Por Jean-Bernard
El último episodio de este culebrón interminable con el Tradicionalismo Católico (ya lleva más de cincuenta años…) es un decreto del papa Francisco del 11 de febrero de 2022, a favor de la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro (FSSP), en el cual relaja el rigor de las normas que él mismo había promulgado por su motu proprio Traditionis custodes de julio de 2021 en materia de celebración según los libros litúrgicos antiguos. Sin embargo, al combinar la severidad hacia los sacerdotes diocesanos y la tolerancia hacia la FSSP (y, sin duda, otros institutos bajo la antigua comisión Ecclesia Dei), la política del Vaticano podría conducir a un resultado exactamente contrario al esperado, a saber, un fortalecimiento de las Comunidades Tradicionalistas y un debilitamiento concomitante de las diócesis.
Tomado aisladamente, el decreto del papa es ciertamente una buena noticia. Por supuesto para la propia FSSP, que ve preservada su existencia y protegido su vigoroso apostolado. Pero también por la credibilidad de la palabra romana, porque habría sido incomprensible que los compromisos que Roma había asumido solemnemente –de respetar la propia identidad de la FSSP (es decir, el uso de los libros litúrgicos antiguos)– fueran retirados de la noche a la mañana. Por la paz en la Iglesia también, porque uno no se atreve a imaginar lo que habría acarreado una decisión de extinción programada de la FSSP en términos de ocupaciones de iglesias, misas salvajes u ordenaciones clandestinas. Finalmente, por la serenidad del catolicismo con su propia historia, porque, como señaló Benedicto XVI,“lo que fue sagrado para las generaciones anteriores sigue siendo grande y sagrado para nosotros y no puede de repente encontrarse totalmente prohibido, ni siquiera ser considerado dañino”.
Una mala noticia para los seminarios diocesanos
Sin embargo, Traditionis custodes junto al último decreto papal es una mala noticia. Esto es, por un lado, una mala noticia para las diócesis mismas, porque la aplicación combinada de estos dos textos corre el riesgo de provocar una hemorragia de seminaristas y fieles hacia las casas de formación y los lugares de culto de los Institutos Tradicionales. En efecto, en lo que se refiere a los seminaristas, no es ningún secreto que muchos de ellos tienen un perfil clásico y que, como apuntaba recientemente Monseñor Roche (1), prefecto de la Congregación para el Culto Divino, una vez ordenados, casi inmediatamente comienzan a celebrar la Misa Tridentina.
Sin embargo, si muchos jóvenes continuaran, hasta ahora, ingresando en los seminarios diocesanos con la seguridad de que podrían, una vez ordenados, celebrar en ambas formas, la virtual desaparición de esta posibilidad (la autorización deberá solicitarse ahora en… Roma) animará a un cierto número de ellos a unirse a los Institutos Tradicionalistas. Un fenómeno paralelo también podría ocurrir con los fieles, ya que el decreto del papa Francisco confirmó que las severas restricciones previstas por Traditionis Custodes en cuanto al mantenimiento de los lugares de culto y la apertura de nuevos lugares de culto, no se aplicarían a la FSSP.
Proponer una alternativa creíble
Es, por otra parte, una mala noticia para el legado de Sacrosanctum concilium, la constitución del Concilio Vaticano II sobre la liturgia, porque, si algunos sacerdotes diocesanos que celebran la Misa Tradicional ya han puesto en práctica algunas de las inspiraciones de esta constitución (como la unidad litúrgica entre la acción del sacerdote y la de los fieles), de acuerdo con lo deseado por el Papa Benedicto XVI, la FSSP y otros institutos se han opuesto hasta ahora al fin de la inadmisibilidad de cualquier desarrollo en esta dirección. Y, tal como está, nada indica que la situación vaya a cambiar a corto plazo, sobre todo porque el decreto del papa se ha limitado a "sugerir" que, "en la medida de lo posible", las disposiciones de Traditionis custodes se tomen en consideración.
Al final, para prevenir los riesgos de hemorragia mencionados anteriormente, corresponde urgentemente a los obispos proponer una alternativa creíble para retener a los seminaristas y los fieles. Este requisito supone ante todo que se establezcan relaciones normales y cotidianas de confianza con los fieles tradicionalistas, para que no tengan ya la desagradable impresión (fundada o no) de ser católicos tolerados.
Más concretamente, este requisito implica el establecimiento, según una interpretación amplia de la Traditionis custodes, de una serie de lugares de culto donde se celebre la Misa en ambas formas, para que los fieles tradicionalistas puedan permanecer dentro del marco diocesano y así escapar de cualquier tentación obsidional. A este respecto, podrían servir de inspiración ciertas experiencias exitosas, como la de la parroquia de La-Croix-Glorieuse en Estrasburgo, donde los dos misales coexisten en buena armonía y donde la Misa Tradicional ha integrado ciertas ideas clave de Sacrosanctum concilium a este programa.
(1) The Tablet, 24 de febrero de 2022.
La-Croix
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