lunes, 16 de marzo de 2020

¡GRACIAS CORONAVIRUS!

Me sorprende la rapidez con la que la Iglesia ha adoptado medidas para mostrar su disposición a evitar que se propague el virus, llegando en algunos países y diócesis a limitarlas misas y el culto público.

Me sorprende y les soy sincero, me escandaliza, me confunde me entristece, porque me vienen a la mente varios pasajes que Jesús mismo nos dejó en el evangelio y que debieran tener peso en la decisión que se está tomando:

«Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo a la gehenna»
(Mt 28,10)

«Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.»
(Jn 6,51)

No es que no considere una pandemia algo serio y grave; el problema es que no estamos dejando suficientemente claro como la Iglesia de Cristo tiene una verdad simple y clara: Que la Vida Eterna y el Pan del Cielo son tan valiosos que ni siquiera una amenaza de este tamaño debe distraernos de procurarlos ni ponerse por encima en nivel de importancia.

La Vida Eterna es tan importante que Cristo nos animó a perder todo antes de correr el riesgo de perderla. Por lo tanto, todo lo necesario para conseguirla es importantísimo. de allí que, al privarnos del Pan de Vida por el riesgo de contagio, hacemos parecer a creyentes y no creyentes que es más importante esta vida que la eterna y que le tenemos más miedo a la muerte que esperanza en el cielo.

Tristemente los católicos al actuar así nos mostramos precavidos para las cosas del mundo, pero ciegos y necios para las cosas de cielo. Y estamos desperdiciando una oportunidad privilegiada para que el mundo crea en el valor de los tesoros del Cielo.

Los pastores al actuar así, precipitadamente, hacemos parecer que “cuidamos” al rebaño porque comemos de él o le tenemos afecto; pero no que Guiamos al rebaño, hacia los pastos del cielo. El rebaño se debe cuidar, pero no debe ser dejado a la intemperie de este mundo, se debe guiar pues el establo del rebaño que no está en este mundo.

En cuanto a comulgar en la mano, como sacerdote debo obedecer las disposiciones de mi conferencia. Pero no oculto que me causa mucha violencia mental; precisamente porque el fin último de la Liturgia es Glorificar a Dios y Santificar (llevar al cielo) al hombre. La Iglesia siempre ha sido clara en que sólo las manos consagradas deben tocar al Señor Vivo.

Me vienen a la mente los signos del antiguo testamento con las prefiguraciones: a Moisés le dijo: “quítate los zapatos porque el suelo que pisas es santo” (Ex 3), era desierto (víboras, espinas, calor), la integridad de Moisés no estaba por encima de la Gloria de Dios. Cuando David llevó el arca a Jerusalén (2 Sam 6,1-17), los bueyes resbalaron y Ozá (seguramente por precaución) tocó el arca para que no callera, Yahvé se encolerizó con el y lo fulminó allí mismo. ¿No queda claro?, la Gloria y Santidad de Dios es tan grande que ni por “precaución” en beneficio del arca se le permitió tocarla; ¿Acaso la precaución en beneficio del hombre es más importante?

Si eso era con la tierra y el arca, el lugar que contiene a Dios y donde se manifiesta, ¿no será acaso así con la eucaristía donde esta Verdaderamente? De nuevo, creo que estamos mandando el mensaje equivocado al mundo.

Al contrario:

“el Pan del Cielo es tan necesario para la Vida Eterna, y esta vida es tan poco importante en comparación, que estoy dispuesto a arriesgarme al contagio que a dejar de Comulgar”.

“La Gloria de Dios es tan importante que mi seguridad e integridad salen sobrando y estoy dispuesto a tomar el riesgo de contagiarme con algo que mata el cuerpo, que dejar de reverenciar, de rodillas y sin tocar con mis manos indignas al Pan de vida Eterna”.

¡Qué oportunidad tan grande estamos desperdiciando para que el mundo crea!

Algunos dirán: "si, admiro su fe, padre, pero debemos respetar también a los que no creen y las disposiciones de las autoridades". Respondo con el evangelio: "¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?" (Mt 16,26)

¿De que le sirve a la Iglesia prevenir al mundo del Coronavirus si no lo salva de pecado?, ¿de qué le sirve a la Iglesia ayudar al mundo a cuidar esta vida, si no lo prepara para la siguiente?
Ciertamente, es una Iglesia que ya no se acuerda para que está en este mundo, es una Iglesia que ya no recuerda que debe agradar a Dios antes que a los hombres y a los reyes de este mundo. Pero en algún momento perdimos la cabeza y nos preocupa más “no ofender” a todo el mundo que a Dios.


¡Gracias!

Gracias Coronavirus, de verdad, por permitirnos ver que hemos olvidado la Gloria de Dios y nos preocupa más proteger nuestra vida.

Gracias Coronavirus por permitirnos ver que nos asusta más la muerte que el desobedecer a Dios.

Gracias, por darnos cuenta de que le tenemos más miedo a infectarnos de un virus que a los vicios y los pecados.

Gracias porque nos dimos cuenta que nos instalamos con comodidad en este mundo y hace tiempo ya, que dejamos de caminar hacia la vida eterna.

Gracias por visitarnos en cuaresma, para que de verdad nos convirtamos.

Gracias, al fin, por que, de nuevo, los discípulos, estamos escondidos a puertas cerradas, por miedo a la pandemia, a desentonar con el mundo, a la muerte, a los gobiernos, a ser incomodos, a…

Porque en un puñado de temerosos bajó el Santo espíritu y saliendo por el mundo lo ganaron todo para Cristo.

He aquí un puñado de cobardes, ¡Ven Espíritu Santo! †


El Padre Matrix




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