con el padre Powell, dijeron una misa votiva de la Santísima Virgen. Todos pensaron que iba a morir y me contaron sus pequeños secretos que querían que se los pidiera a nuestra querida Señora cuando yo muriera, pero en la octava de la Inmaculada Concepción volví en mí y comencé a mejorar. Me consagré de nuevo muy solemnemente a nuestro querido Señor y a su bendita Madre, prometiendo vivir y morir por ellos y rogándoles que me dejen trabajar y sufrir por la salvación de las almas".


Su llamado a convertirse en maestra de escuela

En el año 1871, estalló una terrible epidemia de viruela y cólera en Liverpool y los pueblos vecinos. Uno de los más afectados fue Bootle, donde las escuelas tuvieron que cerrarse por falta de maestros. El rector de la iglesia de San Alexander en Bootle, el reverendo Edward Powell le preguntó a la escuela de formación en Mount Pleasant si tenían maestros disponibles; pero debido a la viruela, no tenían ninguno. Sin embargo, la hermana Mary Philip, que estaba a cargo allí en ese momento recomendó a Teresa, porque una de las hermanas de Teresa era estudiante allí en ese momento.

Teresa, lejos de asustarse por el miedo a la infección, se alegró de esta oportunidad de sacrificar su vida por la causa de la caridad y ofreció con entusiasmo sus servicios. El padre Powell aceptó agradecido la oferta, y así se unieron dos almas destinadas a jugar un papel importante en la vida del otro. La cita resultó un gran éxito. Teresa rápidamente se abrió camino entre los niños y permaneció en Bootle durante aproximadamente un año.

El padre Powell quedó cada vez más impresionado al reconocer las grandes virtudes que ella ya había alcanzado, y las gracias especiales con las que Dios Todopoderoso la había dotado. Él le permitió comunicarse a diario, algo muy inusual en aquellos días y algo por lo que ella siempre le estuvo agradecida. Pronto descubrió su maravilloso don para la enseñanza. Cuando ella daba sus clases de catecismo los domingos, él solía ver los bancos llenarse de personas mayores y de niños, todos escuchándola con gran atención. Después de un tiempo, él le dijo que pensaba que Dios Todopoderoso la estaba llamando para servirle como maestra certificada y la envió a consultar a las Hermanas de Notre Dame.

La hermana M. Philip le dijo que necesitaría un año de estudio antes de presentarse al examen necesario para maestros, pero el padre Powell, al descubrir que se realizaría uno la semana siguiente, le dijo que intentara presentarse al examen. Ella obedeció y aprobó con éxito el examen. Como veremos, se convirtió en maestra de escuela y siguió siendo maestra durante toda su vida, hasta su santa muerte en 1905.


Ayuno y éxtasis


Así comenzó a enseñar en la escuela católica Santa María en Wigan. El pequeño personal de la escuela Santa María estaba en términos muy felices e íntimos. Una de las cosas que más les llamó la atención respecto a Teresa fueron los extraños ataques de debilidad que tenía temprano en la mañana, antes de recibir la Sagrada Comunión. Iba a misa todos los días, pero a menudo estaba tan débil que casi tenían que llevarla a las barandillas del altar; luego, después de recibir la Sagrada Comunión, recuperaba las fuerzas y caminaba sin ayuda hasta su lugar y podía cumplir con sus deberes durante el resto del día como si tuviera una salud normal. Ellos también notaron cuán rigurosamente ayunaba. Hubo momentos en los que parecía vivir literalmente 
solo del Santísimo Sacramento, durante tres días seguidos sin comer nada más.

Hacia fines de 1873, se nombró a una nueva maestra para el personal, la señorita Susan Ryland. Pasó un día en Wigan para visitar la escuela, y Teresa le contó más tarde cómo, antes de su llegada, el diablo la había atormentado, diciéndole que ya no podría guardar sus secretos porque la nueva maestra pronto los descubriría. La señorita Ryland asumió sus funciones el 5 de enero, y Teresa pronto reconoció en ella a la amiga que el padre Spencer le había prometido que nuestro Señor la enviaría en su necesidad. Durante los siguientes dieciocho meses rara vez se separaron, y durante las vacaciones la señorita Ryland acompañó a Teresa a su casa. La señora Higginson la recibió con los brazos abiertos y le dijo: "Tenía muchas ganas de conocerte. Eres la única amiga que Teresa ha tenido".

Miss Ryland y Teresa estaban adscritas a la escuela Santa María, donde ocupaban la misma habitación e incluso dormían en la misma cama. Mal alojadas y mal pagadas, hubo mucho sacrificio en la vida de los maestros católicos de aquellos días. El año 1874 iba a ser uno de los más memorables de la vida de Teresa, y nuestro Señor le había proporcionado una amiga a la altura de su corazón, leal, silenciosa y sobre todo no curiosa. Al vivir en una intimidad tan estrecha hubiera sido imposible ocultar todo rastro de los misteriosos sucesos de esos meses, y aunque casi nunca habló de su vida interior, la señorita Ryland fue testigo silenciosa de muchas maravillas sobre las que sacó sus propias conclusiones.

"Conocí a Teresa", escribe la señorita Ryland, "a fines de diciembre de 1873. Fue el 5 de enero de 1874 cuando comencé mi vida con ella. Permanecí con ella en Wigan hasta julio de 1875. Durante ese tiempo ella recibió, que yo sepa, muchos favores de Dios; visitas del maligno en persona, también de nuestro Señor, la Virgen y los santos. En la Cuaresma de 1874, se le concedió el seguimiento de nuestro Señor en los detalles de Su sagrada Pasión, la Corona de Espinas, como Santa Rosa de Lima, los Sagrados Estigmas y muchos otros favores".


La señorita Ryland pronto comenzó a sospechar que había algo muy notable en ella. Su primera experiencia de algo fuera de lo común fue después de haber estado quince días en Wigan. Eran como las 10:30 y se iban a acostar, cuando miró a su alrededor y encontró a Teresa tirada en el suelo, inconsciente. Al no poder moverla, pidió ayuda y la subió a la cama. Vio que no se trataba de una enfermedad común y, cuando a la una de la tarde del día siguiente no hubo cambios, fue a buscar al padre Wells. Él vino de inmediato, aunque a ella le sorprendió ver la forma tranquila en que él tomó el asunto. Teresa aún estaba inconsciente, pero cuando le dio un poco de agua de Lourdes, ella se recuperó de inmediato. Luego envió a la señorita Ryland a buscar al médico, quien expresó su asombro por la excesiva debilidad de Teresa y no pudo hacer nada al respecto. La propia señorita Ryland pronto se dio cuenta de que estas extrañas enfermedades eran sobrenaturales: Teresa estaba de hecho, en éxtasis, una condición que se volvió muy constante en esos momentos. Su amiga ha descrito su apariencia exterior en estas ocasiones:

"Hubo dos formas en las que Teresa se ausentaba. En una, el cuerpo estaba flexible y mostraba un dolor excesivo o una alegría excesiva. En la otra, el cuerpo estaba bastante rígido y era casi imposible moverla. Ese estado no duraba mucho. Dos veces estuvo así en la calle. Afortunadamente fue en una parte solitaria del pueblo o podría haber resultado una situación incómoda. No podía hacer nada más que quedarme a su lado hasta que recobrara el conocimiento". Louise Lateaux, otra mística contemporánea, se le apareció a su compañera de cuarto y compañera maestra, Miss Ryland continúa:

"Durante la primera parte de 1874, había algo en el periódico acerca de que Louise Lateaux en Francia estaba en éxtasis todos los viernes y nos llegó el comentario (me refiero a la señorita Woodward y a mí), 'Eso no es nada para esta casa. Es un "suceso 
diario aquí' ".

"Teresa debe haber tenido algún tipo de comunicación con ella, porque dijo un día después de volver en sí misma: "Louise Lateaux me dijo que leyera algo en la vida de Santa Teresa". Así que le traje el libro, pero no sé exactamente qué le dijo que leyera".



Ser amigo de un santo no siempre es fácil

"Cuando rezábamos el rosario juntas ella se detenía de repente y yo tenía que esperar mucho tiempo por ella, así que decidí no esperar sino seguir rezando sola. Esa noche en medio del primer misterio, ella se detuvo y volvió en sí de nuevo cuando yo estaba terminando el cuarto. Me tocó suavemente cuando comencé el quinto y dijo: 'Es solo el segundo'. Le respondí: 'Es el segundo para ti, pero para mí es el quinto, y no quiero estar aquí toda la noche'. Eso suena irreverente, pero estaba tratando con ella entonces no como una santa sino como una amiga familiar".


Apariciones de la Virgen María

Miss Ryland continúa:

"En cuatro ocasiones, que yo sepa, la Virgen se le apareció. Le doy dos relatos. Vi que estaba hablando con alguien. Por supuesto, en esos momentos no estaba consciente de nada más. Cuando la Señora se fue, dijo para mí: '¿No es hermosa?' Le pregunté: '¿Quién?' "Nuestra Bendita Señora. ¿No la viste, querida?" Cuando le dije que no, se quedó muy callada y solo dijo: 'Me ha dicho que lo amo más de lo que puedo decir' ".

"La segunda aparición fue en un momento en que estaba muy enferma y no podía valerse por sí misma. Yo estaba arrodillada a su lado cuando se sentó y dijo: 'Nuestra Señora dice que estoy curada, y que iré a la sagrada Comunión el
 jueves por la mañana'. Eso fue un martes por la noche, y me pregunté por qué no a la mañana siguiente, ya que estaba mejor, pero por la mañana descubrí que estaba más débil que nunca. La levanté antes de la comer, comimos y después, volvió a perder el conocimiento. Tuve que dejarla e ir a la escuela. La señorita Woodward se quedó con ella. Un poco antes de las cuatro, ella (Teresa) vino hasta la escuela aunque tenía que subir un tramo de escalones de piedra. Le dije: 'No tienes derecho a venir aquí cuando has estado tan enferma'. Ella dijo: "Lo que Dios hace, lo hace bien. Yo estoy bien". También había ido a la iglesia y había ido a ver al padre Wells. La señorita Woodward me dijo que a las tres en punto se recuperó y dijo: "¿No dijo nuestra Señora que eran las tres?" Luego se puso el sombrero y salió, yendo primero a la iglesia".

"San José estuvo con ella una vez y San Pedro una vez. Hubo otras visiones de las que ella solo me habló, pero solo menciono aquellas en las que yo estuve presente".


Pequeños milagros 

La señorita Ryland continúa con unos maravillosos cuentos sobre Teresa:

"A petición del padre Wells curó a un niño de una enfermedad del pecho. Usó manteca de cerdo común (como excusa, supongo) y la madre del niño le pidió después un poco. Teresa me dijo: "¿Qué hago? Es sólo manteca de cerdo común".

“En otra ocasión me había olvidado, o no me di cuenta, que no había leña en la casa. Por la mañana quise encender el fuego. Teresa estaba en la cama. Me acerqué a ella y le dije: 'No tenemos leña y quiero encender el fuego '. Ella dijo: 'Hay mucha en la sacristía'. Pero dije: 'La iglesia aún no está abierta'. Luego dijo: "¿Has mirado bien el armario?" Dije: 'Sí, y no queda nada'. Bueno, ve y mira de nuevo. Fui y encontré una cantidad de leña que no se parecía en nada a la que habíamos comprado".

"Un día se perdió la llave de nuestra escuela. La guardabamos en la casa y no la encontrábamos. La buscamos por toda la casa. Ella subió a fijarse en el salón y yo me arrodillé para buscar bajo la mesa. Luego ella apareció con la llave en la mano, muy pálida. Le dije: "¿Qué diablos te pasa? Pareces muerta de miedo" (era inusual verla así). 'Sí', dijo, 'estoy asustada porque no vi nada, pero una mano blanca me dio la llave' ".


Ataques del diablo

"Nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados y potestades, contra los gobernantes del mundo de estas tinieblas, contra los espíritus de maldad en las alturas", dice San Pablo, y a menudo el mayor santo, tendrá más duros conflictos

El reverendo Alfred Snow, quien eventualmente se convirtió en su director espiritual, le ordenó a Teresa que escribiera sobre ciertos temas para describir sus experiencias, para que él pudiera guiarla mejor espiritualmente. Con respecto a los ataques de los espíritus malévolos, ella escribió:

La siguiente carta describe algunas de sus experiencias a este respecto.

AMDG et in hon BVM et Bt. J.

Bootle, 20 de junio de 1880

Estimado Reverendo Padre:

En honor al Trono de la Sabiduría divina y en el santo nombre de Jesús y María, relataré las principales tentaciones en Wigan con las que el Diablo con el permiso de Dios me asaltó.


Creo que la primera tentación visible que tuve en Wigan fue tan pronto como llegué. Creo que sabe que sin ningún permiso solía levantarme después de la medianoche como convenientemente podía (no tenía una cama para mí) para hacer mi meditación, etc., y cada vez que comenzaba, el diablo solía golpearme y atacarme, y escupirme una suciedad horrible en la cara y los ojos, de hecho, me cubría por completo, lo que me enfermaba mucho, y el hedor era insoportable. Esto le dije al reverendo T. Wells, quien me dijo que pensaba que yo tenía una imaginación muy fértil y por lo que puedo juzgar, no me creyó, pero me dijo que se lo dijera cada vez que me apeteciera, y cuando vio que me continuaba ocurriendo, me preguntó si podía escribirle a algún sacerdote de gran experiencia al respecto, pero mientras tanto, me dijo: "no debes levantarte para hacer tu meditación, la noche es el momento de dormir y descansar para que pueda hacer tu trabajo según lo requiera el deber".

"Así que aunque no me levantaba intencionalmente, varias veces me encontré levantándome, y de inmediato, los demonios chillaban y gritaban y se reían de la manera más terrible y se burlaban de mí y decían: 'Muy obediente la doncella!, ¡cuán firmes son tus palabras de promesa al Rey del cielo! Por supuesto, cada vez que me ocurría le decía a mi confesor tan pronto como podía verlo".

"Y así, poco a poco dejé de levantarme, pero raras veces dormía, no podía evitar hacer mi meditación aunque creo que me esforcé mucho por resistir, y así se lo dije al padre Wells. El dijo que debía dormir un tiempo determinado, creo que dijo unas cuatro horas, y bajo obediencia lo hice, y cuando dormía el diablo me despertaba. A veces lloraba como si un pobre niño estuviera en la puerta; a veces me echaba completamente fuera de cama, arrojándome cosas que estaban en la habitación y haciendo ruidos horribles. Al principio yo tenía miedo de que la señorita Gallagher o la gente de la casa me oyeran. Y varias veces al despertar percibí un olor a algo quemado, y la casa se llenaba de humo y azufre, llegué a pensar que la casa estaba en llamas".

"Otras veces vi la cama y 
toda la habitación llenas de llamas y escuché el crujido y me temo que en ese caso, probé ser cobarde, porque al principio estaba más asustada de lo que podría decir, ya que no tenía agua bendita: el diablo arrojó algo contra la botella y la rompió. Pero María y San Miguel estaban siempre cerca y cuando la llamé supe que no tenía poder para hacerme daño. Pensé que la casa realmente podría quemarse y creo que fue el diablo, así que le dije al padre Wells que tenía miedo y me dijo que debía decirle al Diablo que no debía volver a hacerlo".

"Cuando el padre Wells me dijo que no hiciera más mi meditación pensé que eso era justo lo que el Diablo quería, pero no lo se dije porque sabía que la obediencia y el abandono de mi propia voluntad era más agradable para nuestro Señor y más para mi propio bien que cualquier otra cosa".

"Por fin, la señorita Ryland (que ahora es monja) y la señorita Woodward (en Burscough Hall) pronto vieron y oyeron casi todo; al menos no sé lo que sabían, pero como estaban asustadas, el padre Wells les dijo que el diablo no podía hacerles daño. Creo que tuve tentaciones contra todas las virtudes mientras estaba allí y parecía completamente abandonada por Dios y su santa Madre, y en estos momentos el padre Wells en más de una ocasión no quiso escuchar lo que tenía que decir. Solía decirme que fuera a la sagrada Comunión como de costumbre, que entonces era sólo cuatro veces por semana".

"Creo que la razón por la que el Diablo solía escupirme y arrojarme esa abominable inmundicia de tan espantoso hedor era porque en ese momento resolví mortificar los sentidos más rigurosamente y nunca gratificarlos en lo más mínimo. Eso fue desagradable para él. Ciertamente, a veces casi me asfixiaba, pero el Dios santo y fuerte nunca me abandonó y María fue siempre una torre de fuerza contra todas las artimañas del maligno. Y siempre que nuestro querido buen Dios aceptó mis pobres oraciones y nimiedades a favor de los pobres pecadores, el diablo solía enfurecerse y golpearme, arrastrarme y casi estrangularme. Solía ​​decirme que era inútil intentar salvar almas cuando la mía estaba perdida, que Dios ya le había dado poder sobre mí, que era mucho mejor para mí vivir una vida muy ordinaria, que esas cosas que tomé sobre mí eran más de lo que los más grandes santos intentaron, que era una presunción loca de mi parte esperar que Dios obraría milagros continuos en mi favor..."

"Aprende sabiduría si no es demasiado tarde; mira que acogida tendrás, angelical Teresa, humilde y amada Esposa del Todopoderoso. ¿Quién te ayudará ahora? ¿Dónde están las almas que has salvado? ¿Dónde está ahora tu amada Madre? ¿Dónde está el Dios al que pensabas servir? ¿Dónde está tu Dios?' "


Teresa Helena Higginson en 1904

"Y postrándome ante la augusta y tres veces bendita Trinidad, le respondí al maligno diciendo: '¡Ah, Jesús mío, Dios mío, mi única Esperanza! Ciertamente Tú estás aquí en Tu Justicia. No me perdones, oh Señor, sino salva a los que Tú deseas. Yo debería ayudar. Recuerda que Tu Preciosísima Sangre es el precio de cada alma. Mira Tus Abiertas Heridas. Mira cómo se rompe el corazón de Tu Madre. Mira la obra de Tus Manos, y cuando Tú mires, ten piedad y perdón".

La señorita Ryland, su compañera de cuarto y 
maestra amiga en la escuela (y quien luego se convirtió en monja), por supuesto, a veces se asustaba con algunos de los ruidos y otras cosas que los demonios dirigían contra Teresa.


Sus éxtasis y participación en la Pasión de Jesús

Un rasgo bien conocido en la vida de las almas místicas / víctimas es cómo en visiones místicas acompañan y participan con nuestro Señor Jesús en Su Pasión. En el caso de Teresa, la señorita Ryland dio una descripción muy detallada de lo ocurrido en la Semana Santa de 1874, aunque dijo que lo mismo sucedió en otras ocasiones también. Teresa estaba bastante inconsciente, pero evidentemente seguía a nuestro Señor paso a paso en todos Sus sufrimientos, como quedó claro para quienes la observaban por sus acciones y expresiones, y por las exclamaciones que brotaban de sus labios. Los siguientes son algunos extractos de estas notas:

Jueves Santo. 2 de abril de 1874

Comenzó a las cuatro y media pidiendo a nuestro Señor que viniera a ella. 

¿Cuándo vendrás, oh Señor? Soy una criatura pecadora. Lávame en Tu Preciosa Sangre, oh Jesús. Ah, Señor, nunca permitas que te traicione, nunca me dejes. 

Inclinó su cabeza como San Juan. 

Aquí déjame descansar, oh Señor. Levanta un poco la cabeza. Ah, Señor, nunca permitas que te traicione. Déjame ir contigo. Oh, Jesús mío, no te dejaré, oh, no me dejes. Oh, Señor, no puedo quedarme, déjame ir. 

La cabeza se inclinó hacia adelante, levemente convulsionada, cerró los ojos como si quisiera ocultarle la vista. 

Oh, Padre Eterno, si es posible que este cáliz amargo - Oh Dios mío, Dios mío, no lo abandones. Ah, compadécete de Él. Se hará tu voluntad, oh Padre Eterno, oh Ángeles, vengan y ayúdenlo. Oh, si yo pudiera ayudarlo. 

Gimió durante unos minutos. La cabeza cayó hacia la derecha. 

Déjame velar contigo, oh Jesús mío. 

La cabeza cayó sobre el pecho. Convulsionó, la cabeza cayó hacia la derecha. 

Quédate, oh mi Jesús. 

Ofreció abrazarlo.

Esconder. Escóndete, déjame ir. 

Gimió espantosamente, extendió las manos. 

Oh Jesús, quédate. Quédate por el amor de María. 

Una mirada de gran decepción y gemidos. 

No permitas que vuelvan a levantarse. 

Giró la cabeza de un lado a otro con expresión de horror. 

Ah, Jesús mío, ¿puedes soportar esta ingratitud?

Giró la cabeza de un lado a otro con expresión de horror. 

Ah, Jesús mío, ¿puedes soportar esta ingratitud?

Giró la cabeza de un lado a otro con expresión de horror. 

Ah, Jesús mío, ¿puedes soportar esta ingratitud?

Lo veía atado, extendió sus manos y suplicó que la aten en su lugar. Sopló la mejilla derecha con la boca. Sopló el ojo izquierdo. Gemía profundamente. Sintió un golpe en la boca. Tiró de la barbilla. Se sostuvo la barbilla. Gritos bajos de dolor. Se la veía enferma. Sintió un golpe en el lado izquierdo de la cabeza. Se arrancó la barbilla. Parecía oír una blasfemia, se tapó los oídos para acallarla. Descansó con la cabeza hacia la derecha, las manos en las orejas de nuevo. Otro golpe en el ojo derecho. Se la veía enferma, descansó, la cabeza se inclinó hacia la derecha. Sus dedos a las orejas. 

Oh malvado Herodes. Oh Dios de la Sabiduría. Vestido de desprecio. Oh, mi Jesús. 

Se la veía enferma, descansó dos segundos. 

Descansa, oh mi Señor. Oh, Dios, Tú lo ves y lo sabes todo. 

Sintió un golpe en la mejilla derecha. Descansó, cerró los oídos, volvió la cabeza como para cerrar la vista. 

Dios de infinita Misericordia, muestra que no hay causa en Ti. 

Giró la cabeza. Descansó unos tres minutos. Se volvió a un lado horrorizada, jadeando. Se sintió golpeada en la cabeza. 

¿Puedes estar con él? Oh, déjame ir contigo, Señor, estas demasiado débil. 

Se volvió horrorizada. 

Despoja a mi corazón de todo afecto. Oh, déjame, Señor, no puedes soportarlo. 

Una lágrima cayó del ojo izquierdo. Sintió un golpe en la cara. Extendió sus manos en agonía y suplicó piedad por Él. Se retorció en terrible agonía, aparentemente siendo azotada. Descansó. Un grito de dolor, se retorció de nuevo, descansó, se retorció de miedo, descansó. Extendió sus manos en agonía y suplicó piedad por Él. Se retorció en terrible agonía, aparentemente siendo azotada. Descansó. Otro grito de dolor, se retorció de nuevo, descansó, se retorció de miedo, descansó.

Oh, mira lo desgarrado que está, encuéntrame algo suave por el amor de Dios. 

Terrible agonía. 

Oh, Rey del Cielo y de la tierra, oh, déjame guardarlo para Ti. Ah, Rey, Dios del cielo y de la tierra. 

Se puso de la mano con una mirada de gran dolor. 

Oh, pónmelo, ya has hecho suficiente. 

La Coronación de espinas. Gemía, se retorcía y apretaba las manos. Se llevó la mano a la cabeza y luego a la mejilla izquierda con gran dolor. 

Oh, ángeles del cielo lo adoran. 

Gritó: 

Muéstrales todas Tus heridas, oh, Señor, y ablanda sus corazones, oh, alza tus ojos a ciegas con Tu Preciosa Sangre 

Parece oír gritos ensordecedores. Intenta excluirlos. 

Oh Señor, ellos no saben lo que hacen. 

Estuvo bastante quieta durante tres minutos. Parecía ver la bebida ofrecida. 

Oh, tómalo Señor. 

Gritó en agonía. 

Oh, ayúdalo Señor.

Extendió su mano hacia la Cruz. 

Oh Señor, déjame llevarlo un poco. Estas demasiado débil. Oh, apóyate en mí. Estas demasiado débil, oh Jesús, apóyate. 

Primero cayó a la derecha. 

Oh Jesús, déjame levantarte. 

Pareció recibir un golpe en la mejilla izquierda. 

Retrocede. 

Otro golpe en la mejilla derecha. 

¡Oh, María! ¡Oh, Jesús! Apoyala. ¡Oh, Jesús! ¡Oh, María!

Extendió sus manos en agonía. 

Oh Señor, déjame soportarlo, puedo. 

Levantó la mano derecha y dijo: 

Déjame limpiarla. 

Se hundió hacia atrás: 

Señor, yo no era digna.

Segunda caída. Pareció recibir cinco terribles golpes en la cabeza y el rostro, uno en la boca. 

¡Oh, aléjate! Oh, pisoteado. Oh, mi corazón se romperá. Oh, Padre Eterno, resucita a Tu Hijo. 

Pareció recibir un golpe en la boca. 

¡Oh, cómo puedes olvidar! Oh corazón compasivo, oh bien que lloren. Oh, inclínate. Jesús mío, inclínate. Déjame guiar Tus pasos vacilantes, no rompas el corazón de Tu bendita Madre. 

Tuvo una caída espantosa. Gritó de dolor. Pareció recibir siete golpes en la cabeza y en la cara. Otro en el estómago. 

¡Un paso atrás! Recuerda que Él es tu Dios. 

Pareció recibir dos golpes. 

Levántalo suavemente. 

Se agachó hasta el suelo.

Oh Jesús, apóyate en mí Señor. 

Pareció recibir un golpe en la mejilla derecha. 

Oh, apóyate en mí Señor. Tómalo.

Su cabeza cayó a la derecha. Descansó unos cuatro minutos. Parece que se le ofrece bebida. 

Tómalo Señor. Oh, María, dile que lo tome. 

La quita de las prendas. Pide que le permitan quitárselas. 

Oh, tómalos con cuidado. Oh, Dios puro. 

Parece sentir que las prendas se rompen. Lo sujeta por la cintura. 

Oh, Dios santo y puro. Muy profundamente sentido por Ti, oh, Jesús mío. 

Vuelve la cabeza angustiada. Gemidos 

No te dejaré ir. 

Gritos de agonía. 

Oh Jesús, no digas que debes irte. No puedo dejarte, Señor. Oh María, dile que se quede. Él nunca te desobedeció. Oh, Jesús, por Tu Madre. 

Quedó postrada y quieta como la muerte.


Teresa recibe los estigmas

Fue en este mismo año 1874, durante la Semana Santa, que nuestro Señor Jesús confirió a Su sierva elegida las marcas especiales de Sus Sagradas Llagas. En una carta escrita algunos años más tarde en obediencia al padre Powell, ella simplemente le cuenta el hecho:

"Y cuando estuve en Wigan en 1874, el viernes por la mañana en la Semana de la Pasión, mi Señor y mi Dios me dieron las marcas de Sus cinco Sagradas Llagas que le supliqué de todo corazón que me quitara, pero que me aumentara si era posible el dolor. Durante toda la semana siguiente sangraron, y el padre Wells vio una de ellas el Viernes Santo, después de lo cual desapareció, las demás lo han hecho más temprano en la mañana, y en varias ocasiones han reabierto. Esto creo que ya te lo he mencionado antes, pero como no estoy muy segura de ello, pensé que era mejor hacerlo aquí".

De nuevo en otra carta ella dice:

"Siempre he cosechado una gran fuerza espiritual y me he beneficiado de ellos y, a menudo, cuando sentía que no podía superar la pobre naturaleza humana de alguna manera, presionaba estas partes que eran como fuentes de vida para mí y que siempre pude superar. Quiero decir que mi Señor me ayudó mucho cuando lo hice. Pero durante este eclipse que se produjo por última vez en el alma, a nuestro querido Bendito Señor no le ha gustado darme esta ayuda, me han aparecido, vil cobarde, como minas de incalculables y casi insoportables sufrimientos y torturas. Sin embargo, oh Señor, sé que son la prenda de Tu amor hacia mí, y los valoro quizás más que cualquier otro regalo que me hayas otorgado. Que Tu Santo Nombre sea bendito para siempre". 


Por su parte, la señorita Ryland ofrece un relato muy interesante de lo que ella misma presenció en este momento:

"Para empezar con la recepción de la Corona de espinas. Tuvo lugar el Domingo de Pasión de 1874. Yo era la única persona presente. Ella me pidió que subiera por la tarde. Al parecer estaba sufriendo y fue a acostarse. Me pidió que orara para que ella pudiera ir a la escuela dominical y por la noche soportara todo lo que nuestro Señor deseaba. Ella agregó: "Él mismo me dio este dolor". Pudo levantarse, fue a la escuela dominical y también a la Bendición. Hacia la noche se puso muy débil y después de que nos acostamos se puso muy enferma. Quería ir a buscar a la señorita Woodward que dormía en la habitación de al lado, pero no me dejó así que volví a la cama. De repente se levantó de un salto y estoy segura de que salió de la cama, porque yo también me levanté para tirar de ella. Durante un rato habló con su visitante celestial. Entonces ella extendió su mano derecha hacia nuestro Señor (porque era Él) y dijo en voz alta: 'No, eso no, la corona de espinas, dame la corona de espinas'. Luego, en unos momentos, se echó hacia atrás justo cuando se había levantado. Le dije: 'Teresa ¿te vas a morir? Si es así, debo ir a buscar al padre Wells. Ella no parecía querer levantarse, así que la dejé sola. Entonces ella me dijo: 'Nuestro Señor me ha dado Su Corona de Espinas, y también la Herida en el hombro'. Al día siguiente no vi señales de ello, excepto que pensé que tenía granos en la frente, pero no pude decir si tenían algo que ver con eso o no.

Entonces le di una toalla para que se limpie y ella me la devolvió manchada de sangre. Esto sucedía todos los días ...

"El Viernes Santo fuimos al servicio de la mañana dejando a la señorita Higginson en la cama y la puerta de la casa cerrada. Cuando regresamos, las dos corrimos hacia ella a la vez y la encontramos estirada en la cama, con los brazos extendidos en forma de cruz y heridas en las manos. Como de costumbre, no me acerqué mucho. Vi a la señorita Woodward levantar la ropa a los pies de la cama para ver si los pies estaban iguales, y corrí a traer al padre Wells. Ella seguía igual y él me dijo: 'Corre por el médico'. Fui y cuando volví acompañada por el Dr. Hart, ella estaba de nuevo natural y hablando con el padre Wells. El Dr. Hart la encontró extremadamente débil, pero, como dijo el Padre Wells, no sabía en absoluto qué le pasaba".


Su misión de difundir la devoción a la Sagrada Cabeza de Jesús, Trono de la Divina Sabiduría

El espacio no permite aquí entrar en detalles sobre las revelaciones del cielo en lo que sería su llamado a difundir la devoción a la Sagrada Cabeza de Jesús, Trono de la Divina Sabiduría. Aquí puede leer maravillosos detalles explicando esta devoción y la propia historia de Teresa y las revelaciones especiales que se le dieron al respecto, y las promesas para aquellos que honran a la Sagrada Cabeza de Jesús.


Su santa muerte

Teresa siguió siendo maestra de escuela durante toda su vida. En 1904, mientras se preparaba para regresar a casa para las vacaciones de Navidad, sufrió un derrame cerebral. El capellán encontró a una enfermera católica, la señorita Casey, para que la atendiera durante su última enfermedad. Esta enfermera escribió sobre su experiencia al cuidar a Teresa en detalle y se sintió profundamente inspirada y edificada por el comportamiento de Teresa en sus últimos días. El 9 de febrero Teresa le dio las buenas noches a la señorita Casey, agradeciéndole, y añadió:

"No temas, querida niña, pon tu mano con amorosa confianza en la mano de tu Padre y Él te guiará por todos los caminos. Y donde el camino es áspero y pedregoso, te llevará en sus brazos".


Poco después de esto, entró en coma. Dejó esta vida seis días después, el 15 de febrero de 1905, tras varias horas de aparente sufrimiento. Fue enterrada en la iglesia de Santa Winifreda, cerca de la casa de su familia en Neston.



Su causa de beatificación / canonización

La Causa de canonización de Teresa fue aceptada por la Iglesia en 1937. Por lo tanto, es reconocida oficialmente como "Sierva de Dios". El 21 de febrero de 1938 a Monseñor O'Brien, vicepostulador de su causa, se le envió una carta del Secretario de la Congregación informando que el Santo Oficio había pronunciado el 'Non Expedire' en la introducción de su Causa, es decir fue puesto en espera hasta nuevo aviso. Sin embargo, una carta del Vaticano en febrero de 1949 confirmó que no había ningún obstáculo insuperable para el progreso de la Causa. Un profesor llamado Paul Haffner visitó recientemente las oficinas de la Congregación de las Causas de los Santos en Roma y se le dijo que su Causa todavía está 'en los libros', esperando su momento. Un milagro atribuido a su intercesión muy bien podría reactivar la causa una vez más.

Uno de los dichos favoritos de Teresa era: "Son las pequeñas ramas las que muestran en qué dirección sopla el viento", es decir, son las pequeñas cosas que hacemos las que demuestran nuestra actitud hacia Dios.


Gran parte de la información para este artículo fue tomada del libro "TERESA HELENA HIGGINSON - SIERVA DE DIOS," LA ESPOSA DEL CRUCIFICADO "de Cecil Kerr, que se puede leer (en inglés) en su totalidad gratis aquí.


"Oh Sabiduría de la sagrada Cabeza de Jesús, guíanos en todos nuestros caminos, ¡Oh Amor del Sagrado Corazón, consúmenos con Tu fuego" -Teresa Higginson


Mystics of the Church





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