viernes, 28 de junio de 2024

EL CONOCIMIENTO IMPLÍCITO DE LA INOCENCIA

¿Qué es el conocimiento de uno mismo? ¿Qué es el conocimiento?

Por el Prof. Plinio Correa de Oliviera


El conocimiento explícito procede necesariamente de un conocimiento implícito. El conocimiento implícito es un pedúnculo fecundo del que crece continuamente el conocimiento explícito. Cada persona posee este conocimiento implícito, que es a la vez un tesoro y un depósito interno. El límite superior de este reservorio es el conocimiento que se hace explícito para que el hombre pueda pensar explícitamente sobre él. Pero este pensamiento debe referirse a ese reservorio implícito y estimularlo.

Hay, pues, un orden implícito que es racional cuando se hace explícito; pero mientras no sea explícito no podemos decir que sea racional, sino razonable. Sólo puede hacerse explícito cuando la razón entra en escena.

El conjunto del conocimiento humano podría representarse por un gran bloque en el que la parte inferior es implícita y la superior explícita. La parte inferior transfiere continuamente el conocimiento implícito a la zona explícita. Además, en el sector más profundo de la zona implícita -el urwald, bosque primigenio y profundo en alemán- se adquieren continuamente otros conocimientos implícitos.

Ahora bien, en estas profundidades del conocimiento implícito, en esta reserva de datos implícitos, hay algo más: las cuatro virtudes cardinales en general y la virtud de la templanza en particular. Con estas virtudes el individuo ordena la zona implícita con templanza y pasa estas cosas implícitas a la zona explícita para cumplir la contingencia de su propio ser.

Así se ordena el proceso implícito-explícito del conocimiento.

¿Cómo se presenta esta primera zona de lo implícito? Se compone de impulsos, llamamientos y tendencias que están condicionados por lo que hay de bueno en el temperamento del individuo y lo conducen ordenadamente a desear cosas buenas, muy buenas y excelentes, siempre mejores y más sublimes; así asciende constantemente para alcanzar aspiraciones inefables.

Es en esta región profundísima del alma donde operan las devociones al Sagrado Corazón de Jesús, al Inmaculado Corazón de María y a la Iglesia Católica. Funciona de tal manera que si la persona corresponde aquí -que es la inocencia- todo el edificio de su alma se levantará de un modo magnífico. Si no corresponde, todo empieza a torcerse.

La inocencia es un estado del alma que corresponde a la rectitud de esta zona implícita, a la rectitud de ese trabajo de explicitación de lo implícito, y de lo explícito que luego produce otro explícito. Es la inocencia la que hace que el alma sea bella, cándida, bien orientada, etc.

La pedagogía moderna hace todo lo posible por destruirla en el niño. El niño se reduce a ser un medio para proporcionar placer a los demás. Esto mata la inocencia.


Renacimiento y humanismo

Si tuviera que escribir una historia exhaustiva de la Revolución, pueden estar seguros de que empezaría por el Renacimiento y el Humanismo, y empezaría analizando este punto de inocencia. Fue en este punto donde el Renacimiento y el Humanismo empezaron a cometer extraordinarios disparates.

Una forma interesante de escribir esta historia sería comenzar no con un análisis de las clases sociales, sino con el estudio de las distintas generaciones y sus relaciones dentro de la familia. Por ejemplo, estudiar cómo se modificó el trato hacia los ancianos. En el último periodo de la Edad Media los ancianos eran admirados y respetados como paradigmas por todos.

A partir del Renacimiento los ancianos se convirtieron en personas inútiles en la familia. En un determinado momento el anciano se convirtió en la personificación del error y del pasado: Se convirtió en el epítome de lo que la modernidad debe destruir.

A continuación se analizaría cómo se consideraba al hombre adulto; después, la juventud y las distintas etapas de la infancia.


El error del racionalismo

En el niño casi todo es implícito, no explícito. Lo que cada hombre tiene de implícito es un tesoro. Mientras el niño hace uso de su pequeña reserva de conocimiento explícito, el hombre tiene una enorme reserva de él. Con el tiempo, cuando el hombre hace uso de ese colosal capital, por un error del Racionalismo, comienza a utilizar su conocimiento explícito desligado del conocimiento implícito. Con esto entra algo malo.


Papel erróneo atribuido al Clero

En cuanto al clero, nos formamos con la idea de que si la Iglesia tuviera un buen clero, tendría absolutamente todo lo necesario para cumplir su misión. Los laicos, de forma complementaria, podrían prestar alguna ayuda, pero no sería necesario. Un buen clero lo resolvería todo.

Se trata de una noción errónea, que en cierto modo entra en choque con la organicidad. Un corolario del principio de organicidad es que todos los órganos de la sociedad deben ordenarse y trabajar juntos. En esta función ordenadora que genera la organicidad, ningún lugar queda vacío, ningún papel se deja de lado; es necesaria una colaboración entre todos para constituir el todo, que incluye tanto las sociedades temporales como las espirituales que conviven y constituyen la Iglesia Católica Apostólica y Romana.

La Iglesia Católica se compone también de laicos. Si alguien dijera que la Iglesia Católica está compuesta sólo por el clero y no por los laicos, diría algo que no es verdad. La Iglesia militante se compone del clero y de los laicos; los laicos en la Iglesia tienen una función subordinada, que es la de aprender, pero no es una función de robots.

Los miembros del laicado tienen una función creadora, una función nutritiva sin la cual la Iglesia docente (Ecclesia Docens) sería un organismo que no participaría de la vitalidad de la Iglesia Católica. Esto es absurdo.


Tradition in Action

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