miércoles, 19 de junio de 2024

EL EVOLUCIONISMO NO ES UNA CIENCIA

La afirmación de que el origen de la vida y la evolución biológica de la especie humana son “verdades científicas” carece de fundamento científico.

Por Antonino Zichichi


Presentamos un artículo del famoso científico italiano Antonino Zichichi que apareció en el número 184 (abril-junio de 2024) de la revista Radici Cristiane:

No existe ninguna ecuación que describa la teoría del origen de la vida y la evolución biológica de la especie humana. Tampoco existen experimentos reproducibles en el laboratorio que puedan usarse como base matemática para dar credibilidad científica a las teorías sobre los orígenes de la vida.

Una teoría, hasta que alguien logra formularla de manera matemática rigurosa, permanece fuera de la Ciencia. Por lo tanto, la afirmación de que el origen de la vida y la evolución biológica de la especie humana son verdades científicas carece de fundamento científico.

Nos enfrentamos a teorías formuladas utilizando palabras, no el lenguaje matemático compuesto de fórmulas. Y eso no es todo. En la base de estas “palabras” no hay resultados reproducibles, es decir, experimentos que se encuentran en el primer nivel de credibilidad científica como enseñan Arquímedes y Galileo.

La cultura dominante ha colocado el tema de la evolución biológica de la especie humana en el pedestal de una “gran verdad científica” en total contraste con la Fe, pero el hombre es exactamente como era hace diez mil años.

Los evolucionistas dicen que esto es obvio y que siempre han dicho y repetido que los tiempos típicos de la evolución humana son millones, decenas de millones de años. Los evolucionistas hablan como si un millón o diez millones de años fueran el resultado de una predicción teórica ligada a una ecuación. Si la teoría de la evolución tuviera bases científicas serias, debería poder predecir el valor exacto de los tiempos que caracterizan la evolución humana.

El evolucionismo pretende ser ciencia

La evolución biológica de la especie humana se utiliza constantemente para cuestionar los valores trascendentales de nuestra existencia. El acto desconcertante reside en la presunta existencia de “evidencias rigurosamente científicas” que están lejos de estar presentes en este sector delicado pero importante de nuestra existencia material. Para la cultura dominante es como si la Ciencia hubiera demostrado de forma rigurosamente reproducible que el hombre desciende de la misma especie animal que luego dio vida a los monos. La Teoría de la Evolución Biológica de la especie humana es elevada a capítulo fundamental de la Ciencia y puesta en contraposición al acto de Fe. Volvamos a la pregunta fundamental: ¿qué hacemos con el paso de materia inerte a materia viva? Un problema que, sostengo, debe estudiarse de forma rigurosamente científica. Que tiene razón, lo demuestra el hecho de que hoy existen en el mundo centenares de laboratorios, algunos de ellos incluso secretos, en los que se estudia “The problem of minimal life; (“el problema de la vida mínima”). ¿Qué significa? Es muy difícil estudiar cómo se pasa de la piedra a la golondrina. La piedra y la golondrina son realidades extremadamente complicadas. Pasar de la piedra al gato, al pájaro y a formas de vida menos complejas, como mosquitos y otros seres vivos más pequeños, siempre es demasiado complicado. “El problema de la vida mínima” es la transición de un trozo muy pequeño de materia inerte al tipo más simple de materia viva. El problema se reduce a estudiar cuántos pequeños trozos de cosas inertes muy pequeñas debemos tener para producir el ejemplo más simple de célula viva. ¿Hay alguien que sepa cómo hacerlo? Nadie. Por eso hay cientos de laboratorios que estudian el “Segundo Big Bang”, conocido como “El problema de la vida mínima”. Si el evolucionismo biológico fuera ciencia, este problema ya estaría resuelto. Y la Evolución Biológica de la Especie Humana sería la ciencia galileana de primer nivel. En cambio, en la base de la Evolución Biológica de la Especie Humana sólo hay “palabras”. 

La Evolución Biológica de la Especie Humana debe compararse con los tiempos del evolucionismo cultural. ¿Cuántos millones de años tendríamos que esperar para que la evolución biológica llevara a un águila a volar a velocidades supersónicas? ¿Un gatito para ver la cara oculta de la Luna?

¿Y cuánto habrá que esperar para que nuestra posteridad pueda estudiar con otras formas de materia viva -águilas y gatos- la Lógica que rige el Universo, desde el corazón de un protón hasta el confín del Cosmos? El evolucionismo cultural triunfa sobre el evolucionismo biológico.

El hombre no es un animal como los demás

Los evolucionistas afirman saber que el hombre es ciertamente “un animal como muchos otros”. Este no es el caso. La especie animal a la que pertenecemos está dotada de un privilegio único: la Razón. Gracias a este privilegio hemos podido inventar la memoria colectiva (la escritura), descubrir la lógica rigurosa (las matemáticas) y descubrir que no somos hijos del caos, sino de una formidable estructura lógica. Cuyos cimientos son: tres columnas y tres fuerzas fundamentales.

Platón, Aristóteles, Galileo ya no están entre nosotros. Es gracias a la invención de la escritura que podemos saber qué pensaban nuestros antepasados. Los leones, elefantes, águilas, monos, así citados por los evolucionistas, no han dejado huellas de la memoria colectiva. Los leones no pudieron descubrir el teorema de Pitágoras ni si existe el supermundo.

Un argumento de peso del evolucionismo son las características comunes a innumerables especies animales. Hay una de mucha mayor importancia. Es común, no sólo a las formas de materia viva, sino también a las de materia inerte. Los físicos hemos descubierto esta raíz común. Una piedra, un árbol, un águila, un hombre están hechos de las mismas partículas: protones, neutrones y electrones. No por ello los físicos sacamos la conclusión de que las piedras, los árboles, las águilas y el hombre son realidades idénticas. La diversidad de nuestra especie es extraordinariamente única: nadie puede deducirla rigurosamente a partir de principios fundamentales ligados a ecuaciones y experimentos reproducibles. Por eso nadie puede arrogarse el derecho de haber “descubierto el verdadero origen de nuestra especie”. Nadie que sepa lo que significa la Ciencia se atrevería a hacer tales afirmaciones.

Hay quienes afirman haber demostrado que la Evolución Biológica de la Especie Humana tiene sus raíces en el rigor científico. Si utilizaran el mismo rigor del que hablan los evolucionistas, podrían afirmar que el Supermundo existe. De hecho, conozco sus ecuaciones y con ellas he podido descubrir un nuevo fenómeno [abreviado EGM: Evolution of Gaugino Masses (Evolución de las masas de Gaugino)] que permite predecir muchos detalles muy importantes sobre la estructura del Supermundo.

Evolucionismo y ciencia galileana

A pesar de haber desarrollado la estructura matemática de esta nueva y formidable realidad hipotética, no puedo decir si el Supermundo existe, ya que falta la prueba experimental al estilo galileano. Y Galileo enseña que las matemáticas no son suficientes para saber cómo está hecho el mundo: se necesitan pruebas experimentales reproducibles. La Evolución Biológica de la Especie Humana no se basa en ninguna formulación matemática, ni en ninguna evidencia experimental al estilo galileano. Y Galileo enseña que donde no hay formalismo matemático ni resultados reproducibles, no hay Ciencia.

Los evolucionistas afirman - como se mencionó al principio - que la Evolución Biológica de la Especie Humana es la última frontera de la ciencia galileana. No saben que hay problemas mucho más simples a los que la ciencia galileana no puede responder. Ya he dicho antes que he estado ocupado durante años tratando de dar una respuesta cierta a este capítulo fundamental de la investigación científica galileana. Mientras no sepamos responder a preguntas tan simples como la de la existencia del Supermundo, sólo los partidarios de la cultura pregalileana pueden engañarse pensando que han comprendido “el verdadero origen de nuestra especie”.

Si Galileo estuviera con nosotros pediría a estos estudiosos que escribieran la ecuación capaz de sintetizar rigurosamente este “verdadero origen” y le dijeran cuáles son los resultados experimentales “reproducibles” que han corroborado la validez de su ecuación. A los partidarios de la Evolución Biológica de la Especie Humana, Galileo sólo les reiteraría su enseñanza: sin ecuaciones y experimentos reproducibles no hay Ciencia. La Evolución Biológica de la Especie Humana no es una ciencia galileana precisamente porque carece de las condiciones galileanas esenciales para que una actividad de investigación pueda recibir el sello de ciencia galileana.

La Cultura Dominante ha hecho creer al público en general que el origen de la vida y la evolución biológica de la especie humana son verdades científicas al estilo galileano. Nos gustaría señalar que las verdades científicas al estilo galileano tienen tres niveles de credibilidad y que la evolución biológica de la especie humana siempre ha estado y sigue estando por debajo del nivel mínimo de credibilidad científica. Pretender haber comprendido un fenómeno que todavía no puede formularse en términos de rigor lógico-matemático como para incluirlo siquiera en el mínimo (tercer) nivel de credibilidad científica y extenderlo a la especie humana -como hacen los fanáticos del evolucionismo- es contra todo lo que la ciencia galileana nos ha permitido descubrir y comprender. Galileo enseña que, mientras no exista ni una sola ecuación, no podemos hablar de Ciencia. De hecho, si todo es Ciencia nada es Ciencia. No es un detalle baladí. Tanto es así que fueron necesarios tres mil años, desde los griegos hasta Galileo, para llegar allí, y aún hoy hay quienes no lo han entendido y se empeñan en confundir palabras con ecuaciones. El debate científico en vísperas del Jubileo debe abordar cuestiones vinculadas a la verdadera gran ciencia, no a sectores de la investigación que aún hoy no han logrado superar el nivel mínimo de credibilidad científica.


Corrispondenza Romana

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