martes, 11 de agosto de 2020

MONSEÑOR MARCEL LEFEBVRE: EL NEOMODERNISMO (CAPÍTULO XVI)

En el vocabulario enteramente renovado de los hombres de la Iglesia, algunas palabras han logrado sobrevivir. "Fe" es una de ellas, sólo que se la emplea en las acepciones más diversas. Ahora bien, existe una definición de la Fe y no se la puede cambiar. 

A esta definición debe atenerse el católico cuando ya no entiende nada en el discurso embrollado y presuntuoso que se le pronuncia.

La fe es la adhesión de la inteligencia a la verdad revelada por el Verbo de Dios. Creemos en una verdad que nos viene desde afuera y que no es segregada de alguna manera por nuestro espíritu. Creemos a causa de la autoridad de Dios que nos revela esa fe. No hay que ir a buscar a otra parte.

Nadie tiene derecho a arrebatarnos esa fe y reemplazarla por otra. Vemos ahora resurgir una definición modernista de la fe que ya fue condenada por Pío X hace ochenta años y según la cual la fe sería un sentimiento interior, pues no habría que buscar fuera del hombre la explicación de la religión: "Es pues en el hombre mismo donde se encuentra la Fe y, lo mismo que la religión, es una forma de vida en la vida misma del hombre". De modo que la fe sería algo puramente subjetivo, una adhesión del alma a Dios, siendo este mismo inaccesible a nuestra inteligencia, pues cada cual está en sí mismo, cada cual en su conciencia.

El modernismo no es una invención reciente y ya no lo era en 1907, fecha de la famosa encíclica; el modernismo es el perpetuo espíritu de la Revolución Francesa que quiere encerrarnos en nuestra humanidad y poner a Dios fuera de la ley. Su definición falsa sólo busca corromper la autoridad de Dios y la autoridad de Iglesia.

La fe nos viene del exterior y estamos obligados a someternos a ella. "Aquel que cree será salvo, aquel que no cree será condenado", así lo afirma Nuestro Señor.

Cuando fui a ver al Papa en 1976, me reprochó, para mi inmensa sorpresa, por hacer pronunciar a mis seminaristas un juramento contra él. Yo no podía comprender de dónde provenía semejante idea, pues alguien evidentemente se la habría insinuado con la intención de perjudicarme. Luego la luz se hizo en mi espíritu: habían interpretado malignamente en ese sentido el juramento anti modernista que hasta entonces todo sacerdote debía recitar solemnemente antes de su ordenación y todo dignatario eclesiástico en el momento de recibir su cargo. El propio papa Pablo VI había hecho ese mismo juramento de una vez en su vida. Pero veamos lo que encontramos en ese juramento:
"Tengo muy por cierto y lo profeso sinceramente que la fe no es un sentimiento religioso ciego que surge de las tinieblas del subconsciente bajo la presión del corazón y la inclinación de la voluntad moralmente informada, sino que la fe es un verdadero asentimiento de la inteligencia a la verdad recibida desde afuera, por la cual creemos verdadero, a causa de la autoridad de Dios, todo lo que fue dicho, testimoniado y revelado por Dios en persona, nuestro. Creador y Nuestro Señor."
Ahora ya no se exige el juramento anti modernista para ser sacerdote u obispo; si se lo exigiera habría aún menos ordenaciones que las que hay. En efecto, el concepto de fe está falseado y muchas personas, sin pensar mal, se dejan influir por el modernismo.

Por eso aceptan creer que todas las religiones salvan; si cada cual tiene una fe según su conciencia y si es la conciencia la que produce la fe, ya no hay razón de pensar que una fe  determinada salva mejor que otra, siempre que la conciencia esté orientada hacia Dios. En un documento de la comisión de catequesis del episcopado francés se pueden leer afirmaciones como ésta: "La verdad no es algo que se recibe, algo ya hecho, sino que es algo que se hace".

La diferencia de óptica es total. Se nos dice que el hombre no recibe la verdad, sino que la construye. Pero nosotros sabemos — y nuestra misma inteligencia nos lo confirma— que la verdad no se crea, que no somos nosotros quienes la creamos.

Pero ¿cómo defenderse contra estas doctrinas perversas que arruinan la religión cuando estos "amigos de novedades" se encuentran en el seno mismo de la Iglesia? Gracias a Dios, han sido desenmascarados desde comienzos del siglo de una manera que permite reconocerlos fácilmente. No pensemos que se trata de un fenómeno antiguo que interesa sólo a los historiadores eclesiásticos: Pascendi es un texto que parece escrito hoy, es de una actualidad extraordinaria y pinta, con una frescura que no se puede dejar de admirar profundamente, a esos enemigos del interior de la Iglesia.

Esos enemigos son así: "escasos de filosofía y de teología serias, se erigen, con menosprecio de toda modestia, en renovadores de la Iglesia… desprecian toda autoridad y se impacientan por todo freno.

Su táctica consiste en no exponer nunca sus doctrinas metódicamente y en conjunto, sino que las presentan fragmentadas de alguna manera, desperdigadas, aquí y allá, lo cual se presta a que se las considere 'ondulantes e indecisas; pero en cuanto a sus ideas, en cambio, ellas están perfectamente ajustadas y son coherentes... Alguna página de su obra podría estar firmada por un católico, pero si se vuelve la página cree uno estar leyendo a un racionalista...

Amonestados y condenados, continúan por su camino disimulando bajo mentirosas apariencias de sumisión una audacia sin límites... Si alguien tiene la desgracia de criticar una u otra de sus novedades, por monstruosa que sea, se forman filas apretadas para defenderlo; quien niega esa novedad es tratado de ignorante, quien la abraza y la defiende es levantado a las nubes... Aparece una obra, rebosante de novedades por todos los poros, entonces la reciben con aplausos y gritos de admiración. Cuando más un autor haya mostrado audacia para combatir lo antiguo, para socavar la tradición y el magisterio eclesiásticos, más sabio será. Por fin si ocurre que uno de ellos incurre en las condenaciones de la iglesia, los demás inmediatamente se precipitan alrededor de él, lo colman de elogios públicos, lo veneran casi como un “ mártir” de la verdad”


Todas estas pinceladas corresponden tan bien a lo que estamos viendo hoy que se podría creer que han sido trazadas recientemente. En 1980, después de la condenación de Hans Küng, un grupo de cristianos llevó a cabo frente a la catedral de Colonia un "auto de Fe" para protestar contra la decisión de la Santa Sede de privar al teólogo suizo de su “misión canónica”; se había preparado una hoguera sobre la cual arrojaron un maniquí de Küng "a fin de simbolizar la prohibición de un pensamiento valiente y honesto" (Le Monde).

Poco antes las sanciones contra el padre Pohier habían provocado otras protestas generales: trescientos dominicos y dominicas redactaron una carta pública contra esas sanciones -unas veinte personalidades firmaron otro texto-, la abadía de Boquen, la capilla de Montparnasse y otros grupos de vanguardia acudieron en su socorro.

La única novedad, si comparamos con la descripción de san Pío X, consiste en que ahora los modernistas ya no se disimulan bajo apariencias mentirosas de sumisión; ahora han cobrado seguridad, tienen demasiados apoyos en la misma Iglesia para continuar ocultándose. El modernismo no está muerto, por el contrario, progresó y continúa afirmándose.

Continuemos leyendo Pascendi: "Después de esto, no hay por qué asombrarse de que los modernistas persigan con toda su malevolencia, con toda su acrimonia, a los católicos que luchan vigorosamente por la Iglesia...

No hay injuria que no vomiten contra ellos. Si se tratare un adversario cuya erudición y vigor de espíritu hacen temible, buscarán reducirlo a la impotencia organizando alrededor de él la conspiración del silencio."


Eso es lo que ocurre hoy con los padres tradicionalistas, apartados, perseguidos, lo que ocurre con escritores religiosos y laicos de los que la prensa, que está en manos de los progresistas, no dice nunca una palabra. Eso ocurre también con movimientos de jóvenes, mantenidos apartados porque continúan siendo fieles y cuyas edificantes actividades, como peregrinaciones por ejemplo, permanecen ignoradas por el público que podría encontrar sin embargo en ellas confortación.

"Si escriben historia, investigan con curiosidad y publican a la luz del día, bajo pretexto de decir toda la verdad y con una especie de placer mal disimulado, todo aquello que les parece que mancha la historia de la Iglesia. Dominados por ciertas ideas y a priori, destruyen lo más que pueden las piadosas tradiciones populares. Hacen que parezcan ridículas ciertas reliquias muy venerables por su antigüedad. En fin, están poseídos por el vano deseo de que hablen de ellos y eso no ocurriría, como ellos lo comprenden bien, si dijeran lo que siempre se ha dicho hasta ahora".

En cuanto a su doctrina, descansa en los siguientes puntos que se reconocerán fácilmente en las corrientes actuales: "La razón humana no es capaz de elevarse hasta Dios". Como toda revelación exterior es imposible, el hombre buscará en sí mismo la satisfacción de la necesidad de lo divino que él experimenta y cuyas raíces se encuentran en su subconsciente. Esta necesidad de lo divino suscita en el alma un sentimiento particular "que de algún modo une al hombre con Dios". Esa es la fe para los modernistas, de manera que Dios es así creado en el alma y es la revelación. 

Del sentimiento religioso se pasa al dominio de la inteligencia que va a elaborar el dogma. El hombre debe pensar su fe; ésta es una necesidad para él, puesto que está dotada de inteligencia. El hombre crea fórmulas que contienen, no la verdad absoluta, sino imágenes de la verdad, símbolos. Esas fórmulas dogmáticas están, por consiguiente, sujetas al cambió y evolucionan. "Así queda abierto el camino para la variación sustancial de los dogmas".

Las fórmulas no son simples especulaciones teológicas sino que deben ser vivas para ser realmente religiosas. El sentimiento debe asimilárselas "vitalmente".

Hoy se habla de la "vivencia de la fe". "A fin de que esas fórmulas estén vivas y permanezcan vivas", continúa diciendo Pío X, "deben ser adecuadas al creyente y a su fe. El día en que esta adaptación cesara, ese mismo día las fórmulas se vaciarían de su anterior contenido; no quedaría otro remedio que el de cambiarlas. Constituyen el carácter tan precario e inestable de las fórmulas dogmáticas, se comprende muy bien que los modernistas las tengan en tan poca estima, si no es que las desprecian abiertamente. El sentimiento religioso, la vida religiosa, son las palabras que ellos siempre tienen en la boca." En las homilías, en las conferencias, en los catecismos se eliminan "las fórmulas ya hechas".

El creyente hace su experiencia personal de la fe, luego la comunica a otros mediante la predicación; así se propaga la experiencia religiosa. "En cuanto: a la fe, se ha hecho común o, como se dice ahora, colectiva" y se siente la necesidad de organizarse en sociedad para conservar y acrecentar el tesoro común. De ahí que se haya fundado una iglesia, la Iglesia es "el fruto de la conciencia colectiva o, dicho de otra manera, el conjunto de las conciencias individuales, conciencias que derivan de un primer creyente de Jesucristo, para los católicos".

Y la historia de la Iglesia se escribe del modo siguiente: al principio, cuando todavía se creía que la autoridad, de la Iglesia procedía de Dios, se la concibió como auto-crática. "Pero hoy eso ya ha cambiado. Así como la iglesia es una emanación vital de la conciencia colectiva, así también a su vez la autoridad es un producto vital de la iglesia".

Entonces, es necesario que el poder cambie, de manos y proceda de las bases. La conciencia política creó el régimen popular, lo mismo debe suceder en la Iglesia: "Si la autoridad eclesiástica no quiere provocar y fomentar un conflicto en lo más íntimo de las conciencias ha de sujetarse a las formas democráticas”.

Ahora ya pueden comprender los católicos perplejos dónde fueron a buscar sus ideas el cardenal Suenens y todos los ruidosos teólogos. La crisis posconciliar está en perfecta continuidad con aquella crisis que agitó el fin del siglo pasado y el comienzo de éste.

También comprenden los católicos perplejos por qué en los catecismos que sus hijos llevan a casa todo comienza con las primeras comunidades que se formaron después del día de Pentecostés, cuando los discípulos sintieron la necesidad de lo divino a favor del impacto provocado por Jesús y vivieron juntos "una experiencia original". Así pueden explicarse la ausencia de los dogmas, de la Santísima Trinidad, de la Encarnación, de la Redención, de la Ascensión, etcétera, en esos libros y en los sermones.

El Texto de referencia elaborado para la catequesis por el episcopado francés se extiende sobre la formación de grupos que serán "mini iglesias" destinadas a recomponer la Iglesia de mañana según el proceso que los modernistas han creído ver en el nacimiento de la iglesia de los apóstoles: "En el grupo de catequesis, animadores, padres e hijos aportan su experiencia vivida, sus aspiraciones profundas, imágenes religiosas, cierto conocimiento de las cosas de la fe. Sigue luego una confrontación que es condición de verdad en la medida en que pone en movimiento los deseos; profundos de las personas y las empeña realmente hacía las transformaciones inevitables que manifiesta todo contacto con el Evangelio. Son posibles los bloqueos. Pero al término de una ruptura, de una conversación, de cierta muerte, puede verificarse por la gracia la confesión de la fe".

¡Y son los obispos quienes aplican a plena luz del día la táctica modernista condenada por san Pío X. Todo se encuentra en ese párrafo 12 vuélvaselo a leer con atención: el sentimiento religioso provocado por la necesidad, las aspiraciones profundas, la verdad que nace en la confrontación de las experiencias, la variación de los dogmas, la ruptura con la tradición.

Para el modernismo, los sacramentos nacen también de una necesidad "pues (ya lo hemos observado) la necesidad es en su sistema la grande y universal explicación".

Hay que dar a la religión un cuerpo sensible: "Los sacramentos son (para ellos) puros signos o símbolos, aunque dotados de eficacia. Los comparan con ciertas palabras de las que se dice vulgarmente que hicieron fortuna porque tienen la virtud de hacer resplandecer ideas fuertes y penetrantes que impresionan y conmueven. Esto equivale a decir que los sacramentos no fueron instituidos sino para nutrir la fe, proposición condenada por el concilio de Trento"

Volvemos a encontrar esta idea en Besret, por ejemplo, quien fue un "experto" en el concilio: "No es el sacramento lo que pone el amor de Dios en el mundo. El amor de Dios obra en todos los hombres. El sacramento representa el momento de su manifestación pública en la comunidad de los discípulos... Al decir esto, en modo alguno me proponga negar el aspecto eficaz de los signos involucrados. El hombre se realiza también expresándose y esto vale en el caso de los sacramentos como en el resto de su actividad”. 13

¿Y las Sagradas Escrituras? Para los modernistas son "el conjunto de experiencias hechas en una religión dada". A través de esos libros habla Dios, pero el Dios que está en nosotros. Son libros inspirados un poco como se habla de inspiración poética-, la inspiración es asimilada a la intensa necesidad que experimenta el creyente de comunicar por escrito su fe. La Biblia es una obra humana.

En Pierres Vivantes se dice a los niños que el libro del Génesis es un "poema" escrito un día por creyentes que "reflexionaron". Este libro, impuesto por los obispos de Francia a todos los alumnos de catecismo, rebosa modernismo en casi todas sus páginas. Hagamos un paralelo:

San Pío X: "Es una ley (para los modernistas) el hecho que la fecha de los documentos no puede determinarse de otro modo que por la fecha de las necesidades a las que estuvo sujeta sucesivamente la Iglesia."

Pierres Vivantes: "Para ayudar a esas comunidades a vivir el Evangelio, algunos apóstoles les escriben cartas, que se llaman también epístolas... Pero los apóstoles sobre todo contaron de viva voz lo que Jesús había hecho en medio de ellos y lo que les había dicho... Posteriormente cuatro autores — Marcos, Mateo, Lucas y Juan pusieron por escrito lo que habían dicho los apóstoles".

"Redacción de los Evangelios: ¿Marcos alrededor del año 70? ¿Lucas alrededor de 80-90? ¿Mateo alrededor de 80-90? ¿Juan alrededor de 95-100?" "Estos autores contaron los hechos de la vida de Jesús, sus palabras y sobre todo su muerte y su resurrección, para iluminar la fe de los creyentes".

San Pío X: "En los libros santos (dicen ellos), hay muchos pasajes, referentes a la ciencia o a la historia, en los, que se comprueban manifiestos errores. Pero esos libros no versan sobre historia ni sobre ciencias, sólo tratan de religión y de moral."

Pierres Vivantes: "Es un poema (el Génesis) y no un libro de ciencia. La ciencia nos dice que se necesitaron millones y millones de años para que apareciera la vida". "Los Evangelios no refieren la vida de Jesús como hoy se narra un acontecimiento por radio o por televisión o en un periódico".

San Pío X: "No vacilan en afirmar que los libros en cuestión, sobre todo el Pentateuco y los tres primeros Evangelios, fueron elaborados lentamente con agregados hechos a una narración primitiva muy breve; se introdujeron interpolaciones a modo de interpretaciones teológicas o alegóricas o simplemente transiciones y suturas".

Pierres Vivantes: "Lo que está escrito en la mayor parte de esos libros había sido primero contado de padres a hijos. Un día alguien lo puso por escrito para transmitirlo a su vez, y a menudo lo que se escribió fue vuelto a escribir por otros y otros aún... En el año 538, el dominio de los persas, la reflexión y las tradiciones se convierten en libros. Esdras, alrededor del año 400, reúne (diversos libros) para hacer con ellos la Ley o Pentateuco. Los rollos de los profetas quedan compuestos y la reflexión de los sabios llega a producir a diversas obras maestras."

Los católicos que se sorprenden por el nuevo lenguaje utilizado en "la iglesia conciliar" han de saber que no se trata de un lenguaje tan nuevo, puesto que Lamennais, Fuchs, Loisy lo empleaban ya en el siglo pasado, y que estos mismos autores no habían hecho sino recoger todos los errores que pudieron producirse en el curso de los siglos. La religión de Cristo no ha cambiado ni cambiará nunca, no hay que dejarse embaucar.


12 Texte de reference, párrafo 312.
13 De commencement en commencement, pág. 176.




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