sábado, 21 de marzo de 2020

CANADÁ: GEMELAS PREMATURAS PROSPERAN DESPUÉS QUE EL MÉDICO SUGIRIÓ DEJARLAS MORIR

Una madre ha criticado a los médicos que se negaron a atenderla y le dijeron que debería dejar que sus hijas gemelas murieran cuando comenzó su parto a las 22 semanas de gestación.

Kayla Ibarra y sus hijas gemelas, Luna y Ema, ahora están muy bien en casa con su hermanito mayor Noah y su padre Dardo.

Un año después de los hechos, al revelar su historia en su blog, Kayla dijo que las gemelas son "niñas 'típicas de un año' y que nadie sabría que nacieron prematuramente a las 22 semanas".

Kayla y Dardo ya eran padres de Noah, de 18 meses, cuando decidieron que les gustaría tener otro hijo. Ambos quedaron encantados meses después al descubrir que esperaban gemelas.

Kayla dijo que el embarazo se sintió "normal" hasta que notó una pequeña mancha de sangre cuando fue al baño. Llamó a su obstetra, quien le recomendó ir al hospital para asegurarse de que no tuviera una infección de vejiga.

La madre embarazada corrió al hospital pero tuvo que esperar cuatro horas antes de que alguien la atendiera porque las enfermeras habían "olvidado" que ella estaba allí.


Cuando finalmente una enfermera vino a verla, fue llevada de urgencia a la parte de atrás para un análisis de orina y luego llamó a la planta baja para que le hicieran un ultrasonido.

Cuando le hicieron la prueba de orina resultó estar limpia, y la madre se echó a llorar porque sabía que había entrado en trabajo de parto.

Ella continuó: “Comencé a llorar cuando finalmente me llevaron a la sala de ultrasonido”.

“Mientras me realizaban el examen, yo le decía al técnico que estaba teniendo contracciones,pero me decían que me relajara y todo estaría bien. Me puse de pie y BAM, se me rompió el agua”.

Llamaron a la Dra. que estaba en servicio de guardia y ella bajó y confirmó que se me había roto el agua.

Entre lágrimas, Kayla, preocupada, preguntó: “¿Qué va a pasar con mis hijas?”.


Mientras la llevaban en una silla de ruedas a una habitación del hospital en el piso de arriba, una enfermera respondió: “los bebés nacerán hoy y morirán”.

Cuando Kayla fue llevada a la habitación de arriba, su suegra, cuñadas, marido y partera ya estaban allí. Todos alrededor, llorando. Comenzaron a preguntarle a la Dra: “¿qué hacemos? ¿Qué podemos hacer?”. Una vez más, la respuesta fue: “no hay nada que se pueda hacer, los gemelos nacerán hoy y morirán”, la forma en que habló fue muy fría y cruel.

Su cuñada no paraba de decirle “tenemos que rezar” y Kayla le gritó: “No rezaré, estoy enojada, estoy enojada con Dios. ¿Cómo puede permitir que esto esté pasando? 

Todos comenzaron a averiguar que hospital los podría ayudar. Descubrieron que en Londres (ciudad canadiense al suroeste de Ontario) intervenían a partir de las 24 semanas de gestación. 

Le suplicaron a la Dra. que llamara a Londres para ver si consideraban verla y ella negó la solicitud. Kayla pedía medicamentos para el dolor y la Dra le dijo: “esto va a ser rápido, terminemos con esto”

Fue entonces que Kayla decidió orar, decirle a Dios que estaba enojada. De repente, después de rezar, sus contracciones cesaron. 

Después de discutir con la Dra., ella le dijo que no le dejaría ver a las gemelas ni escuchar sus latidos porque era una “pérdida de tiempo”. Luego la trasladaron a una habitación normal para descansar.

A pesar de que su trabajo de parto se había detenido, un nuevo médico que había sido asignado a Kayla la instó a dar a luz a los gemelos a la mañana siguiente a través de un trabajo de parto inducido.

Sin embargo, sabiendo que no intervendrían para salvar a sus gemelas, Kayla dijo: “Le dije que me negaba a comenzar el trabajo de parto nuevamente y que mientras las gemelas estén en mí, respirarán y estarán seguras. También me negaron la medicación que ayudaría a las gemelas a desarrollar los pulmones y el cerebro”.



Cuatro días después, Kayla volvió a comenzar con su trabajo de parto, estaba con 22 semanas y dos días.

“Me sentí derrotada. Perdí”, dijo Kayla.

Afortunadamente, un nuevo médico había sido asignado a Kayla justo cuando las parteras estaban preparando la sala de partos. Él dijo: “Leí su cuadro y sé que su deseo es tratar de salvar a sus hijas. Llamaré y encontraré un hospital que esté dispuesto a ayudar. Consíganle a esta madre el medicamento que necesita”. A los 30 minutos él estaba de regreso en la habitación, se puso el abrigo y le dijo que en  Londres la habían aceptado. En minutos ya estaban en la ambulancia y rezando a Dios para llegar a tiempo.

En cuestión de horas, Kayla había dado a luz a Luna y Ema.

Las gemelas apenas pesaron menos de 1/2 Kg cuando nacieron y pasaron un total de 115 días en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatal, pero se recuperaron notablemente bien y pudieron regresar a casa antes de la fecha prevista.

Kayla dijo que sus gemelas han cambiado su vida para siempre y que ahora quiere que el mundo sepa que los bebés prematuros pueden sobrevivir y prosperar.

“Pasamos de un 0% de posibilidades de supervivencia a celebrar más de un año de vida”, agregó.


La tasa de supervivencia de los bebés extremadamente prematuros se ha duplicado en la última década, lo que está provocando una nueva guía que permite a los médicos tratar de salvar a los bebés nacidos a las 22 semanas de embarazo, la edad de las gemelas sanas y prósperas de Kayla.

En 2008, solo dos de cada diez bebés nacidos vivos a las 23 semanas sobrevivieron. Hoy es cuatro de cada diez, según un nuevo análisis de la Asociación Británica de Medicina Perinatal.





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